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sábado, 12 de abril de 2025

Tenemos que vivir la Pascua de una forma honda pasando por una renovación de nuestra vida y dejando que Cristo entre en nuestra vida y nos transforme

 


Tenemos que vivir la Pascua de una forma honda pasando por una renovación de nuestra vida y dejando que Cristo entre en nuestra vida y nos transforme

Ezequiel 37, 21-28; Jer 31, 10. 11-12ab. 13; Juan 11, 45-57

También nosotros nos preguntamos muchas veces ¿es que no hay nadie que haga nada? Cuando somos conscientes de la problemática que vive nuestro mundo, cuando nos sentimos confundidos con tantas cosas que vemos que no marchan a nuestro gusto y que mucha gente anda descontenta, nos hacemos la pregunta. Y se trata de lo que es la vida social ordinaria que vivimos en la cercanía a nosotros con tantas violencias, con tanta corrupción, con el desorden moral que estamos contemplando como va en crecida, con la gente desilusionada por tantos problemas a los que no encuentran solución, y contemplamos la vida política, la marcha de nuestros dirigentes con actuaciones que no terminamos de comprender aunque aceptemos la disparidad de criterios que podamos tener, nos preguntamos quien va a salvar a nuestra sociedad, quien va a salvar a nuestro mundo. Pensamos en personajes carismáticos que puedan convencer, pensamos en verdaderos dirigentes de nuestra sociedad que nos saquen del atolladero, ¿Dónde podemos encontrar quien encuentre solución al mundo en que vivimos?

He querido comenzar mi reflexión de hoy en las vísperas del inicio de la semana santa palpando de alguna manera la situación en que vivimos en el hoy de nuestra vida, como también tendríamos que palpar lo que es nuestra vida personal con sus problemas y sus inquietudes, con las incertidumbres que se nos plantean muchas veces y los interrogantes que tenemos dentro de nosotros mismos porque pienso que lo que vamos a celebrar tiene que ser luz para esa situación que vivimos en todos los ámbitos de la vida. Es como haremos verdadera celebración de nuestra fe.

En la Palabra que hoy se nos ha proclamado el profeta describe también una situación difícil que vivió en muchos momentos el pueblo de Dios, divisiones entre ellos, destierros lejos de su patria, momentos en que parecía que habían perdido toda esperanza; tenemos que saber leer el lenguaje profético que se trasluce también en lo que en aquel momento estaban viviendo los judíos. La presencia de Jesús les había llenado de interrogantes y también de dudas por lo que Jesús anunciaba; quienes estaban bien situados se sentían seguros con su manera de vivir y veían quizás un peligro incluso de revolución desde las palabras y anuncios de Jesús; ellos no podían perder su influencia, que aunque estaban bajo el dominio de los romanos los dirigentes del pueblo tenían asegurado su puesto. ¿Qué podía suceder?

No buscaban ellos realmente quien viniera como salvador a dar un nuevo rumbo a las cosas; los pensamientos que tenían de lo que seria el Mesías también estaba confuso en sus mentes. Se atisbaban los peligros; más tarde les sucedería, no muchos años después, que Jerusalén y el templo serían aniquilados. Era lo que en el fondo temían, por eso como se atreve a decir el Sumo Sacerdote ‘es mejor que muera uno solo por todo el pueblo’. No era consciente del sentido profético de sus palabras, que el evangelista nos recordará.

¿Quién va a ser esa luz que nos guíe? ¿Quién va a ser ese salvador que nos libere de todos esos momentos oscuros? ¿Quién será el que pueda dirigir nuestra vida por caminos nuevos donde encontremos la paz y tengamos respuesta a nuestras inquietudes? El evangelista nos está diciendo que las palabras del Sumo Sacerdote tenían valor profético. En Jesús encontrarán cumplimiento.

Y es lo que vamos a celebrar, pero no solo contemplando a Jesús como el Salvador esperado solo en otros tiempos, sino como quien es el verdadero camino de salvación en el hoy de nuestra vida y de nuestro mundo. Ojalá supiéramos escuchar y supiéramos dejarnos conducir por las palabras de Jesús. Para nuestros miedos, para nuestras dudas e incertidumbres, para esa desorientación que vivimos en nuestra vida, para esos momentos tormentosos que seguimos viviendo donde sigue reinando la violencia y la injusticia, donde sigue imperando la corrupción y la maldad, para esos momentos en que no sabemos dialogar y ponernos de acuerdo Jesús es la luz que nos ilumina.

La pascua que vamos a celebrar tiene que seguir teniendo sentido en nuestras vidas. Pero no la podemos vivir de una forma superficial, no nos podemos quedar en exterioridades llenas de vanidad, no podemos tener una alegría superficial que se desvanece pronto como el humo de nuestros incensarios; tenemos que vivir la Pascua de una forma honda; y eso tiene que pasar por una renovación de nuestra vida, por dejar que Cristo entre en nuestra vida y nos transforme; por dejar que Cristo cargue sobre sí todas esas maldades nuestras, toda esa superficialidad y vanidad y la ponga junto a su cruz, nos ponga a nosotros junto a su cruz, porque será la forma de que todo eso lo transformemos en vida, porque será la forma en que nosotros lleguemos a transformarnos en esos hombres nuevos, será la mejor forma de vivir y celebrar la Pascua.

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