¿Somos
esclavos o libres? En Jesús encontraremos un sentido nuevo y distinto de la
vida, la Verdad que nos hará realmente libres
Daniel 3, 14-20. 91-92. 95; Sal.: Dn 3,
52-56; Juan 8, 31-42
Es difícil hablar de esclavitud y de
libertad. Todos hoy nos sentimos libres, es un don bien apreciado, no queremos
sentirnos esclavos de nadie y porque decimos que somos libres hablamos o
decimos lo que se nos ocurre, hacemos solamente aquello que nos apetezca o nos
parece que es un bien para nosotros. Esclavitud como sujeción a una persona es
algo que no soportamos. No entendemos, decimos, las esclavitudes habidas en
otros tiempos y que realmente en la historia no hace tanto tiempo que han sido
abolidas del todo. Cuando vemos imágenes o leemos algo en la historia o la literatura
de esto, nos cuesta quizás entender que alguien pudiera dominar a otra persona
de la forma que lo hacia para hacerlo su esclavo. Pero cuidado que nos quedemos
en una visión un tanto superficial.
Pero las esclavitudes y las libertades
¿solo van por esos caminos? ¿Eres capaz en un momento dado de decirte no a una
cosa que apeteces o por lo que te sientes apasionado? ¿Estará faltando una
libertad interior en ti mismo? Puede ser esto una manera de comenzar a pensar
que esto es algo serio y no tan superficial.
Bueno algo así les estaba pasando a los
judíos cuando escuchan las palabras de Jesús que hoy se nos ofrecen en el
evangelio. Junto a Jesús había un pequeño grupo de los que comenzaban a creer
en El a pesar de todo aquel movimiento en contra que se estaba desencadenando
en Jerusalén y que terminarían en el prendimiento de Jesús. Y a aquellos que
comienzan a creer en El Jesús viene a animarles y hacerlos comprender que con
El iban a encontrar un verdadero sentido para sus vidas, iban a encontrarse con
la Verdad y esa Verdad que Jesús les ofrecía les haría verdaderamente libres. ‘Si
permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la
verdad, y la verdad os hará libres’, les dice Jesús.
Es lo que ahora les cuesta entender y
le replican que ellos nunca han sido esclavos de nadie. ¿Algo así como lo que
decimos nosotros, seguimos diciendo hoy? ‘En verdad, en verdad os digo: todo
el que comete pecado es esclavo’, les replica Jesús. Es lo que les cuesta
entender, lo que a nosotros nos cuesta entender.
Pecado, decimos, es una negación de
Dios, pecado es hacer que otra cosa que no sea Dios lo convirtamos en dios de
nuestra vida; y partimos de nosotros mismos cuando nos endiosamos con nuestro egoísmo
e insolidaridad, o con nuestro orgullo y vanidad. ¿Nos creemos los más bonitos
del mundo? ¿Nos creemos los únicos y los que nos sentimos por encima de todo y
de todos? Es el pensar solo en nosotros mismos y cuando pensamos solo en
nosotros mismos estamos destruyendo el amor en nuestra vida, no es capaz de
abrirse a los demás, no es capaz de darse a los demás, no es capaz de pensar en
el otro. ¿No será esto realmente una idolatría? Estamos negando a Dios, como
decíamos, estamos sustituyendo a Dios por nuestro ego, nuestro capricho,
nuestro orgullo, nuestra vanidad.
Y detrás vendrá como en una cascada una
cantidad inmensa de cosas que convertimos en insustituibles en nuestra vida, en
ídolos que nos esclavizan y nos dominan; pensemos en el materialismo de la vida
y el dinero y la riqueza, pensemos en nuestros deseos de poder para desde
nuestra superioridad dominar a los que nos rodean, pensemos en las pasiones que
no podemos controlar sino que ellas nos controlan a nosotros empezando por la
violencia o por los deseos de placer y de pasarlo bien cueste lo que cueste,
sea como sea; mientras yo sea feliz, mientras yo me dé satisfacción a mi mismo,
me dejo llevar por aquello que tira de mi y me está dominando porque no soy
capaz de controlar y poner en orden.
Jesús viene a darnos un sentido nuevo y
distinto de la vida, de lo que somos y de lo que tenemos, de nuestras
relaciones con los demás y de lo que podemos hacer para que nuestro mundo sea
mejor y entonces sí todos podamos ser más felices. Es la verdad que Jesús nos
ofrece cuando nos habla del Reino de Dios, una verdad, como nos dice Jesús hoy,
que nos hará libres.
Y esto, ya lo sabemos, es algo que nos
cuesta entender y llevar a cabo. ¿Por qué? Porque no somos libres de verdad,
porque no hemos llegado a entender lo que verdaderamente nos hace libres.
¿Tendríamos que pensar en el camino del amor?
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