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jueves, 7 de marzo de 2024

Hemos de mantener una lucha constante para permanecer en la fidelidad del amor y no dejar que la malicia enturbie de nuevo el corazón

 


Hemos de mantener una lucha constante para permanecer en la fidelidad del amor y no dejar que la malicia enturbie de nuevo el corazón

Jeremías 7,23-28; Salmo 94; Lucas 11,14-23

Alguna vez habremos visto algo delante de nosotros y, aunque ha sido un hecho real y palpable, no un sueño ni nada imaginado, sin embargo hemos dicho no me lo puedo creer. Nos quedamos atónicos, sin saber qué decir, qué explicación podemos dar, pero no nos lo terminamos de creer. Algo que nos sorprende, inesperado, que no esperábamos en aquella situación, que no esperábamos de aquella persona y así nos quedamos sin palabras.

Estoy haciendo referencia a esto, en la que no hemos metido ninguna maldad por medio, pero parece que no siempre vamos con ese corazón limpio de malas intenciones; porque quizás por desconfianza que nos tenemos los unos de los otros, quizás porque hemos tenido quizás algún contratiempo con esas personas, quizás porque recordamos viejos enfrentamientos en nuestra relaciones vecinales o en nuestras relaciones laborales, hay personas, como decíamos, de las que desconfiamos, hay personas que no las miramos bien, hay personas a las que podemos ver realizar las mayores maravillas y las cosas más hermosas del mundo, a las que enseguida ponemos, como solemos decir, un pero; vemos segundas intenciones, vemos intereses ocultos que solo nosotros vemos por lo turbia que ya está de antemano nuestra mente, y si podemos quitarle el mérito se lo quitamos, si podemos desprestigiar en esas andamos, si podemos sembrar desconfianza en los demás ya nos estamos frotando las manos.

La malicia que se ha metido en nuestro corazón ya no nos deja ver la verdad y lo bueno. Reconozcamos que cosas así nos suceden a nosotros o las vemos en nuestro entorno con demasiada frecuencia; y no digamos nada cuando se meten las ideas políticas por medio con sus enfrentamientos.

Es lo que estaba sucediendo en torno a Jesús y de lo que nos habla hoy el episodio del evangelio. Jesús le ha hecho recobrar el habla a un mudo; el evangelista nos lo relata con el lenguaje propio de la época, pues nos habla de la expulsión de un demonio; en fin de cuentas siempre podemos decir que es la liberación de un mal, de una carencia que tenía aquella persona para expresarse y comunicarse con los demás. Eran los signos anunciados por los profetas y que en aquel texto de la sinagoga de Nazaret se nos recordarán.

Hay personas que saben ver la acción de Dios en aquella acción de Jesús y su reacción son las alabanzas a Dios como vemos tantas veces en el evangelio. Pero hay quien no quiere aceptarlo, no quieren ver lo que está sucediendo delante de sus ojos, no querían aceptar a Jesús. Y vienen las reacciones, como decíamos antes la ceguera, la desconfianza, el desprestigio, la intención oculta, etc… Ahora dicen que Jesús obra milagros expulsado demonios y lo hace con el poder del príncipe de los demonios, son las incongruencias en que caemos en la vida cuando nos ciega la malicia del corazón.

Pero Jesús querrá dejarnos un mensaje. Dejémonos purificar, pero cuidemos mantener esa pureza y esa santidad de nuestros corazones. Tantas veces vamos dando pasos en nuestra vida de superación, de crecimiento espiritual, tenemos momentos hermosos y llenos de fervor, pero si nos descuidamos pronto podemos caer de nuevo por la pendiente de la tibieza, de la frialdad de nuestros corazones dejando meter de nuevo el mal en nuestra vida. Es una lucha constante, es cierto, pero es el sabernos mantener en fidelidad al amor que hemos recibido para mantenernos siempre en el buen camino. Si nos descuidamos pronto vamos a darnos cuenta que en lugar de recoger buenos frutos con el Señor lo que estamos haciendo es desparramar esa gracia de amor que el Señor nos ha regalado.

Cuidado, nos dice Jesús, que el que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo desparrama. ¿Queremos caer por esa pendiente de nuevo dejando meter la malicia en nuestros corazones? ‘Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor y no endurezcáis el corazón’.

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