Todos
están preparando la navidad y pocos preparando la presencia de Jesús en nuestro
mundo, es necesario que haya profetas que sean verdadero signo para nuestro
mundo
Eclesiástico 48, 1-4.9-11b; Salmo 79; Mateo
17, 10-13
Seguramente que en alguna ocasión nos
hemos encontrado con alguna persona que nada más verla, no tanto en apariencia física,
sino por la forma de actuar, por la manera de hablarnos, por las cosas que nos
dice parece que tiene un don especial, pero es que además nos hace como entrar
en otra sintonía por la que esa persona nos recuerda a alguien; algunas veces
de entrada no sabemos a quien, pero quizás con el tiempo recordamos a alguien
muy concreto que tenía esa forma y manera de actuar. No vislumbramos quizás el
vinculo que puede haber entre esas personas, pero una cosa sí es cierta, la una
nos recuerda a la otra, es casi como una plasmación actual de aquella persona
que quizás conocimos en otro tiempo.
¿Por qué hago referencia a esto? Además
de que sea bueno reconocer hay una línea de continuidad en la vida y tendríamos
que resaltar en las cosas buenas, lo hago también por una referencia que nos
hace hoy el evangelio. Vamos avanzando en el camino del Adviento y bien sabemos
que por una parte los profetas y luego ya más en concreto con Juan Bautista
tenemos toda una senda que nos prepara para la celebración de la venida del
Señor. Recordamos las palabras de los profetas que anuncian esos tiempos
mesiánicos y ya en la cercanía de la Navidad escucharemos una y otra vez a Juan
el Bautista que en el desierto preparaba los caminos del Señor.
Pero hoy se nos manifiesta un nexo de
unión entre el profeta Elías, paradigma de los profetas del Antiguo Testamento
y el Bautista. Todo parte de una pregunta que le hacen los discípulos a Jesús
sobre aquello que enseñaban los maestros de la Ley de que antes de la llegada
del Mesías haría su aparición de nuevo del profeta Elías. En los textos del
Antiguo Testamento se menciona como fue arrebatado al cielo en presencia del
que iba a ser su sucesor Eliseo. Hoy en el texto del Eclesiástico se nos habla
de que fue arrebatado al cielo en un carro de fuego. Pero se anuncia claramente
la vuelta de Elías.
¿Cómo? Se habla de que vendrá a
reconciliar a los padres con los hijos y a restablecer las tribus de Jacob.
Esto era algo que estaba muy presente en la mentalidad y en la religiosidad
judía. Recordamos como antes de la Ascensión los discípulos le preguntan a
Jesús si ya ha llegado el tiempo en que se restablecerá la soberanía de Israel.
Pero no tendríamos que olvidar algo que ya próximamente escucharemos en la
aparición del Arcángel Gabriel a Zacarías en el templo cuando le anuncia el
nacimiento de un hijo que viene con el poder y el espíritu de Elías para
reconciliar a los padres con los hijos y preparar para la llegada del Mesías un
pueblo bien dispuesto.
Por eso hoy Jesús, ante las preguntas
de los discípulos, les responderá que Elías ya ha venido, aunque no lo hayan
querido reconocer, pero que eso mismo harán con el Hijo del hombre. Una
referencia, como recogen los mismos discípulos, a Juan el Bautista, pero una
referencia también a lo que será el rechazo que harán a Jesús.
Todo esto que venimos reflexionando ha
de valernos para la mirada que tenemos que hacer a la vida para saber descubrir
esos que como profetas a lo largo de la vida han estado a nuestro lado para que
seamos ese pueblo bien dispuesto para el Señor. ¿Podríamos reconocer en alguien
quien ha estado junto a nosotros con ese poder y con ese espíritu de Elías?
Esas personas buenas que nos hemos ido encontrando en la vida que han tenido un
buen consejo para nosotros, una palabra de sabiduría que nos ha hecho ver las
cosas de forma diferente, un gesto que nos ha despertado de nuestras
somnolencias o de nuestras rutinas. Algunas veces pronto olvidamos esos signos
que en un momento determinado nos hicieron bien, nos alertaron o nos ayudaron a
ponernos en buen camino. Necesitaríamos detenernos para pensar en ello y
reconocerlo y dar gracias porque han sido señales que Dios ha puesto a nuestro
lado.
Pero en esta reflexión quisiera dar un
paso más aunque sea pequeño. Es pensar cómo nosotros podemos ser signos para
muchos que están a nuestro lado; estamos llamados a dar testimonio; nuestra fe,
nuestra manera de actuar, nuestro amor y generosidad tiene que convertirse también
en signo profético en medio de nuestro mundo. El mundo necesita profetas que
con palabra valiente o con gestos que aunque sean sencillos sean también
valientes y atrevidos ayudemos a despertar a nuestro mundo.
Estos días todo el mundo está preparando
la Navidad, pero pocos están preparando hacer presente a Jesús y su evangelio
en nuestro mundo. ¿No sería ahí donde tendríamos que ser verdaderos signos
proféticos para los que nos rodean? El espíritu de Elías, el espíritu del
Bautista ¿qué nos estaría pidiendo a nosotros?