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sábado, 21 de diciembre de 2024

Alegría de la próxima navidad que nos pone en camino de fe y alabanza, de servicio como respuesta a la acción de Dios, de realización de una misión

 


Alegría de la próxima navidad que nos pone en camino de fe y alabanza, de servicio como respuesta a la acción de Dios, de realización de una misión

Cantar de los Cantares 2, 8-14; Salmo 32; Lucas 1, 39-45

En nuestros ambientes todo suena a fiesta y alegría en estos días. Músicas que nos encantan y quieren despertar nuestros mejores sentimientos con recuerdos, es cierto, que en ocasiones se llenan de melancolía, luces que parpadean invitándonos a poner color en la vida, invitaciones que quieren significar encuentros festivos que quieren amasar compañerismo y amistad, palabras de felicitación que nos entrecruzamos, decimos, con los mejores deseos.

Una alegría que para muchos significa tirar la casa por la ventana, una alegría que a veces muy envuelta de consumismo aunque lo queremos disimular con que son regalos de amistad, una alegría que sin embargo algunas veces quiere ocultar ciertas sombras que llevamos en los ojos o en el corazón – los ojos son reflejo de lo que llevamos o no llevamos en el corazón – y que nos preguntamos si es verdadera y auténtica.

Decimos, que es alegría, porque es navidad. Pero, ¿Dónde está de verdad el sentido de esa navidad? ¿Aparecerá detrás de esa fiesta y de toda esa alegría que queremos manifestar y expresar? Aunque parezcan mis palabras como un jarro de agua fría, creo que tendríamos que entrar en una honda de sinceridad y hacernos las preguntas sin miedo.

Los cristianos que queremos prepararnos a fondo para esa celebración de la navidad hemos ido dejándonos conducir por la Palabra de Dios que a lo largo del Adviento se nos ha venido proclamando para encontrar ese hondo sentido de nuestra fiesta, que no se quede en recuerdos melancólicos, como para muchos es navidad.

Ahora ya en esta semana inmediata hemos ido siguiendo el texto del inician de los evangelios de Mateo y de Lucas. Hoy se nos presenta el relato del camino de María desde Nazaret a la Montaña a casa de su prima Isabel, de la que ha tenido María conocimiento a través del ángel de su embarazo y cercano nacimiento de su hijo.

María sorprendida en la aparición del ángel con el anuncio de que iba a ser la Madre de Dios y con conocimiento de lo que sucedía también en las Montañas de Judea en casa de Zacarías e Isabel, corre presurosa, como nos dice el evangelio, para estar allí al lado de su prima. La alegría que desbordaba en María por el misterio de Dios que en ella se estaba gestando y realizando no la encierra en si misma sino que corre presurosa para el servicio allí donde una mujer joven podía mejor prestarlo.

Pero contemplamos también la alegría de Isabel al recibir a María; inspirada por el Espíritu del Señor conoce Isabel la importancia de aquella visita. Quien ante ella estaba era la madre de su Señor, la madre de Dios. Desborda de gozo Isabel y su alegría le conduce a la mejor confesión de fe. ‘¿De donde a mi que venga a visitarme la madre de mi Señor?’ Todo se vuelve bendiciones y alabanzas. Ha llegado a su casa la agraciada de Dios – recordamos lo que le había dicho el ángel a María, ‘has encontrado gracia ante Dios’ – e Isabel la bendice y la llama dichosa por su fe, porque ‘todo lo que le ha dicho el Señor se cumplirá’.

Pero no se quedan ahí los sones de alegría de aquellos momentos. ‘En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre’. Es también la alegría del que iba a ser el precursor del Mesías, del que venía ‘a preparar los caminos del Señor preparando para Dios un pueblo bien dispuesto’. Una alegría que recuerda lo que es la gloria del Señor pero una alegría que también pone en camino, como lo había hecho con María, para cumplir una misión.

La presencia de María, verdadero sagrario de Dios, en aquellos momentos estaba confirmando la misión del Bautista. Los saltos de alegría en el vientre de su madre eran anuncio de que se sentía en la presencia de quien venía como Salvador, pero era comienzo de algo que se iba a extender más allá de aquellas montañas de Judea. Como luego escucharemos la gente se preguntaría que sería de aquel niño en quienes tantas señales de Dios se estaban manifestando, pero era como un adelanto del anuncio que allá en el desierto junto al Jordán habría de realizar.

Alegría cuando sentimos el misterio de Dios en nuestra vida que nos tiene que llevar necesariamente a ponernos en camino, un camino de servicio, un camino de fe y de alabanza, un camino para realizar una misión. ¿Será así la alegría de nuestra navidad?

 

viernes, 20 de diciembre de 2024

Sorprendidos pero humildes, sobrecogidos ante lo sobrenatural pero agradecidos por tanto amor, es la respuesta de nuestra fe, sentido profundo de nuestra navidad

 

Sorprendidos pero humildes, sobrecogidos ante lo sobrenatural pero agradecidos por tanto amor, es la respuesta de nuestra fe, sentido profundo de nuestra navidad

Isaías 7, 10-14; Salmo 23; Lucas 1, 26-38

Las sorpresas de Dios siempre nos dejan boquiabiertos. Donde menos lo esperamos, quizás lo que menos esperamos, nunca en la forma cómo nosotros nos lo imaginamos Dios nos sorprende. Aunque tenemos un peligro, no dejarnos sorprender porque ya nada buscamos, no dejarnos sorprender porque nos hemos saciado de tantas cosas sin sabor que hemos perdido la sensibilidad, no dejarnos sorprender porque en nuestra autosuficiencia decimos que ya nada necesitamos, que lo espiritual no nos interesa, que nos bastamos a nosotros mismos con nuestros juguetes o jugando a creernos dioses que estamos por encima de esas cosas que ya nos parecen insulsas. Pero Dios sigue viniendo a sorprendernos con su amor.

Necesitamos humildad para dejarnos sorprender con las cosas de Dios, aunque nosotros sigamos jugando a hacernos dioses que están por encima de todas esas cosas. En el mundo en el que vivimos nos hemos llenado de autosuficiencia y hasta hemos querido transformar las cosas más sagradas a nuestra medida, desvirtuamos todo lo sagrado queriendo darle nuestras humanas o interesadas explicaciones y nos hemos materializado desacralizado tanto que queremos desterrar todo sentimiento religioso y transformarlo todo a nuestro sentido materialista de la vida.

Desvirtuamos las palabras que siempre han estado cargadas de un sentido espiritual para hacerlo todo mundano y que solo satisfaga nuestras sensaciones más primarias. ¿No estamos llegando a un punto, por ejemplo, que la palabra navidad ya no tiene nada que ver con la Encarnación de Dios que se hace hombre y presente en nuestra historia? ¿Qué es navidad para la mayoría de la gente que nos rodea en nuestro mundo de hoy? En algunos sitios hasta hacen desaparecer las imágenes que estén relacionadas con lo espiritual para sustituirlas por aquellas cosas que nos puedan llamar al consumo y una fiesta donde esté ausente Dios.

Los cristianos – y tenemos que decir que todo el mundo de hoy y esa sería nuestra tarea evangelizadora de anuncio del evangelio – necesitamos escuchar de nuevo un evangelio como el que hoy se nos ofrece, siempre novedad de evangelio a pesar de todas las veces que lo hayamos escuchado. Dios que viene a plantar su tienda entre nosotros para ser Emmanuel de verdad en medio de nuestro mundo y escoge a una joven doncella de Nazaret para que sea su madre. Así de sencillo y grandioso es el evangelio que hoy se nos ofrece.

María se sorprende ante la visita del ángel, nos dice el evangelista, y se puso a considerar todo aquello que contemplaba y escuchaba. Se quedó boquiabierta, en la expresión que empleábamos al principio. Podíamos decir que no se lo podía creer. Estaba siendo llamada la agraciada del Señor, aquella en quien Dios se había fijado y que quería contar con ella para el misterio más maravilloso de su amor, hacerse hombre naciendo de una mujer.

El ángel le explica con palabras que solo una persona de fe puede llegar a comprender. Nace esa fe desde esa sorpresa de Dios. Dios se nos manifiesta y nos hace conocer lo que es su voluntad, lo que son sus planes y le damos la respuesta de la fe, como lo hizo María.

Para quien es ajeno a la fe porque no quiere dejarse sorprender por Dios le puede parecer una escena increíble y que puede quedarse como en un mito. Pero si tenemos humildad, como la tenía María, que le costaba comprender pero hacía preguntas, que le parecía algo muy grande para ella que se siente muy pequeña, pero que se deja conducir, podremos entrar nosotros también en esa sintonía de Dios, en esa sintonía de lo espiritual, en esa apertura de nuestro espíritu a lo sobrenatural porque nos sobrepasa pero de lo que nos sentimos agradecidos porque descubrimos que es un regalo de amor.

Sorprendidos y boquiabiertos pero humildes, sobrecogidos ante lo sobrenatural pero agradecidos por tanto amor, es la respuesta de nuestra fe, es el sentido que tenemos que darle desde lo más profundo a nuestra navidad.