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viernes, 12 de diciembre de 2025

No buscamos nuestras ideas ni nuestras conveniencias, seguimos a Jesús porque escuchamos su Buena Nueva que nos anuncia el Reino de Dios

 


No buscamos nuestras ideas ni nuestras conveniencias, seguimos a Jesús porque escuchamos su Buena Nueva que nos anuncia el Reino de Dios

Isaías 48, 17-19; Salmo 1; Mateo 11, 16-19

Solemos decir muchas veces que la gente siempre está en contra de todo, no sé sin embargo si decir más bien que las cosas no las tienen claras y no saben por qué decidirse; también es cuestión de que hay que optar por algo, pero en nada queremos comprometernos y por eso algunas veces pretendemos nadar entre dos aguas, ni uno ni otro; clara que por medio están nuestros intereses particulares y si no se responde a lo que es nuestro interés, muchas veces demasiado materializado, tampoco queremos arrimarnos a ningún fuego, aunque necesitemos calentarnos. En consecuencia siempre andaremos divididos cuando nos dejamos llevar por esos intereses, porque creemos que ningún fuego nos dará el calor que realmente necesitamos. En fin, también, que nos cuesta decidirnos y parece que queremos contentar a todos y no será posible.

Era lo vivido en aquella situación y en aquellos momentos concretos de los que nos habla hoy el evangelio. Juan, en su aparición en el desierto y en el Jordán suscitó nuevas esperanzas y expectativas para el pueblo, sin embargo, aunque ahora después de muerto, añoraban algunas cosas que el había proclamado, tampoco había sido aceptado por todos. Desde Jerusalén – siempre Jerusalén y sus dirigentes – andaban mosqueados, como solemos decir, con la aparición de aquel profeta allá en medio del desierto; una embajada había llegado hasta el Jordán para indagar si Juan se presentaba o no como el esperado Mesías.

Con Jesús sucedía lo mismo; una ola de esperanza se había ido trasmitiendo por los campos y aldeas de Galilea con la aparición del profeta de Nazaret, y aunque las multitudes le seguían, los enfermos le buscaban, sentían admiración por las obras que realizaba pero también por las Palabras que anunciaba, pero pronto desde Jerusalén de nuevo indagaban y analizaban lo que hacia y decía Jesús llegando a decir que lo que realizaba era por obra del príncipe de los demonios no reconociendo el dedo de Dios en cuanto Jesús realizaba.

De Juan a algunos nos les gustaba la austeridad en que vivía ni las palabras que invitaban a la conversión y a la penitencia; ahora de Jesús se quejarán porque se mezcla con pecadores y publicanos y está rodeado de algunas mujeres que no han tenido buena fama; dirán que come con publicanos y pecadores  y rechazarán la obra de Dios que en Jesús se realiza.

Por eso dirá Jesús que se parecen a los niños de la plaza que nunca se ponen de acuerdo en sus juegos. No se ponen de acuerdo y siempre andarán haciendo comparaciones y eso hará que se puedan abrir abismos de separación. ¿Por donde andaremos nosotros? No es que ahora andemos divididos entre Juan Bautista y Jesús, pero sí que nos creamos sectores aislados como abismos muchas veces entre los mismos que seguimos a Jesús. también muchas veces quieren aplicarnos los criterios con que anda dividida la sociedad, que si conservadores o si progresistas, y es fácil que muchas veces también nosotros nos alineemos en esas divisiones y distinciones; no es difícil escuchar en referencia a un sacerdote, al obispo o al Papa si este es más conservador y el otro es más liberal y progresista; claro que había entender y es algo que es difícil qué es lo que se quiere decir con progresista como si fuera lo más bueno del mundo hoy para nuestra sociedad.

¿A quien seguimos nosotros los cristianos? ¿A unos lideres que pretenden imponernos sus ideas? Si nos llamamos cristianos es porque seguimos a Jesús, porque hemos tomado como opción de nuestra vida el Evangelio de Jesús, la Buena Nueva que vino a anunciarnos Jesús para constituir el Reino de Dios. ¿Será ese evangelio en verdad el norte de nuestra vida?

Andamos desorientados porque buscamos más nuestras ideas que el mensaje del Evangelio; necesitamos en verdad centrarnos en el evangelio de Jesús y para eso tenemos que conocerlo y conocerlo de la forma más profunda. Pero ¿dedicaremos tiempo a leer y escuchar en el corazón la Palabra de Jesús, a meditar el evangelio?

¿Qué diría Jesús de nosotros hoy?

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