Pongamos
nuestra fe en Jesús y no se nos romperá la vida ni será un vacío, nuestra vida
tendrá un sentido de plenitud porque sabemos que en Dios tendremos vida en
plenitud
Apocalipsis 21, 1-5a. 6b-7; Salmo 24;
Filipenses 3, 20-21; Juan 11, 17-27
Todos habremos pasado en algún momento
de nuestra existencia por esa ruptura del alma que ha significado la muerte del
padre o de la madre, o de algún ser querido, por esos vacíos que quedan en el
alma por la ausencia de los seres queridos, y aunque hayamos querido remendar
esos rotos del alma sustituyéndolos con otros cariños, o de alguna manera
olvidar esas ausencias, sin embargo no podemos quedarnos en el estoicismos de
la indiferencia ante ese hecho de la muerte. Muchas preguntas quedan siempre
pendientes, muchos interrogantes que lanzamos al cielo o que nos remuerden en
nuestro interior para los que queremos una respuesta, que muchas veces se nos
hace difícil encontrar.
En nosotros hay un ansia de vida y de
vida en plenitud, todo eso bueno de lo que ahora podemos disfrutar tenemos el
deseo de vivirlo sin sombras que lo palidezcan, porque queremos encontrar un
sentido, saber de donde venimos y a donde vamos, qué valor tienen los pasos que
vamos dando aquí en la tierra, y tenemos los deseos de una continuidad que no
queremos ver rota con la muerte. Nuestra fe en Jesús nos ayuda a encontrar esa
respuesta y ese sentido.
En el evangelio que habitualmente se
nos proclama en esta conmemoración de los fieles difuntos que hoy celebramos se
nos habla de una familia rota también por la muerte de uno de sus miembros,
aparecen las quejas del alma de quienes no entienden esa ruptura de la vida y
quejas que van dirigidas a Jesús, porque según aquellas mujeres, no supo estar
a tiempo en aquellos momentos. Cuando llegó, ya Lázaro llevaba cuatro días
enterrado, y ellas pensaban que si Jesús hubiera estado allí eso no habría
sucedido.
Pero tenemos que leer y escuchar con
atención este evangelio; sí, es evangelio, sigue siendo buena noticia para
nosotros hoy, sigue siendo buena noticia para aquellos que sufren la ruptura y
el vacío de la muerte; es anuncio de vida para nosotros hoy, como lo fue para
aquella familia de Betania que a pesar de todo seguía creyendo en Jesús,
poniendo su confianza en Jesús y en su Palabra.
‘Tu hermano resucitará’, les dice
Jesús. En ellas estaba su fe y su esperanza en la trascendencia final de la
vida, pero Jesús quiere ayudarles a descubrir algo más. No solo es cuestión de restitución
de la vida mortal lo que Jesús les está ofreciendo. Les habla de quien cree en
El tendrá vida para siempre. La vida no se queda reducida a los pasos inseguros
que podamos dar por los caminos de esta tierra, Jesús nos habla de otra vida
más hondo que dará valor a esos pasos, que nos dará fuerza para esos pasos en
los que muchas veces nos podamos sentir inseguros y vacilantes, nos habla del
valor nuevo que va a tener nuestra vida cuando dejemos que sea la vida de Jesús
la que llene nuestra vida. Y todo eso con valor de eternidad.
¿Qué es lo que le va a dar valor a esos
pasos, nos va a dar fuerza para nuestro camino, hará que no sintamos que
nuestra vida sea un vacío? Sigamos a Jesús, vivamos lo que Jesús nos ofrece,
llenemos desde el amor de sentido nuestra vida, la responsabilidad con que
vivimos la vida de cada día la hará fecunda y comenzarán a florecer los frutos
del amor, de la amistad verdadera, de la paz y armonía en la convivencia, de
unas relaciones justas entre unos y otros, de la verdad que dará autenticidad a
nuestra existencia. Será una huella hermosa la que iremos dejando, será un
oloroso perfume con que hagamos más agradable nuestro mundo, aparecerá la
fecundidad de una vida que se prolonga en quienes vienen tras nosotros en ese
camino y en cuantos nos rodean.
Hoy Jesús nos dice que creamos en El y
tendremos vida eterna. Pongamos nuestra fe en Jesús y no se nos romperá la vida
ni nos llenaremos de vacíos, nuestra vida tendrá un sentido de plenitud
distinta, no temeremos la muerte porque sabemos que en Dios tendremos vida en
plenitud.