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jueves, 10 de abril de 2025

Nuestra fe es vivir a Cristo y esa vida en Dios se hace eterna, para siempre, algo que solo podemos entender, más bien vivir, solo desde la fe

 

Nuestra fe es vivir a Cristo y esa vida en Dios se hace eterna, para siempre, algo que solo podemos entender, más bien vivir, solo desde la fe

Génesis 17, 3-9; Salmo 104; Juan 8, 51-59

¿Es fácil creer? Pues la pregunta tampoco es fácil. Somos de los que queremos palpar todo con nuestras manos, buscamos razonamientos por todas partes, explicaciones que nos quepan en nuestro entendimiento y con la fe entramos en otros ámbitos. Y tenemos que reconocer que algunas veces se nos hace difícil y comenzamos a poner en duda muchas cosas, y comenzamos a hacernos preguntas. Sí, es bueno que nos hagamos preguntas; pero también tenemos que darnos cuenta que con la fe entramos en el ámbito de la vida, de lo que vivimos y de lo que sentimos, de la experiencia que sintamos en nuestro interior; y son cosas que cuando llegan a nosotros hay que vivirlas, no podemos ponernos a la distancia.

Cuando hoy leemos en el evangelio esa discusión de los judíos con Jesús, que no entienden las palabras que Jesús les dice o que ellos les dan sus explicaciones, que no terminan de comprender de la manera que se les presenta Jesús, quizás nosotros desde nuestra distancia nos preguntamos por qué eran así, por qué no lo querían aceptar; hoy nos parece tan naturales las palabras de Jesús, porque así siempre las hemos oído, pero quizás tampoco nosotros nos hemos puedo a reflexionarlas y a ahondar en ellas para comprender todo lo que Jesús quiere decirnos.

Por eso necesitamos a veces detenernos un poco y ponernos a analizar bien lo que decimos que creemos, lo que es la fe que tenemos para que no se quede en algo que nos puede parecer muy valioso pero lo tenemos ahí como muy guardado en el armario, pero no llegamos a tener una vivencia honda de nuestra fe. Aunque algunas veces se nos haga cuesta arriba, aunque a veces no sepamos que paso dar, pero tenemos que buscar la forma de darle hondura de verdad a nuestra fe.

Son las palabras que escuchamos en el evangelio, donde Jesús se nos está manifestando en toda su plenitud, aunque las palabras en algún momento nos parezcan confusas, pero es también lo que hemos escuchado en la primera lectura. Ahí contemplamos la fe de Abraham, todo ese misterio de ese encuentro profundo con Dios. En algún momento en las imágenes de la Biblia veremos a Abraham hablando con Dios como dos amigos que charlan paseando en la brisa fresca de la tarde.

Pero no había sido fácil para Abrahán todo el proceso de su fe, desde que Dios le llama a salir de su tierra y ponerse en camino a la tierra que le va a dar. Ponerse en camino porque se fía de una Palabra que siente en su corazón. No era fácil. No era fácil aceptar que siendo ya viejos como eran pudiera tener un hijo y desde ahí una numerosa descendencia como las arenas del mar o las estrellas del cielo. No le fue fácil aceptar el sacrificio que parecía que Dios le pedía de aquel hijo que le había dado. Pero Abrahán creyó, y creyó cuando parecía que no había nada que esperar, cuando no había esperanza y Dios se lo computó como justicia, como nos dirá san Pablo. La promesa de Dios se realizaba y se cumplía.

‘Mantendré mi alianza contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como alianza perpetua. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros. Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra en que peregrinas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré su Dios’.

¿Llegaremos nosotros a tener una fe así? ¿Es así como nos fiamos de Dios y de su Palabra? ¿Es así como sentimos su presencia en nuestra vida? ¿Lo estamos haciendo vida?

Hoy nos dirá Jesús en el evangelio que ‘quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre’. ¿Cómo entendemos estas palabras de Jesús? Porque no nos quedamos en la textualidad de las palabras; si nos ponemos a buscar razonamientos humanos ¿no nos damos cuenta de que todos morimos algún día?

Las palabras de Jesús tienen una trascendencia especial, van más allá de lo que las mismas palabras dicen cuando empleamos la palabra muerte o la palabra vida para siempre. Y eso de que porque seamos buenos se va a guardar de nosotros un recuerdo eterno, de alguna manera puede ser algo relativo. Ya sabemos que tenemos que dejar buenas huellas de nuestro paso por la vida, un buen recuerdo, pero que muchas veces no van más allá de una generación. Luego lo de ‘no morir para siempre’ que nos dice Jesús tiene otra trascendencia.

Y es que guardar su palabra, como nos dice, significa un identificarnos de tal manera con Cristo que ya sea Cristo quien vive en nosotros. Lo que decía san Pablo ‘es Cristo quien vive en mi’. Es vivir a Cristo y esa vida en Dios claro que sí se hace eterna, se vive para siempre. Algo que solo podemos entender, más bien vivir, solo desde la fe.

Que crezca, entonces, nuestra fe; que crezca nuestra configuración con Cristo; que crezca nuestra vivencia de Dios.

 

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