Busquemos
un motivo hondo para nuestro camino de adviento preguntándonos qué esperamos o
a quien esperamos, porque será distinto el sentido de nuestra espera
Isaías 40, 25-31; Salmo 102; Mateo 11, 28-30
Siguen avanzando los días y sigue
avanzando el camino de adviento que vamos realizando; como bien sabemos es un
camino de espera, todos andamos ansiosos porque llegue la Navidad, pero no para
todos es el mismo sentido de la espera porque quizás no esperamos lo mismo;
aunque nuestra sociedad se ha contagiado de ese sentimiento de la espera que
nació en los creyentes que querían darle cada año un sentido nuevo y cada vez
más intenso a la Navidad que íbamos a celebrar, sin embargo podíamos decir que
ha habido una manipulación de esos sentimientos aprovechándolo cada uno para
sus intereses.
Mucho pesa en estos momentos ese
ambiente comercial y de consumo al que todos nos sentimos tentados y en el que
muchos quieren hacer su negocio. No es malo que muchos busquen un rendimiento a
sus esfuerzos y trabajos, pero lo malo es perder el sentido grandioso que tendría
que tener para nosotros la navidad que se acerca.
¿Qué esperamos? Quizás tendríamos que
comenzar preguntándonos, porque depende de lo que esperemos así le daremos
sentido a nuestra espera. Es importante este planteamiento para que encontremos
entonces el verdadero sentido que tendríamos que darle a nuestras celebraciones
cristianas. Muchas veces solo esperamos cosas y todo parece que lo centramos en
los regalos que tengamos que hacernos o recibir, el buen ambiente de fiesta con
buenas comidas que hagamos en estos días, o que la suerte nos visite para que
nos traiga grandes premios que pareciera que sería los que nos solucionarían
todos los problemas que tenemos. Pudiera ser que al final nos sintamos
desencantados porque ni fueron los regalos que esperábamos, ni logramos el buen
ambiente en nuestras comidas y la fortuna no nos visitó. ¿Dónde se nos queda
todo?
Qué bonito y qué distinto es cuando
esperamos a alguien; el encuentro personal será siempre más enriquecedor si
ponemos buena disposición por todas partes; el encuentro personal nos hace
crecer en humanidad y nos lleva a descubrir lo que mejor puede hacernos
felices. Es la espera de la madre del hijo que hace tantos años marchó a otros
lugares y ahora vuelve al hogar; es la espera del amigo con que tanto vamos a
compartir y que nos hace disfrutar del calor del cariño y de la presencia de
aquel a quien mucho apreciamos; es la espera del reencuentro de quienes por las
razones que fueran andaban distanciados y ahora recuperan una amistad que se
había deteriorado; es la espera de aquel con quien nos sentimos a gusto y que
su presencia nos llena de paz porque nos comprende al mismo tiempo que nos
anima y levanta de nuestros decaimientos.
¿Qué esperamos nosotros en este
Adviento o a quién esperamos? Ahí está la raíz y la motivación verdadera para
darle un sentido hondo a este Adviento como va a tener un sabor nuevo la
Navidad que vamos a celebrar. Esperamos no algo sino que esperamos a Alguien,
con más amor que una madre, como al Pastor que viene en búsqueda de las ovejas
perdidas y por eso viene a mi encuentro que tantas veces ando sin saber ni por
donde camino, como quien viene a ser nuestra paz y nuestro descanso porque en
la mansedumbre de su corazón vamos a encontrar nuestro descanso, que viene con
los brazos abiertos que nos ofrecen reconciliación pero que al mismo tiempo nos
impulsará a vivir también esa reconciliación con los demás.
Es lo que hoy nos está diciendo el
profeta con aquellas palabras que levantaban la esperanza en el pueblo de
Israel que esperaba al Mesías, y lo que Jesús mismo nos quiere decir en el
evangelio. ¿Qué estamos cansados y agobiados? Vayamos a El que nos ofrece
descanso en el refugio de su corazón. ¿Qué andamos desorientados en la vida como
ovejas que no tiene pastor y perdidos por los arrabales por los que nos ha
arrastrado nuestro orgullo y nuestra ambición, o el materialismo de la vida que
nos hace esclavos de las cosas que al final han dejado un vacío en nuestro
espíritu? sentémonos a los pies de Jesús como aquellas multitudes en la ladera
del monte de las bienaventuranzas o como María de Betania que supo escoger la
mejor parte.
Cuando llegue el día de Navidad
entonces nos encontraremos de verdad con Dios en aquel niño recién nacido y
recostado en un pesebre en el portal de Belén. Nuestra mirada será otra y las
motivaciones para la fiesta de navidad serán mucho más hondas porque nos vamos
a encontrar con Dios de manera especial en cuantos nos vayamos encontrando por
los caminos de la vida, sea cual sea su condición, porque en ellos veremos
siempre unos hijos de Dios.
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