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sábado, 5 de julio de 2025

Comencemos a vivir un tiempo nuevo de mayor sensibilidad y humanidad que siempre será la novedad del evangelio

 


Comencemos a vivir un tiempo nuevo de mayor sensibilidad y humanidad que siempre será la novedad del evangelio

Génesis 27, 1-5. 15-29; Salmo 134;  Mateo 9, 14-17

¡Cómo han cambiado los tiempos!, decimos muchas veces cuando observamos la evolución que se va produciendo en la vida en todos los aspectos; cosas que hasta no hace muchos años utilizábamos en muchas de nuestras tareas ahora han quedado en el olvido porque se nos ofrecen otros materiales, otros instrumentos con lo que lo hacemos ahora con toda facilidad; es la evolución de la ciencia y de la técnica que facilita tantas cosas, es todo este mundo de la informática, de Internet, de las redes sociales, de los medios de comunicación que a muchos coge a traspiés y si no sabemos irnos actualizando continuamente pronto nos quedaremos bien obsoletos con toda la carga de su significado que tiene la palabra. No digamos de las costumbres, de las leyes que regulan la convivencia y la vida social y también, por qué no hay que decirlo, de valores que quizás se están perdiendo. ¿A dónde vamos? ¿En qué nos quedamos?

Sin embargo a veces surgen resabios de añoranzas en algunos que quisieran volver para detrás, pero aunque busquemos unos valores estables, que siempre hemos de buscar, no significa que nos encerremos en cosas que solamente hacemos como una vieja costumbre, muchas veces como una rutina, y que las hacemos porque sí, pero sin buscarle o darle un verdadero sentido. Quizás en la propia evolución de la vida del hombre, de las costumbres y de la mayor profundización en nosotros mismos, en otras épocas se vivían unas normas o costumbres que respondían a lo que era la vida del hombre en aquellos momentos; muchas veces quizás dejándonos arrastrar por viejas tradiciones que podían tener su sentido entonces, pero que en la medida en que crece la libertad interior de la persona no necesitamos de aquellos corsés para mantener una rectitud de vida.

No podemos perder de vista nunca lo que es la dignidad de la persona, de toda persona, que en nuestra antropología cristiana la describimos desde la dignidad con que Dios nos creo, como nos dice la Biblia, a su imagen y semejanza; a eso tienen que ir unidos unos valores, unos principios de vida, unos fundamentos que van a garantizarnos esa dignidad. Es con lo que Cristo quiero hacer que nos encontremos. Cuando nos está hablando del Reino de Dios nos está hablando de la grandeza del hombre, de la persona, desde ese Dios a quien llamamos nuestro Señor, pero que es nuestro Padre y Creador, encontramos la dignidad del hombre, su valor y su grandeza. Y de ese camino nada ni nadie nos pueden desviar.

En la rigidez de un pueblo que se veía acosado por todos los pueblos de alrededor, con otros valores u otros principios de vida, Moisés marcó unas pautas muy rígidas para que el pueblo no se desviara de los caminos de Dios. Era toda la ley de Moisés fundamento del camino de todo el Antiguo Testamento. Pero los profetas ya fueron señalando lo que tenía que ser fundamental en esa fe del pueblo creyente y anunciaban unos tiempos nuevos, unos tiempos mesiánicos, en que se haría presente aquel Salvador que Dios había prometido, desde la caída en el pecado en el paraíso terrenal. Llegaban esos tiempos nuevos.

Es lo que significaba la presencia de Jesús, ese tiempo nuevo de una nueva liberación para crear un hombre nuevo y un mundo nuevo. Aquellos tiempos oscuros del pasado tenían que quedar atrás, porque quien viviera esa alegría de la nueva liberación, ya no tendría que vivir con los crespones negros de la tristeza. La Ley de Dios que a través de Moisés había guiado al pueblo en su camino creyente ahora alcanzaba la plenitud. Por eso Jesús no dice que venga a abolir la ley, sino que lo que quiere es darle plenitud. Era una renovación, porque era una nueva vida lo que Jesús nos ofrecía; Jesús nos enseñaba a vivir en una libertad nueva, la libertad de los hijos de Dios, porque la verdad nos hace libres. Y era el encuentro con la verdad, el encuentro con Jesús Camino, Verdad y Vida.

Para eso Jesús nos está pidiendo unas actitudes nuevas, porque nos está dando un nuevo sentido a la vida y a lo que hacemos. Todo parte del amor, porque es una manifestación de lo que es el amor de Dios, pero que ha de ser también nuestro camino. Y quien ama de verdad vive la mayor y mejor alegría del corazón. Por eso nos dirá que los amigos del novio no pueden estar tristes en la boda del novio. Por eso nos hablará Jesús que no nos valen los remiendos, sino el vestido nuevo del hombre nuevo; por eso nos hablará que el vino nuevo no puede seguir en los odres viejos, sino que necesitarán unos odres nuevos.

Los tiempos nuevos que nosotros hemos de vivir no son simplemente los tiempos de las nuevas tecnologías o de los nuevos medios de comunicación; no pueden consistir en que ahora tengamos unas nuevas formas de vestir tan distintas a las que usábamos en otros tiempos; no es cuestión solamente de que la ciencia haya avanzado y se hagan o se vean las cosas de otra manera.

El tiempo nuevo que hemos de vivir es el que nos traza el evangelio, que no es volver a viejas costumbres o a viejos ritos, sino descubrir lo hondo que nos enseña el evangelio para hacer crecer más y más la dignidad de la persona, y que seamos capaces de entrar en un mundo de una verdadera comunicación, no porque tengamos unas nuevas redes sociales para relacionarnos, sino porque vayamos siempre a lo más hondo de la persona en el respeto y valoración de toda su dignidad, pero haciendo que en verdad hagamos un mundo de una nueva humanidad.

No podemos perder esa humanidad y a pesar de todos los medios que tenemos hoy para relacionarnos y comunicarnos, estamos perdiendo sensibilidad, vivimos demasiado en la indiferencia, y no hay verdadera relaciones humanas entre unos y otros porque muchas veces vamos como desconocidos por el mundo de los que están a nuestro lado.

Comencemos a vivir un tiempo nuevo de mayor sensibilidad y humanidad. Es lo que siempre será la novedad del evangelio.

viernes, 4 de julio de 2025

Dios se revela a los humildes y a los sencillos porque los que se creen entendidos y sabios en su orgullo ponen una coraza que se cierra a la semilla de la Palabra de Dios

 


Dios se revela a los humildes y a los sencillos porque los que se creen entendidos y sabios en su orgullo ponen una coraza que se cierra a la semilla de la Palabra de Dios

Génesis 23,1-4.19; 24, 1-8.62-67; Salmo 105; Mateo 9,9-13

Cuando queremos emprender una obra que consideramos importante además de pensarnos bien lo que queremos proyectar y saber si podemos llevarla a cabo, buscaremos los mejores asesores que nos ayuden a elaborar el plan y llevarlo adelante, pero también aquellos mejores colaboradores a los que entregaremos la realización del proyecto. Eso lo hacemos normalmente procurando también los mejores medios, pero también las mejores y más capaces personas que nos lo ayuden a realizar. Muchos ejemplos podríamos poner, en el proyecto de un negocio, por ejemplo, en la construcción de una casa, o en cualquier obra de envergadura.

Tendríamos que decir también que es lo que tenemos que hacer en nuestro propio proyecto de vida como persona, para el desarrollo de nuestros valores y nuestra personalidad, para encontrar ese lugar en nuestro mundo, para seguir esa podemos llamar también vocación de la persona que de alguna manera ha de desarrollarse en la vida. ¿Estaremos buscando los mejores asesores, los mejores medios, la mejor preparación nuestra personal para realizar ese nuestro personal proyecto de vida? Esto ya tendría que darnos mucho que pensar, que revisar, que plantearnos con seriedad, porque quizás muchas veces no es precisamente a lo que damos más valor; y la persona tiene mucho más valor que cualquier obra por importante que sea que vayamos a realizar en la vida. Está bien que nos planteemos todo eso y actuemos, es cierto, con esa responsabilidad en la vida.

Me estoy planteando todo esto que en si mismo tiene mucha importancia y siempre que nos enfrentamos a páginas del evangelio todo eso personal de nuestra vida hemos de mirarlo y de tenerlo en cuenta; pero lo estoy haciendo también en el contexto de lo que hoy en esta página se nos presenta.

En primer lugar está la invitación a Mateo por parte de Jesús para seguirle. Dios siempre tiene grandes proyectos para nosotros. Pero vamos a fijarnos en unos detalles; Jesús está en el momento en que va formando en torno a si a ese grupo, al que un día llamará de manera especial para hacerlos apóstoles, y le vemos que va llamando a distintas personas unas que se acercan a El y otras que Jesús mismo va a buscar. Es grande el proyecto del Reino de Dios que Jesús tiene entre manos, pero los que ha ido llamando no se destacan por especiales cosas, muchos de ellos unos simples pescadores del lago de Tiberíades. Pero hoy vemos que se fija en alguien distinto, un cobrador de impuestos, un hombre dedicado a los negocios, aunque los publicanos tuvieran tan mala fama entre los judíos, que podíamos pensar que Jesús lo escoge porque acostumbrado a ese tipo de vida quizás podría ser un buen estratega para toda esa tarea que Jesús tiene por delante.

Pero no son esos los planes de Dios, simplemente es el Dios que quiere que todo nombre se salve, porque para todos sin distinción es la salvación. Pero hemos visto que Jesús se ha ido rodeando de gente sencilla, pero entre ellos a los que son menos considerados en aquella sociedad, como son los pecadores. Ahora vemos el juicio que están haciendo sobre ese actuar de Jesús los que se consideraban los más justos y cumplidores. Se quejan y critican que Jesús se rodee de publicanos y pecadores; eso era ya también un juicio sobre aquella elección de Mateo por parte de Jesús.

Qué difícil es entender los caminos de Dios, cuando ponemos nuestros caminos o nuestros criterios por delante. Es lo que le estaba sucediendo a aquellos escribas y fariseos, no podían entender los caminos de Dios y que los caminos de Dios se manifestarán precisamente en ese actuar de Jesús.

Pero ¿qué es lo que Dios quiere? ¿Cuáles van a ser los parámetros de ese Reino de Dios anunciado por Jesús? No va a ser al estilo de los poderosos de este mundo, no va a realizarse el Reino de Dios desde la prepotencia y el orgullo, desde las vanidades y las apariencias. Solo quienes tienen un corazón humilde serán los que podrán entender lo que Jesús quiere para nosotros. Los que se sienten pecadores, los que tienen la humildad de reconocer que son pecadores serán los que como los que se sienten enfermos van a acudir al médico para que los cure. Dios se revela a los humildes y a los sencillos y se oculta a los que se creen entendidos y sabios porque su orgullo es como una coraza que se han puesto  por la que no puede penetrar la semilla de la Palabra de Dios.

El médico ha venido para curar a los enfermos; por eso llama hoy también a Mateo, como un día quiso hospedarse en la casa de Zaqueo, como ahora aceptar comer en casa de Mateo rodeado de publicanos y pecadores. Porque, ¿qué es lo que quiere Dios? ‘Misericordia quiero y no sacrificios’.

¿Cuáles son los criterios que nosotros tenemos para tener en consideración a los que están a nuestro lado? Porque aquí también tendríamos mucho que revisar.

 

jueves, 3 de julio de 2025

Aprendamos a decir, ‘¡Señor mío y Dios mío!’ para que se desvanezcan todas las desilusiones y dudas, y nos pongamos en su camino, seguir los pasos con Jesús

 


Aprendamos a decir, ‘¡Señor mío y Dios mío!’ para que se desvanezcan todas las desilusiones y dudas, y nos pongamos en su camino, seguir los pasos con Jesús

Efesios 2, 19-22; Salmo 116; Juan 20, 24-29

Hay ocasiones en la vida, que quizás porque estamos pasando por esos baches que tanta veces se nos presentan, lo vemos todo negativo, nos cuesta aceptar lo que otros desde su experiencia nos puedan decir, todo lo queremos más que comprobado, pero no por otros, sino por nosotros mismos; la desilusión nos embarga, lo que nos da ganas es de huir, de escondernos, de no estar con nadie, de echar a rodar todo lo que hasta ahora hemos conseguido, porque sentimos que en algunas cosas somos unas fracasados, o las promesas que nos hicieron, al menos tal como nosotros desde nuestro prisma escuchamos, es que todo iba a ser maravilloso, y ahora hemos visto lo contrario.

He querido describir aquí esa situación de desaliento y desilusión que hayamos podido pasar en alguna ocasión, porque con esa mirada quiero ver lo que estaban pasando los discípulos después de la pasión de Jesús – estaban encerrados en el cenáculo por miedo a los judíos – y que además vemos prolongarse más en el apóstol Tomas. Se había ausentado de donde estaban reunidos todos los compañeros, sirviendo paños de lágrimas los unos de los otros, cuando habían experimentado la presencia de Jesús resucitado. Es lo que ahora cuentan a Tomás a su vuelta, pero es lo que tomas en su desilusión y desánimo no quiere aceptar. Lo quiere comprobar por sí mismo, con los dedos en las llagas de las manos y la mano en la herida del costado por la lanza. Eso era lo único que tenía cierto y que ahora quería comprobarlo.

Tomás no era de los que se quedan callados y se convencen fácilmente por aquello que le cuentan por mucho entusiasmo que pongan. Pero no es solo en este momento que nos narra el evangelio del día; en páginas anteriores lo encontramos también. Será en la Cena pascual que no termina de entender lo que Jesús está diciendo de volver al Padre y es lo que le suelta a bocajarro a Jesús. ‘Pero si no sabemos a dónde vas…’, le dice. Si supiéramos a donde vas podríamos entender el camino para ir y hasta nos apuntaríamos, parece decirle Tomas.

El quiere las cosas claras y en el momento, aunque algunas veces sea difícil tomar la decisión. Había sucedido antes, cuando se habían retirado más allá del Jordán porque sabían que los judíos maquinaban contra Jesús. Han llegado noticias de la enfermedad de Lázaro y aunque en principio parecía que Jesús no le había dado importancia, permaneciendo allí algunos días más, al final decide ir a Betania. ‘Lázaro está dormido y hay que despertarlo’, les dice aunque no entienden.

Y Jesús toma la decisión de ir aun con el desconcierto y rechazo de la mayoría. Si nos habíamos venido aquí porque te buscaban para matarte, ahora quieres volver. Los prudentes, siempre hay prudentes que previenen los peligros y no quieren meterse en la boca del lobo, y hay reticencia ante la decisión de Jesús. Pero será Tomás el que se adelante. ¿Cómo podemos dejarlo solo en estos momentos? Tenemos que ir, aunque él no vea las cosas claras, pero está decidido a estar con Jesús. ‘Vayamos con El y si es necesario muramos con Él’.

Unas palabras tremendas que comprometen, pero que quizás muchas veces olvidamos pronto. También Pedro dirá en la cena que está dispuesto a morir por Jesús, que lo daría todo por Él, pero qué pronto se aflojó y se durmió cuando Jesús les dijera que oraran como Él lo estaba haciendo allí en Getsemaní, pero un rato más tarde negaría conocer a Jesús, aquel que decía que iría con Él a donde fuera y estaría dispuesto a dar la vida por El. Hasta se había llevado una espada, por si acaso, cuando fueron al huerto.

Tomás también nos dice que vayamos con Jesús y muramos con El, aunque luego vengan las dudas y los retrocesos, porque sería de los que lo abandonaron en el huerto y huyeron ante la avalancha de guardias y soldados. Pero Él quería conocer el camino, aunque le costara encontrarlo y pasara también por dudas y huidas. No estaba en el cenáculo cuando Jesús había venido y seguía con sus dudas. Pero todo se va a venir abajo cuando de verdad se encuentre frente a frente con Jesús. Ya no necesitará meter el dedo en la llaga, ya no serán necesarios más convencimientos. Ahí está su hermosa fe: ‘Señor mío y Dios mío’. ¿Se puede decir más en tan poquitas palabras? Lo está diciendo todo, que ha encontrado el camino, que está dispuesto a todo y un día derramará su sangre, que no necesita palpar con sus manos porque lo está sintiendo en el corazón.

Algunas veces hemos visualizado mucho el contemplar a Cristo resucitado con la corporeidad y nos hemos olvidado donde en verdad lo estamos sintiendo y que solo lo podemos hacer desde la fe.

Aprendamos a decir, ‘¡Señor mío y Dios mío!’ para que se desvanezcan todas las desilusiones y todas las dudas, para que nos pongamos en su camino que es hacer los pasos con Jesús.


miércoles, 2 de julio de 2025

El evangelio ha de ser siempre un impacto de vida que nos haga salirnos de nosotros mismos y nuestros apegos y rutinas para vivir intensamente la novedad de vida que nos ofrece

 


El evangelio ha de ser siempre un impacto de vida que nos haga salirnos de nosotros mismos y nuestros apegos y rutinas para vivir intensamente la novedad de vida que nos ofrece

Génesis 21,5.8-20; Salmo 33; Mateo 8,28-34

¿Cómo nos enfrentamos a las situaciones difíciles, o al mal con que nos topamos diariamente en la vida? ¿Nos damos por derrotados viendo la inmensidad a la que tenemos que enfrentarnos, o nos vamos ingeniando, o buscando ayuda, o dejando que otros también puedan iluminar nuestra mente para afrontarlo y para buscar cómo salir cómo vencer en aquella situación en que nos encontramos? Algunos sintiéndose derrotados se resignan y hasta ese sentimiento queremos darle un valor cristiano, o se dan a la huida, o rechazan todo lo bueno que se les pueda ofrecer.

Como cristianos amantes de la vida, como creyentes en Jesús que nos ha dicho que Él ha vencido al mundo, aunque nos pueda parecer derrotado en una muerte de cruz, ¿qué es lo que tenemos que hacer? El evangelio siempre es un camino o nos abre caminos, nos da pautas o se convierte en una luz que guía nuestra vida.

Hoy nos encontramos con una situación que desde una lectura un tanto superficial nos pueda parecer paradójica. Jesús se acerca a una región que no es totalmente judía, la región de los gerasenos y allí se va a encontrar con una situación, que en principio vamos a llamar difícil. Dos hombres poseídos por el espíritu del mal tienen aterrorizados a todos los habitantes. Pero a la llegada de Jesús, estos hombres poseídos por el mal se acercan a Jesús. Pareciera una actitud de rechazo, porque sienten que en Jesús llega la verdadera liberación.

Podríamos decir que hay un diálogo y un acuerdo final. Jesús libera a aquellos hombres de su mal, aunque sus espíritus vayan a poseer a una piara de cerdos que está osando por los derredores y que se arrojarán al lago pereciendo todos con escándalo para quienes los cuidaban que se ven desposeídos, por así decirlo, de sus ganancias. Pero aquellos hombres están liberados de su mal. Más tarde se dirá que quieren seguir a Jesús pero Jesús les conmina para que vayan a dar testimonio ante sus vecinos de lo que Dios ha hecho con ellos. Aunque habían estado poseídos por el mal, habían buscado a Jesús, es una primera conclusión.

Pero ahora las gentes del pueblo, a pesar de haber visto liberados del tormento de aquellos endemoniados, vienen a pedirle a Jesús que se marche a otros lugares. ¿Qué había pasado? Sus intereses se habían puesto en entredicho con la presencia de Jesús. En aquellos cerdos estaban sus ganancias que ahora perdían. ¿Y si fueran muchas más las cosas de sus intereses que se pusieran en entredicho por la presencia de Jesús entre ellos? Algunas cosas tendrían que cambiar en sus vidas, pero parece ser que ellos se encontraban bien como estaban, Jesús era para ellos una molestia.

¿También nos dejaremos arrastrar por unos intereses, que pueden ser de muchas clases ciertamente y eso nos motivará a rechazar una nueva forma de vivir? Nos olvidamos muchas veces de la verdadera liberación que con Jesús vamos a encontrar y preferimos seguir con nuestras ataduras, nuestras viejas costumbres que no queremos renovar, con nuestras rutinas que nos llevan a una vida cómoda y sin esfuerzo de las que no queremos arrancarnos; y ponemos nuestras excusas, es que siempre se ha hecho así, es que a estas alturas de mi vida cómo voy a cambiar, es que es lo que hace todo el mundo y le va bien, y seguimos con una letanía interminable de excusas, pero no queremos el cambio, no buscamos lo nuevo, no nos dejamos transformar por lo que nos dice el evangelio.

¿También queremos huir, irnos a otra parte, encerrarnos en nuestro castillo, hacernos los oídos sordos?


martes, 1 de julio de 2025

Hemos de saber ver y reconocer cuántas veces Jesús se ha levantado en medio de nuestras tormentas – reconozcamos los recorridos de nuestra vida - para traernos la paz

 

Hemos de saber ver y reconocer cuántas veces Jesús se ha levantado en medio de nuestras tormentas – reconozcamos los recorridos de nuestra vida - para traernos la paz

Génesis 19,15-29; Salmo 25; Mateo 8,23-27

Son cosas que escuchamos con frecuencia cuando los pueblos pasan por situaciones difíciles o incluso catastróficas que pronto surge la queja por parte de la población de que las autoridades correspondientes no supieron estar con el pueblo en aquellos momentos difíciles, que no dieron quizás la respuesta adecuada con la celeridad y prontitud que exigía la gravedad de lo sucedido y cosas así; en nuestro país después de meses de la DANA que azotó Valencia aún se siguen escuchando las quejas y la petición de responsabilidades. Nos sentimos solos y como abandonados cuando suceden cosas así y esa es una de las peores angustias, más que incluso lo que se haya perdido. No entramos en el juicio de los sucedido en el hecho comentado, que por otra parte fue hermosa la respuesta solidaria de la gente, sino que lo estamos comentando como testimonio de lo que ahora vamos a comentar del evangelio.

Los discípulos que Jesús había ido reuniendo en torno así, pescadores conocedores de aquellos lagos, estaban atravesando con Jesús Tiberíades cuando se desató una tormenta, algo que era muy habitual en aquel lago por todas las circunstancias geográficas que lo rodean, su depresión al principio del valle del Jordán más baja que el nivel del mar, los altos del Golán que lo rodean en parte, los cambios de temperatura tanto del agua como del ambiente, precisamente por esa situación de depresión.

En aquella ocasión parece que la tempestad iba a mayores; aquellos pescadores habituados a andar en aquellas aguas se veían en el peligro de que la barca se hundiera. Pero lo insólito era que impertérrito ante todo lo que estaba sucediendo, la tempestad que los envolvía y la angustia de los que iban en la barca, Jesús dormía allá por un rincón de la misma. Era la indefinición y la soledad en la que sentían los discípulos, porque no echara una mano, porque con aquel que había manifestado en los signos que realizaba ahora les dejara que se enfrentaran solo ante aquella tempestad.

¿Será la imagen de las luchas y las tempestades en que tenemos que enfrentarnos en la vida? Dificultades no nos faltan, problemas nos aparecen por doquier, en nuestro interior también sentimos los embates cuando queremos ser mejores pero las pasiones nos dominan, la convivencia no siempre es fácil y nos encontraremos quien siempre nos va a la contra, mantener el ritmo de nuestra fe y el testimonio que tenemos que dar de nuestra vida cristiana no siempre es fácil, la semilla de evangelio que queremos sembrar se ve amenazada por muchas cizañas que al mismo tiempo se están sembrando en nuestro mundo.

Y mientras algunas veces parece que nos sentimos solos y abandonados, nos sentimos sin fuerzas, no sabemos como afrontar todas esas tormentas que se nos vienen encima; a nivel de nuestra fe en ocasiones nos sentimos débiles y aunque pedimos y rogamos a Dios pareciera que no nos escucha, o al menos no nos da las cosas como nosotros se las pedimos. Este texto del evangelio de hoy viene a ser un reflejo de nuestras situaciones, pero es también una señal, un signo para nosotros de que ahí está Dios, aunque parezca que está durmiendo, ahí está Jesús que nos ha prometido estar con nosotros siempre, ahí está la fuerza de su Espíritu, nuestra luz y nuestro guía. Sepamos sentir su presencia, su gracia, su vida.

‘¿Por qué dudáis?, hombres de poca fe’, les dice Jesús. Nos dice Jesús. ‘Y levantándose increpó a los vientos y al mar, y vino la calma’. Al final todos daban gracias, al final todo eran reconocimientos del actuar de Jesús. ¿Sabremos ver también nosotros y reconocer cuántas veces Jesús se ha levantado en medio de nuestras tormentas para traernos la paz?

lunes, 30 de junio de 2025

Seguir a Jesús algo más que buena voluntad, una búsqueda de compensaciones, o unos compromisos con condiciones

 


Seguir a Jesús algo más que buena voluntad, una búsqueda de compensaciones, o unos compromisos con condiciones

Génesis, 18, 16-33; Salmo 102; Mateo, 8, 18-22

Hemos oído muchas veces aquello de nadar y guardar la ropa; es una imagen que solemos emplear para manifestarnos algo que si no imposible sí que resulta bien difícil, porque mientras nadamos nos despojamos de la ropa, que se queda abandonada en la orilla a merced de quien quiere adueñarse de ella; pero sin embargo queremos expresar actitudes de cierta doblez con las que actuamos muchas veces en la vida, aparentamos una lealtad que luego interiormente no tenemos, queremos contentar algunas cosas como para prevenir y salvarnos luego cuando las cosas se vuelvan en contra, porque siempre tenemos algo de lo que agarrarnos.

Ya decimos que el juego de la política es ese en cierto modo, porque para sacar nuestros proyectos adelante tenemos que negociar con quien sea para cediendo en algunas cosas poder conseguir aquello que aspiramos; lo que nos sucede con frecuencia es que ese juego se vuelve sucio, muchas veces injusto, y donde se oculta mucho la identidad de lo que realmente nosotros queremos. Así andamos en muchas cosas de la vida con politiqueos.

Pero hay cosas que son mucho más serias y que realmente nos piden una autenticidad verdadera y una congruencia entre palabras y acciones. Nuestro camino de seguimiento de Jesús no puede andar con esos politiqueos. Ya veremos que muchas veces Jesús nos pide radicalidad hasta el punto de que nos arranquemos un ojo o una mano si nos hacen pecar.

En el caso del evangelio de hoy se trata del seguimiento de Jesús, de lo que podíamos llamar vocación a la vida cristiana en todas sus consecuencias. La Palabra que va anunciando Jesús llama la atención y entusiasma a las gentes; ‘nadie ha hablado como El’, se dicen las gentes, ‘habla con autoridad’, lo que da una garantía de veracidad; pero además sus palabras van acompañadas de numerosos signos, como cumplimiento de lo anunciado por los profetas y que Jesús recordó en la sinagoga de Nazaret. ‘los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son curados…’ Eso hará que muchos quieran seguirlo, o aquellos a los que Jesús va llamando desde esos signos que va realizando quieran en verdad seguirle, aunque muchas veces se sientan inseguros y pongan por así decirlo sus condiciones.

Uno se ofrece a seguirle a donde quiera que vaya con todo el impulso y vehemencia de su buena voluntad. Pero Jesús lo hace pensar, le hace ver que hay unas exigencias, que va a haber un nuevo estilo de vida, que seguirle a El no es para conseguir unos beneficios o privilegios. ‘Las zorras tienen madrigueras y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza’, le dice Jesús.

¿Estaremos dispuestos a esa disponibilidad total? ¿Estaremos a hacernos pobres así, a vivir con esa pobreza de no tener ni siquiera un techo donde cobijarnos cuando llegue la noche? ¿Seguiremos aun hoy en el siglo XXI buscando esos privilegios, esos puestos de honor, esa placa de reconocimiento  porque un día hicimos una cosa buena y trabajos quizás en la Iglesia?

A otro es al que Jesús directamente le invita a seguirle. Parece que al hombre le agrada, le parece bien y estaría dispuesto, pero está pidiendo que le den un tiempo, que tiene que hacer unas cosas en la familia, que tiene que atender porque se le ha muerto un familiar. ‘Tú sígueme y deja que los muertos entierren a los muertos’, le dice Jesús.

Queremos la luz, pero aún queremos permanecer en las sombras un ratito más por si acaso luego fuera demasiado el calor. Y nuestros arreglos siguen retrasando nuestros pasos, porque tenemos que dejarlo todo atado y bien atado. Y los apegos de los que tenemos que arrancarnos nos duelen, el cambiar nuestras costumbres nos parece imposible y decimos que tenemos que darle tiempo al tiempo, las rutinas van ralentizando nuestros pasos que no nos dejan actuar con la autentica libertad que en Jesús vamos a encontrar. Y tenemos que dejar las cosas bien arregladas en casa, por si acaso no resulte y tener donde volver a refugiarnos. ¿Nos seguirán sucediendo cosas así también hoy?

Tú, sígueme’, nos está diciendo Jesús. ¿Qué haremos? ¿También queremos nadar y guardar la ropa?

domingo, 29 de junio de 2025

Seguridad de la piedra sobre la que está fundamentada la Iglesia que es nuestra fe en Jesús y que vivimos en torno a Pedro en comunión de toda la Iglesia

 


Seguridad de la piedra sobre la que está fundamentada la Iglesia que es nuestra fe en Jesús y que vivimos en torno a Pedro en comunión de toda la Iglesia

Hechos 12, 1-11; Salmo 33; 2Timoteo 4, 6-8. 17-18; Mateo 16, 13-19

Todos queremos tener un piso firme bajo nuestros pies mientras caminamos; si es inestable, si se mueve o fluctúa parece que no nos da seguridad y nos entra el miedo y la desconfianza. Valgan esos puentes flotantes para un juego como vemos muchas veces en actividades recreativas, nosotros queremos pisar firmes y no nos falle bajo nuestros pies. Ya sabemos quienes no se sienten seguros en un barco y se marean con el balanceo del barco como consecuencia del movimiento de las aguas; hay quien no se siente seguro en las alturas en que vuela un avión porque nos parece que hay mucho vacío bajo nuestros pies.

¿Será así como queremos andar en la vida? Las fluctuaciones en la vida social parece que crean inestabilidad, y de ahí surge toda una lucha política porque siempre el adversario ve inseguridad que crea inestabilidad en lo que propone el gobernante y de ahí ya sabemos las consecuencias para toda la sociedad. Pero queremos estabilidad en las familias, queremos estabilidad allí donde realizamos la vida, queremos estabilidad en nuestros trabajos porque eso nos da seguridad y nos puede hacer pensar en un posible futuro mejor.

Aunque tenemos en cuenta estos aspectos de la vida, porque también son cosas que nos preocupan, hoy desde la Palabra de Dios en esta solemnidad que estamos celebrando de los Apóstoles san Pedro y san Pablo se nos está hablando de la seguridad sobre la que queremos fundamentar nuestra vida de fe, todo lo que atañe a nuestra vida cristiana. El evangelio nos habla de piedra y de fundamento de nuestra fe y de la Iglesia de manera que el poder del enemigo no la derrotará.

No puede ser una piedra inestable. Todo ha partido de una confesión de fe de Pedro; más bien con la pregunta que hace Jesús tomando el pulso de lo que le gente opinaba de él, pero fundamentalmente de lo que ellos, los discípulos más cercanos, sentían sobre Jesús. ‘Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?’ Era necesaria aquella clarividencia de los que le seguían más de cerca, aquellos que un día había escogido, no solo los había ido llamando por los caminos, sino que en un momento determinado los había llamado por su nombre para que estuvieran con El, porque iban a ser como el principio de aquella Iglesia. De ahí la importancia de la fe de los apóstoles.

Es Pedro el que se ha adelantado para confesar su fe. ¿Era consciente totalmente de lo que estaba diciendo? Como le dirá Jesús no lo dice por si mismo, sino porque el Padre del cielo se lo ha revelado en su corazón. Por eso les dice que ese va a ser el fundamento de la Iglesia, la piedra sobre la que se edificará la Iglesia, en la que va a tener seguridad, que no se mueva bajo los pies, como hemos comenzado diciendo. La imagen de ello va a ser Pedro, le ha cambiado el nombre de Simón por piedra, por Pedro, que es lo que viene a significar la palabra. En otro momento le dirá a Pedro que cuando pasen los momentos de zozobra, él tendrá que mantenerse firme para que confirme en la fe a los hermanos.

Este es el sentido bonito que tiene la fiesta de este día; decimos normalmente de san Pedro y san Pablo y así es, pero tenemos que decir que es la fiesta de la Iglesia, de la proclamación del fundamento de la Iglesia. Qué bonito es lo que hemos vivido recientemente con la muerte del Papa Francisco, con la expectativa de quien iba a ser el nuevo Papa, y la elección de León XIV.

En estos momentos hemos visto de forma palpable de lo que nos ha hablado hoy la primera lectura. Mientras Pedro estaba en la cárcel, la comunidad entera oraba al Señor por Pedro; es lo que hemos visto en aquellos momentos de oración intensa en la enfermedad del Papa y en su muerte, pero luego pidiendo por la elección del nuevo Pontífice. Los medios de comunicación hacían sus cábalas, quien tenía más probabilidades y quien no, pero la Iglesia oraba con esperanza, aunque de eso no hablaban los medios ni les interesaba.

Y Dios nos ha dado el Papa que necesita hoy la Iglesia; no podemos hablar ni de continuidades ni de rupturas, porque esas no son las formas del actuar de Dios y ese no puede ser el verdadero sentimiento de los cristianos. Es lo que Dios quiere hoy para su Iglesia, con sus matices y con peculiaridades, porque no tiene que haber mimetismos que son monstruosos. 

Son los caminos de Dios que con fe nosotros hemos de caminar. Son los caminos en los que nos sentimos seguros porque Jesús nos prometió que estaría siempre con nosotros, y la fuerza de su Espíritu se manifestando en cada momento según lo que la Iglesia va necesitando. Es la seguridad de esa piedra sobre la que está fundamentada la Iglesia que es nuestra fe en Jesús y que vivimos en torno a Pedro sintiendo la comunión de toda la Iglesia.