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jueves, 11 de diciembre de 2025

Es tarea de nuestro adviento hoy hacer florecer ese surco reseco de la vida con flores que pongan esperanza en nuestro mundo

 

Es tarea de
nuestro adviento hoy hacer florecer ese surco reseco de la vida con flores que pongan esperanza en nuestro mundo

Isaías 41, 13-20; Salmo 144; Mateo 11, 11-15

Hace unos días un amigo me manifestaba que se encontraba hecho una piltrafa, que no valía para nada, que estaba solo y nadie lo tenía en cuenta ni le echaba una mano, que por nada se enfermaba, y andaba poco menos que desesperado; total que poco menos que una depresión porque se encontraba con una malestar que a mi me parecía que eran síntomas de gripe; pero él no estaba muy acostumbrado a estar enfermo y ya sabemos cómo el malestar de una gripe nos deja desmadejados y por el piso.

Yo pensaba por poca cosa se siente mi amigo hundido, aunque es de comprender su soledad – cuánta gente se siente así sola en la vida, que no saben a quién acudir, ni cómo salir de sus situaciones – aquel muchacho, me parecía a mi por poca cosa se sentía tan mal; y pensaba yo en tantos que no por una simple gripe, pero si por otros muchos problemas que se agolpan sobre su vida se encuentran también mal y desesperanzados; como decíamos, muchas soledades, pero también mucha gente que se ve agobiada y quizás no encuentra un sentido o un valor para sus vidas, gentes que caminan sin metas ni esperanzas, que se sienten vacíos e impotentes quizás por la superficialidad de sus vidas, gentes que necesitan un norte, un por qué para vivir, un algo que les dé valor a sí mismos, una compañía quizás que les acompañe en ese caminar pesaroso por la vida.

¿Cómo encontrar una luz que les dé sentido a sus vidas? ¿Cómo levantarse de ese caminar rastrero envueltos por esas materialidades de la vida? ¿Dónde encontrar fuerza que les haga superar sus cansancios y sus desencantos?

Estamos en el Adviento y vamos escuchando a los profetas que acompañaban al pueblo de Israel y que trataban de despertar esperanzas en aquel pueblo que se veía tan machado a través de la historia. Como dice el profeta hoy ‘los pobres y los indigentes buscan agua, y no la encuentran; su lengua está reseca por la sed’. Es una imagen de la situación de desánimo en que se encuentra el pueblo. Pero el profeta les anuncia que todo cambiará y hablará de los desiertos que se convierten en un vergel haciendo brotar ríos y manantiales en montañas y valles, que hasta en los lugares más yermos aparecerán fuentes de agua.

Nos hará el profeta una bonita y hasta poética descripción. ‘Pondré en el desierto cedros, acacias, mirtos, y olivares; plantaré en la estepa cipreses, junto con olmos y alerces, para que vean y sepan, reflexionen y aprendan de una vez, que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de Israel lo ha creado’. Nos habla de los tiempos nuevos del Mesías, que no es la materialidad de la frondosidad de esos bosques, sino la señal de vida que nos dará para nuestro mundo.

¿Andaremos quizás con la boca reseca por nuestra situación persona, por nuestros errores o por el estilo de vida que envuelve nuestro mundo? Vendrá un tiempo nuevo. Es lo que tenemos que sentir, es la esperanza que tiene que animar nuestra vida, son los pasos que hemos de dar para hacer que nuestro mundo sea mejor, empezando por ser mejores nosotros mismos. Es un cambio y una transformación que tiene que darse en nuestra vida, de la que tenemos que dar señales; y daremos señales con una forma nueva de celebrar la navidad; no nos podemos dejar arrastrar por la inercia de nuestro mundo en el que cada va a sus intereses. Como creyentes en Jesús algo nuevo tenemos que poner.

¿No tendremos que pensar con sinceridad qué cosas hay resecas en mi vida que necesitan un agua nueva? ¿Dónde tenemos que llevar esa agua que nos ofrece Jesús en ese mundo concreto en que vivimos donde como antes reflexionábamos vemos tantos sequedales? Un surco que hagamos florecer es un comienzo de un mundo nuevo que estamos haciendo en nuestro campo de la vida. Que no pase la navidad sin que hagamos florecer una nueva flor que ponga una alegría nueva en nuestra vida.

Para terminar no dejemos de lado lo que nos dice el evangelio cuando Jesús nos habla de Juan Bautista, porque no ha nacido de mujer nadie mayor que él. Pero si hacemos florecer ese surco del que hablábamos seremos incluso mayores que Juan. No lo digo yo, nos lo dice Jesús en el evangelio.


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