Seguridad
de la piedra sobre la que está fundamentada la Iglesia que es nuestra fe en
Jesús y que vivimos en torno a Pedro en comunión de toda la Iglesia
Hechos 12, 1-11; Salmo 33; 2Timoteo 4, 6-8.
17-18; Mateo 16, 13-19
Todos queremos tener un piso firme bajo
nuestros pies mientras caminamos; si es inestable, si se mueve o fluctúa parece
que no nos da seguridad y nos entra el miedo y la desconfianza. Valgan esos
puentes flotantes para un juego como vemos muchas veces en actividades
recreativas, nosotros queremos pisar firmes y no nos falle bajo nuestros pies.
Ya sabemos quienes no se sienten seguros en un barco y se marean con el
balanceo del barco como consecuencia del movimiento de las aguas; hay quien no
se siente seguro en las alturas en que vuela un avión porque nos parece que hay
mucho vacío bajo nuestros pies.
¿Será así como queremos andar en la
vida? Las fluctuaciones en la vida social parece que crean inestabilidad, y de
ahí surge toda una lucha política porque siempre el adversario ve inseguridad que
crea inestabilidad en lo que propone el gobernante y de ahí ya sabemos las
consecuencias para toda la sociedad. Pero queremos estabilidad en las familias,
queremos estabilidad allí donde realizamos la vida, queremos estabilidad en
nuestros trabajos porque eso nos da seguridad y nos puede hacer pensar en un
posible futuro mejor.
Aunque tenemos en cuenta estos aspectos
de la vida, porque también son cosas que nos preocupan, hoy desde la Palabra de
Dios en esta solemnidad que estamos celebrando de los Apóstoles san Pedro y san
Pablo se nos está hablando de la seguridad sobre la que queremos fundamentar
nuestra vida de fe, todo lo que atañe a nuestra vida cristiana. El evangelio
nos habla de piedra y de fundamento de nuestra fe y de la Iglesia de manera que
el poder del enemigo no la derrotará.
No puede ser una piedra inestable. Todo
ha partido de una confesión de fe de Pedro; más bien con la pregunta que hace
Jesús tomando el pulso de lo que le gente opinaba de él, pero fundamentalmente
de lo que ellos, los discípulos más cercanos, sentían sobre Jesús. ‘Y
vosotros, ¿quién decís que soy yo?’ Era necesaria aquella clarividencia de
los que le seguían más de cerca, aquellos que un día había escogido, no solo
los había ido llamando por los caminos, sino que en un momento determinado los había
llamado por su nombre para que estuvieran con El, porque iban a ser como el
principio de aquella Iglesia. De ahí la importancia de la fe de los apóstoles.
Es Pedro el que se ha adelantado para
confesar su fe. ¿Era consciente totalmente de lo que estaba diciendo? Como le
dirá Jesús no lo dice por si mismo, sino porque el Padre del cielo se lo ha
revelado en su corazón. Por eso les dice que ese va a ser el fundamento de la
Iglesia, la piedra sobre la que se edificará la Iglesia, en la que va a tener
seguridad, que no se mueva bajo los pies, como hemos comenzado diciendo. La
imagen de ello va a ser Pedro, le ha cambiado el nombre de Simón por piedra,
por Pedro, que es lo que viene a significar la palabra. En otro momento le dirá
a Pedro que cuando pasen los momentos de zozobra, él tendrá que mantenerse
firme para que confirme en la fe a los hermanos.
Este es el sentido bonito que tiene la
fiesta de este día; decimos normalmente de san Pedro y san Pablo y así es, pero
tenemos que decir que es la fiesta de la Iglesia, de la proclamación del
fundamento de la Iglesia. Qué bonito es lo que hemos vivido recientemente con
la muerte del Papa Francisco, con la expectativa de quien iba a ser el nuevo
Papa, y la elección de León XIV.
En estos momentos hemos visto de forma
palpable de lo que nos ha hablado hoy la primera lectura. Mientras Pedro estaba
en la cárcel, la comunidad entera oraba al Señor por Pedro; es lo que hemos
visto en aquellos momentos de oración intensa en la enfermedad del Papa y en su
muerte, pero luego pidiendo por la elección del nuevo Pontífice. Los medios de
comunicación hacían sus cábalas, quien tenía más probabilidades y quien no,
pero la Iglesia oraba con esperanza, aunque de eso no hablaban los medios ni
les interesaba.
Y Dios nos ha dado el Papa que necesita hoy la Iglesia; no podemos hablar ni de continuidades ni de rupturas, porque esas no son las formas del actuar de Dios y ese no puede ser el verdadero sentimiento de los cristianos. Es lo que Dios quiere hoy para su Iglesia, con sus matices y con peculiaridades, porque no tiene que haber mimetismos que son monstruosos.
Son los caminos de Dios que con fe nosotros hemos de caminar. Son
los caminos en los que nos sentimos seguros porque Jesús nos prometió que estaría
siempre con nosotros, y la fuerza de su Espíritu se manifestando en cada
momento según lo que la Iglesia va necesitando. Es la seguridad de esa piedra
sobre la que está fundamentada la Iglesia que es nuestra fe en Jesús y que
vivimos en torno a Pedro sintiendo la comunión de toda la Iglesia.
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