No rompamos la cadena del anuncio de la buena nueva del evangelio que un día recibimos nosotros para que también los hombres de hoy conozcan el evangelio de Jesús
1Juan 3, 7-10; Sal 97; Juan
1,35-42
Hay momentos en que nos sentimos impactados ya sea en el encuentro con
alguien que de una forma o de otra nos llama la atención, ya sea por algo que
acontece a nuestro alrededor, o ya sea también por una palabra que escuchamos,
un testimonio que recibimos de alguien, algo que se nos trasmite de la forma que sea, pero que
nos llega dentro, nos causa impresión, no podemos olvidarlo.
Puede ser también que esa impresión o ese impacto sea algo fugaz,
porque dejamos pasar el tiempo y ya no volvemos a pensar en ello, u otros
acontecimientos que se van sucediendo se van solapando y vamos dejando en
segundo lugar aquello que antes nos había impactado tanto. Pero también nos
puede suceder que nos lo tomemos en serio, no lo echemos en el saco del olvido,
sino que eso nos haga buscar más, profundizar en aquello que nos había llamado
la atención y ya procuraremos de la forma que sea seguir indagando para conocer
más que nos puede llegar a tomar decisiones importantes en la vida.
Puede sucedernos en el ámbito de lo espiritual y de lo religioso, o
nos puede suceder solamente desde un lado humano en aquello a lo que dedicamos
nuestra vida, o que nos pueda impulsar a que le cojamos gusto a una profesión,
por ejemplo, o a algo a lo que vamos luego a dedicar nuestra vida. Así nacen
las vocaciones, que nos hacen descubrir capacidades que llevamos dentro y que
podemos desarrollar en nosotros para darle una mayor plenitud y sentido a
nuestra existencia. Aquello que vimos o que descubrimos nos hace abrir
horizontes para la vida y desde ahí un paso para dedicar nuestra existencia a
algo que nos damos cuenta que nos llena profundamente por dentro.
Toda esta experiencia humana que subyace debajo de esta reflexión que
me vengo haciendo lo podemos contemplar hoy en lo que nos relata el evangelio.
Al paso de Jesús, como ya ayer escuchábamos en el evangelio Juan da testimonio
de Jesús. También él se había visto impactado en su encuentro con Jesús y lo
que había sucedido allí junto al agua del Jordán en el Bautismo de Jesús. Ahora
ante los discípulos que le siguen proclama rotundamente: ‘Este es el Cordero
de Dios que quita el pecado del mundo’.
No caen en el vacío estas palabras y testimonio de Juan. Dos de sus discípulos
impactados por estas palabras no las echan en el olvido sino que se van detrás
de Jesús. ‘Maestro, ¿Dónde vives?’ es lo que se atreven a balbucear
cuando Jesús se vuelve para preguntarles que es lo que buscan. ‘Venid y lo
veréis’, les dice y ellos se fueron con El. Algo les estaba marcando por
dentro que nunca olvidarían incluso ni la hora en que todo esto había sucedido.
Cuando el evangelista – que era uno de los dos que se fueron con Jesús –
escribe el evangelio nos dirá que serían como las cuatro de la tarde.
Las cosas se van sucediendo aunque con lenguaje escueto nos lo narra
el evangelista y comenzaría como una cadena que parece que no tiene fin. Lo que
ellos habían vivido pronto lo comunican a los demás; Andrés se encontrará con
su hermano Simón y le lleva la noticia, pero diciendo ya que han encontrado al Mesías,
y lo traerá hasta Jesús. Es el testimonio y comunicación que se ha seguido
repitiendo a lo largo de los siglos, porque además ese sería el mandato de
Jesús. Así ha llegado la noticia de Jesús hasta hoy. Y como nos dicen cuando
nos envían cadenas por las redes sociales, que no se rompa esta cadena.
Podemos recordar aquí como fue nuestro primer encuentro con Jesús de
una forma viva, el testimonio o enseñanza que recibimos y que nos hizo a
nosotros creer en Jesús. Pero tendríamos que recordar ese testimonio que de una
forma u otra nosotros también hemos dado a muchos a nuestro alrededor con
nuestras palabras, con el testimonio de nuestras acciones, con nuestros gestos
y posturas en distintos momentos de la vida, en una palabra, con toda nuestra
vida. No podemos dejar que ese anuncio caiga en saco roto, sino que nuestro
testimonio tiene que ser claro y valiente.
Que no se rompa la cadena. El evangelio tenemos que seguirlo anuncio,
esa buena nueva de Jesús, esa buena nueva que es Jesús. Quienes están a nuestro
lado necesitan ese anuncio, nuestro mundo necesita ese anuncio, nuestra
sociedad está necesitada de evangelio, ¿lo estaremos haciendo bien? ¿Qué
impacto sigue produciendo nuestra vida cristiana en los que están a nuestro
lado?
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