Tenemos
que sacar a flote nuestra fe, nuestra fe humilde porque reconocemos nuestra
pequeñez y también tantas cosas y
complejos que nos distraen
Isaías 2, 1-5; Sal 121; Mateo 8, 5-11
Quizá por aquello de que nos gusta
relacionarnos con la gente, que quizás entablamos conversación con facilidad
con la gente con las que nos vamos encontrando, se pueda llegar a un cierto
grado de comunicación y principio de amistad con esos personas con las que nos
vamos encontrando; pero nuestras conversaciones son casuales, allí donde nos
encontremos, en el parque, la calle o aquellos lugares que frecuentamos para
nuestra vida social, y puede darse que esa amistad maya en cierto modo
creciendo y esa persona con la que nos relaciones quizá quiera conocernos más,
o hacer que la amistad sea más profunda y quizá nos habla de visitarnos mutuamente, él nos ofrece
su casa para lo que necesitemos y ya ahí nos quedamos un tanto parados porque
ya no sabemos qué hacer.
¿Voy a abrir las puertas de mi casa a
esa persona que quizá no conozca tanto? Pero si mi casa es un desastre porque
soy un desordenado y no está como para recibir visitas, nos buscamos unas
disculpas; yo soy una persona humilde y quien soy yo para recibir a esa persona
en mi casa que se ve que el tiene otro porte, otro señorío, y seguimos dando
largas, quizá no nos consideramos dignos de que personas así vengan a mi casa a
visitarme y probablemente nos frenemos.
¿Nos pueden suceder cosas así? ¿Podemos
pensar nosotros que nuestra casa no está preparada para recibir el regalo de la
visita de esa persona? ¿Es realmente humildad, o puede ser que escondamos
algunos miedos allá en lo más hondo de nosotros mismos?
Estamos dando los primeros pasos de
este camino de Adviento. Y decimos con toda normalidad y naturalidad que el
Señor viene a visitarnos, porque de alguna manera ¿qué significa el misterio de
la navidad que vamos a celebrar sino que Dios quiso hacerse hombre para no
venir solo a visitarnos, sino para vivir en nosotros y con nosotros? ¿Seremos
en verdad conscientes de lo que eso significa?
La conciencia que tengamos de ello será
lo que en verdad va a motivar nuestra mejor preparación. Dios ha visitado a su
pueblo, fue una de las exclamaciones de la gente sencilla cuando veían las
obras de Jesús. Nos visitará el sol que nace de lo alto, cantará Zacarías en
alabanza al Señor en el nacimiento del Juan. Dios viene a poner su tienda entre
nosotros reflexionará el evangelio de Juan en su inicio. Y también dirá vino a
los suyos y los suyos no lo recibieron.
En este primer lunes de Adviento la
liturgia nos propone un texto en el evangelio que quizás más de una vez nos
habremos preguntado por qué ese texto precisamente cuando estamos iniciando el
Adviento. Le veo todo su sentido. Nos habla del centurión que tenía criado
enfermo al que miraba casi como un hijo. Y no sabiendo ya a quien acudir,
aunque era pagano acude a Jesús. Hay por medio unos intermediarios que suplican
en su nombre y quizá hasta hacen valer sus méritos para ser atendido por lo
bueno que había sido con los judíos, por los que se había preocupado hasta de
arreglarles la sinagoga. Y Jesús decide ir a la casa del centurión.
Quizá asombro entre los mismos que hacían
de intermediarios, pero lo más grandioso es la reacción de aquel soldado
romano. ‘Yo no soy digno de que vengas a mi casa…’ Y no es solo el
considerar su indignidad sino también aparece la confianza absoluta que había
puesto en Jesús. ‘Basta tu palabra y mi criado quedará sano’, ya sabemos
de las alabanzas de Jesús que ni en todo Israel había encontrado una fe así.
Pero es una fe enraizada en la humildad. Jesús quiere ir a su casa, pero él no
se siente digno, pero aun así pone a juego a tope toda su fe, Se fía de la
palabra de Jesús que es poderosa.
¿No será lo que nosotros necesitamos?
Como reflexionábamos al principio quizá somos un desastre, es un desorden
grande el que hay en nuestra casa, en nuestro corazón, porque al final no
sabemos ni lo que queremos ni lo que buscamos. Pero sí tenemos que sacar a
flote nuestra fe, nuestra fe humilde porque reconocemos nuestra pequeñez y también
tantas cosas que nos distraen de lo que tendría que ser lo fundamental.
Y aquí, aunque nos consideremos
indignos sí que tenemos que abrir las puertas, dejar que el Señor venga a
visitarnos, venga a morar en nuestra tienda, en nuestra casa, en nuestro
corazón. Su presencia va a ser presencia de vida, de gracia, de salvación. Pero
tenemos que dejarle entrar, no poner obstáculos en la puerta porque estemos
pensando o distrayéndonos con otras cosas, hacer desaparecer también nuestros
miedos, complejos y rutinas. Cuantas cosas nos distraen estos días de
preparación para la vida yéndonos por cosas accesorias, secundarias; vayamos a
lo principal, y para eso dejémonos conducir por el Espíritu que gime en nuestro
interior.
¿Qué será lo principal que tendría que
buscar para celebrar hoy la navidad?
Qué hermosa reflexión. Me llegó mucho, y le agradezco!! Es un tema de superar nuestras propias debilidades, porque el Señor es mayor, mayor que ellas. Que cuando uno tropieza diga: vamos, me caí, pero me levanto, me quiero corregir, me voy a corregir. El Señor me da fuerza para lograrlo, me sana, me alienta a levantarme. A romper el ciclo del error, y a avanzar, avanzar hacia el Cielo. El irse preparándose, mi ser, mi hogar, mi familia. ¿Cómo tengo mis prioridades? ¿Qué aspectos debo limpiar, ordenar, etc.? Sí, realmente es una gran lección. Y el conservar la humildad, siempre. Ahh sí, son varias cosas, sí sí. ¿Sabe usted? Es muy interesante leerle y releerle, son varios los mensajes que se pueden observar para meditar, para aprender, para reflexionar. Bendito el Señor que nos da ejemplos para aprender. ¡Que tenga usted muy buen día! Muchas gracias por sus escritos.
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