El
verdadero creyente tiene que hacer navidad cada día, porque cada día se ve
envuelto por la presencia de Dios que llena de su luz su vida y su mundo
1Juan 2, 18-21; Salmo 95; Juan 1, 1-18
‘En el principio existía el Verbo, y el Verbo
estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio junto a
Dios…’ Estamos escuchando el
principio del evangelio, el primer
anuncio, en esta semana de la octava de la navidad que estamos culminando pero
en las circunstancias sociales que vive nuestra sociedad en el final del
calendario del año y comienzos de un año nuevo. Podemos encontrarle un sentido
y puede ser una luz también ese camino que cada día vamos realizando.
Este anuncio de evangelio de luz que
quiere brillar en las tinieblas pero que no siempre las tinieblas no se dejan
eliminar por esa luz; nos habla de su venida hasta nosotros, pero que nosotros
nos siempre hemos querido recibir. En estos momentos de finales de año nos
vendría bien recordar nuestra historia, la historia que hemos vivido en este
año, la historia de Dios en nuestra vida que siempre es una historia de
salvación, porque siempre está la oferta de Dios a la que contraponemos nuestra
respuesta.
Podemos recordar, tendríamos que
recordar de cuantos signos y señales nos ha rodeado el Señor de su presencia a
lo largo de este año, de los acontecimientos que hemos vivido, como de cada
paso que hemos dado. Nos siempre nos es fácil hacer estas recapitulaciones
sobre todo porque nos duele recordar nuestras sombras, las sombras que hemos
ido interponiendo a esas señales de Dios; no siempre hemos sabido entrar en la
sintonía de Dios, ha habido momentos en que le hemos dado la espalda, no nos
hemos querido enterar de esas señales, hemos preferido nuestros camino aunque
buscando caminos fáciles sin embargo se nos han hecho escabrosos.
Nos suele pasar cuando dejamos que
predomine en nosotros el egoísmo, el pensar solo en nosotros mismos o en
nuestros intereses, cuando nos hemos dejado arrastrar por nuestros orgullos o
nuestras autosuficiencias y no hemos querido escuchar la voz de Dios, no hemos
querido estar atentos a esas señales de Dios. Ahí están y son nuestra historia
con la que tenemos que contar. Forma parte de nuestra vida que tenemos que
redimir, en la que tenemos que saber ver la obra de salvación de Dios en
nosotros.
Es también el repaso que hemos de hacer
con corazón agradecido y queriendo que todo haya sido siempre para la gloria de
Dios. Nos hemos sentido en muchos momentos de nuestra vida iluminados por su
luz, hemos sabido también escuchar su llamada y podemos tener la satisfacción
de las cosas buenas que hemos realizado. Todo siempre para la gloria de Dios.
Son los pasos de vida que hemos ido dando, esa nueva profundidad espiritual que
le hemos ido dando a nuestra vida, ese amor que hemos ido regalando, ese
granito de arena que hemos ido poniendo también en el crecimiento del Reino de
Dios, ese bien que hemos ido haciendo calladamente a los que están a nuestro
lado. Ha brillado también la luz en nosotros y la hemos hecho brillar, aunque no
haya sido lo suficiente, en el mundo que
nos rodea. Tenemos que dar gloria a Dios por ello que nos dio su gracia
para que pudiéramos realizarlo.
‘Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios’. Así nos sentimos nosotros. Así hemos hecho navidad en nuestra vida. ‘Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad’.
Es lo que hemos venido
celebrando en estos días. Es lo que ha hecho Navidad. Es el verdadero sentido y
valor de estas fiestas. Pero es lo que tiene que hacer navidad cada día del
año. Es la tarea del verdadero creyente.
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