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martes, 9 de diciembre de 2025

Miremos a nuestro lado y veamos que palabras de consuelo podemos ofrecer o la compañía que vamos a regalar a quien vive en soledad

 


Miremos a nuestro lado y veamos que palabras de consuelo podemos ofrecer o la compañía que vamos a regalar a quien vive en soledad

Isaías 40, 1-11; Salmo 95; Mateo 18, 12-14

En este mundo de hoy en que vivimos en que tantos medios de comunicarnos tenemos a nuestras manos, donde se multiplican las redes sociales que podríamos decir que lo que buscan es precisamente esa comunión y esa relación entre unos y otros que aunque lejos físicamente sin embargo siempre encontraremos alguien con quien comunicarnos, me atrevo a decir que es un mundo donde reina mucho la soledad; quizás algunas veces esas redes sociales nos sirvan de refugio para encontrar a alguien con quien hablar o desahogarnos cuando quizás no somos capaces de comunicarnos seriamente con el que tenemos al lado; pero al final esas relaciones en la lejanía pasan y se difuminan y nos seguimos quedando en la misma soledad. Es en cierto modo el grito desesperado de quien se siente solo y nada le llena.

Pero también en nuestra cercanía nos encontramos esas soledades porque tenemos la tendencia muchas veces de encerrarnos en nuestras cosas, en nuestro trabajo pero tras el cual no quedan relaciones de verdadera amistad con los compañeros de trabajo, estamos demasiado detrás de las puertas cerradas escogiendo demasiado a quien abrir la puerta y al final nos seguimos sintiendo en la misma soledad. ¿Cómo rompemos esa espiral que lo mismo que por un lado se abre a la lejanía en el punto más cercano lo que hace es encerrarse más?

Cuántos vemos pasar a nuestro lado desconsolados porque les falta esa palabra de consuelo; siguen habiendo muchas lágrimas de soledad que nadie ve, pero que tampoco buscamos donde limpiarlas para encontrar ese consuelo. ¿Seríamos capaces de ser ese paño de consuelo, escuchando, deteniéndonos junto a la persona que quizás vemos anhelante a nuestro lado aunque no sabe cómo expresarse, mirando más de frente a las personas con las que nos encontramos para saber leer en sus ojos lo que quizás llevan por dentro y les produce desazón o les hace sufrir?

Hoy en la Palabra que se nos proclama en este camino de Adviento se nos habla de ofrecimiento de consuelo que el Señor tiene para nosotros. porque nos habla de redención y de redención gratuita, porque así de generoso es el amor del Señor, se nos habla de caminos nuevos que se pueden abrir en los desiertos de la vida, se nos habla de que aunque los jardines y los prados se desequen y pierdan su verdor la Palabra del Señor permanece fiel para nosotros. Y nos habla del Pastor que nos busca y nos pastorea, que nos sana y nos ofrece los mejores pastos, que nos busca si andamos perdidos y que cura las angustias de nuestras soledades.

Y esto lo estamos escuchando en el Adviento, este camino con el que pretendemos prepararnos para la Navidad que tiene que ser una hermosa realidad hoy en nuestra vida y nuestro mundo. Pero hacer una hermosa navidad no es poner signos externos de luces y de fiesta, es poner más luz en los corazones de los hombres para que encuentren lo que les va a dar verdadera alegría. Son las señales que tenemos que dar. Es como mostraremos esa verdadera Navidad porque Dios vaya naciendo en el corazón de los hombres de nuestro tiempo.

No es tarea fácil, pero tiene que ser nuestro compromiso. Hablábamos antes de las soledades del hombre de hoy y muchas más cosas podríamos decir. ¿Podremos ofrecer sinceramente esta palabra de consuelo que nos ofrece el profeta hoy? ¿Qué soledad vamos a compartir, qué lágrimas vamos a enjugar, que palabras de consuelo y de ánimo vamos a ofrecer a esos cercanos a nosotros pero que muchas veces tenemos tan lejos? ¿No conoces a nadie a tu lado que sufre esa soledad?

Es para tomarse en serio esta Palabra de Dios hoy para nuestra vida.


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