Cuando
levantéis en alto al Hijo del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada
por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado
Números 21, 4-9; Salmo 101; Juan 8, 21-30
Y tú, ¿quién te crees que eres?, quizás
hemos reaccionado alguna vez ante alguien de quien pensábamos que se arrogaba
unas atribuciones que no le correspondían. Nos cuesta aceptar a los demás, y
nos cuesta aceptarlos cuando se manifiestan con autoridad o queriendo
manifestarnos que saben lo que hacen. Son las desconfianzas podríamos decir
normales que algunas veces surgen, en ocasiones porque estamos escarmentados de
engaños y de vanidades, o porque queremos estar seguros de en quien confiamos.
¿Les costaba aceptar a Jesús como
Mesías a sus contemporáneos? ¿Realmente entenderían lo que Jesús quería
decirles dadas las prevenciones y los prejuicios que tenían sobre lo que tenía
que significar el Mesías? La gente sencilla le seguía porque sentían que
renacían sus esperanzas; los que se creían más entendidos y que quizás se habían
rodeando de ciertos privilegios pasaban por una criba las palabras y los gestos
de Jesús no queriendo entender ni aceptar lo que Jesús les decía que en cierta
manera trastocaba muchas costumbres y rutinas sobre las que habían edificado su
vida. Por eso le preguntaban ‘¿y quién eres tú?’ algo así como aquello
que nos decíamos al principio ¿y quien te crees que eres tú?
Como nos cuenta entender a nosotros
cuando nos sacan de nuestras rutinas de siempre, cuando se nos hacen
planteamientos nuevos, cuando vemos con toda su crudeza la radicalidad del
evangelio que nos exige cambios profundos en nuestra vida que nos den más
autenticidad a lo que hacemos y vivimos, a nuestra manera de vivir nuestro
sentido religioso. No queremos cambios, son revolucionarios para nosotros y
siempre le tenemos miedo a las revoluciones porque parece que vienen cargadas
de violencia. Pero lo que Jesús nos trae no es violencia que destruye, es fuego
que nos transforma, es agua nueva que nos revitaliza cuando tan muertos
estamos, cuando nos ilumina haciéndonos encontrar la verdadera luz porque
muchas veces solo nos dejamos iluminar por luces ilusorias que se convierten en
opacas. La violencia tenemos que hacérnosla a nosotros mismos para salir de esa
vida anquilosada en que vivimos.
Les era difícil en ocasiones entender
las palabras de Jesús. Ahora les habla de que se irá a donde ellos no pueden
ir, de que lo buscarán y no lo encontrarán, palabras para las que hay que tener
una sensibilidad especial para entenderlas, una sensibilidad nacida de la
confianza y de la fe en El que les faltaba. Finalmente les dirá que cuando sea
elevado en alto entonces comprenderán quien es.
Una referencia en cierto modo a lo que
hemos escuchado en la primera lectura de aquel episodio acaecido en el
desierto; en la reticencia con que muchas veces caminaban en aquellas largas
jornadas de desierto se ven atacado por unas serpientes venenosas; acuden a
Moisés, acuden a Yahvé, y Moisés levanta en algo aquella serpiente de bronce en
medio del campamento como un signo o como señal; sienten sobre ellos la
misericordia del Señor, no mueren como consecuencia de la mordedura de aquellas
serpientes; todo ello va a ser un signo profético al que ahora hace referencia
Jesús; será El quien va a ser levantado en algo, referencia a su muerte en
Cruz, y entonces en verdad podrán comprender el sentido de su vida, podrán
comenzar a creer en quien da su vida por nosotros aunque seamos pecadores.
‘Cuando levantéis en alto al Hijo
del hombre, sabréis que “Yo soy”, y que no hago nada por mi cuenta, sino que
hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha
dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada’.
Por eso nosotros levantamos nuestros
ojos hacia lo alto del madero, porque sabemos bien quien es el que allí está
crucificado. Ahí comprendemos todo el misterio de Dios que se manifiesta en
Jesús, ahí comprendemos toda la autoridad de Jesús que dio su vida por
nosotros, ahí comprendemos quien es Jesús que es nuestro Salvador. A los judíos
les costaba entender estas palabras de Jesús pero el evangelista nos dice sin
embargo que a partir de ese momento muchos creyeron en El. Una sintonía
especial para creer en Jesús; como la tuvo aquel centurión romano que tras la
muerte de Jesús en la Cruz proclama que quien ha muerto allí es el Justo, que
viene a decir que es nuestro Salvador.
Tratemos de conocer más a Jesús, entremos
en su sintonía, para dejarnos transformar por esa fe que en El ponemos.
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