Aquellos
dos primeros discípulos no solo querían saber donde vivía Jesús sino que más
bien querían pasar un día con Jesús y conocerle
1Juan 3, 7-10; Salmo 97; Juan 1, 35-42
Me gustaría pasar un día contigo… ¿No
habremos expresado algo así alguna vez a un amigo o alguien también nos habrá
manifestado ese deseo? Dos amigos que poco a poco se van conociendo y que van
entrando en estrecha amistad y que desean estar juntos; alguien que quizás
recientemente hemos conocido pero nos ha llamado la atención su forma de ser o
de pensar, con quien veíamos que podíamos tener buena comunión y que queremos
conocer más porque nos sentimos muy a gusto con él…No ya es solo saber cosas de
su historia o de su vida, sino que es algo mucho más hondo lo que sentimos y
que sabemos que puede anudar una hermosa amistad. Luego vamos a hablar del
amigo que encontramos, vamos a resaltar sus valores, nos sentiremos orgullosos
y felices de ser su amigo.
Algo si sucedió en aquella tarde cuando
aquellos dos discípulos del Bautista se fueron tras aquel a quien Juan había
señalado como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Muchos se habían
congregado en torno al Bautista para escuchar sus anuncios de lo nuevo que
estaba por suceder y escuchando las palabras de Juan se sometían a aquel
bautismo en las aguas del Jordán. Aquel que ahora era señalado como el Cordero
de Dios también se había puesto en las filas de los que recibían el bautismo y
ahora Juan decía que cosas maravillosas y extraordinarias habían sucedido
porque había visto bajar al Espíritu de Dios en forma de paloma sobre El al
salir de las aguas del Jordán.
Ahora ellos se habían ido tras El
porque algo más buscaban tras las indicaciones de Juan el Bautista. ‘¿Qué
buscáis?’ había sido la pregunta que les había dirigido, ¿por qué me seguís?
¿Qué es lo que buscan o desean? Pero no eran cosas lo que buscaban, tampoco
eran solo palabras ni recomendaciones, querían estar con El, querían conocerle,
quería saber cómo era su vida. ‘Maestro, ¿dónde vives?’
Y estuvieron con El y le conocieron,
estuvieron con El y algo nuevo de verdad encontraron, estuvieron con El y ya comenzaron
a hablar a todos de El; Andrés a su hermano Simón al que convencería de que
habían encontrado al Mesías, más tarde sería Felipe el que tendría noticia de
Jesús, y también éste comenzaría a pasar la noticia, porque con entusiasmo se
la comunicaba a Natanael al que convenció para que también viniera a estar con
Jesús a pesar de sus reticencias y desconfianzas.
Es muy importante este detalle que en
cierto modo nos puede pasar desapercibido del evangelio que hoy escuchamos.
Queremos pasar un día con Jesús, como comenzábamos nuestra reflexión. ¿Será
realmente lo que queremos y lo que buscamos cuando nos decimos cristianos y
seguidores de Jesús y miembros de su Iglesia? Es cierto que necesitamos de la
mediación de alguien que nos anuncie, que nos comunique, que nos dé señales del
camino; así la mayoría de nosotros hemos bebido nuestra fe en la familia, de
nuestros padres o nuestros mayores, o tantas otras mediaciones que a lo lago de
la vida hemos tenido, una catequesis en la infancia, unas celebraciones de las
que nos hemos hecho participes en tantos momentos de la vida, unas fiestas
religiosas en las que habremos participado, una asistencia a unos lugares
determinados de especial devoción en nuestros pueblos, pero preguntémonos
seriamente, ¿habremos deseado realmente estar un día con Jesús?
Podríamos decir que de mil manera Dios
nos ha abierto sus puertas para que vayamos a El y nos encontremos con El, para
que escuchemos su Palabra o nos enriquezcamos con la gracia de sus sacramentos,
pero ¿le habremos abierto nuestras puertas, las puertas de nuestra vida a Jesús
para que venga a estar con nosotros?
Lo de aquellos dos discípulos no solo
fue que Jesús les dijera que fueran con El y vieran donde vivía, sino que de
alguna manera aquellos dos discípulos ya tenían también una predisposición –
quizás con su curiosidad por saber algo más de aquello que les había hablado el
Bautista – para dejar que Jesús entrara en sus vidas. Es conocer donde Jesús
vive, o es hacer que Jesús venga a vivir en nosotros, o sea, como decíamos,
pasar en día con Jesús.
¿Será algo que nos tendría que hacer
pensar?