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sábado, 22 de abril de 2023

Jesús está diciéndonos que como El caminemos sobre las aguas, por encima de esas situaciones por las que pasamos para no perder la paz, porque alguien nos sostiene

 

Jesús está
diciéndonos que como El caminemos sobre las aguas, por encima de esas situaciones por las que pasamos para no perder la paz, porque alguien nos sostiene

Hechos de los apóstoles 6, 1-7; Sal 32; Juan 6, 16-21

No nos gusta sentirnos solos; y no lo digo solo en el sentido de que estemos o no estemos rodeados de gente, sino que en aquello que estamos realizando, en la propia tarea de la vida podamos sentir una presencia que nos ayude, que nos estimule, que nos dé fuerzas en aquellas situaciones por las que pasamos en muchas ocasiones adversas; es la más amarga soledad, porque incluso podemos ver muchas gentes a nuestro lado y no nos sirve, no ayudan, no estimulan, no son fuerza para nosotros.

Los discípulos aquel atardecer en el lago iban sintiendo esa soledad; es cierto que estaban todos juntos, pero les faltaba quien era en verdad el empuje para ellos. Después de la experiencia de aquel día, en que tantas cosas habían sucedido, cuando Jesús se los había llevado para estar a solas con ellos, las tornas se habían virado, y al encontrarse con una multitud que les esperaba Jesús se dedicó a esa gente que veía desorientada como ovejas sin pastor; se había puesto a enseñarles y al final había sucedido lo de la multiplicación de los panes, donde Jesús había querido implicarles a ellos también.

Viendo Jesús lo que podía suceder cuando la gente se fue entusiasmando y ya querían proclamarle rey y Mesías, los embarcó rumbo a Cafarnaún y El se había quedado solo en la montaña. Pero Jesús no había aparecido para ir con ellos, el anochecer se iba haciendo largo y estaba costoso lo del remar. Sienten que Jesús no está con ellos. Lo necesitan.

Y Jesús comienza a caminar a su lado sobre las aguas. No entienden, les parece un fantasma y mayores fueron los miedos y los temores. Pero Jesús les dice que está allí. Quieren hacerlo subir a la barca y cuando menos se dan cuenta han llegado a Cafarnaún. Con Jesús a su lado parece que la travesía fue mejor y daba la impresión que se había hecho corta.

¿Habremos estado en travesías de la vida donde nos hemos sentido solos y sin fuerzas? Llamémoslo como queramos, pero situaciones así habremos seguramente pasado muchas. Momentos en que en la vida nos ha aparecido el desánimo, el cansancio, hasta el aburrimiento en lo que estábamos haciendo porque hasta nos parecía que muchas de aquellas cosas no tenían sentido. Los problemas nos han abrumado muchas veces y nuestras barca parece que no avanza, no conseguimos alcanzar las metas con las que soñamos, muchos reveses nos hacen sentir en ocasiones como fracasados, también nos llenamos de miedo en la vida ante el futuro, ante lo que podemos hacer, ante responsabilidades que tenemos que asumir. Y algunas veces no sabemos a quién acudir.

Hay mucha gente a nuestro alrededor, ahí están quizás los amigos de siempre, por otra parte está la familia, pero nos parece que cada uno va a lo suyo, que cada uno tiene sus problemas y por qué vamos a ir con un problema más que somos nosotros, y nos parece perder la estabilidad en la vida, nos hundimos o no sabemos cómo salir del atolladero.

¿Nos olvidamos que Jesús va ahí a nuestro lado aunque no nos demos cuenta, que El está diciéndonos que como El caminemos sobre las aguas, caminemos por encima de esas situaciones por las que estamos pasando que no nos tienen que hacer perder la paz, que alguien nos sostiene? Somos tan débiles en nuestra fe que no sabemos reaccionar, no sabemos mirar, no sabemos sentir esa presencia del Señor que nunca nos faltará para que podamos llegar a puerto. Y la presencia del Señor se nos manifestará de muchas diferentes maneras. Tengamos ojos de fe para descubrirlas.

viernes, 21 de abril de 2023

Nunca nos podemos quedar paralizados ante la magnitud de los problemas, Jesús nos pone siempre en camino de buscar los cinco panes de cebada y los dos peces

 


Nunca nos podemos quedar paralizados ante la magnitud de los problemas, Jesús nos pone siempre en camino de buscar los cinco panes de cebada y los dos peces

Hechos de los apóstoles 5, 34-42; Sal 26; Juan 6, 1-15

Nos es fácil encontrar solución para los problemas. Que sean otros los que los resuelvan. Como nosotros no nos veamos implicados, a nosotros no nos toca, pensamos tantas veces. Me diréis que siempre no es así y es cierto que hay personas que no saben cruzarse de brazos ante los problemas, pero hemos de reconocer también que mucha veces nos quedamos paralizados ante la magnitud de los problemas y no sabemos qué hacer, o dejamos más bien que sean otros los que los resuelvan y nosotros como si no los hubiéramos visto. Llevamos muchas veces una carga negativa dentro de nosotros que nos hace insolidarios, que nos hace mirar para otro lado, que queremos pasar como si eso no nos afectara.

Hoy Jesús nos da un buen toque de atención. En este caso ha sido el primero consciente de la magnitud del problema en aquella multitud que se ha reunido en su entorno, que además están en lugares alejados, en despoblados donde no se podría conseguir algo para resolver el problema, y tanteando a los discípulos se pregunta donde podrán encontrar panes para dar de comer a tanta gente. Los discípulos se han sus cálculos, doscientos denarios no serían suficientes para dar de comer a toda aquella gente.

En esta ocasión según el relato del evangelista nadie le está pidiendo a Jesús que haga el milagro de dar de comer a toda aquella multitud. Pero, preguntémonos, si no será de alguna manera lo primero que se nos ocurre cuando vemos que los problemas nos desbordan que nos ponemos a rezar para que Dios nos permita salir bien de esta situación, para que Dios ponga su mano como solemos decir, y nos cure de aquella enfermedad, nos resuelva milagrosamente los problemas.

Pero Jesús les dice a los discípulos, ‘dadle vosotros de comer’. Pero, ¿no decíamos que hacían falta por lo menos doscientos denarios para comprar pan para toda aquella gente? Y si están en despoblado, lejos de las casas, ¿dónde van a ir a comprar pan para darle a aquella multitud? Por allá hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, ¿pero qué es esto para tantos?

Sin embargo han comenzado las implicaciones. Allí están los pocos panes de aquel muchacho. Ya han comenzado a mirar alrededor para ver donde hay algo por lo que empezar, aunque sea poco. ¿Serán de alguna manera los pasos que nosotros en situaciones semejantes vamos dando también? Jesús encarga a los discípulos ahora que le digan a la gente que se siente en el suelo. Y Jesús tras la bendición pedirá a los discípulos que comiencen a repartir. No se pueden quedar aquí quietos cruzados de brazos. Y la multitud come hasta hartarse y hasta sobrarán panes. Un nuevo encargo de Jesús, que recojan aquello que ha sobrado para que no se pierda.

Y nosotros tantas veces nos quedamos paralizados, esperando que sean otros los que comiencen a dar solución. Bueno, si está en nuestra mano, también luego podríamos intentar poner nuestro granito de arena, pero nos ha faltado la iniciativa, nos ha podido tantas veces la pasividad. No puede ser ese nuestro camino, nuestra manera de ser y de actuar, siempre hay una mano que poner, y como se suele decir, mano puesta, ayuda es, aunque sea una mano pequeña, aunque sea la mano de un niño.

¿Nos interpelará este evangelio? ¿Seremos capaces de aprender a mirar con ojos nuevos a nuestro alrededor para darnos cuenta de la realidad de nuestro mundo? ¿Caeremos en la cuenta de donde está nuestro lugar?

jueves, 20 de abril de 2023

Escuchemos a Jesús dejándonos empapar por su Evangelio, es buena nueva de vida, es buena nueva que nos llena de luz, es buena nueva que nos trae la sabiduría de Dios

 


Escuchemos a Jesús dejándonos empapar por su Evangelio, es buena nueva de vida, es buena nueva que nos llena de luz, es buena nueva que nos trae la sabiduría de Dios

Hechos de los apóstoles 5, 27-33; Sal 33; Juan 3, 31-36

Se supone que hablamos de lo que sabemos; lo que sale por nuestros labios, y estamos haciendo referencia a nuestras palabras, es lo que llevamos dentro, lo que son nuestros pensamientos, que pueden ser nuestros deseos, que pueden ser nuestras experiencias, que puede ser la reflexión que nos hacemos sobre la vida, que puede ser lo que hondamente hayamos rumiado, pensado y reflexionado en nuestro interior; podemos incluso equivocarnos, pero es la sinceridad, o debe ser, de nuestro pensamiento; no hemos incluso de tener miedo de equivocarnos mientras haya una búsqueda sincera, que nos lleve a aceptar la verdad que podamos encontrar en lo que nos ofrecen.

Ya sabemos que hay personas que hablan y hablan y no saben de lo que hablan, están vacíos, pero de todo quieren saber; no reflexionan  hondamente pero de todo quieren opinar y en muchas ocasiones incluso pontificar dándoselas de sabios, pero donde se nota pronto el vacío que llevan dentro. Algo que tenemos que cuidar, algo de lo que también hemos de precavernos para no caer en esas redes ilusorias que nada dicen, nada nos pueden ofrecer.

¿A quien escuchamos? ¿Qué es lo que muchas veces se nos ofrece en nuestro entorno? Da gusto escuchar palabras sabias, palabras que te hacen pensar y reflexionar, palabras que te enriquecen, palabras quizás que te plantean interrogantes no para desorientarte sino para ayudarte a encontrar la verdad, palabras que se te ofrecen con sencillez, pero que van dando lustre a tu espíritu porque le dan hondura a tu vida. No es fácil en ocasiones encontrarlas, porque muchas veces encontramos vacío.

 Palabras que también tenemos que discernir para en medio de la arena encontrar la piedra preciosa. Sin confundirnos, con paciencia y con humildad, poniendo en juego toda nuestra inteligencia para dejar a un lado la escoria. Y eso cuesta, nos exige también esfuerzo, voluntad, constancia, perseverancia.

En Jesús encontramos esa fuente de sabiduría. Cuando decimos que creemos en El es porque en El hemos encontrado esa verdad que nos da vida, nos pone en camino de verdadera plenitud, nos llena de la sabiduría de Dios. Como nos dice hoy en el Evangelio ‘el que viene de lo alto está por encima de todos, el que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra el que viene del cielo está por encima de todos, de lo que ha visto y ha oído da testimonio…’

Ya nos lo repite muchas veces que El viene de Dios y nos viene a trasmitir la sabiduría de Dios. Por algo desde el principio del evangelio de san Juan se nos dice que es la Palabra, que estaba en Dios, que viene de Dios, y que viene como luz y como vida para el mundo. Es la Palabra que ha plantado su tienda entre nosotros. Es la Palabra que tenemos que escuchar y plantar en nuestro corazón. Es la Palabra que nos da vida y nos llena de salvación. Aunque a veces no queremos escucharla, a veces nos cuesta escucharla, porque son muchos los ecos de palabras vacías que resuenan a nuestro alrededor y nos ensordecen.

Hoy nos dice que ‘el que Dios envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida’. Y concluye diciéndonos que ‘el que cree en el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios pesa sobre él’

Escuchemos pues a Jesús, dejémonos empapar por su Evangelio. Es buena nueva de vida, es buena nueva que nos llena de luz, es buena nueva que nos trae la sabiduría de Dios. Es quien va a dar verdadero hondura a nuestra vida, verdadero sentido y valor a nuestra existencia.

miércoles, 19 de abril de 2023

Queremos creer en Jesús, queremos escucharle y hacernos sus discípulos, queremos ir también a hacer ese anuncio de salvación a nuestro mundo de hoy

 


Queremos creer en Jesús, queremos escucharle y hacernos sus discípulos, queremos ir también a hacer ese anuncio de salvación a nuestro mundo de hoy

Hechos de los apóstoles 5, 17-26; Sal 33; Juan 3, 16-21

Hemos retomado esta semana el evangelio de Juan que nos acompañará en todo este tiempo pascua y hemos partido del encuentro de Nicodemo con Jesús. Aquel magistrado judío que fue de noche a ver a Jesús.

El tema de la luz y de las tinieblas es bien significativo en el evangelio de san Juan; en diversos momentos aparecerá esta imagen y no hemos de perder de vista lo que el evangelio está queriendo transmitirnos. Ya al principio del evangelio nos habló de la luz que era la vida, pero que la tiniebla rechazó, no quiso recibir. En diversos momentos del evangelio volverá a aparecer esta imagen por ejemplo en la curación de los ciegos que vuelven a encontrarse con la luz. Pero siempre por detrás irá apareciendo la contraimagen de los que prefieren las tinieblas, de los que rechazan la luz cuando rechazan a Jesús.

Nicodemo estaba también en tinieblas – era de noche cuando fue a ver a Jesús – pero es alguien que está buscando la luz. Su encuentro con Jesús es de alguna manera un dejarse interrogar por Jesús que le habla de una nueva luz, de un nuevo nacimiento. Pero el encuentro con esa luz parte del amor. Todo el evangelio viene a ser un anuncio de lo que es el amor de Dios, un amor tan grande, como nos dice hoy, que nos entregó a su propio Hijo.

Una entrega de amor que se convertirá en lo más sublime en una entrega incluso cruenta, cuando Jesús muere por nosotros. Ese encuentro con Jesús que así se entrega por nosotros se convierte en el juicio de Dios. Pero Dios no ha enviado su Hijo al mundo para condenar el mundo, sino para que el mundo se salve por medio de El. Por eso hemos de creer en El y quien crea en Jesús encontrará la salvación. Se nos repetirá tanto en la teofanía del Bautismo como en la del Tabor que es el Hijo amado y predilecto de Dios a quien tenemos que escuchar. Por eso esa entrega de Jesús será para nuestra salvación.

Ya nos dirá Jesús allá en Betania cuando lo de la resurrección de Lázaro que El es la resurrección y la vida y quien cree en El no morirá para siempre. Es el paso necesario de nuestra fe, es el paso necesario de escuchar a Jesús, es el paso necesario de Jesús en Jesús. Jesús es la Buena Noticia de salvación para el hombre de todos los tiempos. Por eso ha enviado a sus discípulos por todo el mundo a hacer ese anuncio del evangelio para que el que crea en El se salve, encuentre la salvación.

Nos acercamos a la luz, queremos dejarnos iluminar por la luz. Es cierto que no siempre nuestras obras no han sido buenas, y podemos tener el temor de acercarnos a la luz porque se descubriría la maldad que tantas veces nos ha acompañado en nuestra vida. Pero porque creemos en Jesús, que nos vino a traer la salvación, no tememos a la luz, queremos dejarnos iluminar por la luz, porque para nosotros es una luz que nos salva, que nos ilumina, que transforma nuestras tinieblas en obras de luz. Y lo podemos hacer con toda esperanza porque nos confiamos al amor de Dios que nos envía a su Hijo no para condenación sino para salvación.

No lo olvidemos, tenemos que repetírnoslo muchas veces. ‘Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna’. Es nuestra fe, es nuestra esperanza, es la seguridad de la salvación. Queremos creer en Jesús, queremos escucharle y hacernos sus discípulos, queremos ir también a hacer ese anuncio de salvación a nuestro mundo de hoy.

martes, 18 de abril de 2023

Vayamos a estar con Jesús, como Nicodemo de noche, para bebernos cada palabra y cada gesto, para escucharle en lo hondo, para llenarnos del sentido de Jesús

 


Vayamos a estar con Jesús, como Nicodemo de noche, para bebernos cada palabra y cada gesto, para escucharle en lo hondo, para llenarnos del sentido de Jesús

Hechos de los apóstoles 4, 32-37; Sal 92; Juan 3, 7b-15

Se le hace difícil a Nicodemo entender las palabras de Jesús. Como nos cuesta a nosotros también tantas veces. Es necesario, por así decirlo, estar en la onda, tener como una sintonía especial, porque tampoco podemos hacer nuestras interpretaciones a nuestra manera.

Pasa tantas veces con las interpretaciones que nos hacemos de tantas cosas. Sin ir más lejos, son los juicios y prejuicios que nos hacemos los unos de los otros. Vemos algo y le damos nuestra interpretación, vemos el actuar de alguien, y sobre todo cuando no son personas o cosas de nuestro gusto, hacemos nuestra interpretación que muchas veces se hace maliciosa, prejuzgando a la persona sin saber las circunstancias en las que se encuentra, los problemas que puede haber detrás y que nosotros no conocemos, las frustraciones que esa persona ha tenido anteriormente y ahora le hace actuar de determinada manera. Por eso, cuidemos nuestros juicios. Lo digo como ejemplo, pero también constatando realidades de los juicios en cierto modo injustos que tantas veces nos hacemos de los demás.

Y en esto de las interpretaciones que nos hacemos del evangelio, del actuar de la Iglesia en determinados momentos y cosas así también nos encontramos con una variopinta diversidad de opiniones. Se habla de la Iglesia y lo hacemos desde nuestros parámetros humanos y muchas veces hasta políticos, creando una confusión; miramos a la Iglesia como si fuera una sociedad cualquiera y la despojamos de su elemento religioso y sobrenatural, porque quizá de eso no entendemos ni queremos entender, y vienen los juicios y los prejuicios, las condenas fáciles, las intenciones torcidas e interesadas que queremos ver por todas partes, las ansias de poder que vivimos en nuestra sociedad mundana la trasladamos al seno de la Iglesia, olvidando el espíritu de servicio que hay detrás, por ejemplo, de toda autoridad.

 Cuando no hemos descubierto un verdadero sentido cristiano, no entendemos el sentido de la Iglesia, cuando nos dejamos arrastrar por los criterios del mundo donde todo es cambiante, muchas veces según los intereses de cada uno o la capacidad de encauzar sus propias pasiones, venimos en que tenemos que hacernos una moral a medida y que la Iglesia no tiene que ser tan rígida y que hay muchas cosas que cambiar en torno al sentido de moralidad de la vida, por ejemplo.

No estamos en la onda del sentido cristiano de la vida a partir del evangelio de Jesús, y para adaptarnos al mundo en que vivimos pues tenemos que cambiar hasta los principios del evangelio. Es lo que muchas veces escuchamos en nuestro entorno, es lo que se le pide a la Iglesia. Es quizás la tentación que también sentimos dentro de nosotros mismos.

Hablábamos de que a Nicodemo le costaba entender a Jesús, como le costó a tantos, como vemos a lo largo del evangelio, y como nos sigue costando hoy. Pero Nicodemo buscaba, quería ser discípulo de Jesús, hoy lo vemos que acude a Jesús y se deja enseñar por Jesús. Quería entrar en la honda de Jesús, aunque le costara. Como nos cuesta a nosotros. Pero tenemos también la actitud de búsqueda de Nicodemo.

Irnos muchas veces en la noche a hablar con Jesús, pero no solo a contarle nuestras cuitas, nuestras penas, nuestras preocupaciones, aunque sea eso siempre lo que vamos a tener muy presente, pero tenemos que saber ir para escuchar a Jesús, para estar con Jesús, para luego ir nosotros rumiando toda esa Palabra de Jesús, porque rumiándola es como la asimilamos y la hacemos en verdad alimento de nuestra vida.

Podemos entonces reconocerlo cuando sea levantado en lo alto, como hoy nos habla. Verlo en lo alto del madero no será para nosotros motivo de escándalo y de salir corriendo a escondernos en otras cosas, sino será quedarnos quietos contemplando, descifrando cada palabra y cada gesto, cada suspiro y cada minuto, podremos reconocer al que viene de Dios, como hizo Nicodemo, podemos reconocer al hombre justo e inocente que tenía que ser el hijo de Dios, como reconocía también el centurión del calvario.

 


lunes, 17 de abril de 2023

Nuevo nacimiento para ser hombres nuevos, que no son solo apariencias o fisonomías externas sino que por la fuerza del Espíritu hacemos desde lo más hondo de nuestro ser

 


Nuevo nacimiento para ser hombres nuevos, que no son solo apariencias o fisonomías externas sino que por la fuerza del Espíritu hacemos desde lo más hondo de nuestro ser

Hechos de los apóstoles 4, 23-31; Sal 2; Juan 3, 1-8

Nos encontramos con un amigo al que hace tiempo que no vemos, que quizás ha pasado por una enfermedad y nuestra reacción al encontrarlo distinto es decirle aunque tratemos de hacerlo con la mayor delicadeza ‘pero, ¡qué cambiado estás!’. Nos parece otro, su fisonomía ha cambiado por efecto de lo que padecido, lo notamos distinto. Ya sabemos cómo las enfermedades afectan incluso a la manera de ser de las personas, en su carácter, en su manera de reaccionar, porque lo que algunas veces nos parecen distintos.

Pero no vamos a hablar de esos cambios que en fin de cuentas se reducen a lo exterior de la persona. Hoy tendríamos que pensar en la transformación que tendría que darse en nuestra vida al encontrarnos con la fe, al haber tenido un encuentro y una experiencia vital con el Señor. Cuando de verdad nos hemos dejado envolver por nuestra fe nuestra vida no puede ser igual; es lo que produce ese encuentro vivo con el Señor. Hoy Jesús en el evangelio nos habla de un nacer de nuevo, de manera que san Pablo en sus cartas nos hablará del  hombre nuevo.

Ya nos hablaba al principio el evangelio de san Juan, que es el que ahora vamos a seguir de una manera intensa escuchando en este tiempo pascual, de un distinto nacimiento, que no es por la carne ni por la sangre, sino que es un nacimiento que nos viene de lo alto, que nos hace hijos de Dios. ‘A los que lo recibieron, les dio poder ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios’.

Hoy escuchamos el encuentro de Nicodemo con Jesús. Aquel magistrado judío que viene de noche a ver a Jesús. ¿Estaba en la oscuridad de la noche buscando la luz? Todo puede ser significativo. Y es que ya Nicodemo de entrada reconoce un algo distinto en Jesús. ‘Maestro, sabemos que has venido de parte de Dios como maestro, porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él’.

Y es el momento en que Jesús le viene a decir que no basta solo ese reconocimiento sino que tiene que ser una transformación más profunda la que tiene que realizarse en el hombre, en la persona cuando comience a creer en El.  Y habla de un nuevo nacimiento, cosa que va a sorprender a aquel magistrado porque no termina de entender sus palabras. ‘El que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios’. Es el primer anuncio que Jesús ha hecho creer en la Buena Noticia que se les está comunicando, que el Reino de Dios está cerca. Pero no pueden ser solo palabras, tiene que ser como comenzar a tener una vida nueva. ‘El que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios’, no podrá entender lo que es el Reino de Dios, no podrá vivir en ese Reino nuevo de Dios.


Como Nicodemo no entiende porque se está quedando en una literalidad de las palabras Jesús le dirá con toda claridad. ‘En verdad, en verdad te digo: el que no nazca del agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios’. No es solo obra nuestra; es cierto que tenemos que poner nuestra voluntad, la obediencia de la fe, nuestro asentimiento porque solo es una oferta que nos hace Dios a la que nosotros hemos de responder, pero es acción de Dios en nosotros. ‘No han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios’. Como ahora nos dice ‘por el agua y el Espíritu’, que bien significamos en el Bautismo.

¿Estaremos nosotros dispuestos a eso? Cuánto nos cuesta arrancarnos del hombre viejo para ser hombre nuevo. No nos arrancamos sino que nos arrastramos, y mira que son distintas las palabras. ¿Qué respuesta le damos a esa oferta de nueva vida? ¿Estaremos dispuestos a ser distintos? Y no es solo en apariencias o por fisonomía, sino desde lo más hondo de nuestro ser.

domingo, 16 de abril de 2023

Sigamos viviendo con toda intensidad esta Pascua, no cerremos las puertas para que nos podamos convertir también para los demás en signos del paso de Dios

 


Sigamos viviendo con toda intensidad esta Pascua, no cerremos las puertas para que nos podamos convertir también para los demás en signos del paso de Dios

Hechos de los apóstoles 2, 42-47; Sal 117; 1Pedro 1, 3-9; Juan 20, 19-31

‘Estando las puertas cerradas…’ nos dice por dos veces el evangelista en este corto trozo del evangelio. ¿Querrá expresar una realidad de nuestra vida? ¿Seguiremos estando con las puertas cerradas?

Materialmente, por decirlo de alguna manera, es una realidad de la vida de hoy con tantas inseguridades con las que vivimos. Algunas veces no queremos recordar otros tiempos porque los consideramos peores – ahora que dicen que vamos logrando un estado del bienestar – pero algo que recuerdo de mis tiempos de niño era que habitualmente al menos entre vecinos nadie tenía las puertas cerradas; solamente teníamos que empujar la puerta para entrar dando una voz diciendo que éramos nosotros los que entrábamos.

¿Podemos o no podemos tener las puertas abiertas hoy? Cada uno vera sus miedos o sus inseguridades, pero es que también tenemos el peligro de ir cerrando otras puertas y vías de comunicación con los que tenemos más cerca de nosotros. Fácilmente hoy nos comunicamos de inmediato con alguien que está al otro lado del mundo, pero cuidado no seamos capaces de darle los buenos días al de la puerta de al lado. Hay cerrazones o hay comunicaciones de muy diversa índole que tenemos o no tenemos en cuenta en el día a día.

Pero me da que pensar mucho más este episodio del evangelio de hoy y estas puertas cerradas de los discípulos que se habían encerrado en el cenáculo. ¿Era solamente el miedo a que con ellos pudieran hacer lo mismo que habían hecho con su maestro o era una indecisión, una falta de confianza en lo que Jesús les había dicho y anunciado? ¿No estaba en cierto modo la falta de fe, la falta de confianza en las palabras de Jesús? Creyendo en Jesús hubieran comprendido mejor el sentido de aquella pascua que tan dolorosa les había sido.

Le estaban poniendo puertas a la fe, podríamos decir; como nos sucede a nosotros cuando esa fe nos compromete, nos hace tomar opciones, nos obliga a plantearnos cambios en nuestra vida, nos habla de un vaciarnos de nosotros mismos, de lo que nosotros llamamos nuestras seguridades. Reconozcamos que nos entran nuestros miedos y quisiéramos poner puertas. Como Tomás también queremos palpar por nosotros mismos porque nos parece que eso es lo único que nos da seguridad.

Cuando nos dejamos envolver por la fe seremos capaces de lanzarnos a algo nuevo con la confianza de que estamos en las manos de Dios; ya no tememos desprendernos de todo para compartir, ya miraremos cara a cara al que está a nuestro lado para también tener confianza aunque no lo conozcamos, para sentirlo como un hermano sea quien sea dejando ya a un lado para siempre prejuicios y desconfianzas. Es un camino abierto el que hemos de recorrer para también dejarnos sorprender por ese actuar de Dios que nos lleva a nosotros a un nuevo actuar.

Despertemos de una vez por todas nuestra fe. Dejémonos sorprender porque el Señor está ahí en nosotros, con nosotros, en medio nuestro cuando antes no éramos capaces de verlo ni tampoco queríamos aceptar el testimonio de los demás. Aquellos discípulos encerrados en el cenáculo aquella tarde ya habían recibido noticias de que el sepulcro estaba vacío, que los ángeles les anunciaban que no buscaran entre los muertos al que estaba vivo, las mujeres habían venido con la noticia de sus encuentros con Jesús e incluso los discípulos que se habían ido a Emaús había regresado contando cómo  había hecho con ellos el camino y lo habían reconocido al partir el pan. Pero ellos no habían creído, seguían con las puertas cerradas. Lo que le seguía pasando a Tomás que no había querido estar con ellos y por su cuenta se había echado a la calle. ¿Reflejará de algún modo alguna de nuestras actitudes y posturas, de nuestras dudas o de nuestras peticiones de pruebas?

Ahora se llenan de inmensa alegría, nos dice el evangelista. Se han llenado del Espíritu de Jesús resucitado – es el regalo de la pascua – para sentir ya comenzaba una vida nueva de amor, de perdón y de paz. Una alegría que pronto querrán compartir con el discípulo que por haber perdido la comunión con los hermanos había perdido la oportunidad de su encuentro con Jesús y seguía con sus dudas y sus peticiones de pruebas. Bien podían decir ellos ‘hemos visto al Señor’.

Cuando de nuevo se manifieste el Señor resucitado ya también Tomás, que ahora sí estará con ellos, podrá hacer su hermosa confesión de fe. ‘¡Señor mío y Dios mío!’. ¿No tendrá que ser ese también el itinerario de fe de nuestra vida? Descorramos esos velos que nos ciegan y nos hacen permanecer en tinieblas, que se abran las puertas, que desaparezcan las barreras que nacen de nuestro propio egoísmo o de la autosuficiencia de creemos que podemos caminar solos por nuestra cuenta, que busquemos en verdad estar unidos y en nueva comunión sintiéndonos más hermanos para que podamos sentir en nosotros esa presencia del Señor que derrama su misericordia sobre nosotros y nos llena de una nueva paz.

Sigamos viviendo con toda intensidad esta Pascua para que nos podamos convertir también para los demás en signos del paso de Dios por nuestra vida para que el mundo crea que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios y, creyendo, tenga vida en su nombre.