Que
temas al Señor, tu Dios, siguiendo todos sus caminos, y que le ames y sirvas al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón y toda tu alma… solo de vuestros padres se
enamoró el Señor
Deuteronomio 10,12-22; Salmo 147; Mateo
17,22-27
¿Qué es lo que me estás pidiendo? Lo
habremos dicho o lo habremos escuchado. Puede ser la interpelación que nos haga
aquel a quien le estamos haciendo una petición, sobre todo cuando se puede
considerar una exageración o un imposible; ¿cómo te atreves a pedir esto? y
podemos sacar muchas razones, que es inmerecida, que supera las posibilidades o
capacidades de quien va a otorgarla, que la vemos fuera de lugar…
Pero también podemos interpretarlo cómo
lo que nos estamos planteando nosotros ante las exigencias que nos proponen
para determinadas cosas; quien pertenece a este grupo tiene que tener en cuenta
su finalidad y sus directrices; quien va a participar en un determinado
movimiento le pediremos que crea en él, que tenga en cuenta sus objetivos, que
comulgue con su ideario; quien va a pertenecer a un club tendrá unos
reglamentos que cumplir, unas cuotas que pagar, y una colaboración que prestar
para la buena marcha de tal club, por ejemplo.
¿Nos habremos planteado alguna vez muy
en serio lo que significa nuestra pertenencia a la Iglesia? ¿Nos tomamos en
serio eso de llamarnos cristianos haciendo que en nuestra vida florezcan los
valores que nos enseña Jesús en el evangelio? ¿En qué lo fundamentamos?
No todo es cuestión de reglamentos ni
de mandamientos; no es cuestión de unos protocolos que hay que cumplir, porque
quien no siga esas directrices estaría fuera de la iglesia; no es cuestión de
unas formalidades o unas costumbres que asumimos como cosas tradicionales que
se han hecho así, y tenemos que ir misa los domingos, no podemos comer carne
los viernes, realizar unas cosas de nuestra vida en el seno de la Iglesia como
si fueran unas costumbres sociales que no podemos perder, como casarnos por la
Iglesia, ir a las procesiones de la semana santa o de las fiestas del santo
patrono del pueblo… ¿Un embadurnado social que se queda en un barniz que un día
se desmorona y desaparece casi sin dejar huella en la vida?
Es la pregunta de gran trascendencia
que se hace el autor sagrado en el texto que hemos escuchado en el
Deuteronomio. ‘Moisés dijo al pueblo: Ahora, Israel, ¿qué te pide el Señor,
tu Dios…?’ En aquellos momentos transcendentes al pie del Sinaí donde se
habían establecido los diez mandamientos como ley para el pueblo de Israel el
mismo Moisés que ha establecido la ley mosaica sin embargo nos habla de una relación
con Dios basada en el amor, porque sobre todo nos está manifestando el amor que
Dios tiene a su pueblo.
¿Le pide solamente respeto y temor ante
la presencia de Dios o va más allá hablándonos del amor? ‘Que temas al
Señor, tu Dios, siguiendo todos sus caminos, y que le ames y que sirvas al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma…’ Por eso cuando
hablamos de los diez mandamientos el primero es amar a Dios sobre todas las
cosas, amar a Dios con todo tu corazón y toda tu alma. Es el reconocimiento de
quien es el Señor y de los caminos que nos ofrece que hemos de seguir, pero es
reconocer el amor que Dios tiene a su pueblo. ‘Solo de vuestros padres se
enamoró el Señor, los amó, y de su descendencia os escogió a vosotros entre
todos los pueblos’.
Dios que se enamora de nosotros y
cuando nos sentimos así enamorados de Dios ¿cómo tenemos que responder?
Haciendo como hace el Señor con nosotros. ‘Circuncidad vuestro corazón, no
endurezcáis vuestra cerviz, pues el Señor, vuestro Dios es Dios de dioses y
Señor de señores, el Dios grande, fuerte y terrible, que no es parcial ni
acepta soborno, que hace justicia al huérfano y a la viuda, y que ama al
emigrante, dándole pan y vestido. Amaréis al emigrante, porque emigrantes fuisteis
en Egipto. Temerás al Señor, tu Dios, le servirás, te adherirás a él, en su
nombre jurarás’.
Esa tiene que ser nuestra manera de
actuar, esa tiene que ser nuestra manera de amar, con rectitud y justicia, con
amor y misericordia, con toda la ternura de nuestro corazón sin hacer
distinciones. Qué bonito como nos habla del amor del emigrante, y les dice ‘porque
emigrantes fuisteis vosotros en Egipto’. Qué actualidad tienen estas
palabras en el mundo de hoy con los problemas que vive nuestra sociedad en estos
momentos.
Y todo esto se complementa con lo que
hoy nos dice el evangelio. Jesús anuncia una vez más su subida a Jerusalén y el
sentido pascual que tendrá esa subida. Será para la fiesta de la Pascua, pero
una pascua nueva en la veremos ese paso de Dios en la entrega de Jesús, en la pasión
y muerte de Jesús. Jesús se lo explica a los discípulos mientras van de camino
por Galilea; sentimos que el Señor nos lo recuerda y explica una vez más porque
contemplando ese amor sabremos cual es la respuesta a la pregunta que en el
fondo nos hemos venido haciendo. ¿Qué es lo que nos pide el Señor?