Qué
distintas hacemos las cosas cuando caminamos desde el amor, vayamos hasta Jesús
y su evangelio y dejémonos encontrar por El, otra será nuestra alegría
Isaías 40, 15-31; Salmo 102; Mateo 11, 28-30
Estoy cansado, no puedo más. ¿Lo
habremos dicho alguna vez? ¿Lo habremos escuchado a gente a nuestro alrededor?
Cansados porque mucho es el trabajo y duras sus condiciones, muchas las cosas
que hacer y no sabemos de donde sacar el tiempo, nos sentimos presionados
porque hay que sacar las cosas a tiempo porque la vida es una loca carrera,
porque nos sentimos débiles, porque estamos enfermos y nos sentimos sin
fuerzas.
Pero ese cansancio puede venir de más
allá, de otras situaciones, del ambiente que nos rodea o de las desganas que
sentimos en nuestro espíritu; porque hemos perdido la ilusión o ya no tenemos
metas por las que luchar y entonces el trabajo se hace cansino, sin sentido;
porque nos hemos ido quemando en la vida con fracasos, contratiempos,
incomprensiones, desmotivación porque no se valora lo que hacemos o no se nos
tiene en cuenta; porque los problemas se nos amontonan y hasta hemos perdido la
esperanza, porque hay en nosotros cosas que nos desestabilizan y quitan
claridad a nuestra mente para saber por donde vamos ni por qué hacemos las
cosas; porque la sociedad en la que vivimos parece en ocasiones que va sin
norte y todo es confusión…
Cuando Jesús nos dice hoy en el
evangelio que vayamos a El los que estamos cansados y agobiados está
saliéndonos al encuentro, saliendo al encuentro de esta sociedad nuestra, en
aquel momento de la historia de su presencia allí en los caminos de Galilea y
Palestina, pero también en el hoy de nuestra historia, de nuestra vida concreta
donde también se manifiesta ese cansancio, ese agobio y esa desesperanza.
No podemos tomarnos estas palabras de
Jesús como unas palabras bonitas como si fueran solamente una hermosa página
literaria. Su Evangelio, su buena noticia nos quiere alcanzar hoy ahí donde
estamos con nuestros cansancios y con nuestros agobios; cada uno sabemos cómo
nos encontramos, cada uno hemos de escucharlas directamente dichas para
nosotros.
Y es que Jesús ha venido para poner luz
en nuestra vida, Jesús ha venido para responder a esas situaciones concretas
que cada uno vivimos, Jesús ha venido para ser nuestra salvación, y salvarnos
es sacarnos de esas situaciones donde nos sentimos hundidos, donde hemos
perdido la ilusión y la esperanza, donde nos encontramos con nuestros
problemas, donde estamos con nuestros cansancios concretos.
Por eso escuchar el evangelio, escuchar
el mensaje de Jesús es pensar en nuestra vida, en nuestra situación, en las
cosas que hacemos o que tenemos ganas de hacer, en las cosas que nos cansan y
que nos aburren y ver qué quiere Dios de nosotros, qué nos quiere decir en
concreto la Palabra de Dios, de qué en concreto necesitamos sentirnos salvados.
No es algo etéreo que veamos tan espiritual y sobrenatural que le hagamos
perder el sentido nuevo de humanidad que Dios quiere dar a nuestra vida.
Cuando Jesús nos está diciendo que
vayamos a El, que aprendamos de El, que en El encontraremos nuestro descanso no
es simplemente para que nos encerremos en nuestras iglesias con nuestros rezos
y con nuestros cantos – que también tenemos que hacerlo – sino para que empecemos
a caminar un camino nuevo, el que nos va trazando con su Evangelio, que será
una nueva manera de mirar y de ver las cosas, ver nuestro trabajo, ver nuestra
familia, ver las cosas que hacemos, ver esa sociedad en la que estamos y
comencemos a sembrarla de nuevos valores, comencemos a empaparla de un nuevo
sabor y sentido, a encontrar nuevas motivaciones para nuestras luchas y para
nuestros esfuerzos, a llenar de una nueva alegría, entusiasmo e ilusión nuestra
vida y lo que hacemos, a tener una nueva y trascendente esperanza.
Es la mansedumbre de su corazón, es la
ternura que aprendemos de El, es la nueva paz que sentimos en nuestro espíritu,
es ese sentido de sencillez y de humildad con que hacemos las cosas. Qué
distintas hacemos las cosas cuando las hacemos con amor y por amor; qué
fortaleza interior sentimos para superar cansancios, desilusiones, fracasos,
contratiempos, rutinas. Es otra nuestra vida. Vayamos hasta Jesús y su
evangelio y dejémonos encontrar con El.
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