Vistas de página en total

sábado, 21 de septiembre de 2024

Necesitamos unas nuevas actitudes con los demás sabiendo contar con ellos sean como sean, como Jesús contó con Mateo que era un publicano

 


Necesitamos unas nuevas actitudes con los demás sabiendo contar con ellos sean como sean, como Jesús contó con Mateo que era un publicano

Efesios 4, 1-7. 11-13; Salmo 18; Mateo 9, 9-13

Invitamos a un amigo a una fiesta y seguramente no se hará de rogar mucho para aceptarnos esa invitación, lo mismo que si es a una comida o a una salida; claro que se trata entre amigos y se da por sentada la confianza y los deseos de estar con el amigo. Que venga una persona que nosotros desconocemos o que no sea de los habituales con quienes solemos estar y ya nos lo tendríamos que pensar un poco, porque siempre andamos con las desconfianzas y muchas veces nos falta sinceridad.

Pero si vienen para pedirnos una colaboración o una ayuda para algo que tenemos que hacer, ya estaremos pensando si tenemos tiempo, si podemos o no podemos comprometernos, si eso nos va a traer algunas consecuencias o algunos gastos extra, y así no vamos poniendo pegas y retrasando la respuesta. Menos aun sería seguramente si no vemos claro aquello a que nos invitan, porque de alguna manera sea una aventura, entonces nos costará mucho más el decidirnos.

Cuando hoy escuchamos en el evangelio que Jesús pasando por delante de la garita o el mostrador de los impuestos, le dice a Mateo que lo siga y éste se levante dejándolo todo nos sorprende; no sería lo habitual que nosotros hiciéramos. ¿Habría oído Mateo hablar de Jesús o él mismo lo habría escuchado? Por muy enfrascado que estuviera en sus negocios alguna noticia tendría, o quizás alguna vez también se había acercado a escucharle en el anonimato en medio de la gente. Conocemos al otro publicano que quería conocer a Jesús y se le ocurrió la idea de subirse a la higuera para ver pasar a Jesús sin mayores consecuencias.

Un hecho, pues, que nos sorprende es la decisión inmediata de Mateo de ponerse a seguir a Jesús. Era un publicano, despreciado habitualmente entre los judíos por su colaboración con Roma en el cobro de los impuestos; de alguna manera pertenecía a la organización del pueblo que los dominaba.

¿Habría en si mismo, en su interior, un conflicto entre aquello que hasta ahora estaba ejerciendo y lo que Jesús le proponía? también podía retraerse por esa misma condición de publicano, de no considerar que fuese la persona apropiada para aquello que Jesús le pedía. Ya veremos luego la reacción contra Jesús por comer rodeado de publicanos y pecadores. Esto también podría ser algo que ronroneara en su interior antes de tomar una decisión. Pero el evangelio dice que se levantó y lo siguió.

¡Cuántas vueltas le damos nosotros a las cosas en nuestra cabeza cuando tenemos que tomar una decisión, de dar un paso adelante en la vida! Estamos ocupados, ya tenemos nuestras cosas, que se comprometan otros que hay por ahí tanta gente que no hace nada, no valemos, cómo vamos a comprometernos si no sabemos a qué nos va a llevar todo esto, y así una letanía interminable de disculpas, de pasos atrás, de miedos y cobardías. ¿Despertará en nosotros este evangelio unos nuevos sentimientos y actitudes?

Y ya lo hemos mencionado. La reacción que los escribas y fariseos tuvieron ante el hecho de que Jesús participara con su grupo con aquellos nuevos amigos que en cierto modo acompañaban a Mateo en un banquete que se le había preparado. ‘¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?’ es lo que murmuran comentándoselo a los discípulos porque no se atreven a la cara a decírselo a Jesús. 

Ay esos ronroneos y comidillas a los que somos tan fáciles en la vida. Siempre tenemos un juicio que hacer sobre lo que hacen los demás, siempre estamos preparados para una condena y una descalificación con tal de quitarnos de en medio a quien por la rectitud de su vida es alguien que nos resulta incómodo.

‘No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos’, es la respuesta de Jesús. El ha venido a sanar y a salvar, El ha venido a buscar la oveja perdida, y a esperar con los brazos abiertos al hijo pródigo, El es quien nos busca cuando en nuestra cabezonería no queremos entrar, no queremos acoger, no queremos nosotros tampoco comprender a los demás y perdonar. ¿Aprenderemos a tener nuevas actitudes para con los demás ofreciendo siempre la generosidad de nuestro perdón para ser capaces de contar también con ellos sean como sean? Jesús contaba con Mateo a pesar de que era un publicano.

‘Misericordia quiero y no sacrificios’, que ya había dicho el profeta. Así nos busca y nos llama, así se sienta a la mesa con nosotros, pero para ofrecernos otra comida mejor, porque se nos dará El mismo haciéndose comida y vida para nosotros. Quien le come vivirá para siempre, El nos resucitará el último día.

viernes, 20 de septiembre de 2024

Tendríamos que preguntarnos con sinceridad que auténticos signos estamos dando del Reino de Dios que intentamos anunciar y proclamar

 


Tendríamos que preguntarnos con sinceridad que auténticos signos estamos dando del Reino de Dios que intentamos anunciar y proclamar

1Corintios 15, 12-20; Salmo 16; Lucas 8, 1-3

Nos convencen más las obras que las palabras. Seguramente muchas veces hemos escuchado a alguien que habla muy bien, tiene, por decirlo así, bonito discurso, sus palabras y sus ideas incluso nos pueden parecer originales, o al menos nos llaman la atención, sin embargo será algo que realmente no termina de convencernos, pero sobre todo porque solo lo vemos en las palabras, en el mundo de las ideas, pero eso no provoca el querer realizarlo o convertirlo en ideal de nuestra vida porque no lo vemos reflejado en aquel que nos habla. Filosofía, decimos, pero que no nos lleva a nada, sin querer con esto que decimos menospreciar el mundo de la filosofía; pero es el concepto popular que se tiene.

Nos convence el que aquello que propone lo realiza de alguna manera, en su vida o en su actuar y su compromiso por los demás. Lo cual ya de principio en esta reflexión nos tendría que hacer pensar que sucede que los cristianos teniendo tan grandes y altos ideales de vida, sin embargo no terminan de calar en el mundo que nos rodea.

Este breve pasaje que nos ofrece hoy el evangelio creo que nos ayuda a pensar en esto que estamos diciendo, que más que las palabras nos convencen las obras. La gente entusiasmada seguía a Jesús, porque realmente sus palabras calaban, despertaban esperanza, las encontraban llenas de sentido y sentían que con el mensaje de Jesús una nueva vida podría comenzar a vivir. Recordamos como hay pasajes en el evangelio que nos expresan las opiniones de la gente en este sentido; ‘nadie ha hablado como este hombre’, se decían, pero también decían que Jesús hablaba con autoridad. ¿Dónde estaba esa autoridad de Jesús?

Los signos que le acompañaban. Si en la Sinagoga hablaba de la pronta llegada del Reino de Dios, pronto daba señales de ello liberando a los poseídos del malignos, venciendo todo mal y enfermedad con las curaciones que hacía, y aquellos milagros que realizaba se convertían en verdaderos signos del Reino de Dios que anunciaba. Lo hemos ido reflexionando en día pasados en el evangelio de esos primeros pasos de Jesús por Galilea.

Hoy el evangelista nos dice que Jesús recorría los pueblos y ciudades de Galilea, de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, enseñando, proclamando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Pero Jesús no iba solo. Quienes le acompañaban ya eran un signo para aquellas gentes de ese Reino de Dios que Jesús anunciaba. Allí iban sus primeros discípulos, aquellos que un día lo  habían dejado todo por seguir a Jesús, recordemos los pescadores de Galilea; pero allí les acompañaban también nos dice el evangelista algunas mujeres que habían sido curadas de diversas enfermedades, y les pone nombre.

Habla de María Magdalena, de la que había expulsado siete demonios; nos habla también de la mujer de un administrador de Herodes, Juana; y nos habla también de Susana y otras mujeres que ponían a disposición sus bienes en la tarea que Jesús iba realizando. Mujeres que se convierten en un signo del Reino de Dios, porque han sido liberadas del mal, porque comenzaban a vivir un sentido nuevo de la vida y aun con la buena posición de sus familias eran capaces de dejarlo todo por estar con Jesús e incluso habían entrado en la dinámica del compartir que es la dinámica del amor.

Jesús y los que le acompañaban en aquella misión apostólica que estaban realizando por toda Galilea eran en si mismo un signo de lo que anunciaba Jesús, un signo del Reino de Dios. Aquello nuevo que anunciaba Jesús era posible, aquello nuevo ya había alguien que lo estaba viviendo. No eran solo las palabras, era el testimonio de vida lo que se convertía en un signo del Reino de Dios.

¿No nos hace pensar esto? Algunas veces quizás sentimos dentro de nosotros el dolor de ver que el mundo no cambia, que el evangelio no es escuchado, que a pesar de la presencia de la Iglesia en medio del mundo no terminamos de ver acogido y realizado el Reino de Dios. ¿Nos estarán faltando signos auténticos que mostremos los cristianos con nuestra vida? ¿Se estará preocupando la Iglesia demasiado de la imagen que presenta ante el mundo, de prestigio, de poder quizás, de influencia social y política, quizás hasta de parecernos en la manera de actuar a como actúa el mundo, pero se estarán dejando de ver los verdaderos signos del Reino de Dios?

Mucho tendríamos que pensar para una reflexión sobre nuestra vida, pero también para una reflexión de lo que en verdad son nuestras comunidades cristianas, nuestros grupos cristianos y nuestras parroquias en medio del mundo que nos rodea.

 

jueves, 19 de septiembre de 2024

Siempre dispuestos a actitudes positivas que tiendan una mano para levantar y para hacer camino junto a los que lo tienen difícil en la vida

 


Siempre dispuestos a actitudes positivas que tiendan una mano para levantar y para hacer camino junto a los que lo tienen difícil en la vida

1Corintios 15, 1-11; Salmo 117; Lucas 7, 36-50

Quieras que no también tenemos la tentación de mirar por encima del hombro; escogemos nuestras amistades como la cosa más natural del mundo, pero muchas veces ya no es solo eso; miramos y desde la distancia calibramos a las personas, por su apariencia, todavía nos queda algo de aquello del color de la piel o de su lugar de origen, y catalogamos con facilidad metiendo a todos en el mismo montón, pero sin un criterio claro.

En nuestra tierra estamos ahora con el gran problema de los que llamamos los inmigrantes ilegales, porque utilizan cualquier medio para llegar a nuestras costas en esas frágiles pateras que han hecho perder muchas vidas humanas en su travesía; hoy es muy normal en nuestra isla cruzarnos en nuestras calles o en nuestros medios de transporte muchos de esos jóvenes que han venido buscando una vida mejor que la que tienen en sus países y andan de un lugar para otro esperando conseguir algún día alguna salida para sus vidas.

Pero tristemente al mismo tiempo se está dando un fenómeno de desconfianza y de rechazo en mucha gente simplemente por eso; algunos episodios de desorden habrán sucedido en alguna ocasión, pero ya la gente los ve a todos con el mismo cristal y es fácil encontrarse en las redes videos que de una forma o de otra manifiestan esa culpabilización tan a la ligera con que queremos cargarlos a todos simplemente por ser emigrantes y que señalan esa discriminación que de alguna manera se nos está metiendo en nuestras mentes. No tenemos muy clara cual es nuestra reacción interior y también con gestos externos cuando nos cruzamos con ellos o se sientan a nuestro lado en el transporte público. 

Me hago esta reflexión que comparto en esta semilla queriendo encontrar luz en el evangelio que hoy se nos ofrece. Porque seriamente tenemos que plantearnos si esas desconfianzas y culpabilizaciones caben en el corazón de quien se siente discípulo de Jesús. Y lo mejor que podemos hacer es acudir al evangelio y contemplar el actuar de Jesús.

El episodio de hoy nos habla de que Jesús había sido invitado a comer a casa de un fariseo. Mientras están recostados en la mesa – tengamos en cuenta la manera de situarse en torno a la mesa en las costumbres de la época – una mujer se ha acercado por detrás a los pies de Jesús a los que cubre de besos y con sus lagrimas mientras derrama en ellos un frasco de perfume. Pero a los ojos de los comensales no es una mujer cualquiera y allí andan con su prevención como lo estaba quien había invitado a Jesús, era una mujer pecadora. Allá en su interior andaban los pensamientos mientras quizás andaban inquietos en sus asientos.

Si Jesús supiera quien es esa mujer, anda pensando el que había invitado a Jesús. Y Jesús bien sabía quien era la que estaba lavando los pies con sus lágrimas y ungiéndoselos con aquel perfume. Sin que mediaran palabras de desconfianza aunque quizás sus movimientos inquietos delataran sus pensamientos es Jesús el que se adelanta con esa pequeña parábola de los dos deudores. ¿A quien se le perdonó más? A aquel aunque fueran grandes las deudas sin embargo había mostrado mayor amor de arrepentimiento.

Jesús le hace ver a Simón que aunque él no había cumplido con las leyes de la hospitalidad y Jesús no se lo había echado en cara, sin embargo aquella mujer sí lo había hecho. Y con ello estaba mostrando el mucho amor que había en su corazón aunque también hubiera pecado mucho. Jesús no discrimina, Jesús acoge. Jesús no aparta al pecador porque se pueda contagiar de su pecado, Jesús ofrece siempre el amor generoso del perdón. Jesús no tiene en cuenta historias pasadas por muy negativas que hayan podido hacer, sino que Jesús siempre nos pone en camino hacia delante dándonos la oportunidad de una vida nueva. Jesús no se deja arrastrar por las prevenciones que puedan tener los demás, sino que Jesús estará siempre con los brazos abiertos para acoger y para llenar de vida.

¿Qué nos estará diciendo Jesús para esas prevenciones y desconfianzas con que tantas veces andamos en la vida? Unas actitudes nuevas y unos valores nuevos nos está pidiendo.

¿Qué nos estará diciendo Jesús a quienes quizás nos sentimos bajo el peso y la sombra de una vida negativa que hayamos vivido? Una confianza de que en El siempre vamos a encontrar misericordia y nos pondrá en camino de algo nuevo para la vida, lo que en verdad nos llena de esperanza, aunque no lo encontremos en los demás.

¿Qué nos estará diciendo Jesús a los que nos dejamos arrastrar por las prevenciones y los prejuicios de los otros o de la misma sociedad hacia quienes pueden parecernos distintos? La actitud del cristiano siempre tiene que ser positiva para tender una mano para levantar, para ponernos a hacer camino junto a esos que tan difícil lo tienen, y para sembrar semillas de algo mejor para nuestro mundo.

miércoles, 18 de septiembre de 2024

Es necesaria una mayor autenticidad en nuestra vida, mayor congruencia para vivir con rectitud y una dosis infinita de amor para llenarnos de humanidad

 


Es necesaria una mayor autenticidad en nuestra vida, mayor congruencia para vivir con rectitud y una dosis infinita de amor para llenarnos de humanidad

1Corintios 12, 31 – 13,13; Salmo 32; Lucas 7, 31-35

Ni nosotros mismos nos entendemos a nosotros mismos. Son muchas las confusiones que nos vamos creando a causa de nuestras incongruencias. Lo congruente es que vayan a la par los principios que proclamamos, las ideas que tenemos con lo que es la realidad de nuestra vida de cada día; pero muchas veces hay grandes distancias entre una cosa y otra.

Podíamos hacer referencia a muchas cosas que se traducen en nuestro quehacer de nuestra vida de cada día. Exigentes con los demás pero benévolos con nosotros mismos; capaces de decir cosas maravillosas del amor, pero cuando llega el día a día de nuestras relaciones incluso con los más cercanos nos faltan detalles y delicadeza, somos violentos e incapaces de tener sensibilidad con los que están a nuestro lado no importándonos sus necesidades o las situaciones por las que pasen; proclamamos con la boca llena eso de los derechos humanos y vamos a no sé cuantas manifestaciones pero no somos capaces de respetar al que es diferente o que piensa distinto de nosotros; nos presentamos con buena apariencia de respeto y honorabilidad pero en nuestro interior siguen los prejuicios y las descalificaciones; decimos que la verdadera religión es el amor, pero somos incapaces de tener misericordia con el caído y nos cerramos a todo lo que signifique comprensión y perdón.

Es necesaria una mayor autenticidad en nuestra vida, que no nos quedemos en bonitas palabras y apariencias, que no se nos vaya todo por la vanidad que al final todo lo llena de hipocresía y falsedad. Es la congruencia, como decíamos, con la que tenemos que caminar para que en verdad vivamos con rectitud nuestra vida, pero que no nos falte el amor que nos llena de mayor humanidad.

No lo podemos centrar en la rigidez de unos cumplimientos, sino llenamos de verdadero contenido todo aquello que hacemos. La madurez de nuestra vida no se manifiesta a través de intransigencias y rigideces, sino que tenemos que saber conjugar lo que son los principios por los que se rige nuestra vida con la humanidad que ponemos en lo que hacemos y en como nos relacionamos los unos con los otros.

Hoy escuchamos en el evangelio cómo Jesús se queda de las actitudes y posturas de la gente que le rodea. Dice que son como niños que juegan en la plaza pero que no son capaces de ponerse de acuerdo en cómo han de llenar de alegría sus vidas. Mientras unos quieren cantar cantos de fiesta, otros quieren quedarse en lamentaciones que les llenan de tristeza. ¿Seremos capaces de saber llegar a un camino de encuentro? Parece que eso nos falta en la vida.

En referencia a lo que sucede en quienes le escuchan y están en su entorno, hace referencia a que ni supieron aceptar a Juan con verdadera apertura del corazón, como tampoco ahora quieren aceptarle a El. De Juan se quejaban de la austeridad con que vivía su vida y les parecía que era demasiado e inaceptable, ahora de Jesús que les quiere llegar al corazón pero quiere llamar a todos a esa vida nueva del reino de Dios, como con publicanos y pecadores, lo llaman comilón y borracho. 

Como nos sucede a nosotros tantas veces que nos quedamos en añoranzas, aquello de que otros tiempos fueron mejores, pero en aquellos otros tiempos tampoco hubo aceptación de corazón de lo bueno que se les presentaban u ofrecía. ¿Y si ahora en el momento presente abrimos nuestro corazón para descubrir los regalos de amor que Dios nos está ofreciendo? Hemos de vivir nuestro momento, el hoy de nuestra vida, pero llenándola siempre de autenticidad. En cada momento, sea cual sea la circunstancia de la vida que nos toque vivir, Dios siempre tiene señales de amor para nosotros que nos llama a lo hondo de nuestro corazón. Seamos sinceros con nosotros mismos, pero seamos sinceros y auténticos con Dios que siempre nos está regalando su amor.

martes, 17 de septiembre de 2024

Hemos de saber detenernos ante tantos que van como muertos para tender la mano y decirles como Jesús ‘levántate’, escuchando en nosotros también esa invitación de jesus

 


Hemos de saber detenernos ante tantos que van como muertos para tender la mano y decirles como Jesús ‘levántate’, escuchando en nosotros también esa invitación de jesus

1Corintios 12,12-14.27-31a; Salmo 99; Lucas 7,11-17

Nos habrá sucedido más de una vez; mientras nos desplazamos de un lugar a otro en nuestra ciudad o allí donde hacemos la vida, de pronto nos topamos con un entierro. Una cosa natural, pensamos, porque todos hemos de morir; sin embargo son diversas las reacciones que podemos tener en ese momento; desde el fastidio porque se nos atrasan nuestras carreras al no poder cruzar en aquel momento por donde queríamos ir, o distintos sentimientos y reacciones que nos pueden surgir al encontrarnos con el hecho de la muerte.

Insensibles pasamos de largo, nos quedamos esperando que pase la comitiva, sin mostrar ningún interés como si aquello no fuera con nosotros, no es un pariente, no es una persona conocida o con quien hayamos trabado relaciones en la vida; pero muchos son los sentimientos que pueden aflorar desde compasión para los familiares que vemos tristes en el cortejo, incomodidad en nuestro interior porque nos hace pensar en el fin de nuestra propia vida, y cuando decimos fin nos podemos referir a todas las acepciones que tenga la palabra; lástima quizás no solo por aquellos familiares que están sufriendo la pérdida, sino pensando en el mismo difunto, que puede ser joven o mayor, que puede ser un niño pequeño o un anciano, que haya podido morir de improviso, por un accidente o tras larga enfermedad.

Pero seguro que no nos quedamos tan tranquilos porque a la larga podemos pensar en tantos que estando vivos sin embargo viven como muertos su propia existencia, sin rumbo en la vida y sin ningún sentido que les haga valorar lo que hacen o por lo que luchan, atados a dependencias de todo tipo que terminan viviendo como autómatas pero sin vida propia, personas que viven en la rutina y sin ninguna ilusión sino que simplemente van dejando pasar los días, gentes llenas de amarguras que no saben vivir la vida afrontando las propias realidades y entonces no saben disfrutarla, y así podríamos seguir pensando en tantas situaciones con lo que nos damos cuenta que nos estamos encontrando con demasiados muertos en la vida.

Es bien significativo este pasaje del evangelio con este encuentro de Jesús y los discípulos con aquella comitiva que salía de la ciudad de Naim para enterrar a aquel hijo único de una madre viuda. Mucho podemos ver, pues, tras esta imagen que se nos interpone ante nosotros reflejando aquel hecho en nuestra propia vida. Es como un cristal traslúcido que nos hace ver ambas situaciones interpuestas la una sobre la otra. Es el filtro del evangelio con el que tenemos que ver nuestra vida.

Jesús no pasó de largo, se detuvo e hizo detener también la comitiva. Escasas son las palabras que le oímos pronunciar, ‘no llores’ le dice a la madre, ‘levántate’, le dice el muchacho difunto. Y se levantó y se lo entregó a su madre.

Sigamos escuchando esas palabras de Jesús, ‘no llores’, ‘levántate’. ¿Nos lo estará diciendo a nosotros? Quizás también vamos apenados por la vida ¿conscientes de la muerte que hay en nosotros? ¿Conscientes de la muerte que reina a nuestro alrededor? ¿Llenos quizás de amarguras, de fracasos, de desesperanzas, de pérdidas de ilusión? ¿Solo regodeándonos en nuestro propio dolor, en nuestros fracasos o en la desorientación con que a veces caminamos por la vida?

Pero Jesús está diciendo también ‘levántate’. No nos quedemos envueltos en nuestro dolor, sumidos en nuestras desesperanzas, vacíos en nuestras superficialidades, desorientados en nuestros caminos sin rumbo, llenos de negruras porque solo vemos cosas que nos parecen inalcanzables que nos hacen sentirnos frustrados por no conseguir lo que nos proponemos, dando zigzag de un lago para otro porque no hemos puesto verdaderas metas en la vida.

‘Levántate’, nos está diciendo Jesús. ¿Habremos sabido detenernos a su lado para escuchar su invitación? Pero ¿sabremos detenernos ante tantos lugares de muerte, personas que van en la vida como muertos para tender nuestra mano y decirles también como Jesús ‘levántate’?

lunes, 16 de septiembre de 2024

‘Señor, no soy digno’, decimos también, ‘pero una palabra tuya bastará para sanarme’, para llenarme de vida, para que pueda alcanzar la plenitud de mi vida

 


‘Señor, no soy digno’, decimos también, ‘pero una palabra tuya bastará para sanarme’, para llenarme de vida, para que pueda alcanzar la plenitud de mi vida

1Corintios 11,17-26.33; Salmo 39; Lucas 7,1-10

Hoy todo lo queremos por escrito y bien firmado y con todas las garantías procesales para que quede constancia; porque ni de lo escrito algunas veces nos confiamos; ya no nos es suficiente lo acordado y pactado de palabra tras la correspondiente negociación, sino que de eso hay que dejar buena constancia, pero que nadie se eche atrás de lo dicho o de lo pactado. Tiempos recordamos los mayores donde la palabra de una persona, como se solía decir, iba a misa, o sea que podías confiar que aquello se cumpliría porque iba la honra de la persona en ello.

El ritmo de la sociedad se impone y tenemos nuestras normas y protocolos, es cierto, y habrá cosas en los negocios de la vida en que así hemos de actuar, pero eso quizás nos ha llegado a la perdida de ese valor de la palabra y de la confianza que ponemos en las personas. Parece que de antemano siempre tenemos que sospechar y desconfiar, y eso nos está haciendo perder también una calidad humana en nuestras relaciones, donde todo lo hacemos demasiado formal pero quizá sin el calor de la vida. Y el calor de la vida nos tiene que llevar a esa confianza que hemos de tener con los demás; cuando no actuamos desde esa confianza nuestras relaciones se vuelven frías, corteses sí probablemente, pero hemos perdido un calor humano que tanto necesitamos.

Y ya no es solo todo lo entraña esas relaciones entre unos y otros sino que esa confianza necesitamos mostrarla en cosas que son más fundamentales de la vida, en todo lo que nos tiene que trascender y elevar, que no se queda ni en lo formal de unas relaciones, ni en lo material que manejamos con nuestras manos, sino que atañe a las cosas del espíritu; y ahí entramos en el ámbito de la fe. Sin esa carta de confianza para fiarnos de lo que se nos revela la fe se quedaría vacía de contenido. Nos estamos volviendo descreídos en ese aspecto de nuestras mutuas relaciones, pero también en lo espiritual y en todo lo que atañe al Dios de nuestra vida. También queremos pruebas, pero sin esa confianza nunca las podremos encontrar y nunca podríamos llegar al ámbito de la fe.

El evangelio nos muestra un episodio bien clarificador. Jesús había llegado de vuelta a Cafarnaún y le sale al encuentro lo que podríamos llamar una embajada; unos ancianos de la comunidad que viene a interceder para que Jesús cure a un siervo del centurión por el que sentía muy preocupado. Aunque era gentil sin embargo había sido bueno con el pueblo de manera que incluso les había ayudado a construir la sinagoga de la localidad. Allí estaban ellos como mediadores. Y Jesús se pone en camino a casa del centurión.

Pero cuando llega a oídos de este hombre que Jesús viene a su casa, siente que no es digno de que Jesús llegue así hasta él y cuando ni siquiera se había atrevido a ir por sí mismo a solicitar esa ayuda de Jesús, reconoce que Jesús solo con una palabra puede curar a su criado. Así se lo hace saber a Jesús, de manera que se admira de la fe de este hombre, aun siendo gentil, y alaba ante todos esa confianza. ‘No he encontrado en nadie tanta fe’.

Había puesto su confianza en la palabra de Jesús. Para él era suficiente. No era necesario realizar signos extraños ni extraordinarios sino que bastaba su palabra. Y nosotros que seguimos buscando pruebas y señales. Como decíamos antes si no entramos por el camino de la confianza difícilmente podremos llegar a encontrarnos con el misterio de la fe, con el misterio de Dios. Siendo misterio se quedaría en algo oculto y difícil de escudriñar; por eso con la confianza de que tras ese túnel y oscuridad sabemos que nos vamos a encontrar con la luz tenemos que dar esos pasos de confianza.

Y dejarnos sorprender; no lo podemos dar por hecho o por sabido porque lo que se nos va a revelar transciende todas las expectativas humanas, porque entramos en una dinámica sobrenatural, que está por encima de nosotros, pero que aceptamos, que nos dejamos invadir por ello, que nos llenamos de fe. Es la confianza de que vamos a encontrar la luz y el amor; y encontraremos un camino y un sentido para la vida, y nos sentiremos en verdad llenos por dentro como ninguna cosa humana o material nos puede llenar.

Señor, no soy digno’, decimos también, ‘pero una palabra tuya bastará para sanarme’, para llenarme de vida, para que pueda alcanzar la plenitud de mi vida.

domingo, 15 de septiembre de 2024

Preguntas que nos hace Jesús hoy y preguntas que nos hacemos sobre el sentido que le estamos dando a nuestra vida sin temor y con corazón abierto

 


Preguntas que nos hace Jesús hoy y preguntas que nos hacemos sobre el sentido que le estamos dando a nuestra vida sin temor y con corazón abierto

Isaías 50, 5-9ª; Sal. 114; Santiago 2, 14-18; Marcos 8, 27-35

Todos nos hacemos preguntas, algunas veces parece que nos vienen en cadena, otras surgen en un momento determinado casi por sorpresa, o no las hace la vida misma; preguntas sobre nosotros mismos, preguntas sobre aquellos que nos rodean, preguntas sobre esas personas que nos parecen importantes para nosotros; preguntas cuyas respuestas pueden tener sus consecuencias para nosotros, para lo que va a suceder y que quizás nos cuesta asumir; preguntas que nos dan miedo o que nos sorprenden, preguntas que pueden darle una vuelta a nuestra vida,  preguntas en fin sobre las que queremos encontrar una respuesta.

Hoy en el evangelio es Jesús el que hace unas preguntas, que en principio podrían parece inocentes, porque era recoger aparentemente las opiniones de los que les rodeaban; pero pregunta que poco a poco va comprometiendo, porque hay que dar una respuesta personal, pero respuestas que van a tener sus consecuencias, porque al final estará haciendo que los que se hagan las preguntas de donde están son los propios discípulos, o aquellos que quieren seguir a Jesús. Que todo puede ser al mismo tiempo un itinerario que nosotros también hemos de recorrer.

Primero pregunta Jesús sobre lo que piensa la gente del Hijo del Hombre; las respuestas son variadas según la percepción que la gente va teniendo de lo que hace Jesús, por eso le ven como un profeta, como un gran profeta como los grandes profetas antiguos, o como el recientemente martirizado Juan Bautista, con lo que también esas respuestas pueden tener algo de profecía.

Pero Jesús da un paso más, porque ahora pide una respuesta personal de aquellos que en este momento le rodean, sus discípulos más cercanos. Les impacta la pregunta ‘y vosotros, ‘¿quién decís que soy yo?’ La respuesta no pueden ser generalizaciones sino que tiene algo más personal y será Pedro el que se adelante a responder. ‘Tú eres el Mesías, el Cristo’, el Hijo del Dios vivo. Otros evangelistas nos dejarán el comentario que hizo Jesús a esta respuesta de Pedro, que no la da por si mismo sino porque se lo ha revelado el Padre del cielo.

Pero Marcos, en el evangelio de hoy, hace que en esa pregunta y en esa respuesta veamos todo lo que tienen que ser sus consecuencias. El sentido del Mesías en Jesús es distinto. Por eso Jesús irá sacando consecuencias que ahora irán haciendo que sean los discípulos los que se interroguen por dentro y en cierto modo hagan una opción. ‘El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días’. No era esa la imagen que ellos tenían del Mesías a pesar de todo lo que Jesús les había enseñado y anunciado.

Aquello les impacta y les deja descolocados y como siempre será Pedro el que comience a hablar y actuar. Son interrogantes en el interior que no nos pueden dejar paralizados. Eso no puede suceder, eso no le puede pasar a Jesús con todo lo que la gente piensa de El y le busca y quiere seguirle. Pedro trata de convencer a Jesús, que no sé si será tratar de convencerse a si mismo de lo que Jesús les está planteando. Pero Jesús le rechaza, le aparta de su lado ‘¡Quítate de en medio!’, poco menos que le dice porque ‘eres una tentación para mí’.

Pero Jesús, ya dirigiéndose a todos, ¿dirigiéndose a nosotros quizás también?, nos vendrá a aclarar lo que va significar la fe que tengamos en El. ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque, quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. Pues ¿de qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?’ No son solo palabras bonitas o aprendidas de memoria las que nos definen la fe que tenemos en Jesús sino que tienen que ser unas actitudes nuevas que hemos de tener en nuestro corazón.

¿Será así cómo nosotros queremos ser en verdad discípulos de Jesús? ¿Hasta dónde llega nuestra fe en El? Porque quizás estaremos muy entusiasmados cuando parece que son los buenos momentos, las grandes aclamaciones y los momentos de fervor, cuando quizás nos metemos en medio de una multitud entusiasta porque parece que todo es como una fiesta.

Cuando tenemos que ver la realidad que hay a nuestro lado, cuando descubrimos el sufrimiento de tantos, o cuando nos salen las cosas mal, cuando nos vemos envueltos en problemas que no parece que tengan solución, enfermedades que nos hacen sufrir en nuestros seres queridos o en nosotros mismos, cuando se nos hace difícil porque no todos nos entienden y parece que nadamos a contracorriente, cuando tenemos que comenzar a desprendernos de muchas cosas que llevamos demasiado apegadas en nuestra vida porque nos damos cuenta de que están muy lejos de los valores del evangelio, cuando tenemos que comenzar a compartir olvidándonos de nosotros porque vemos que hay otra gente con mayor necesidad, cuando tenemos que aceptar incluso a aquellos que no nos caen bien, ¿cómo reaccionamos? ¿Escuchamos y asumimos esas palabras que nos ha dicho Jesús de negarnos, de perder la vida, de tomar y cargar con nuestra cruz?

Preguntas, decíamos al principio, que algunas al final podrían sernos molestas. Preguntas que nos hace Jesús hoy y que nos hacen hacernos preguntas sobre el sentido que le estamos dando a nuestra vida. ¿Tememos las preguntas que nos hace el evangelio cuando lo escuchamos con corazón abierto?