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viernes, 3 de enero de 2025

Juan Bautista supo ocupar su lugar y su misión, dar testimonio y preparar el camino, su humildad nos manifiesta la grandeza de su espíritu

 


Juan Bautista supo ocupar su lugar y su misión, dar testimonio y preparar el camino, su humildad nos manifiesta la grandeza de su espíritu

1Juan 2, 29 – 3, 6; Salmo 97; Juan 1, 29-34

No siempre es fácil ocupar cada uno su lugar, sobre todo cuando tenemos que dar paso a quien sabemos que es superior a nosotros; no porque hayamos llegado en primer lugar, no porque nosotros tengamos cosas importantes que hacer, misiones importantes que nos han encomendado tenemos que sentirnos superiores cuando precisamente nuestra misión ha consistido en facilitar, por decirlo así, el acceso al otro a ocupar el lugar que le corresponde.

Ya sabemos cómo fácilmente se crean conflictos de intereses entre unos y otros cuando nos falta la humildad suficiente para reconocer nuestro sitio y nuestra función; por esa falta de humildad, que a la larga es falta de grandeza en nuestra vida, no somos capaces tantas veces de reconocer el valor de los otros. En muchas situaciones así nos encontramos muchas veces en la vida que nos lleva a sufrimientos innecesarios. Saber dar paso al otro manifiesta también la grandeza de nuestro espíritu, aunque nos parezca que nuestro lugar es inferior.

Eso lo tenía muy claro Juan Bautista. En otro momento llegaría a decir que lo importante era que ‘El crezca y que yo mengüe’ en su referencia a Jesús. Ahora nos dirá claramente que él ha venido para dar testimonio, su misión solamente era preparar el camino, recordando así lo anunciado por los profetas. El era solo la voz que sonaba en el desierto, pero era la Palabra la que había de resonar de verdad. ‘Yo no lo conocía, nos dirá, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel’. Y era la misión que estaba realizando.

Así lo había manifestado a aquella embajada que había llegado de Jerusalén, preguntándole por qué bautizaba, qué hacía realmente allí en la orilla del Jordán, y claramente había dicho que no era el Mesías, pero que en medio de ellos estaba aunque no lo conocieran.

Hoy vemos un testimonio directo y claro al paso de Jesús, a quien señala a sus discípulos que es ‘el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo’. Y lo hace valientemente y con decisión, aunque sus discípulos se marchen detrás de Jesús. Era su misión, señalar el camino.

‘He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo’. Y da testimonio claramente. ‘Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios’.

Es la humildad y la grandeza de quien sabe dar paso a quien tiene que ir por delante. ‘Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo’, nos dirá. Por algo Jesús dirá de él que no ha nacido de mujer nadie mayor que él; su humildad está manifestando su grandeza. Su misión señalar el camino y es lo que realiza. Con qué gozo en el corazón tenemos que escucharlo, recibir su testimonio. Por algo la Iglesia desde siempre ha considerado la grandeza de la misión del Bautista.

Creo que son buenas lecciones para nuestra vida, como ya considerábamos al principio de esta reflexión. Aprendamos a saber ocupar nuestro lugar; y ocupar nuestro lugar no es ocultarnos o desaparecer, sino estar ahí en el momento oportuno, ahí con la palabra adecuada, ahí con el testimonio claro pero también con humildad; es saber reconocer lo nuestro en su cruda y grande al mismo tiempo realidad, pero para aprender a aceptar, comprender y valorar a los demás, lo que hacen, lo que es su función en la vida, su responsabilidad. Aunque nos cueste, aunque nos sintamos tentados, como tantas veces sucede, a las zancadillas; no seremos mayores cuando ocupemos un lugar o una función después de una zancadilla, sino cuando tengamos la grandeza de reconocer el valor del otro para que ocupe el lugar que le corresponde.

Qué triste lo que contemplamos tantas veces en nuestro mundo, ese testimonio negativo que tantas veces nos ofrecen incluso nuestros dirigentes en todos los ámbitos; una cosa que tenemos que saber cuidar también en nuestras comunidades, porque a ello también nos sentimos tentados y demasiadas veces aparece la envidia y los celos cuando vemos a otro avanzar en la vida, en responsabilidades o en funciones que quizás nosotros apetezcamos también ocupar.

Sepamos, pues, descubrir nuestro lugar sintiéndonos orgullos de él, aunque nos parezca un lugar pequeño o parezca que pasa desapercibido, pero por algo y para algo está ese engranaje que nosotros podamos ser y con ellos podremos contribuir a cosas grandes, nos hace falta esa humildad de corazón que será lo que verdaderamente nos dará grandeza.

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