Nuestra
fe es vivir a Cristo y esa vida en Dios se hace eterna, para siempre, algo que
solo podemos entender, más bien vivir, solo desde la fe
Génesis 17, 3-9; Salmo 104; Juan 8, 51-59
¿Es fácil creer? Pues la pregunta
tampoco es fácil. Somos de los que queremos palpar todo con nuestras manos,
buscamos razonamientos por todas partes, explicaciones que nos quepan en
nuestro entendimiento y con la fe entramos en otros ámbitos. Y tenemos que
reconocer que algunas veces se nos hace difícil y comenzamos a poner en duda
muchas cosas, y comenzamos a hacernos preguntas. Sí, es bueno que nos hagamos
preguntas; pero también tenemos que darnos cuenta que con la fe entramos en el
ámbito de la vida, de lo que vivimos y de lo que sentimos, de la experiencia
que sintamos en nuestro interior; y son cosas que cuando llegan a nosotros hay
que vivirlas, no podemos ponernos a la distancia.
Cuando hoy leemos en el evangelio esa
discusión de los judíos con Jesús, que no entienden las palabras que Jesús les
dice o que ellos les dan sus explicaciones, que no terminan de comprender de la
manera que se les presenta Jesús, quizás nosotros desde nuestra distancia nos
preguntamos por qué eran así, por qué no lo querían aceptar; hoy nos parece tan
naturales las palabras de Jesús, porque así siempre las hemos oído, pero quizás
tampoco nosotros nos hemos puedo a reflexionarlas y a ahondar en ellas para
comprender todo lo que Jesús quiere decirnos.
Por eso necesitamos a veces detenernos
un poco y ponernos a analizar bien lo que decimos que creemos, lo que es la fe
que tenemos para que no se quede en algo que nos puede parecer muy valioso pero
lo tenemos ahí como muy guardado en el armario, pero no llegamos a tener una
vivencia honda de nuestra fe. Aunque algunas veces se nos haga cuesta arriba,
aunque a veces no sepamos que paso dar, pero tenemos que buscar la forma de
darle hondura de verdad a nuestra fe.
Son las palabras que escuchamos en el
evangelio, donde Jesús se nos está manifestando en toda su plenitud, aunque las
palabras en algún momento nos parezcan confusas, pero es también lo que hemos
escuchado en la primera lectura. Ahí contemplamos la fe de Abraham, todo ese
misterio de ese encuentro profundo con Dios. En algún momento en las imágenes
de la Biblia veremos a Abraham hablando con Dios como dos amigos que charlan
paseando en la brisa fresca de la tarde.
Pero no había sido fácil para Abrahán
todo el proceso de su fe, desde que Dios le llama a salir de su tierra y
ponerse en camino a la tierra que le va a dar. Ponerse en camino porque se fía
de una Palabra que siente en su corazón. No era fácil. No era fácil aceptar que
siendo ya viejos como eran pudiera tener un hijo y desde ahí una numerosa
descendencia como las arenas del mar o las estrellas del cielo. No le fue fácil
aceptar el sacrificio que parecía que Dios le pedía de aquel hijo que le había
dado. Pero Abrahán creyó, y creyó cuando parecía que no había nada que esperar,
cuando no había esperanza y Dios se lo computó como justicia, como nos dirá san
Pablo. La promesa de Dios se realizaba y se cumplía.
‘Mantendré mi alianza contigo y con
tu descendencia en futuras generaciones, como alianza perpetua. Seré tu Dios y
el de tus descendientes futuros. Os daré a ti y a tu descendencia futura la
tierra en que peregrinas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré
su Dios’.
¿Llegaremos nosotros a tener una fe así?
¿Es así como nos fiamos de Dios y de su Palabra? ¿Es así como sentimos su
presencia en nuestra vida? ¿Lo estamos haciendo vida?
Hoy nos dirá Jesús en el evangelio
que ‘quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre’. ¿Cómo
entendemos estas palabras de Jesús? Porque no nos quedamos en la textualidad de
las palabras; si nos ponemos a buscar razonamientos humanos ¿no nos damos
cuenta de que todos morimos algún día?
Las palabras de Jesús tienen una trascendencia
especial, van más allá de lo que las mismas palabras dicen cuando empleamos la
palabra muerte o la palabra vida para siempre. Y eso de que porque seamos
buenos se va a guardar de nosotros un recuerdo eterno, de alguna manera puede
ser algo relativo. Ya sabemos que tenemos que dejar buenas huellas de nuestro
paso por la vida, un buen recuerdo, pero que muchas veces no van más allá de
una generación. Luego lo de ‘no morir para siempre’ que nos dice Jesús
tiene otra trascendencia.
Y es que guardar su palabra, como nos
dice, significa un identificarnos de tal manera con Cristo que ya sea Cristo
quien vive en nosotros. Lo que decía san Pablo ‘es Cristo quien vive en mi’.
Es vivir a Cristo y esa vida en Dios claro que sí se hace eterna, se vive para
siempre. Algo que solo podemos entender, más bien vivir, solo desde la fe.
Que crezca, entonces, nuestra fe; que
crezca nuestra configuración con Cristo; que crezca nuestra vivencia de Dios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario