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sábado, 6 de septiembre de 2025

Jesús desde la buena nueva del evangelio nos abre caminos de verdadera humanidad y que nos harán siempre con ellos buscar la auténtica gloria del Señor

 


Jesús desde la buena nueva del evangelio nos abre caminos de verdadera humanidad y que nos harán siempre con ellos buscar la auténtica gloria del Señor

Colosenses 1, 21-23; Salmo 53; Lucas 6, 1-5

Es cierto que en nuestras relaciones humanas, en las relaciones que tenemos los unos con los otros que nos lleva a la convivencia y al encuentro porque además por naturaleza somos seres sociales, llamamos a relacionarnos, pero dada por otra parte la tendencia egoísta que muchas veces surge de nosotros mismos necesitamos como unas pautas que regulen esas relaciones, para que nadie además se sienta mermado en su dignidad y se le resten las posibilidades de desarrollar su vida según su saber o su capacidad; así, podríamos decir de una manera fácil, nacen las leyes, las normas, los preceptos desde nuestro raciocinio, desde la mejor manera que buscamos para facilitarnos esa mutua relación en la vida de cada individuo.

Todo está en función de la persona. Queremos salvaguardar su dignidad. Buscamos la manera de que a nadie se le dañe en su vida. Cuidamos el respeto que mutuamente todos hemos de tenernos. Eso que hemos consensuado y que llamamos leyes o preceptos siempre busca por encima de todo el bien del individuo pero también de esa comunidad que conformamos. Por encima de todo y como centro siempre está la persona, la norma no puede estar por encima de la persona porque perdería humanidad; desde ese sentido de humanidad que expresamos con nuestro amor damos vida y calor, daremos sentido a esa ley. 

No somos unos seres autómatas que mecánicamente actúan desde unos protocolos, sino que es nuestro ser, nuestra humanidad, nuestro amor el que tiene que darle sentido a todo. No amamos porque nos lo mande la ley, sino desde lo que nace de nuestro corazón que será lo que le de calor y color a esa norma de la ley.

Es el mensaje revolucionario, podíamos decir, que Jesús viene a darnos porque lo que Jesús quiere es la grandeza del ser humano. Y esto resultaba chocante en aquel pueblo en que de alguna manera parecía que lo que prevalecía era la norma y la ley. Todo estaba regulado y de allí nadie podía salirse ni desprenderse, porque las normas se multiplicaban hasta lo inimaginable. Y todo quería escudarse en que así era la ley del Señor, parecía que se olvidaba que Dios quiso siempre la libertad del hombre y que en verdad se engrandeciera desde el amor.

¿Qué significó realmente la liberación de Egipto y el cruzar el desierto en búsqueda de una tierra de libertad, sino la grandeza del ser humano, la grandeza de aquellos hombres y mujeres que formaban aquel pueblo? Sin embargo parecía que de nuevo estaban atados por unas cadenas que parecían más fuertes que la esclavitud que vivieron en Egipto. Todo estaba milimétricamente tasado y sancionado y de allí parecía que se podía salir a respirar una nueva libertad.

Son las quejas y cuitas con las que vienen a Jesús alegando que sus discípulos no ayunaban ni respetaban la ley de Moisés, simplemente porque al paso de los caminos en sábado cogían unas espigas para calmar de alguna manera el cansancio y ahora del camino. En otro momento dirá Jesús que El no ha venido a abolir la ley y los profetas, sino a darle plenitud; es encontrar el verdadero espíritu de la ley, es encontrarle su verdadero sentido; es llenar de autentica humanidad nuestras relaciones para que sean verdaderamente humanas; es el actuar desde la libertad del espíritu que nos ayuda a engrandecer al hombre, a la persona; es el encontrar la mejor forma para hacer que lo que hacemos, lo que es nuestra vida sea realmente siempre buscando la gloria del Señor; es el no actuar de una forma ciega, autómata y rutinaria, cumpliendo porque hay que cumplir, sino encontrar e verdadero sentido de lo que hacemos que revertirá siempre en el bien de la persona.

Es el camino de grandeza y dignidad que Jesús abre ante nosotros, que nos hará verdaderamente humanos, que en ello nos hará buscar siempre la gloria del Señor.

viernes, 5 de septiembre de 2025

Llegar a descubrir la novedad de vida que ha de significar el evangelio para nosotros y dejarnos sorprender para llegar a ser ese odre nuevo para el vino nuevo del Reino

 


Llegar a descubrir la novedad de vida que ha de significar el evangelio para nosotros y dejarnos sorprender para llegar a ser ese odre nuevo para el vino nuevo del Reino

Colosenses 1, 15-20; Salmo 99; Lucas 5, 33-39

Se suele decir que las comparaciones son odiosas y seguramente alguna vez hemos reaccionado cuando han pretendido compararnos con alguien; si es mejor, si hace las cosas que tú no eres capaz de hacer, si él ha tenido éxito y tu siempre eres un perdedor, y así múltiples cosas más. Sin embargo de alguna manera a veces somos incongruentes, porque lo que no queremos para nosotros mismos, quizás lo ofrecemos como ejemplo o estimulo para los demás, y algunas veces nos sucede en la cuestión de la educación que damos a los hijos; les ponemos modelos quizá en aquellos que son sus amigos o viven en su entorno a los que tienen que imitar o de los que tienen que distanciarse porque pueden ser malas compañías que no los lleven por buenos caminos. ¿No tendríamos que ser más nosotros mismos desarrollando lo que hay en nosotros pero porque queremos llegar a nuestra plenitud de vida?

Allí andaban aquellos a los que les costaba tanto entender a Jesús o aceptar los nuevos planteamientos que Jesús nos propone, que ahora andan con comparaciones entre los discípulos de Jesús y lo que son sus discípulos, aunque lo digan sutilmente hablando de los seguidores de Juan o de la escuela de los fariseos. Y vienen con una cuestión a la que se le daba mucha importancia en el contexto de lo religioso, el ayuno. Los discípulos de Juan ayunan y también lo hacen los de los fariseos, pero le vienen a encarar a Jesús que sus discípulos no ayunan.

No han terminado, o no han querido, entender el mensaje de Jesús, el mensaje del Reino de Dios que Jesús proclama. Aunque esperan al Mesías, parece que lo esperaran para que corroborara o hiciera aquellas cosas que ellos hacían. El Mesías para ellos no significaba una novedad de vida, sino un querer afirmarse en los planteamientos que ellos se hacían de lo que debía de ser ese pueblo de Dios, que Jesús lo llamará el Reino de Dios; era algo más que unas personas que se juntaban o se reunían para algo, tenía que ser una visión nueva del mismo sentido de la vida, como del sentido de Dios. Y ellos pretendían solucionarlo todo con unos arreglitos. Y parecía que por lo que Jesús les enseñaba sus discípulos no debían de estar por esos arreglitos.

Es lo que les viene a decir Jesús. El sentido de la presencia de Dios en sus vidas no era para la tristeza y el luto; un nuevo sentido de fiesta había de tener la vida, por eso Jesús les habla de una boda y de unos amigos del novio que están participando de la fiesta de esa boda. ¿Caben ahí las tristezas y los lutos? Porque además al ayuno le habían cargado una connotación demasiado de caras largas y de duelo. Y Jesús hablaba de fiesta, de una boda, de la fiesta en la que participaban los amigos del novio. Era un nuevo sentido de vivir.

Es lo que Jesús nos está ofreciendo y a un nuevo sentido de vivir no se puede llegar desde unos arreglitos, desde unos remiendos; era un nuevo traje de fiesta el que había de vestirse, y todo creo que podemos entender esa imagen que va más allá de la materialidad de la tela de un vestido, porque tendrá que ser algo hondo que brote del corazón del hombre. Jesús nos hablará de un vestido nuevo y sin remiendos que al final nos traerán rotos mayores, nos hablará de unos odres nuevos que serán los que podrán contener el vino nuevo con toda su fuerza.

Es lo que tiene que ser nuestra vida, es en lo que tenemos que convertirnos en nosotros, porque es algo más que un vestido que nos pongamos exteriormente porque tienen que ser actitudes nuevas, valores nuevos que arrancan de un corazón nuevo, de un corazón que se ha dejado transformar, en el que se ha dejado actuar toda la fuerza del Espíritu.

¿Habremos llegado en verdad a descubrir esa novedad de vida que ha de significar el evangelio para nosotros? ¿Nos dejaremos sorprender por el evangelio o lo damos ya por sabido y que no nos dice nada nuevo? Algo estará fallando en nuestro encuentro con Jesús, algo estará fallando en la apertura de nuestro corazón.

jueves, 4 de septiembre de 2025

Aunque dudemos, aunque tengamos miedo, aunque recordemos fracasos y respuestas negativas, tenemos que confiar, en el nombre del Señor podemos hacer maravillas

 


Aunque dudemos, aunque tengamos miedo, aunque recordemos fracasos y respuestas negativas, tenemos que confiar, en el nombre del Señor podemos hacer maravillas

Colosenses 1, 9-14; Salmo 97; Lucas 5, 1-11

En la vida habremos pasado por experiencias que nos han resultado en ocasiones negativas porque por más que lo hemos intentado las cosas no nos salen; quizás las habíamos preparado con mucha intención y con muy buenos deseos, quizás eran cosas que sabíamos hacer bien porque eran parte de nuestra vida habitual o era algo en lo que habíamos aprendido creciendo en medio de ellas, quizás vamos a decir técnicamente habíamos preparado muy bien sopesando bien de antemano todas las dificultades que podríamos encontrar, pero en la hora definitiva las cosas no nos salieron.

¿Nos sentimos fracasados? ¿No lo volveremos a intentar? ¿Estudiaremos quizás nuevas formas? Al menos quizás por un tiempo lo dejamos. Nos sucede en nuestros trabajos, en los negocios que emprendemos, en la tarea de lo que es nuestra vida por profesión o porque a ello nos hemos dedicado con intensidad. Parece que quizás en ese momento el mundo se nos viene abajo, quizás intentemos sacar fuerzas en otra ocasión. Es algo muy complejo.

Hoy nos habla el evangelio de cómo Jesús enseñaba allí en la orilla del lago y la gente se agolpaba a su alrededor, de manera que tuvo que subirse a una barca. Cuando terminó aquel momento de Jesús hablarle a la gente le pidió a Pedro que remara de nuevo mar adentro, se adentrara en el lago. Probablemente Pedro estaba cansado y aún le quedaba mucho que hacer en recoger las redes y todas las cosas de la barca porque además habían estado toda la noche bregando aunque con malos resultados, no habían cogido nada; los ánimos de Pedro no serían muchos.

Pero Jesús no solo le pedirá que vuelva a introducirse en el lago, ‘rema mar adentro’ le dice, sino que además le pide que eche de nuevo las redes para pescar. ¿Ahora? ¿De nuevo? ¿Después de toda una noche de brega? Si no hemos cogido nada, aquí no hay nada que hacer. Todo eso pasaría quizás por la mente de Simón. Pero las palabras de Jesús siempre le habían entusiasmado cuando lo escuchaba; ahora parecía que se sentía cautivo de aquella orden de Jesús. Y se atreve a lanzar la red, ‘en tu nombre, porque tú lo dices’, aunque yo sé que no hay nada que hacer. Y la redada había sido tan grande que tuvieron que llamar a compañeros de otras barcas. Todos estaban mudos de asombro. Simón se siente una piltrafa ante Jesús. ‘¡Apártate de mi que soy un hombre pecador!’, terminaría confesando.

Aunque los fracasos no nos abandonen en la vida tenemos que aprender a que hay que seguir remando mar adentro. No siempre es fácil, las sensaciones de fracaso algunas veces nos aturden y nos hacen perder hasta las ganas de seguir adelante, de seguir intentándolo, de seguir buscando nuevos mares. Pero Jesús nos está enseñando como siempre tenemos que intentarlo de nuevo e ir más allá. Hay otros mares profundos donde podemos echar de nuevo las redes.

No nos vale que nademos o naveguemos solo a flor de agua, y muchas veces en la vida nos estamos quedando en esa zona de lo superficial. No nos valen solo las experiencias de lo que hayamos hecho o de lo que hayamos experimentado aunque también son en ocasiones buenas escuelas para la vida. Hay que entrar en otra profundidad, hay que ver las cosas desde otra perspectiva, tiene que nacer de nuevo la confianza en nosotros y en lo que podemos hacer, tenemos que buscar otras honduras para la vida.

Rema mar adentro, nos está diciendo Jesús. Echad de nuevo las redes para pescar, nos está pidiendo. Aunque dudemos, aunque tengamos miedo, aunque recordemos fracasos y respuestas negativas, tenemos que confiar. Podemos hacerlo pero tenemos que saber dónde ponemos nuestra confianza, donde vamos a encontrar esa fortaleza y decisión a pesar de nuestras dudas y cansancios. Simón lo hizo confiando en Jesús. Porque tú lo dices, en tu nombre echaré la red, fue la respuesta. Tenemos que aprender a confiar, tenemos que abrirnos a algo nuevo, tenemos que dejarnos conducir por el Espíritu de Dios.

Es lo que nosotros que nos decimos creyentes en Jesús tenemos que aprender a hacer porque algunas veces lo olvidamos. Aunque nos parezca que el árbol está reseco, que de esa piedra reseca ya no puede brotar el agua, aunque nos sintamos desorientados quizás en un mundo que sentimos adverso y cerrado para recibir la semilla del evangelio, tenemos que lanzar nuestra red. Hay unos peces nuevos que podemos recoger con nuestra red y que no son los de siempre; tenemos que dejarnos sorprender como lo hizo aquel grupo de pescadores aquel día donde luego se le iban a ofrecer otros mares, ‘seréis pescadores de hombres’, les dice Jesús.

      Es lo que la Iglesia tiene que seguir realizando, siempre nos encontraremos nos podremos encontrar a alguien sediento que nos pida de esa agua que le ofrecemos como aquella mujer del pozo de Jacob; siempre nos encontraremos una muchedumbre hambrienta y también desorientada que están como ovejas sin pastor a quienes nosotros ‘en su nombre’ podemos alimentar. ¿Nos vamos a cruzar de brazos o dar un paso atrás por miedo a que no encontremos respuesta?

miércoles, 3 de septiembre de 2025

El amor cristiano no se mide solo por lo que hacemos, sino también por nuestra disposición a salir, a movernos, a cruzar fronteras, por incómodas que sean

 


El amor cristiano no se mide solo por lo que hacemos, sino también por nuestra disposición a salir, a movernos, a cruzar fronteras, por incómodas que sean

Colosenses 1,1-8; Salmo 51; Lucas 4, 38-44

Cuando nos sentimos a gusto con alguien no queremos separarnos de él;  el niño que no quiere separarse de sus padres, es la primera imagen que se nos ocurre, pero bien sabemos que los padres no quieren separarse de sus hijos; pero nos sucede con la amistad, cuando encontramos un verdadero amigo que nos comprende, que nos escucha, que sabe estar a nuestro lado, no queremos perderlo. Muchas veces también en la vida nos podemos encontrar con una persona que nos hizo pensar y que nos ayudó a crecer, que nos habló desde el corazón y a nuestro corazón en cosas que consideramos importantes en el vida, o que nos ayudó a encontrar caminos, no es que no los olvidemos nunca, es que quisiéramos estar siempre a su lado, seguir dejándonos envolver por su mirada, escuchando sus palabras sabias, sintiendo el impulso que significa para nuestras vidas su presencia, no nos gustaría estar lejos de esa o esas personas.

La presencia de Jesús en Cafarnaún estaba produciendo un gran impacto en la población, lo sucedido en la sinagoga con la curación de aquel endemoniado, la curación de la suegra de Pedro, pero también la cercanía que Jesús mostraba con todos dejando que a El llegaran con sus problemas y con sus angustias, con sus desesperanzas y sus deseos de algo nuevo, con su corazón roto y dolorido o con sus enfermos que ponían a su paso para que El los curase, no nos extrañe, pues, que quieran retenerlo y no dejarlo irse de aquel lugar. Al amanecer estaban de nuevo a su puerta buscándolo, mientras El se había ido al descampado para orar; cuando lo encuentran quieren retenerlo, pero El dice que ha venido para llegar también a otros lugares y se pone en camino. En ocasiones veremos que la gente se va con El de un sitio para otro juntándose incluso muchedumbres hasta en lugares descampados.

Con Jesús hemos de aprender también a ponernos en camino. Nuestras puertas no pueden estar cerradas ni nuestros horizontes limitados. El bien y la bondad son cosas que tienen que rebosar y expandirse a su alrededor llegando a los más sitios posibles. Aunque las cosas nos parezca que marchan bien allí donde estamos, no podemos quedarnos encerrados en nosotros o en la comodidad que en cierto modo se produce allí donde nos hemos acostumbrado a estar o las cosas nos están saliendo bien. Es algo que algunas veces nos cuesta entender y demasiadas veces predomina en nosotros la comodidad que se convierte en rutina.

Claro que salir para hacer un camino nuevo nos puede producir incertidumbre por desconocimiento de lo que vamos a encontrar que nos hace que nos llenemos de miedos. Pero nuestra fe en Jesús nos pone necesariamente en camino porque es algo que no podemos guardar para nosotros mismos sino que siempre estamos llamados a trasmitir y compartir.

Y tenemos la tendencia a instalarnos y cuando nos instalamos parece que todo pierde fuerza y puede acabar muriéndose. Es la vida que nunca puede detenerse, es la vitalidad interior que nos hace estar buscando algo nuevo, algo más, algo superior; no podemos dejarnos avejentar porque caigamos en una inactividad que nos lleva a la muerte. Siempre hemos de tener ese espíritu joven y en cierto modo impulsivo que nos empuja a crecer.

Como le he escuchado decir a alguien y que en cierto modo quiero poner como resumen de esta reflexión que nos venimos haciendo, ‘el amor cristiano no se mide solo por lo que hacemos, sino también por nuestra disposición a salir, a movernos, a cruzar fronteras, por incómodas que sean’.  También Pedro sintió la tentación de instalarse cuando quiso montar tres tiendas en el Tabor porque allí se encontraba bien, porque allí se encontraba como en el cielo. Pero Jesús los hizo bajar de la montaña para seguir por la llanura y por las luchas de la vida. ¿Cuáles serán esas llanuras de la vida que me están esperando?

martes, 2 de septiembre de 2025

Una pregunta quizás que para nosotros tenemos que hacer es cómo estamos siendo la Iglesia y los cristianos signo de curación hoy para nuestro mundo

 


Una pregunta quizás que para nosotros tenemos que hacer es cómo estamos siendo la Iglesia y los cristianos signo de curación hoy para nuestro mundo

1Tesalonicenses 5, 1-6. 9-11; Salmo 26; Lucas 4, 31-37

¿Quién eres tú para hablarnos así? ¿Quién te ha dado vela en este asunto? Alguna vez reaccionamos así o vemos que alguien tiene una reacción así cuando alguien nos hace pensar, alguien nos señala cosas que no ve justas, o trata de meterse en nuestra conversación o en nuestra vida para decirnos cómo podríamos hacer las cosas de otra manera. No queremos que se metan en nuestros asuntos, que nos dejen tranquilos y no nos estén sermoneando, queremos hacer nuestra vida y que nada ni nadie interfiera; quizás al final nos demos cuenta aunque nos cuesta mucho dar el brazo a torcer y queremos buscar salidas sin quizás reconocer nuestros errores; así son nuestros orgullos y nuestro amor propio. Ha sido el consejo de un amigo, ha sido alguien que tiene una visión distinta, alguien que tiene una mayor amplitud de miras.

Algo así estaba pasando en aquellos comienzos de la predicación de Jesús por los pueblos y ciudades de Galilea. Había gente que le gustaba lo que Jesús estaba diciendo, siempre hay gente ansiosa de algo distinto y está dispuesta a escuchar, pero también quienes se van a ver implicados en algo nuevo que se les está ofreciendo quizás se muestren reacios y no quieran dar el brazo a torcer. Va a ser algo muy repetido a lo largo de la predicación de Jesús, como lo será a lo largo y ancho de nuestro mundo y en todos los tiempos. Cuando quieran sacarnos de nuestras rutinas, nos resistimos, cuando veamos algo de pérdida de influencia comenzamos a entrar en los caminos de la oposición y buscaremos la manera de quitar de en medio a quien nos está haciendo esos nuevos planteamientos.

Hoy, en este casi principio del evangelio de Lucas en su relato de la vida publica de Jesús, la imagen que se nos presenta es la del hombre poseído por el demonio; son los endemoniados que aparecerán muchas veces en el evangelio, y que no hacen solo referencia a los poseídos por enfermedades malignas que en aquel concepto de entonces eran como poseídos por el espíritu del mal, sino será como un signo de esa oposición que siempre encontrará Jesús, que siempre encontrará en todos los tiempos el evangelio de Jesús.

Un endemoniado levanta la voz en la sinagoga donde Jesús está un sábado enseñando. ¿Quién eres tú? ¿Por qué te metes con nosotros? Y Jesús se muestra con autoridad, expulsando como nos dice el evangelio el espíritu inmundo de aquel hombre que se resiste incluso tirándolo por los suelos. Pero la palabra y la autoridad de Jesús son firmes, el hombre se verá liberado del mal, y las gentes reaccionan y se preguntan. ‘¿Qué clase de palabra es esta? Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen’. Todos se sienten sorprendidos y maravillados de manera que la noticia de Jesús se irá extendiendo por todos los pueblos.

¿Cuál sigue siendo nuestra reacción ante la Palabra y los signos de Jesús hoy en nuestra vida y en nuestro mundo? Cuidado que una forma de reaccionar sea no reaccionando, acostumbrándonos, dejándonos de interesar por los signos de Jesús porque les damos mil explicaciones pero los despojamos de todo el misterio sobrenatural que han de tener para nuestras vidas. De alguna manera algunas veces con nuestro desinterés estamos diciendo también ¿Quién eres tú? ¿Por qué te metes con nosotros? No nos dejamos sorprender por los misterios de Dios, cerramos puertas y ventanas a ese caudal de gracia que Dios nos está enviando en tantas cosas maravillosas que nos suceden y que no sabemos ya interpretar.

Pero también cuando nosotros escuchamos el evangelio es para que nos convirtamos en portavoces y signos de ese evangelio para los demás. El mundo que nos rodea también hace preguntas, desde los que no quieren que se metan con ellos, que les dejemos a su aire, que no les hagamos nuevos planteamientos, pero también podemos encontrar con quienes quieren estar en camino de búsqueda, quienes quieren dejarse sorprender por algo nuevo y distinto, pero lo terrible será que no encuentren en nosotros esos signos que tendríamos que darles.

Es una seria responsabilidad la que tenemos, es una seria tarea que tiene que hacer la iglesia; pero no pensemos en otros, no pensemos que eso tiene que venir en la iglesia desde arriba, desde la altura de los que podamos considerar como dirigentes de esa iglesia, hemos de tener en cuenta que iglesia somos todos nosotros y todos nosotros tenemos que ser ese signo, realizar esa curación de nuestro mundo.

¿Cómo estamos siendo ese signo hoy? Será quizá la pregunta que para nosotros tenemos que hacer.

lunes, 1 de septiembre de 2025

Una buena noticia que nos trae Jesús en el hoy de nuestra vida que se ha de extender como un reguero de pólvora que a todos llegue y a todos les afecte

 

Una buena noticia que no
s trae Jesús en el hoy de nuestra vida que se ha de extender como un reguero de pólvora que a todos llegue y a todos les afecte

1Tesalonicenses 4, 13-18; Salmo 95; Lucas 4, 16-30

Las noticias suelen correr como reguero de pólvora, y si son buenas noticias que nos llenan de esperanza ante la situación que vivamos mucho más; es cierto que algunas veces somos lúgubres y parece que nos gustan las malas noticias, porque enseguida les damos pábulo y pronto también nos hacemos eco y portavoces. Pero cuando estamos pasando por situaciones difíciles, por ejemplo, el que nos anuncien que aquello acabará pronto, que se van a solucionar los problemas o que encontramos un camino, aunque sea costoso, para salir de aquella ocasión, hace renacer la alegría y esperanza en nuestros corazones y pronto estaremos hablando de ello o comunicándola a cuantos nos quieran escuchar.

Jesús cuando comenzó a predicar decía que anunciaba una buena noticia – evangelio lo llamamos porque eso es su significado – y entre la gente se fue despertando la esperanza. El camino de la historia de Israel no había sido fácil, la esclavitud en Egipto, un duro desierto que atravesar en búsqueda de caminos de liberación, pero todo lo que les había costado establecerse en aquella tierra, que Dios les había prometido, con tantos incidentes a través de los siglos de su historia; ahora tampoco eran fáciles los momentos que vivían, y todo lo que anunciaba Jesús les sonaba a liberación; podían salir de aquel mundo de sombras.

Pero no siempre sabían interpretar el anuncio que Jesús les hacía. Muchas veces se quedaban solo en lo material, le llevaban a los enfermos con toda clase de enfermedades, sentían llegada la hora de la liberación que lo que significaba vivir bajo el yugo de pueblos extranjeros, y les parecía que eso eran lo inmediato. ¿Era realmente eso lo que Jesús les anunciaba?

Una buena noticia quería anunciarles Jesús y decía que estaba inundado del Espíritu de Dios para poder realizarlo. Hablaba sí de curación y de liberación, hablaba de un año jubilar, de jubilo y liberación, año de gracia porque era un regalo de Dios, año de comenzar algo nuevo y distinto. Y la curación tenía que comenzar por ellos mismos, de esos males que dejamos meter dentro de nosotros mismos que son peor que una invalidez o una lepra, liberar nuestro corazón de angustias y desesperanzas, liberarnos interiormente de esas heridas que guardamos en nuestro corazón cuando no entendemos del perdón, esas heridas que en nuestras desconfianzas hacen que estemos poniendo abismos entre nosotros, una libertad que no es hacer solo lo que queremos hacer por capricho sino para saber caminar sin dejarnos influir por nada ni por nadie fieles a nosotros mismos y fieles a ese Dios en quien creemos que es el que nos traza las sendas para nuestra vida.

De nada nos vale que no utilicemos muletas para poder caminar o nos levantemos de la camilla del enfermo, si seguimos enfermos dentro de nosotros porque ni nos perdonamos a nosotros mismos ni sabemos ofrecer el perdón de una manera generosa a los demás; de nada nos vemos liberados de una lepra, si seguimos con el corazón lleno de podredumbre porque no somos capaces de quitar malicias y resentimientos. Es la salud que Cristo viene a ofrecernos, es el regalo de libertad que quiere darnos, es la gracia de la paz que quiere sembrar en nuestros corazones.

Escuchemos en todo su sentido esta buena noticia que nos trae Jesús en este evangelio, que es para nosotros hoy anuncio de salvación para nosotros y para nuestro mundo. No nos hagamos sordos, creemos en esa buena noticia y también como un reguero de pólvora hacemos que llegue a los demás, pueda llegar a todos los hombres.

domingo, 31 de agosto de 2025

Quien es humilde de verdad no le importa el lugar en que esté o que le asignen porque su único gozo es servir, no andamos en la carrera de un concurso de méritos

 


Quien es humilde de verdad no le importa el lugar en que esté o que le asignen porque su único gozo es servir, no andamos en la carrera de un concurso de méritos

Eclesiástico 3, 17-20. 28-29; Salmo 67; Hebreos 12, 18-19. 22-24ª; Lucas 14, 1. 7-14

¿Un concurso de méritos? ¿Será en eso lo que hemos convertido nuestra vida? Es cierto que tenemos que aspirar a ser el mejor y que seguramente cuando busquemos un colaborador para nuestros proyectos busquemos siempre lo mejor. Los buenos valores tenemos que saber utilizarlos, quien tiene las mejores cualidades ha de saber desarrollarlas. Claro que seguramente tenemos que preguntarnos qué entendemos por ser el mejor, cuáles son esos valores tan valiosos – y valga la redundancia – o las mejores cualidades de la persona.

El evangelio de hoy y toda la Palabra de Dios proclamada nos da pautas que tenemos que saber entender. La ocasión de las palabras de Jesús ha venido desde los codazos que El contempla que se dan los invitados por conseguir los mejores puestos, o los puestos de honor en aquel banquete al que han sido invitados. Y nos habla de humildad, no como una táctica para obtener posteriores reconocimientos sino como un sentido de vida en la verdad y en la autenticidad. ¿Será por ahí por donde nos chirríen nuestros engranajes y nuestras maneras de entender la vida?

La humildad es una actitud interior, no es mera apariencia, no es ocultar nuestra realidad ni nuestros valores, es reconocimiento de sentirnos amados aunque nos parezca que somos pequeños, es un constatar el regalo que hemos recibido simplemente porque somos amados. ¿No reconocía María que en la pequeñez de una esclava Dios había realizado obras grandes? Humildad que tampoco es pasividad ni conformismo; humildad que nos hace fuertes para ser generosos y nos dará una nueva lucidez a nuestra vida para saber valorar a los demás, sean quienes sean, o tengan lo que tengan. Quien es humilde tampoco necesita de la aprobación de nadie para hacer lo que él considera que debe hacer. Quien es humilde de verdad no le importa el lugar en que esté o que le asignen porque su único gozo es servir.

Igualmente nos dice que actuemos con humildad y generosidad no para ir consiguiendo réditos y méritos. Nuestra generosidad no puede terminar en arrogancia porque ya le quitaríamos su valor. Simplemente nos damos porque nos sentimos amados y con ese mismo amor nosotros queremos amar. Nos corresponderán o no nos corresponderán, pero nosotros seguimos amando, seguimos siendo generosos porque la satisfacción nos la dará el que por nosotros mismos seamos capaces de amar. Ojalá siempre sepamos gozarnos en nuestro interior por el bien que hacemos o por los caminos de crecimiento interior que logramos para los demás. Y es que el amor nunca es interesado, el amor peca siempre de generosidad y nunca se sentirá culpable de amar.

Hoy Jesús les dice a los invitados que no anden así con esos raquitismos de andar peleándose por esos honores mundanos. ¿Será ocupar un puesto de honor en la vida y recibir reconocimientos o serán también esas actitudes y posturas que de alguna manera tratamos de disimular para escoger con lupa a aquellos con quienes nos juntamos? ¿No nos sucede muchas veces que no queremos que nos vean con determinadas personas o con ciertos sectores de la sociedad para que, decimos, la gente no se confunda al vernos y piensen que todos somos de la misma calaña? Ya procuramos hacerlo con mucha sutileza pero de alguna manera son costumbres demasiado arraigadas en nosotros.

Jesus hoy aparece rompiendo moldes, tanto por lo que le dice a los invitados como por lo que le dice también al que realiza la invitación. No invites, les viene a decir Jesús, a quienes pueden ofrecerte una compensación por tu invitación invitándote ellos también a ti. Invita, les dice, a los que no pueden corresponder con una invitación, a los pobres, a los lisiados, a los que nada tienen, a los que incluso no te darán las gracias, porque eso sucede también muchas veces.

Son los caminos de la gratuidad que muchas veces no entiende el mundo que nos rodea, porque siempre parece que todo se hace por interés, todo lo que hacemos ha de tener una ganancia o sacar unos beneficios. Y cuidado que puede ser una tentación en la que fácilmente caigamos en aquellas cosas buenas que queremos hacer por los demás. Algunas veces pudiera parecer que vamos acumulando puntos porque en el Reino de los Cielos vamos a presentar la cartilla para ver qué mejor lugar podemos ocupar. Hasta en las cosas espirituales podemos ser interesados.

Nuestro premio es el Señor y teniéndolo a El, qué más da el lugar o la altura del pedestal, porque el gozo es el Señor. No andamos en la carrera de un concurso de méritos.