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viernes, 11 de octubre de 2024

Que por todo lo bueno que vemos a nuestro alrededor sepamos dar gloria a Dios, porque son signos y señales de ese Reino de Dios

 



Que por todo lo bueno que vemos a nuestro alrededor sepamos dar gloria a Dios, porque son signos y señales de ese Reino de Dios

Gálatas 3, 7-14; Salmo 110; Lucas 11, 15-26

Hay quien va por la vida de autosuficiente y engreído porque se cree, y hace alarde de ello, que nadie hace las cosas como él; se las sabe todas, como solemos decir, pero se cree que es el único que sabe; a lo sumo, los que son como él, o sea de su grupo o de su clan, son los que podrían hacer las cosas bien; por supuesto aquellos que no piensan como él, que no son de su manera de pensar, por decirlo de alguna manera, esos por más que quieran no serán capaces de hacer nada bueno. Y con ello, con su autosuficiencia por una parte, o con sus criticas a todo y a todos va creando un mal ambiente, va creando divisiones, estará siempre con el rechazo a lo que hagan los otros.

Quizás planteo las cosas con una cierta exageración, pero ¿de alguna manera no estamos siendo así en nuestra sociedad en que siempre lo que hacen los otros está mal y no somos capaces de ver y de aceptar lo bueno que puedan hacer los demás? Cuánto nos cuesta aceptar y valorar lo que hacen los otros. Qué prontos somos para juzgar, para criticar, para poner faltas, para minusvalorar lo que hacen los otros, o para desprestigiarlos para que así pierdan todo valor. Con qué facilidad corroemos lo bueno de los demás. Son nuestros orgullos y autosuficiencias, o es la falta de humildad para reconocer lo bueno que hacen los otros que incluso nos superan; pero eso  no lo podemos soportar.

Es el rechazo que vemos que ciertos sectores le están haciendo a Jesús. No terminan de comprender la obra de Dios que en Jesús se manifiesta. Serán los sencillos los que sienten admiración por las obras de Jesús, reconociendo que un gran profeta ha aparecido entre ellos. Ya contemplamos a Jesús en otro momento del Evangelio dando gracias al Padre que ha revelado los misterios de Dios a los pequeños y a los sencillos.

Pero aquellos que se creían sabios y entendidos, que de alguna manera se habían vuelto manipuladores de la fe de los sencillos rechazan la buena nueva de Jesús. No serán capaces de reconocer esa buena noticia que les trae Jesús del Reino de Dios que se acerca y que ya está en medio de ellos. Ellos tenían otros conceptos, ellos se creían con sus privilegios que en el nuevo Reino que Jesús anuncia, ellos podrían perder. No han terminado de entender el sentido del Reino de Dios que Jesús viene proclamando; lo ven como un peligro para sus posicionamientos y sus privilegios.

Por eso, lo mejor, desprestigiar a Jesús. Aquello que Jesús está realizando no es obra de Dios; Jesús, dicen ellos, está actuando con el poder de Belcebú. La ceguera de sus mentes y la cerrazón de sus corazones les llevan a confundir todo y a querer crear confusión también en los demás. Siembra desconfianza y echarás abajo el más hermoso edificio. Como sigue sucediendo en todos los tiempos y nos sucede hoy también con las mecánicas y dinámicas de nuestra sociedad.

Jesús nos enseña a valorar todo lo bueno, venga de donde venga. A tener un espíritu abierto y al mismo tiempo humilde para descubrir lo bueno, para valorar lo bueno, para tener en cuenta todo  lo bueno que hay alrededor. Tenemos que aprender a abrir los ojos al estilo de Jesús, porque también muchas veces somos catastrofistas viendo todo mal, viendo todo lleno de maldad, creando también confusiones a nuestro alrededor, no sabiendo descubrir los signos de los tiempos, como en otra ocasión Jesús nos decía, para ver esa acción de Dios en tantas cosas en nuestro entorno.

Es algo muy general de nuestra sociedad, pero que también nos sucede en nuestro espacio eclesial. No todo el campo siempre está lleno de flores y de buenos frutos, y entre nosotros aparecen también esos sembradores de cizañas que tanto daño pueden hacer alrededor. Sabemos que tenemos que contar con ello, como Jesús nos va enseñando en el evangelio, pero nos obliga a purificar más y más nuestra, a dulcificar nuestras actitudes, a tener una mirada nueva, a ver ese sentido positivo que siempre el evangelio tiene que sembrar en nuestro corazón.

Claro que tenemos que fortalecernos en nuestra fe para que cuando llegue la tentación nos mantengamos firmes y nos dejemos confundir por tantas cosas y tantas tentaciones que nos pueden aparecer en nuestro derredor. Si no estamos vigilantes, si no mantenemos alto nuestro espíritu, vendrá el maligno que revolverá nuestra vida, como nos dice hoy jesus.

Que por todo lo bueno que vemos a nuestro alrededor, venga de donde venga, sea quien sea, sepamos dar gloria a Dios, porque son signos y señales de ese Reino de Dios que se está construyendo en nosotros y entre nosotros.  

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