El Pilar un lugar importante en la historia de nuestra vida y nuestra tierra, una presencia de María que significa mucho en nuestra fe, que es también el camino de nuestra historia
1Crónicas 15, 3-4. 15-16; 16, 1-2; Salmo 26; Lucas 11, 27-28
Siempre en la historia de nuestra vida tenemos lugares que nunca podremos olvidar, recuerdos de momentos vividos en ese lugar, experiencias que nos llegaron al alma o acontecimientos que fueron importantes en nuestra historia personal o que quizás hayan sido hitos valiosos para nuestros familiares o nuestros antepasados y que nosotros tratamos de guardar con sumo cuidado; forman parte de nuestra historia, de nuestra vida que quizás dejaron una huella en el alma. Volver a aquel lugar nos trae recuerdos, es más, nos hace revivir parte importante de nuestra vida, nos produce emoción en el alma y probablemente hablemos a los que vienen tras nosotros con gran entusiasmo.
Igual que hemos venido hablando de lugares, podemos hacerlo también de personas que han sido importantes en nuestra vida; se hicieron presentes junto a nosotros quizás en momentos difíciles y eso no lo podremos olvidar nunca, nos dijeron una palabra que fue un abrir caminos para nuestra existencia, o su ejemplo se convierte para nosotros en un estimulo y un acicate para seguir con entusiasmo nuestro camino. Personas que siempre recordaremos, que nos gustaría sentir su presencia y de una forma o de otra siempre las sentimos a nuestro lado.
He comenzado trayendo a la memoria esas experiencias, que cada uno por si mismo en su historia personal lo verá de una forma muy concreta – cada uno tenemos nuestros recuerdos y nuestras experiencias que han sido vitales para nosotros -, digo que he traído a la memoria estas experiencias, como punto de partida de la reflexión que nos podemos hacer hoy cuando estamos celebrando a la Virgen en su Advocación del Pilar.
Por supuesto siempre celebrar a la Virgen María es para nosotros lo más grato porque la miramos, sí, como nuestra madre, pero también como la Madre de Dios al darnos a Jesús con todo lo que supuso su presencia en la historia de la salvación. No podemos olvidar nunca su lugar, su presencia junto a Jesús, y el lugar en que El la ha colocado al lado de su Iglesia como Madre que camina a su lado y la protege. Siempre es una experiencia hermosa celebrar a María que llena el alma del gozo más grande.
Pero he querido pensar en todo esto en esta fiesta concreta de la Virgen del Pilar que hoy celebramos. Podemos hablar de tradiciones que se han hecho historia, pero algo grande han significado en la historia de la Iglesia en España ya desde sus comienzos. La tradición nos habla de la presencia del Apóstol Santiago en nuestras tierras hispanas anunciando el evangelio de Jesús. No fueron, es cierto, muchos años pues pronto sería el primero de los apóstoles que diera su vida por su Jesús al ser decapitado en Jerusalén por el rey Herodes.
Pero la tradición nos habla de su tarea como apóstol en estas lejanas tierras. Y es cuando la tradición nos habla de esa presencia de María, milagrosamente y nunca podemos negar la posibilidad de los milagros de Dios, una presencia de María mientras aun vivía en carne mortal, para alentar al apóstol que aquí anunciaba el evangelio de Jesús. Y allí junto al Ebro quedó ese pilar como signo de esa presencia de María entre nosotros, que tanto fortaleció entonces el ánimo del apóstol, como ha seguido alentando a los que seguimos a Jesús en nuestras tierras, para convertirnos también a lo largo de los siglos en evangelizados a lo largo y ancho del mundo.
Es importante, entonces, ese lugar y esa presencia de María, como un signo sobre ese Pilar allí a las orillas del Ebro, pero presente siempre en el corazón de los cristianos españoles, que la llamemos Pilar o le demos cualquier otro nombre o advocación de nuestra devoción que nos ha ayudado a mantener la fe, fortalecer nuestra esperanza y avivar continuamente nuestro amor en ese seguimiento de Jesús y en ese testimonio del evangelio que queremos dar ante el mundo.
Pidamos la intercesión de María, la Madre del Señor y nuestra madre, para que se mantenga viva la fe en España. Habían sido momentos oscuros aquellos por los que pasaba el apóstol en la predicación del Evangelio en nuestras tierras y María fue ese faro de luz y de esperanza.
Nuestros momentos tampoco hoy son fáciles y necesitamos reavivar nuestra fe, mantener viva nuestra esperanza, porque el evangelio de Jesús sigue siendo esa respuesta de salvación que el mundo de hoy necesita, que nuestra tierra española necesita, y que la presencia de María sigue manteniéndonos firmes y llenos de esperanza; que con María a nuestro lado en el camino de la vida nos impulse a que sigamos siendo esos anunciadores del evangelio en medio del mundo, como lo fueron tantos antes de nosotros para llegar el evangelio a las tierras que llamábamos del nuevo mundo, pero decimos hoy a todas las tierras del mundo que tenemos que hacer nuevo desde la renovación del Evangelio.
Es el hondo sentido que hemos de darle a nuestra fiesta del Pilar. Es un lugar importante en la historia de nuestra vida y nuestra tierra; es una presencia la de María que significa mucho en el camino de la fe, nuestro camino personal de fe, pero también el camino de nuestra historia. Muchas cosas tenemos que reavivar.