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viernes, 20 de diciembre de 2024

Sorprendidos pero humildes, sobrecogidos ante lo sobrenatural pero agradecidos por tanto amor, es la respuesta de nuestra fe, sentido profundo de nuestra navidad

 

Sorprendidos pero humildes, sobrecogidos ante lo sobrenatural pero agradecidos por tanto amor, es la respuesta de nuestra fe, sentido profundo de nuestra navidad

Isaías 7, 10-14; Salmo 23; Lucas 1, 26-38

Las sorpresas de Dios siempre nos dejan boquiabiertos. Donde menos lo esperamos, quizás lo que menos esperamos, nunca en la forma cómo nosotros nos lo imaginamos Dios nos sorprende. Aunque tenemos un peligro, no dejarnos sorprender porque ya nada buscamos, no dejarnos sorprender porque nos hemos saciado de tantas cosas sin sabor que hemos perdido la sensibilidad, no dejarnos sorprender porque en nuestra autosuficiencia decimos que ya nada necesitamos, que lo espiritual no nos interesa, que nos bastamos a nosotros mismos con nuestros juguetes o jugando a creernos dioses que estamos por encima de esas cosas que ya nos parecen insulsas. Pero Dios sigue viniendo a sorprendernos con su amor.

Necesitamos humildad para dejarnos sorprender con las cosas de Dios, aunque nosotros sigamos jugando a hacernos dioses que están por encima de todas esas cosas. En el mundo en el que vivimos nos hemos llenado de autosuficiencia y hasta hemos querido transformar las cosas más sagradas a nuestra medida, desvirtuamos todo lo sagrado queriendo darle nuestras humanas o interesadas explicaciones y nos hemos materializado desacralizado tanto que queremos desterrar todo sentimiento religioso y transformarlo todo a nuestro sentido materialista de la vida.

Desvirtuamos las palabras que siempre han estado cargadas de un sentido espiritual para hacerlo todo mundano y que solo satisfaga nuestras sensaciones más primarias. ¿No estamos llegando a un punto, por ejemplo, que la palabra navidad ya no tiene nada que ver con la Encarnación de Dios que se hace hombre y presente en nuestra historia? ¿Qué es navidad para la mayoría de la gente que nos rodea en nuestro mundo de hoy? En algunos sitios hasta hacen desaparecer las imágenes que estén relacionadas con lo espiritual para sustituirlas por aquellas cosas que nos puedan llamar al consumo y una fiesta donde esté ausente Dios.

Los cristianos – y tenemos que decir que todo el mundo de hoy y esa sería nuestra tarea evangelizadora de anuncio del evangelio – necesitamos escuchar de nuevo un evangelio como el que hoy se nos ofrece, siempre novedad de evangelio a pesar de todas las veces que lo hayamos escuchado. Dios que viene a plantar su tienda entre nosotros para ser Emmanuel de verdad en medio de nuestro mundo y escoge a una joven doncella de Nazaret para que sea su madre. Así de sencillo y grandioso es el evangelio que hoy se nos ofrece.

María se sorprende ante la visita del ángel, nos dice el evangelista, y se puso a considerar todo aquello que contemplaba y escuchaba. Se quedó boquiabierta, en la expresión que empleábamos al principio. Podíamos decir que no se lo podía creer. Estaba siendo llamada la agraciada del Señor, aquella en quien Dios se había fijado y que quería contar con ella para el misterio más maravilloso de su amor, hacerse hombre naciendo de una mujer.

El ángel le explica con palabras que solo una persona de fe puede llegar a comprender. Nace esa fe desde esa sorpresa de Dios. Dios se nos manifiesta y nos hace conocer lo que es su voluntad, lo que son sus planes y le damos la respuesta de la fe, como lo hizo María.

Para quien es ajeno a la fe porque no quiere dejarse sorprender por Dios le puede parecer una escena increíble y que puede quedarse como en un mito. Pero si tenemos humildad, como la tenía María, que le costaba comprender pero hacía preguntas, que le parecía algo muy grande para ella que se siente muy pequeña, pero que se deja conducir, podremos entrar nosotros también en esa sintonía de Dios, en esa sintonía de lo espiritual, en esa apertura de nuestro espíritu a lo sobrenatural porque nos sobrepasa pero de lo que nos sentimos agradecidos porque descubrimos que es un regalo de amor.

Sorprendidos y boquiabiertos pero humildes, sobrecogidos ante lo sobrenatural pero agradecidos por tanto amor, es la respuesta de nuestra fe, es el sentido que tenemos que darle desde lo más profundo a nuestra navidad.

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