Vistas de página en total

martes, 20 de marzo de 2012


Cristo mismo es el agua que nos levanta del pecado y nos llena de vida

Ez. 47, 1-9.12; Sal. Sal. 45; Jn. 5, 1-3.5-16
Allí está aquel paralítico con todas sus limitaciones ante el agua que pudiera hacerle recobrar el movimiento de sus miembros paralizados pero no ha llegado a ver satisfechas sus expectativas y esperanzas. No puede alcanzar a tiempo el agua de la piscina ni ha tenido hasta entonces un alma caritativa y generosa que le ayudara a alcanzar aquella agua. Han pasado los años en su invalidez e incapacidad.
¿Quién podrá en verdad hacerle recobrar la salud y todas las esperanzas de su vida? ¿Es sólo alcanzar el agua de aquella piscina o necesitará algo más? El movimiento del agua es solo un signo, pero quien en verdad puede darle vida y llenarle de esperanza es el que viene ahora a su encuentro.
Aquel hombre desea la salud, pero no ha sido a Jesús a quien le ha pedido el milagro; es más, aún no conoce a Jesús, no sabrá explicar al principio a quienes le preguntan quién es el que lo ha curado, y Jesús tampoco en esta ocasión le va a pedir previamente la fe. Ha sido Jesús el que ha tomado la iniciativa de venir al encuentro de aquel hombre para sanarle de su invalidez, pero para despertar la fe en El y su esperanza de salvación. Este milagro va a ser en verdad el principio de una vida nueva y será buena señal para cuantos creemos en Jesús de cómo tras nuestro encuentro salvador con Jesús nuestra vida tiene que ya ser distinta.
Es la busqueda de Dios, la pasión de Dios por el hombre al que quiere siempre ofrecer su amor y su salvación. Es el buen pastor que va a buscar a la oveja perdida y herida para traerla sobre sus hombros y sanarla y llevarla a los pastos de la vida. Muchos pasajes del evangelio que nos manifiestan esa busqueda del hombre por parte de Jesús podríamos recordar.
Tenemos que dejarnos encontrar. También estamos muchas veces con la parálisis de nuestro pecado a las puertas de la piscina, o en la orilla de los caminos de la vida. ¿Encontraremos a alguien que nos ayude a acercarnos hasta el agua de la salvación? Seguro que el Señor va poniendo almas samaritanas a nuestro paso. De una forma o de otra el Señor quiere llegar hasta nosotros, pero hemos de saber abrirle las puertas de nuestra vida, o creer y poner toda nuestra confianza en El y en su Palabra.
También Jesús nos tiende la mano, nos dice ‘levántate y anda’, pero algunas veces nos puede faltar confianza en su palabra y preferimos seguir encerrados en nuestra incapacidad. Tenemos que aprender a escuchar a Jesús. Cada día está llegando a nosotros su Pâlabra en este camino que estamos haciendo en la Cuaresma y hemos de dejarnos conducir; no podemos convertir en una rutina hasta estos actos piadosos que vamos realizando en la Cuaresma como nos sucede con tantas cosas en la vida; démosle profundidad, y sepamos escuchar al Señor.
Nos ofrece el agua viva de su gracia que nos purifica, que nos llena de vida, que nos hace fructificar. Es hermoso el texto del profeta escuchado en la primera lectura. Aquella agua que manaba del templo hacia levante y que iba llenando de vida todo por lo que pasaba, nos está hablando de ese río de gracia que mana de la cruz de Cristo y que son los sacramentos. Ahora en este tiempo de manera especial y más intensa nos acercamos a los sacramentos, nos acercaremos al Sacramento de la Penitencia para purificarnos y alcanzar el perdón. Tenemos que prepararnos bien y con humildad y sinceridad.
Cristo quiere llegar a nosotros con el agua viva de su gracia, para purificarnos, para levantarnos de nuestro pecado, para llenanos de vida. Dejemos actuar la gracia de Dios en nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario