Tenemos
que vivir la Pascua de una forma honda pasando por una renovación de nuestra
vida y dejando que Cristo entre en nuestra vida y nos transforme
Ezequiel 37, 21-28; Jer 31, 10. 11-12ab. 13;
Juan 11, 45-57
También nosotros nos preguntamos muchas
veces ¿es que no hay nadie que haga nada? Cuando somos conscientes de la
problemática que vive nuestro mundo, cuando nos sentimos confundidos con tantas
cosas que vemos que no marchan a nuestro gusto y que mucha gente anda
descontenta, nos hacemos la pregunta. Y se trata de lo que es la vida social
ordinaria que vivimos en la cercanía a nosotros con tantas violencias, con
tanta corrupción, con el desorden moral que estamos contemplando como va en
crecida, con la gente desilusionada por tantos problemas a los que no
encuentran solución, y contemplamos la vida política, la marcha de nuestros
dirigentes con actuaciones que no terminamos de comprender aunque aceptemos la
disparidad de criterios que podamos tener, nos preguntamos quien va a salvar a
nuestra sociedad, quien va a salvar a nuestro mundo. Pensamos en personajes
carismáticos que puedan convencer, pensamos en verdaderos dirigentes de nuestra
sociedad que nos saquen del atolladero, ¿Dónde podemos encontrar quien
encuentre solución al mundo en que vivimos?
He querido comenzar mi reflexión de hoy
en las vísperas del inicio de la semana santa palpando de alguna manera la
situación en que vivimos en el hoy de nuestra vida, como también tendríamos que
palpar lo que es nuestra vida personal con sus problemas y sus inquietudes, con
las incertidumbres que se nos plantean muchas veces y los interrogantes que
tenemos dentro de nosotros mismos porque pienso que lo que vamos a celebrar
tiene que ser luz para esa situación que vivimos en todos los ámbitos de la
vida. Es como haremos verdadera celebración de nuestra fe.
En la Palabra que hoy se nos ha
proclamado el profeta describe también una situación difícil que vivió en
muchos momentos el pueblo de Dios, divisiones entre ellos, destierros lejos de
su patria, momentos en que parecía que habían perdido toda esperanza; tenemos
que saber leer el lenguaje profético que se trasluce también en lo que en aquel
momento estaban viviendo los judíos. La presencia de Jesús les había llenado de
interrogantes y también de dudas por lo que Jesús anunciaba; quienes estaban
bien situados se sentían seguros con su manera de vivir y veían quizás un
peligro incluso de revolución desde las palabras y anuncios de Jesús; ellos no
podían perder su influencia, que aunque estaban bajo el dominio de los romanos
los dirigentes del pueblo tenían asegurado su puesto. ¿Qué podía suceder?
No buscaban ellos realmente quien
viniera como salvador a dar un nuevo rumbo a las cosas; los pensamientos que
tenían de lo que seria el Mesías también estaba confuso en sus mentes. Se
atisbaban los peligros; más tarde les sucedería, no muchos años después, que
Jerusalén y el templo serían aniquilados. Era lo que en el fondo temían, por
eso como se atreve a decir el Sumo Sacerdote ‘es mejor que muera uno solo
por todo el pueblo’. No era consciente del sentido profético de sus
palabras, que el evangelista nos recordará.
¿Quién va a ser esa luz que nos guíe?
¿Quién va a ser ese salvador que nos libere de todos esos momentos oscuros?
¿Quién será el que pueda dirigir nuestra vida por caminos nuevos donde
encontremos la paz y tengamos respuesta a nuestras inquietudes? El evangelista
nos está diciendo que las palabras del Sumo Sacerdote tenían valor profético.
En Jesús encontrarán cumplimiento.
Y es lo que vamos a celebrar, pero no
solo contemplando a Jesús como el Salvador esperado solo en otros tiempos, sino
como quien es el verdadero camino de salvación en el hoy de nuestra vida y de
nuestro mundo. Ojalá supiéramos escuchar y supiéramos dejarnos conducir por las
palabras de Jesús. Para nuestros miedos, para nuestras dudas e incertidumbres,
para esa desorientación que vivimos en nuestra vida, para esos momentos
tormentosos que seguimos viviendo donde sigue reinando la violencia y la
injusticia, donde sigue imperando la corrupción y la maldad, para esos momentos
en que no sabemos dialogar y ponernos de acuerdo Jesús es la luz que nos
ilumina.
La pascua que vamos a celebrar tiene
que seguir teniendo sentido en nuestras vidas. Pero no la podemos vivir de una
forma superficial, no nos podemos quedar en exterioridades llenas de vanidad,
no podemos tener una alegría superficial que se desvanece pronto como el humo
de nuestros incensarios; tenemos que vivir la Pascua de una forma honda; y eso
tiene que pasar por una renovación de nuestra vida, por dejar que Cristo entre
en nuestra vida y nos transforme; por dejar que Cristo cargue sobre sí todas
esas maldades nuestras, toda esa superficialidad y vanidad y la ponga junto a
su cruz, nos ponga a nosotros junto a su cruz, porque será la forma de que todo
eso lo transformemos en vida, porque será la forma en que nosotros lleguemos a
transformarnos en esos hombres nuevos, será la mejor forma de vivir y celebrar
la Pascua.