Queremos
caminar con seguridad, no queremos quedarnos atolondrados o conformistas, sino
con paso valiente y decidido porque en Jesús ponemos totalmente nuestra fe
Isaías 29, 17-24; Sal 26; Mateo 9, 27-31
Algunas veces
nos hemos ido creando unas comodidades en la vida que al final las convertimos
en exigencias, donde nos creemos merecedores de todo o que todo se nos de
gratuitamente sin ningún esfuerzo por nuestra parte. No niego, por supuesto,
los derechos que como seres humanos todos tenemos y a los que ha de atender la
sociedad y todos hemos de estar al tanto, pero cuando nos vemos carentes de
algo también tenemos que hacer de nuestra parte por lograrlo, por conseguirlo.
No me quedo
tampoco en lo material, en las necesidades materiales vitales para nuestra
vida, porque en lo humano y en lo espiritual algunas veces nos quedamos como
estancados sin esforzarnos por una superación de nosotros mismos, por un
crecimiento como persona, por un abrirnos a nuevas luces que nos den sentido y
nos den respuestas a las preguntas más profundas que todos llevamos en
nosotros.
Vamos como
ciegos en la vida dando tumbos, pero en nuestra comodidad para evitar esos
tropiezos nos quedamos al borde del camino sin tratar de buscar donde encontrar
esa luz. Y humana y espiritualmente no crecemos, más bien nos estancamos, y de
alguna manera parece como si nos fuéramos embruteciendo cada vez más. Necesitamos
querer salir, ponernos en camino aunque en principio parezca que vayamos a
tientas, pronto podremos encontrar recursos y medios para ir acercándonos a esa
luz que necesitamos en la vida.
Me ha hecho
pensar en todo esto y con conciencia de cuantas oscuridades nos ensombrecen la
vida, escuchando el evangelio y viendo a aquellos dos ciegos que al enterarse
de la llegada de Jesús se van en su búsqueda, quizás dando tumbos por los
caminos del pueblo, pero al final llegaron a la casa de Jesús porque sabían que
allí podían encontrar la luz que necesitaban. No se resignaron a su ceguera,
que significaba para ellos pobreza y miseria, y el estar siempre dependiendo de
lo que los demás pudieran compartir con ellos. Se pusieron en camino, llegaron
a la casa de Jesús, querían la luz.
¿Creían ellos
que en Jesús podían encontrar esa luz? Es la pregunta que Jesús les hace, es el
interrogante que quizá surgía a su alrededor en muchos cuando los veían correr
hasta la casa donde estaba Jesús. ¿Serían unos ilusos que terminarían
fracasando? Estaban seguros de que Jesús podía hacerlo. ‘Que os sucede
conforme a vuestra fe’. Y encontraron la luz para sus ojos.
Un buen
itinerario para nuestra vida. Búsqueda de la luz. En la noche de la navidad del
Señor con el profeta se nos va a anunciar que ‘el pueblo que caminaba en
tinieblas vio una gran luz’. Estaba en tinieblas pero caminaba, iba en
búsqueda de la luz y la luz viene a su encuentro.
Es el camino
que vamos haciendo a lo largo de este tiempo de Adviento, un camino hacia la
luz. Pero vamos con la certeza de aquellos dos ciegos de los que nos habla hoy
el evangelio. No somos unos ilusos, tenemos la seguridad de que en Jesús
encontramos esa luz y por eso es a El a quien buscamos. Quizás en nuestro
entorno podemos escuchar comentarios que quisieran llevarnos al desaliento.
Muchos se creen quizá muy sabios pero andan a oscuras y no quieren buscar la
luz.
Caminamos con
nuestras dudas y tropiezos, caminamos también con momentos de desaliento y
parece como si nos faltara estímulo, caminos en ocasiones muy absorbidos por
las cosas que nos rodean y no queremos pensar que hay algo superior hacia donde
hemos de levantarnos y caminar, nos sentimos contagiados por un ambiente que
hasta de los sentimientos religiosos ha hecho un negocio o lo quieren manipular
para sus intereses, pero queriendo alejar a Dios de nuestra vida.
Pero nosotros
queremos caminar con seguridad, no queremos quedarnos atolondrados o
conformistas con nuestras tinieblas o las tinieblas que el mundo nos ofrece;
queremos caminar con paso valiente y decidido porque en Jesús ponemos
totalmente nuestra fe.
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