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lunes, 11 de agosto de 2025

Que temas al Señor, tu Dios, siguiendo todos sus caminos, y que le ames y sirvas al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y toda tu alma… solo de vuestros padres se enamoró el Señor

 



Que temas al Señor, tu Dios, siguiendo todos sus caminos, y que le ames y sirvas al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y toda tu alma… solo de vuestros padres se enamoró el Señor

Deuteronomio 10,12-22; Salmo 147; Mateo 17,22-27

¿Qué es lo que me estás pidiendo? Lo habremos dicho o lo habremos escuchado. Puede ser la interpelación que nos haga aquel a quien le estamos haciendo una petición, sobre todo cuando se puede considerar una exageración o un imposible; ¿cómo te atreves a pedir esto? y podemos sacar muchas razones, que es inmerecida, que supera las posibilidades o capacidades de quien va a otorgarla, que la vemos fuera de lugar…

Pero también podemos interpretarlo cómo lo que nos estamos planteando nosotros ante las exigencias que nos proponen para determinadas cosas; quien pertenece a este grupo tiene que tener en cuenta su finalidad y sus directrices; quien va a participar en un determinado movimiento le pediremos que crea en él, que tenga en cuenta sus objetivos, que comulgue con su ideario; quien va a pertenecer a un club tendrá unos reglamentos que cumplir, unas cuotas que pagar, y una colaboración que prestar para la buena marcha de tal club, por ejemplo.

¿Nos habremos planteado alguna vez muy en serio lo que significa nuestra pertenencia a la Iglesia? ¿Nos tomamos en serio eso de llamarnos cristianos haciendo que en nuestra vida florezcan los valores que nos enseña Jesús en el evangelio? ¿En qué lo fundamentamos?

No todo es cuestión de reglamentos ni de mandamientos; no es cuestión de unos protocolos que hay que cumplir, porque quien no siga esas directrices estaría fuera de la iglesia; no es cuestión de unas formalidades o unas costumbres que asumimos como cosas tradicionales que se han hecho así, y tenemos que ir misa los domingos, no podemos comer carne los viernes, realizar unas cosas de nuestra vida en el seno de la Iglesia como si fueran unas costumbres sociales que no podemos perder, como casarnos por la Iglesia, ir a las procesiones de la semana santa o de las fiestas del santo patrono del pueblo… ¿Un embadurnado social que se queda en un barniz que un día se desmorona y desaparece casi sin dejar huella en la vida?

Es la pregunta de gran trascendencia que se hace el autor sagrado en el texto que hemos escuchado en el Deuteronomio. ‘Moisés dijo al pueblo: Ahora, Israel, ¿qué te pide el Señor, tu Dios…?’ En aquellos momentos transcendentes al pie del Sinaí donde se habían establecido los diez mandamientos como ley para el pueblo de Israel el mismo Moisés que ha establecido la ley mosaica sin embargo nos habla de una relación con Dios basada en el amor, porque sobre todo nos está manifestando el amor que Dios tiene a su pueblo.

¿Le pide solamente respeto y temor ante la presencia de Dios o va más allá hablándonos del amor?  ‘Que temas al Señor, tu Dios, siguiendo todos sus caminos, y que le ames y que sirvas al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma…’ Por eso cuando hablamos de los diez mandamientos el primero es amar a Dios sobre todas las cosas, amar a Dios con todo tu corazón y toda tu alma. Es el reconocimiento de quien es el Señor y de los caminos que nos ofrece que hemos de seguir, pero es reconocer el amor que Dios tiene a su pueblo. ‘Solo de vuestros padres se enamoró el Señor, los amó, y de su descendencia os escogió a vosotros entre todos los pueblos’.

Dios que se enamora de nosotros y cuando nos sentimos así enamorados de Dios ¿cómo tenemos que responder? Haciendo como hace el Señor con nosotros. ‘Circuncidad vuestro corazón, no endurezcáis vuestra cerviz, pues el Señor, vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, el Dios grande, fuerte y terrible, que no es parcial ni acepta soborno, que hace justicia al huérfano y a la viuda, y que ama al emigrante, dándole pan y vestido. Amaréis al emigrante, porque emigrantes fuisteis en Egipto. Temerás al Señor, tu Dios, le servirás, te adherirás a él, en su nombre jurarás’.

Esa tiene que ser nuestra manera de actuar, esa tiene que ser nuestra manera de amar, con rectitud y justicia, con amor y misericordia, con toda la ternura de nuestro corazón sin hacer distinciones. Qué bonito como nos habla del amor del emigrante, y les dice ‘porque emigrantes fuisteis vosotros en Egipto’. Qué actualidad tienen estas palabras en el mundo de hoy con los problemas que vive nuestra sociedad en estos momentos.

Y todo esto se complementa con lo que hoy nos dice el evangelio. Jesús anuncia una vez más su subida a Jerusalén y el sentido pascual que tendrá esa subida. Será para la fiesta de la Pascua, pero una pascua nueva en la veremos ese paso de Dios en la entrega de Jesús, en la pasión y muerte de Jesús. Jesús se lo explica a los discípulos mientras van de camino por Galilea; sentimos que el Señor nos lo recuerda y explica una vez más porque contemplando ese amor sabremos cual es la respuesta a la pregunta que en el fondo nos hemos venido haciendo. ¿Qué es lo que nos pide el Señor?

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