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sábado, 13 de diciembre de 2025

Qué distinta sería la intensidad de vida que tendríamos si nos dejáramos incendiar por ese fuego del Espíritu

 


Qué distinta sería la intensidad de vida que tendríamos si nos dejáramos incendiar por ese fuego del Espíritu

Eclesiástico 48, 1-4.9-11b; Salmo 79; Mateo 17, 10-13

¿Necesitaremos nosotros palabras de fuego que nos hagan de nuevo hervir la sangre en medio de la atonía y la tibieza con que muchas veces andamos los que nos decimos seguidores de Jesús?  Nos hemos amoldado, nos hemos acostumbrado a la tibieza y ya pocos sentimos dentro de nosotros la inquietud por esa atonta espiritual que vivimos. Nos da igual que la gente crea o no crea, se interese o no por el mensaje del evangelio. Vamos cayendo por la pendiente de la rutina y ya no sabemos saborear las palabras del evangelio. Nos hemos acostumbrado a otros sabores que nos ofrece la vida que no sabemos captar ese sabor nuevo que nos da el evangelio.

Las practicas religiosas las hemos convertido en unos convencionalismos sociales y cuando vamos a participar en ellas no llegamos a saborear lo que el evangelio nos ofrece y muchas veces las convertimos en actos que nos vemos obligados quizás a realizar por unas costumbres o unas tradiciones, unas manifestaciones sociales muchas veces muy llenas de vanidad, pero sin hondura espiritual. Y claro encima diremos que somos cristianos de siempre, que nuestra familia siempre ha sido muy católica, que no hay que crea más que nosotros, pero eso no lo traducimos luego en unas vivencias, en unas actitudes, en una toma de posturas ante los diferentes problemas de la vida pero desde la exigencia de una fe y de unos valores que nos ofrece el evangelio.

En este sábado de la segunda semana de adviento se nos presenta la figura del profeta Elías al mismo tiempo que se nos habla de Juan Bautista. De Elías conocemos su celo de Dios, su defensa del nombre de Yahvé, su lucha incesante contra los baales o falsos dioses que se pretendían imponer en el pueblo y la sociedad judía desde ciertas influencias que desde los poderosos ejercían sobre la vida del pueblo. Su Palabra era vibrante, el celo que sentía por las cosas de Dios era algo que no se podía apagar en su corazón, aun con sus dudas y con sus miedos que le llevará al desierto casi con el deseo de morir en su impotencia por conseguir lo que pretendía, pero que le llevará a una experiencia de Dios que le impulsará a seguir realizando su misión profética.

En la tradición del pueblo judío permanecían en la esperanza de la vuelta del Profeta Elías. Y es por lo que ahora le preguntan a Jesús. Y Jesús les habla de Juan Bautista que con tanto ardor preparaba al pueblo en el desierto para la venida del Mesías. Y les da a entender que Elías ha venido, aunque a Juan no todos quisieran aceptarlo. Pero les señala también que esa es la condición del profeta cuando es fiel a su mismo y a su misión. Como diría el anciano Simeón de Jesús, será un signo de contradicción y hará que se decanten los corazones.

¿Temeremos nosotros ser ese signo de contradicción frente al mundo que nos rodea? La tibieza con que vivimos manifiesta esos temores. Necesitamos despertar ese fuego en nuestros corazones. La imagen que contemplaremos en Pentecostés con la venida del Espíritu Santo son precisamente unas llamaradas de fuego. Es lo que nosotros necesitamos, dejarnos conducir por el Espíritu divino para que se caldee nuestra vida, para que pongamos ese fuego en nuestro mundo. Ya nos dirá Jesús en otro momento que fuego ha venido a traer a la tierra, y lo que quiere es que esté ardiendo. ¿Estaremos en nuestra comodidad y en nuestras rutinas unos bomberos que apaguen ese fuego divino en nosotros?

Qué distinta sería la intensidad de vida que tendríamos si nos dejáramos incendiar por ese fuego del Espíritu. Por eso Juan anunciará que en Jesús seremos bautizados en Espíritu Santo y fuego.

viernes, 12 de diciembre de 2025

No buscamos nuestras ideas ni nuestras conveniencias, seguimos a Jesús porque escuchamos su Buena Nueva que nos anuncia el Reino de Dios

 


No buscamos nuestras ideas ni nuestras conveniencias, seguimos a Jesús porque escuchamos su Buena Nueva que nos anuncia el Reino de Dios

Isaías 48, 17-19; Salmo 1; Mateo 11, 16-19

Solemos decir muchas veces que la gente siempre está en contra de todo, no sé sin embargo si decir más bien que las cosas no las tienen claras y no saben por qué decidirse; también es cuestión de que hay que optar por algo, pero en nada queremos comprometernos y por eso algunas veces pretendemos nadar entre dos aguas, ni uno ni otro; clara que por medio están nuestros intereses particulares y si no se responde a lo que es nuestro interés, muchas veces demasiado materializado, tampoco queremos arrimarnos a ningún fuego, aunque necesitemos calentarnos. En consecuencia siempre andaremos divididos cuando nos dejamos llevar por esos intereses, porque creemos que ningún fuego nos dará el calor que realmente necesitamos. En fin, también, que nos cuesta decidirnos y parece que queremos contentar a todos y no será posible.

Era lo vivido en aquella situación y en aquellos momentos concretos de los que nos habla hoy el evangelio. Juan, en su aparición en el desierto y en el Jordán suscitó nuevas esperanzas y expectativas para el pueblo, sin embargo, aunque ahora después de muerto, añoraban algunas cosas que el había proclamado, tampoco había sido aceptado por todos. Desde Jerusalén – siempre Jerusalén y sus dirigentes – andaban mosqueados, como solemos decir, con la aparición de aquel profeta allá en medio del desierto; una embajada había llegado hasta el Jordán para indagar si Juan se presentaba o no como el esperado Mesías.

Con Jesús sucedía lo mismo; una ola de esperanza se había ido trasmitiendo por los campos y aldeas de Galilea con la aparición del profeta de Nazaret, y aunque las multitudes le seguían, los enfermos le buscaban, sentían admiración por las obras que realizaba pero también por las Palabras que anunciaba, pero pronto desde Jerusalén de nuevo indagaban y analizaban lo que hacia y decía Jesús llegando a decir que lo que realizaba era por obra del príncipe de los demonios no reconociendo el dedo de Dios en cuanto Jesús realizaba.

De Juan a algunos nos les gustaba la austeridad en que vivía ni las palabras que invitaban a la conversión y a la penitencia; ahora de Jesús se quejarán porque se mezcla con pecadores y publicanos y está rodeado de algunas mujeres que no han tenido buena fama; dirán que come con publicanos y pecadores  y rechazarán la obra de Dios que en Jesús se realiza.

Por eso dirá Jesús que se parecen a los niños de la plaza que nunca se ponen de acuerdo en sus juegos. No se ponen de acuerdo y siempre andarán haciendo comparaciones y eso hará que se puedan abrir abismos de separación. ¿Por donde andaremos nosotros? No es que ahora andemos divididos entre Juan Bautista y Jesús, pero sí que nos creamos sectores aislados como abismos muchas veces entre los mismos que seguimos a Jesús. también muchas veces quieren aplicarnos los criterios con que anda dividida la sociedad, que si conservadores o si progresistas, y es fácil que muchas veces también nosotros nos alineemos en esas divisiones y distinciones; no es difícil escuchar en referencia a un sacerdote, al obispo o al Papa si este es más conservador y el otro es más liberal y progresista; claro que había entender y es algo que es difícil qué es lo que se quiere decir con progresista como si fuera lo más bueno del mundo hoy para nuestra sociedad.

¿A quien seguimos nosotros los cristianos? ¿A unos lideres que pretenden imponernos sus ideas? Si nos llamamos cristianos es porque seguimos a Jesús, porque hemos tomado como opción de nuestra vida el Evangelio de Jesús, la Buena Nueva que vino a anunciarnos Jesús para constituir el Reino de Dios. ¿Será ese evangelio en verdad el norte de nuestra vida?

Andamos desorientados porque buscamos más nuestras ideas que el mensaje del Evangelio; necesitamos en verdad centrarnos en el evangelio de Jesús y para eso tenemos que conocerlo y conocerlo de la forma más profunda. Pero ¿dedicaremos tiempo a leer y escuchar en el corazón la Palabra de Jesús, a meditar el evangelio?

¿Qué diría Jesús de nosotros hoy?

jueves, 11 de diciembre de 2025

Es tarea de nuestro adviento hoy hacer florecer ese surco reseco de la vida con flores que pongan esperanza en nuestro mundo

 

Es tarea de
nuestro adviento hoy hacer florecer ese surco reseco de la vida con flores que pongan esperanza en nuestro mundo

Isaías 41, 13-20; Salmo 144; Mateo 11, 11-15

Hace unos días un amigo me manifestaba que se encontraba hecho una piltrafa, que no valía para nada, que estaba solo y nadie lo tenía en cuenta ni le echaba una mano, que por nada se enfermaba, y andaba poco menos que desesperado; total que poco menos que una depresión porque se encontraba con una malestar que a mi me parecía que eran síntomas de gripe; pero él no estaba muy acostumbrado a estar enfermo y ya sabemos cómo el malestar de una gripe nos deja desmadejados y por el piso.

Yo pensaba por poca cosa se siente mi amigo hundido, aunque es de comprender su soledad – cuánta gente se siente así sola en la vida, que no saben a quién acudir, ni cómo salir de sus situaciones – aquel muchacho, me parecía a mi por poca cosa se sentía tan mal; y pensaba yo en tantos que no por una simple gripe, pero si por otros muchos problemas que se agolpan sobre su vida se encuentran también mal y desesperanzados; como decíamos, muchas soledades, pero también mucha gente que se ve agobiada y quizás no encuentra un sentido o un valor para sus vidas, gentes que caminan sin metas ni esperanzas, que se sienten vacíos e impotentes quizás por la superficialidad de sus vidas, gentes que necesitan un norte, un por qué para vivir, un algo que les dé valor a sí mismos, una compañía quizás que les acompañe en ese caminar pesaroso por la vida.

¿Cómo encontrar una luz que les dé sentido a sus vidas? ¿Cómo levantarse de ese caminar rastrero envueltos por esas materialidades de la vida? ¿Dónde encontrar fuerza que les haga superar sus cansancios y sus desencantos?

Estamos en el Adviento y vamos escuchando a los profetas que acompañaban al pueblo de Israel y que trataban de despertar esperanzas en aquel pueblo que se veía tan machado a través de la historia. Como dice el profeta hoy ‘los pobres y los indigentes buscan agua, y no la encuentran; su lengua está reseca por la sed’. Es una imagen de la situación de desánimo en que se encuentra el pueblo. Pero el profeta les anuncia que todo cambiará y hablará de los desiertos que se convierten en un vergel haciendo brotar ríos y manantiales en montañas y valles, que hasta en los lugares más yermos aparecerán fuentes de agua.

Nos hará el profeta una bonita y hasta poética descripción. ‘Pondré en el desierto cedros, acacias, mirtos, y olivares; plantaré en la estepa cipreses, junto con olmos y alerces, para que vean y sepan, reflexionen y aprendan de una vez, que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de Israel lo ha creado’. Nos habla de los tiempos nuevos del Mesías, que no es la materialidad de la frondosidad de esos bosques, sino la señal de vida que nos dará para nuestro mundo.

¿Andaremos quizás con la boca reseca por nuestra situación persona, por nuestros errores o por el estilo de vida que envuelve nuestro mundo? Vendrá un tiempo nuevo. Es lo que tenemos que sentir, es la esperanza que tiene que animar nuestra vida, son los pasos que hemos de dar para hacer que nuestro mundo sea mejor, empezando por ser mejores nosotros mismos. Es un cambio y una transformación que tiene que darse en nuestra vida, de la que tenemos que dar señales; y daremos señales con una forma nueva de celebrar la navidad; no nos podemos dejar arrastrar por la inercia de nuestro mundo en el que cada va a sus intereses. Como creyentes en Jesús algo nuevo tenemos que poner.

¿No tendremos que pensar con sinceridad qué cosas hay resecas en mi vida que necesitan un agua nueva? ¿Dónde tenemos que llevar esa agua que nos ofrece Jesús en ese mundo concreto en que vivimos donde como antes reflexionábamos vemos tantos sequedales? Un surco que hagamos florecer es un comienzo de un mundo nuevo que estamos haciendo en nuestro campo de la vida. Que no pase la navidad sin que hagamos florecer una nueva flor que ponga una alegría nueva en nuestra vida.

Para terminar no dejemos de lado lo que nos dice el evangelio cuando Jesús nos habla de Juan Bautista, porque no ha nacido de mujer nadie mayor que él. Pero si hacemos florecer ese surco del que hablábamos seremos incluso mayores que Juan. No lo digo yo, nos lo dice Jesús en el evangelio.


miércoles, 10 de diciembre de 2025

Busquemos un motivo hondo para nuestro camino de adviento preguntándonos qué esperamos o a quien esperamos, porque será distinto el sentido de nuestra espera Isaías 40, 25-31; Salmo 102; Mateo 11, 28-30 Siguen avanzando los días y sigue avanzando el camino de adviento que vamos realizando; como bien sabemos es un camino de espera, todos andamos ansiosos porque llegue la Navidad, pero no para todos es el mismo sentido de la espera porque quizás no esperamos lo mismo; aunque nuestra sociedad se ha contagiado de ese sentimiento de la espera que nació en los creyentes que querían darle cada año un sentido nuevo y cada vez más intenso a la Navidad que íbamos a celebrar, sin embargo podíamos decir que ha habido una manipulación de esos sentimientos aprovechándolo cada uno para sus intereses. Mucho pesa en estos momentos ese ambiente comercial y de consumo al que todos nos sentimos tentados y en el que muchos quieren hacer su negocio. No es malo que muchos busquen un rendimiento a sus esfuerzos y trabajos, pero lo malo es perder el sentido grandioso que tendría que tener para nosotros la navidad que se acerca. ¿Qué esperamos? Quizás tendríamos que comenzar preguntándonos, porque depende de lo que esperemos así le daremos sentido a nuestra espera. Es importante este planteamiento para que encontremos entonces el verdadero sentido que tendríamos que darle a nuestras celebraciones cristianas. Muchas veces solo esperamos cosas y todo parece que lo centramos en los regalos que tengamos que hacernos o recibir, el buen ambiente de fiesta con buenas comidas que hagamos en estos días, o que la suerte nos visite para que nos traiga grandes premios que pareciera que sería los que nos solucionarían todos los problemas que tenemos. Pudiera ser que al final nos sintamos desencantados porque ni fueron los regalos que esperábamos, ni logramos el buen ambiente en nuestras comidas y la fortuna no nos visitó. ¿Dónde se nos queda todo? Qué bonito y qué distinto es cuando esperamos a alguien; el encuentro personal será siempre más enriquecedor si ponemos buena disposición por todas partes; el encuentro personal nos hace crecer en humanidad y nos lleva a descubrir lo que mejor puede hacernos felices. Es la espera de la madre del hijo que hace tantos años marchó a otros lugares y ahora vuelve al hogar; es la espera del amigo con que tanto vamos a compartir y que nos hace disfrutar del calor del cariño y de la presencia de aquel a quien mucho apreciamos; es la espera del reencuentro de quienes por las razones que fueran andaban distanciados y ahora recuperan una amistad que se había deteriorado; es la espera de aquel con quien nos sentimos a gusto y que su presencia nos llena de paz porque nos comprende al mismo tiempo que nos anima y levanta de nuestros decaimientos. ¿Qué esperamos nosotros en este Adviento o a quién esperamos? Ahí está la raíz y la motivación verdadera para darle un sentido hondo a este Adviento como va a tener un sabor nuevo la Navidad que vamos a celebrar. Esperamos no algo sino que esperamos a Alguien, con más amor que una madre, como al Pastor que viene en búsqueda de las ovejas perdidas y por eso viene a mi encuentro que tantas veces ando sin saber ni por donde camino, como quien viene a ser nuestra paz y nuestro descanso porque en la mansedumbre de su corazón vamos a encontrar nuestro descanso, que viene con los brazos abiertos que nos ofrecen reconciliación pero que al mismo tiempo nos impulsará a vivir también esa reconciliación con los demás. Es lo que hoy nos está diciendo el profeta con aquellas palabras que levantaban la esperanza en el pueblo de Israel que esperaba al Mesías, y lo que Jesús mismo nos quiere decir en el evangelio. ¿Qué estamos cansados y agobiados? Vayamos a El que nos ofrece descanso en el refugio de su corazón. ¿Qué andamos desorientados en la vida como ovejas que no tiene pastor y perdidos por los arrabales por los que nos ha arrastrado nuestro orgullo y nuestra ambición, o el materialismo de la vida que nos hace esclavos de las cosas que al final han dejado un vacío en nuestro espíritu? sentémonos a los pies de Jesús como aquellas multitudes en la ladera del monte de las bienaventuranzas o como María de Betania que supo escoger la mejor parte. Cuando llegue el día de Navidad entonces nos encontraremos de verdad con Dios en aquel niño recién nacido y recostado en un pesebre en el portal de Belén. Nuestra mirada será otra y las motivaciones para la fiesta de navidad serán mucho más hondas porque nos vamos a encontrar con Dios de manera especial en cuantos nos vayamos encontrando por los caminos de la vida, sea cual sea su condición, porque en ellos veremos siempre unos hijos de Dios.

 


Busquemos un motivo hondo para nuestro camino de adviento preguntándonos qué esperamos o a quien esperamos, porque será distinto el sentido de nuestra espera

Isaías 40, 25-31; Salmo 102; Mateo 11, 28-30

Siguen avanzando los días y sigue avanzando el camino de adviento que vamos realizando; como bien sabemos es un camino de espera, todos andamos ansiosos porque llegue la Navidad, pero no para todos es el mismo sentido de la espera porque quizás no esperamos lo mismo; aunque nuestra sociedad se ha contagiado de ese sentimiento de la espera que nació en los creyentes que querían darle cada año un sentido nuevo y cada vez más intenso a la Navidad que íbamos a celebrar, sin embargo podíamos decir que ha habido una manipulación de esos sentimientos aprovechándolo cada uno para sus intereses.

Mucho pesa en estos momentos ese ambiente comercial y de consumo al que todos nos sentimos tentados y en el que muchos quieren hacer su negocio. No es malo que muchos busquen un rendimiento a sus esfuerzos y trabajos, pero lo malo es perder el sentido grandioso que tendría que tener para nosotros la navidad que se acerca.

¿Qué esperamos? Quizás tendríamos que comenzar preguntándonos, porque depende de lo que esperemos así le daremos sentido a nuestra espera. Es importante este planteamiento para que encontremos entonces el verdadero sentido que tendríamos que darle a nuestras celebraciones cristianas. Muchas veces solo esperamos cosas y todo parece que lo centramos en los regalos que tengamos que hacernos o recibir, el buen ambiente de fiesta con buenas comidas que hagamos en estos días, o que la suerte nos visite para que nos traiga grandes premios que pareciera que sería los que nos solucionarían todos los problemas que tenemos. Pudiera ser que al final nos sintamos desencantados porque ni fueron los regalos que esperábamos, ni logramos el buen ambiente en nuestras comidas y la fortuna no nos visitó. ¿Dónde se nos queda todo?

Qué bonito y qué distinto es cuando esperamos a alguien; el encuentro personal será siempre más enriquecedor si ponemos buena disposición por todas partes; el encuentro personal nos hace crecer en humanidad y nos lleva a descubrir lo que mejor puede hacernos felices. Es la espera de la madre del hijo que hace tantos años marchó a otros lugares y ahora vuelve al hogar; es la espera del amigo con que tanto vamos a compartir y que nos hace disfrutar del calor del cariño y de la presencia de aquel a quien mucho apreciamos; es la espera del reencuentro de quienes por las razones que fueran andaban distanciados y ahora recuperan una amistad que se había deteriorado; es la espera de aquel con quien nos sentimos a gusto y que su presencia nos llena de paz porque nos comprende al mismo tiempo que nos anima y levanta de nuestros decaimientos.

¿Qué esperamos nosotros en este Adviento o a quién esperamos? Ahí está la raíz y la motivación verdadera para darle un sentido hondo a este Adviento como va a tener un sabor nuevo la Navidad que vamos a celebrar. Esperamos no algo sino que esperamos a Alguien, con más amor que una madre, como al Pastor que viene en búsqueda de las ovejas perdidas y por eso viene a mi encuentro que tantas veces ando sin saber ni por donde camino, como quien viene a ser nuestra paz y nuestro descanso porque en la mansedumbre de su corazón vamos a encontrar nuestro descanso, que viene con los brazos abiertos que nos ofrecen reconciliación pero que al mismo tiempo nos impulsará a vivir también esa reconciliación con los demás.

Es lo que hoy nos está diciendo el profeta con aquellas palabras que levantaban la esperanza en el pueblo de Israel que esperaba al Mesías, y lo que Jesús mismo nos quiere decir en el evangelio. ¿Qué estamos cansados y agobiados? Vayamos a El que nos ofrece descanso en el refugio de su corazón. ¿Qué andamos desorientados en la vida como ovejas que no tiene pastor y perdidos por los arrabales por los que nos ha arrastrado nuestro orgullo y nuestra ambición, o el materialismo de la vida que nos hace esclavos de las cosas que al final han dejado un vacío en nuestro espíritu? sentémonos a los pies de Jesús como aquellas multitudes en la ladera del monte de las bienaventuranzas o como María de Betania que supo escoger la mejor parte.

Cuando llegue el día de Navidad entonces nos encontraremos de verdad con Dios en aquel niño recién nacido y recostado en un pesebre en el portal de Belén. Nuestra mirada será otra y las motivaciones para la fiesta de navidad serán mucho más hondas porque nos vamos a encontrar con Dios de manera especial en cuantos nos vayamos encontrando por los caminos de la vida, sea cual sea su condición, porque en ellos veremos siempre unos hijos de Dios.

martes, 9 de diciembre de 2025

Miremos a nuestro lado y veamos que palabras de consuelo podemos ofrecer o la compañía que vamos a regalar a quien vive en soledad

 


Miremos a nuestro lado y veamos que palabras de consuelo podemos ofrecer o la compañía que vamos a regalar a quien vive en soledad

Isaías 40, 1-11; Salmo 95; Mateo 18, 12-14

En este mundo de hoy en que vivimos en que tantos medios de comunicarnos tenemos a nuestras manos, donde se multiplican las redes sociales que podríamos decir que lo que buscan es precisamente esa comunión y esa relación entre unos y otros que aunque lejos físicamente sin embargo siempre encontraremos alguien con quien comunicarnos, me atrevo a decir que es un mundo donde reina mucho la soledad; quizás algunas veces esas redes sociales nos sirvan de refugio para encontrar a alguien con quien hablar o desahogarnos cuando quizás no somos capaces de comunicarnos seriamente con el que tenemos al lado; pero al final esas relaciones en la lejanía pasan y se difuminan y nos seguimos quedando en la misma soledad. Es en cierto modo el grito desesperado de quien se siente solo y nada le llena.

Pero también en nuestra cercanía nos encontramos esas soledades porque tenemos la tendencia muchas veces de encerrarnos en nuestras cosas, en nuestro trabajo pero tras el cual no quedan relaciones de verdadera amistad con los compañeros de trabajo, estamos demasiado detrás de las puertas cerradas escogiendo demasiado a quien abrir la puerta y al final nos seguimos sintiendo en la misma soledad. ¿Cómo rompemos esa espiral que lo mismo que por un lado se abre a la lejanía en el punto más cercano lo que hace es encerrarse más?

Cuántos vemos pasar a nuestro lado desconsolados porque les falta esa palabra de consuelo; siguen habiendo muchas lágrimas de soledad que nadie ve, pero que tampoco buscamos donde limpiarlas para encontrar ese consuelo. ¿Seríamos capaces de ser ese paño de consuelo, escuchando, deteniéndonos junto a la persona que quizás vemos anhelante a nuestro lado aunque no sabe cómo expresarse, mirando más de frente a las personas con las que nos encontramos para saber leer en sus ojos lo que quizás llevan por dentro y les produce desazón o les hace sufrir?

Hoy en la Palabra que se nos proclama en este camino de Adviento se nos habla de ofrecimiento de consuelo que el Señor tiene para nosotros. porque nos habla de redención y de redención gratuita, porque así de generoso es el amor del Señor, se nos habla de caminos nuevos que se pueden abrir en los desiertos de la vida, se nos habla de que aunque los jardines y los prados se desequen y pierdan su verdor la Palabra del Señor permanece fiel para nosotros. Y nos habla del Pastor que nos busca y nos pastorea, que nos sana y nos ofrece los mejores pastos, que nos busca si andamos perdidos y que cura las angustias de nuestras soledades.

Y esto lo estamos escuchando en el Adviento, este camino con el que pretendemos prepararnos para la Navidad que tiene que ser una hermosa realidad hoy en nuestra vida y nuestro mundo. Pero hacer una hermosa navidad no es poner signos externos de luces y de fiesta, es poner más luz en los corazones de los hombres para que encuentren lo que les va a dar verdadera alegría. Son las señales que tenemos que dar. Es como mostraremos esa verdadera Navidad porque Dios vaya naciendo en el corazón de los hombres de nuestro tiempo.

No es tarea fácil, pero tiene que ser nuestro compromiso. Hablábamos antes de las soledades del hombre de hoy y muchas más cosas podríamos decir. ¿Podremos ofrecer sinceramente esta palabra de consuelo que nos ofrece el profeta hoy? ¿Qué soledad vamos a compartir, qué lágrimas vamos a enjugar, que palabras de consuelo y de ánimo vamos a ofrecer a esos cercanos a nosotros pero que muchas veces tenemos tan lejos? ¿No conoces a nadie a tu lado que sufre esa soledad?

Es para tomarse en serio esta Palabra de Dios hoy para nuestra vida.


lunes, 8 de diciembre de 2025

Dios sigue preguntándonos ‘¿dónde estás?’ y saliéndonos a nuestro paso, hoy viene a nuestro encuentro en esta festividad de la Inmaculada Concepción de María

 


Dios sigue preguntándonos ‘¿dónde estás?’ y saliéndonos a nuestro paso, hoy viene a nuestro encuentro en esta festividad de la Inmaculada Concepción de María

Génesis 3, 9-15. 20; Salmo 97; Efesios 1, 3-6. 11-12;  Lucas 1, 26-38

‘¿Dónde estáis?’ Permítanme decirles que esto me recuerda aquellas chiquilladas que de niños hacíamos, pero tras el momento del entusiasmo de juego y de nuestras diabluras nos sentíamos pesarosos y renuentes a entrar a casa, o si lo hacíamos poco menos que nos escondíamos en el último cuarto temiendo el encuentro con nuestra madre. ¿Dónde estás?, era el grito con el que nos llamaba y al que evitábamos responder; nacían las desconfianzas, las culpabilidades y las culpabilizaciones, el miedo temeroso al castigo aunque al final tuviéramos que afrontar las consecuencias.

Es lo que nos relata el libro del Génesis en aquellas primeras páginas de la historia humana que pronto se llenan de sombras. Tras la desobediencia viene el respeto, y aunque Dios viene al encuentro del hombre, como dice tan bellamente, a la hora de la brisa de la tarde, Adán y Eva se han metido en lo más profundo del jardín. ‘Me dio miedo y me escondí’, fue su respuesta; se habían dado cuenta que aquello que le había prometido el tentador se quedaba en un vacío, se dieron cuenta de que estaban desnudos y les entró la vergüenza ciñéndose con unas hojas de higuera.

Es nuestra realidad y la realidad de la humanidad. Cuando el orgullo domina la vida del hombre a continuación aparecerán las oscuridades y los miedos; ya no nos mostraremos con la misma libertad los unos a los otros en unas relaciones verdaderamente humanas apareciendo todo un mundo de hostilidades; nos sentiremos abrumados por la culpa, pero pronto buscaremos disculpas para nosotros pero otros a quien echar la culpa; un abismo frío de muerte se mete por medio de nuestras relaciones y el amor deja de ser el rail por donde camine nuestra vida, porque aparecerán los intereses y las divisiones; dejaremos de sentir la felicidad de la vida y todo hasta lo más esencial para la vida se convertirá en carga pesada sobre nuestros hombros de lo que siempre querremos liberarnos.

¿Pero eso se quedará ahí sin remedio como un peso muerto para siempre o habrá algún destello de esperanza de que todo eso un día pueda cambiar? Dios nos sale al encuentro como lo hizo un día con Adán y Eva en el paraíso después de su pecado. Y es lo que hoy celebramos y contemplamos. La historia de la salvación en ese venir de Dios a nuestro encuentro, aunque muchas veces nosotros sigamos escondiéndonos o haciéndonos oídos sordos a sus llamadas.

Así llegó el ángel de Dios a Nazaret, como hoy escuchamos en el Evangelio. En el lenguaje bíblico se habla con frecuencia de esa visita de los ángeles, como una manera de expresarnos esa visita de Dios. Diríamos que es una forma de expresar esa cercanía y no sentirnos abrumados por la inmensidad de Dios, de manera que los antiguos pensaban que quien veía a Dios moría. Por eso en aquellas manifestaciones grandiosas de Dios con el pueblo que camina por el desierto y en el Sinaí, le piden a Moisés que les hable en nombre de Dios, porque sea Moisés el que tenga ese encuentro cara a cara con Dios. Así resplandecía luego su rostro, como se nos señala en la Biblia.

Pero en aquella visita del ángel de Dios en Nazaret, María no se escondió, no tuvo que preguntar el ángel, ‘¿dónde estás?’ porque aunque María se siente sobrecogida por las palabras del ángel no rehuye su presencia y se queda en diálogo con él. Aunque siente su pequeñez e indignidad, aunque no termina de entender todo lo que el ángel de parte de Dios le está trasmitiendo María dice sí, María, aunque humilde esclava del Señor, acepta que se cumpla en ella cuanto el Señor le manifiesta. ‘Hágase en mi según tu palabra’, será su respuesta final.

Dios sigue abriendo caminos para venir a nuestro encuentro y María se convierte para nosotros en modelo y ejemplo de cómo ponernos en ese camino de Dios empezando por acogerle en nuestra vida, no hacernos sordos a su llamada y a su presencia. Necesitamos aprender, necesitamos entrar en esa sintonía de Dios, necesitamos abrir los oídos y las puertas de nuestro corazón porque el Dios que viene a nosotros es un Dios de amor. Habremos hecho tantas veces en nuestra vida esas chiquilladas que ponen en nosotros esa tendencia a escondernos, a rehuir nuestra culpa o a buscar a quien culpabilizar; tenemos que ser conscientes de nuestra desnudez y de nuestro vacío cuando estamos sin Dios, cuando queremos caminar en la vida sin seguir las sendas de Dios, sino creyéndonos nosotros dioses. Ha dejado Dios el mundo en nuestras manos, como lo hizo con Adán y Eva, a pesar de que es bien palpable nuestra debilidad y los desvíos que tantas veces se producen en nuestro corazón, pero Dios sigue queriendo confiar en nosotros, en la humanidad; pero no olvidemos una cosa, Dios se pone a nuestro paso para que no nos falte esa luz; a nosotros también el ángel del Señor nos dirá que Dios está con nosotros; Jesús nos lo ha prometido y eso no fallará.

Miramos hoy a María abriendo su corazón a Dios y aceptando el plan que Dios tiene para ella. ¿Seremos capaces nosotros de abrir así nuestro corazón y aceptar el plan de Dios para nosotros? este camino de Adviento que estamos haciendo es una buena oportunidad para pensar en ello y que esta próxima venida del Señor a nosotros en esta navidad que vamos a celebrar sea también el comienzo de una humanidad nueva. Es una esperanza que queremos hacer vida en nosotros.

Dios sigue preguntándonos ‘¿dónde estás?’ y saliéndonos a nuestro paso. Hoy nos está saliendo a nuestro encuentro en esta festividad de la Inmaculada Concepción de María.

 

domingo, 7 de diciembre de 2025

Desde nuestra fe no podemos estar de vuelta porque confiamos en la Palabra de Dios y la esperanza envuelve siempre nuestra vida, por eso escuchamos a los profetas

 


Desde nuestra fe no podemos estar de vuelta porque confiamos en la Palabra de Dios y la esperanza envuelve siempre nuestra vida, por eso escuchamos a los profetas

Isaías 11, 1-10; Salmo 71; Romanos 15, 4-9; Mateo 3, 1-12

¿Estaremos ya también nosotros de vuelta cansados de profetismos y de promesas? Parece que ya no nos queremos creer nada. En la situación en que vivimos hoy en nuestro mundo con tantas calamidades, sufrimientos, miserias, violencias, guerras ya no nos creemos cuando nos anuncian una cercana paz, un término pronto de las guerras, nos hablan de diálogos y conferencias para encontrar soluciones, y ya algunas veces parece que nos quieren dar fechas de la terminación de esos conflictos. Pero no lo vemos porque los tambores de guerra siguen sonando, la gente continúa sufriendo y muriendo y por muchos movimientos de reivindicaciones que hagamos pareciera que todo se queda en espectáculo, pero no vemos ese final feliz.

Tenemos la tentación y el peligro de vivir en la desesperanza. Los nubarrones negros siguen envolviéndonos. ¿Habrá alguna manera de despertar esa esperanza? Los cristianos, seguidores de Jesús podemos dejándonos envolver por ese desencanto. Lo que celebramos y queremos vivir – porque también hay el peligro de hacer celebraciones pero que eso no se convierta en vida – tiene que despertar en nosotros unas nuevas esperanzas. ¿Terminaremos por fiarnos de la Palabra de Dios?

Estamos haciendo este camino de Adviento, aunque desgraciadamente todos no le dan la misma hondura a lo que significa este camino y se quedan en demasiadas superficialidades, este camino, digo, precisamente es una invitación a despertar esa esperanza. Por aquello que nos preparamos para celebrar el nacimiento de Cristo en la próxima navidad queremos empaparnos de aquel espíritu que nos trasmiten los profetas en la preparación de la venida del Mesías para nosotros hacer y sentir que la celebración de la navidad que vamos a tener nos lleva a trabajar y crear ese mundo nuevo que tanto necesitamos.

Una auténtica celebración de lo que queremos vivir en estos días tendría que realizar una transformación profunda de nuestras vidas que tendría que notarse en algo nuevo en nuestras comunidades y en consecuencia en nuestra sociedad. No es solo un recuerdo que ponga aires de fiesta en nuestro ambiente pero que luego pronto se apaga. Nosotros decimos que nuestras celebración no son sólo memoria sino memorial, porque significa hacer vida en el hoy de nuestra vida aquello que estamos celebrando, es sentir que en verdad Jesús viene y está en nosotros y con nosotros para realizar ese mundo nuevo que se nos anuncia.

Si cuando pase la navidad no queda nada de eso nuevo reconozcamos que fue pobre aquella celebración, que en ella no pusimos toda nuestra vida. Y tendrá que notarse en nuestras actitudes y comportamientos, en la manera nueva de afrontar la vida y los problemas que en ella nos van surgiendo, en la manera cómo superamos tristezas y sufrimientos con un nuevo rostro de una alegría esperanzada, en esos gestos nuevos con los que vamos manifestando que estamos queriendo vivir algo nuevo y distinto, en ese ambiente distinto que vamos a tener en nuestras familias y en nuestras comunidades, en ese despertar de nuestra generosidad y nuestro compromiso para salirnos de nuestras rutinas y de esa vida en que parece que vamos arrastrándonos.

Las palabras que escuchamos en la Palabra de Dios, de los profetas o del evangelio no son palabras huecas y vacías, son palabras que nos tienen que impulsar a comenzar a hacer ese camino nuevo. Eso que nos anunciaban los profetas o esas palabras que le escuchamos a Juan Bautista cuando ya inmediatamente está preparando los caminos del Señor tenemos que tomárnoslo muy en serio. No temamos esa hacha que viene para destruir sino para podar y quitar tantas ramas secas de nuestra vida, no temamos ese fuego renovador y purificador del espíritu que nos hace quemar todo eso viejo que aún permanece en nosotros y que es como un renuente que nos impide avanzar, no temamos ese bieldo que levanta el trigo en la era para que el viento se lleve la paja y la parva y quede limpio el grano como fruto que sea verdadero alimento para nuestra vida. Cuántas cosas que podar y quemar, cuantas cosas que tenemos que dejar que se las lleve el viento.

La figura del profeta con su austeridad en el desierto nos hará relativizar muchas cosas que nos parecían primordiales e importantes pero que no lo son tanto; su figura y sus palabras nos invitan a la conversión, a esa transformación de nuestra vida desde esa nueva esperanza que tiene que reinar en nuestros corazones.

Si cada uno de nosotros ponemos nuestro paso en ese camino de renovación al final tendrá que notarse algo nuevo que mejora nuestro mundo y vuelve a despertar la esperanza. Recojamos también el buen sentir de tantos, aunque no siempre sean motivados por la fe, que trabajan comprometidos en sus movilizaciones por ese mundo nuevo y mejor; también a través de ellos nos puede llegar la voz de Dios a nuestros corazones, porque sabemos que en eso bueno que queremos emprender está Dios.

Nosotros, desde nuestra fe, no podemos estar de vuelta porque confiamos en la Palabra de Dios y la esperanza envuelve siempre nuestra vida. Por eso escuchamos con atención la palabra profética que llega a nuestra vida.