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sábado, 10 de agosto de 2024

Saber morir para saber dar vida, grano de trigo que si no se entierra sabemos que queda infecundo, entender lo que es ser creador de vida desde el morir a nosotros mismos

 


Saber morir para saber dar vida, grano de trigo que si no se entierra sabemos que queda infecundo, entender lo que es ser creador de vida desde el morir a nosotros mismos

2Corintios 9, 6-10; Salmo 111; Juan 12, 24-26

Es preciosa la flor de una planta y sabroso será el fruto que luego recojamos y comamos, pero ¿nos habremos parado a pensar en todo el proceso previo para poder llegar finalmente a saborear el fruto? Desde la semilla que se entierra para que pueda germinar y que de alguna manera es como morir a sí misma para poder hacer que surja una vida, como todo el proceso de crecimiento con sus cuidados correspondientes, la belleza de la flor que un día como que desaparece para que pueda hacer surgir lo que será el fruto que ha de llegar a su correspondiente maduración. Nos comemos el melocotón, por decir una sabrosa fruta, pero no pensamos en todo ese camino para llegar a ser ese sabroso fruto que así vamos a degustar.

Hoy Jesús nos habla de una semilla, como tantas veces lo hace en el evangelio, pero nos dice que la semilla tiene que morir para germinar. Pero no se queda Jesús en la materialidad de ese proceso de la naturaleza sino que nos está haciendo una comparación con nuestra vida. ¿Llegaremos un día a ese estado de la fruta madura como fruto de lo que hemos hecho o vivido? Lo podemos pensar meramente en el aspecto humano de la persona, del sentido de nuestra vida, de lo que hacemos y de lo que somos. No podemos simplemente vegetar, estar ahí porque nos ha tocado estar ahí, como un cañaveral que está en un barranco o un zarzal que se enracima por la pared o por la ladera.

Estamos llamados a dar un fruto en esas obras que realizamos con las que no solo estamos haciéndonos a nosotros mismos sino que estamos siendo fructíferos y fecundos para los demás y para el mundo en el que vivimos; en lo que hacemos nos vamos plasmando, vamos dejando nuestro ser, nos hacemos creadores y creativos porque vamos repartiendo vida, vamos haciendo que nuestro mundo tenga vida.

Desde nosotros mismos estamos alimentando la vida de ese mundo en el que vivimos; no somos unos zánganos que simplemente nos aprovechemos de lo que hay en ese mundo o de lo que hacen los demás. ¡Qué hermoso cuando encontramos ese sentido para nuestra vida! ¡Qué satisfacción más honda podemos sentir dentro de nosotros mismos!

Claro que eso significará también un proceso que hemos de ir realizando en nuestra vida para que haya ese crecimiento y lleguemos a esa madurez. Comenzamos por no centrarlo todo en nosotros mismos, encontraremos el sentido del amor como donación no solo como satisfacciones que recibimos de los demás o nos lleguen por los sentidos. Y ese sentir esa nueva vida, ese nuevo sentido de vida en nosotros algunas veces se nos vuelve doloroso porque habrá que arrancar muchas raíces de egoísmo o de orgullo que se nos van metiendo en los entresijos del alma. Y eso cuesta, como doloroso es el parto que hace hacer una nueva vida.

Por eso hoy Jesús nos hablará de ese morir a nosotros mismos para alcanzar la plenitud de la vida. Es lo que nos va describiendo de lo que significa seguirle, ser su discípulo, vivir ese camino nuevo que nos está señalando. Será costoso pero podemos sentir el gozo del amor del Señor que se derrama y derrocha sobre nuestra vida. Y eso nos hará generosos en nuestro amor, en nuestra entrega, en nuestra capacidad de servicio para los demás.

Hoy en la liturgia se nos están ofreciendo estos textos de la Palabra en razón de la fiesta que celebramos, San Lorenzo Mártir. Cuando lo recordamos a todos nos viene a la memoria la imagen de la parrilla en que fue martirizado, pero quizá no tenemos en cuenta todo lo que hay detrás en su vida; aunque era procedente de España sin embargo él era un diácono de la Iglesia de Roma, con el Papa Sixto V que precisamente hemos celebrado hace unos días. La función del diácono era la del servicio, sobre todo en la atención de los pobres y necesitados con lo que aportaban los cristianos de la Iglesia de Roma.

Después del martirio del Papa la voracidad del emperador de Roma quería apoderarse de los bienes y de las ‘riquezas’ de la Iglesia. ¿A quién reclamar? Al diácono Lorenzo como administrador de los bienes de la Iglesia. Y Lorenzo reunió a todos los pobres de Roma y se los presentó al emperador diciendo que esos eran la riqueza de la Iglesia. La reacción fue el martirio de Esteban, precisamente en ese tormento del fuego, por lo que es presentado con esa imagen de la parrilla.

Esteban bien conocía el pasaje del evangelio que nos ha dado pie hoy a nuestra reflexión, del grano de trigo que si no se entierra y muere no da fruto. No temió por su vida, sino que la entregó libremente, como había hecho Jesús en su subida al Calvario, porque así sabía que obtendría una vida que dura para siempre, la vida eterna.

Ahí tenemos el fruto de la vida de Lorenzo. ¿Seremos capaces nosotros también de llegar a dar esos frutos porque vivamos el sentido de este evangelio?


viernes, 9 de agosto de 2024

En la vida hemos de estar atentos, hemos de volvernos más reflexivos para no llegar tarde, porque la hora de Dios está ahí y llega a nosotros y no podemos perderla

 


En la vida hemos de estar atentos, hemos de volvernos más reflexivos para no llegar tarde, porque la hora de Dios está ahí y llega a nosotros y no podemos perderla

Oseas 2, 16b. 17 de. 21-22; Salmo 44; Mateo 25,1-13

Una vez escuchaba un comentario en referencia a una persona, a su manera de ser y de hacer las cosas, pero que parecía que nunca estaba a tiempo; ‘piensa bien, decían, pero siempre llega tarde’.

Creo que esto nos lo podemos aplicar también a nosotros mismos, tantas veces que metemos ‘la pata’ y luego nos dimos cuenta de donde estaba nuestro error; no nos fijamos, nos disculpamos, pero no siempre estamos atentos y alertas a lo que nos va sucediendo, vivimos demasiado superficialmente y no reflexionamos antes de dar una respuesta, antes de emprender una tarea, y luego vemos lo que nos pasa, fallamos, no estamos a la altura, no llegamos a tiempo. Y es que en la vida necesitamos ser más reflexivos, sopesar bien las cosas, darnos cuenta de las posibilidades o y hasta dónde podemos llegar, que muchas veces es mucho más allá de lo que habitualmente hacemos, a causa de nuestra superficialidad.

Hoy Jesús nos propone una parábola que habremos medita muchas veces y de la que siempre sacamos buenas conclusiones, pero es una parábola que ahora hemos de escuchar en el hoy de nuestra vida, porque siempre la Palabra de Dios es algo vivo para nosotros y que tenemos que convertir en vida. Conocemos el desarrollo de la parábola, unas jóvenes amigas de la novia que están esperando la llegada del novio para la boda, según las costumbres de la época. El esposo tardaba y cuando llegó el momento resultó que no todas aquellas doncellas tenían aceite suficiente en sus lámparas primero para iluminar el camino y luego también la sala de la boda. Mientras fueron a buscarlo, llegaron tarde.

A muchas situaciones de la vida podemos aplicarlo, pero creo que entre otras cosas nos ayuda a que sepamos discernir la presencia de Dios en nuestra vida, que se nos manifiesta de muchas maneras y de los modos menos esperados, aun en medio de las oscuridades y tensiones con que nos vamos encontrando. Pero la hora de Dios es cierta, es segura. Dios llega en su momento para nosotros, el momento que nosotros necesitamos, el momento que es de gracia para nosotros; podríamos decir que ni es antes ni después, porque Dios tiene su hora.

No es el retraso de quien llega, sino es la poca actitud del que espera. Es sí la vigilancia, la atención que hemos de poner, pero es la seguridad de la esperanza, la certeza de la llegada del Señor a nuestra vida en ese momento que es momento de gracia para nosotros. Es el significado del aceite que hemos de tener siempre de reserva para que nuestras lámparas no se apaguen, con la imagen de la parábola.

Aunque la parábola nos habla de esas luces que hemos de mantener encendidas, creo que en nuestra reflexión podemos ir más allá para saber descubrir esos puntos de luz que Dios nos va poniendo en el camino de la vida; los mismos acontecimientos de la vida tienen que enseñarnos, lo que vamos recibiendo de los demás son también señales de Dios, las posibilidades que se abren ante nosotros, las nuevas perspectivas que nos puedan aparecer, las oportunidades que van surgiendo, podemos decir que no son cosas que nos sucedan al azar, pueden ser esas señales de Dios que necesitamos y que por nuestra inconsciencia, por nuestras prisas y carreras, por no abrir los ojos para detectarlas, las dejamos pasar, muchas veces las perdemos.

Como decíamos antes, es la hora de Dios para nosotros, pero hemos de estar atentos, hemos de volvernos más reflexivos para no llegar tarde, porque la hora de Dios está ahí y llega a nosotros y no podemos perderla. Hoy termina diciéndonos Jesús en la parábola, ‘por tanto velad, porque no sabéis el día ni la hora’.


jueves, 8 de agosto de 2024

En medio de nuestro camino de fe cuando nos envuelven problemáticas que nos hacen sufrir, ¿cuál es nuestra manera de reaccionar?

 


En medio de nuestro camino de fe cuando nos envuelven problemáticas que nos hacen sufrir, ¿cuál es nuestra manera de reaccionar?

Jer, 31, 31-34; Sal. 94; Mt. 16, 13-23

Hay momentos en que parece que las emociones que se nos suceden están como enfrentadas porque igual pasamos del entusiasmo y la euforia a momentos en que sentimos que las palabras caen como una loza pesada sobre nosotros y no terminamos de entender lo que nos sucede. Todos hemos tenido esos momentos de entusiasmo y hasta de alegría loca, mientras al momento se nos suceden momentos en que todo se nos vuelve oscuro sin encontrar comprensión para lo que sucede.

El pasaje del evangelio que hoy se nos ofrece pareciera que va por ese camino. El grupo de los discípulos más cercanos a Jesús se encuentran a solas con El en aquellos momentos en que de alguna manera se sienten alejados de los entusiasmos de las multitudes que siguen a Jesús, pero es que son momentos de intimidad, de ir abriendo el corazón, de sentirse a gusto con Jesús, de ir manifestando incluso lo que piensan o lo que sienten, como sucede cuando tenemos esos momentos de mayor cercanía e intimidad.

Es ahí cuando surge la pregunta, o mejor las preguntas de Jesús sobre algo que les obligará a abrir más aun sus corazones aunque no sepan incluso como hacerlo. De alguna manera era preguntar por el cariño que sentían por Jesús aunque esas no sean las palabras que se emplean; pero es preguntar por lo que sienten la gente por Jesús y por lo que sienten ellos por Jesús. Por eso digo, no fue una sola pregunta sino que a la primera de lo que pensaba la gente se sucede la que va más directa a lo que ellos piensan.

‘¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?’ Es la primera pregunta en la que se va a ir recogiendo lo que pensaba la gente, por lo que ellos escuchaban; pero era también una forma de expresarse ellos que también podían tener en su mente pensamientos semejantes. Lo llamaban el Maestro, era algo así como reconocer en él lo que también decía la gente de que con su Palabra y su presencia se palpaba un mensaje de Dios como hacían los profetas; esto sí que es nuevo, se decían cuando lo escuchaban, nadie ha hablado como El, con su autoridad. Algo de eso ellos sentían también en sus corazones, pero que muchas veces no sabían como expresarlo y por eso lo habían dejado todo y le seguían.

Aunque ya se van manifestando Jesús quiere algo más, que expresen libremente y con toda confianza lo que ellos verdaderamente sentían. ‘Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?’ Es la pregunta más directa que también es más difícil de responder. Pedro se convierte en portavoz. ‘Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo’. Ahí están las palabras de Pedro, directas y con rotundidad; un día dirá que está dispuesto a todo por El, hasta dar su vida. Ahora deja que salga lo que brota de su corazón. Aunque Jesús le dirá que no lo dice por si mismo, que eso es algo que le ha sido revelado del cielo, que el Padre le ha puesto en su corazón.

Y Jesús le hablará de la misión que le tiene reservada. Ya un día le había cambiado el nombre como adelantando lo que va a ser su misión. Es lo que ahora le dice claramente. Es Pedro, será piedra y piedra que será cimiento, que será fundamento sobre el que se va a edificar la Iglesia. No sé si estarán entiendo todo el significado de las palabras de Jesús porque ahora cuando nos las trasmiten ha pasado ya la resurrección donde llegarán a comprender todo el misterio de Jesús. Pero las palabras de Jesús son también de confianza, ‘el poder del infierno no la derrotará’.

Momentos sí de emoción en aquella conversación de tan gran intimidad; momentos que ponen entusiasmo en sus corazón que se llenan de esperanza porque están vislumbrando algo nuevo que va a surgir, que aquel seguir a Jesús como ellos han hecho por los caminos de Galilea y de Palestina, sí han merecido la pena. Aunque todavía no terminan de entender del todo lo que significa ser el Mesías, ellos parece que están comenzando a ver realizados sus sueños, que eran los sueños del pueblo de Dios que esperaba la salvación.

Pero todo no se queda ahí y es cuando viene el desconcierto. Porque ahora les anuncia que ese Hijo del Hombre al que ellos han proclamado ya como Hijo de Dios, ha de subir a Jerusalén para pasar por una pascua de dolor y de sufrimiento. Porque allí en Jerusalén tendrá que padecer mucho por parte de los sumos sacerdotes y los maestros de la ley, que iba a ser incluso crucificado, aunque al tercer día resucitaría.

Es como un jarro de agua fría. Y aquel Pedro tan entusiasmado por Jesús y sus promesas le dice que eso no puede pasar, que se lo quite de la cabeza. Y Jesús lo apartará a un lado, porque es una tentación para El, porque piensa como los hombres y no piensa como Dios.

¿No serán las dudas que muchas veces también se nos meten en la cabeza? ¿No serán esos altibajos que tantas veces tenemos en nuestro seguimiento de Jesús que parece que pronto nos cansamos de seguirle y más cuando las cosas se nos pueden poner difíciles? 

En toda esa problemática que nos ofrece la vida, en toda esa problemática que vemos también en medio de la Iglesia, en nuestras comunidades, en toda esa problemática en que tantas veces nos vemos envueltos y que quizás nos hace sufrir, ¿cómo pensamos nosotros y cómo actuamos? ¿A la manera de los hombres, a la manera del mundo, en la forma de solucionar las cosas que tienen las gentes del mundo, o actuaremos según el pensar de Dios y desde otros valores?

miércoles, 7 de agosto de 2024

Jesús se sentó a hablar con la mujer cananea, ¿estaríamos dispuestos a hacer lo mismo con tantos con los que nos cruzamos y evitamos tantas veces?

 


Jesús se sentó a hablar con la mujer cananea, ¿estaríamos dispuestos a hacer lo mismo con tantos con los que nos cruzamos y evitamos tantas veces?

Jeremías 31, 1-7; Jer 31, 10-13; Mateo 15, 21-28

Cuando se acerca a nuestra puerta, nos cruzamos por la calle o nos encontramos en un lugar de convivencia pública con una persona extraña, reconozcamos que de alguna manera nos ponemos como en guardia, nos mostramos precavidos, no mostramos demasiada familiaridad o pretendemos guardar las distancias; es cierto que en la sociedad actual estamos disfrutando de una gran movilidad y nos es fácil encontrarnos con gente extranjera que viene a visitar nuestro lugar, vivimos en un mundo de mas intercambio intercultural incluso, sin embargo hay algo que tenemos que reconocer; quizás a aquel que miramos con ojos de turista, por decirlo de alguna manera, nos es más fácil aceptarlo, porque hasta vemos una fuente de ingresos para la economía del lugar, sin embargo, seamos sinceros, ante los que vemos o consideramos como inmigrantes ilegales – en nuestras islas en este momento es un problema acuciante – no los tratamos con el mismo espíritu de acogida; son aquellos a los que ponemos distancia, de los que desconfiamos y hasta la sociedad hace sus campañas que creo que están muy llenas de inhumanidad.

Creo que con cosas en las que tenemos que pensar, tienen que hacernos reflexionar, por razones de humanidad, pero también desde nuestro sentido cristiano de la vida tenemos que ver cual tiene que ser realmente nuestra reacción. Me ha dado pie a esta reflexión que me estoy haciendo y compartiendo precisamente el evangelio que hoy se nos ofrece.

En este caso es Jesús el que no está en los límites de la tierra de Israel, se ha salido, por decirlo así, por las regiones cananeas por el norte, donde ya precisamente no son los judíos los que predominan entre los habitantes del lugar. Dice el evangelio que Jesús se retiró por aquellos lugares, ¿sería probablemente en esos momentos en que quería estar más a solas con sus discípulos más cercanos para irlos instruyendo? En territorios cercanos fue donde Jesús les hacia la gran pregunta sobre lo que la gente pensaba de El y ellos mismos también.

Es ahora una mujer cananea la que viene detrás de Jesús llorando y suplicando. Tiene una hija enferma y quizás habiendo oído hablar de los signos que Jesús hacía viene a pedirle por la salud de su hija. Parece que Jesús no le hace caso e incluso los mismos discípulos quieren que la atienda por quitársela de encima. ¿Haremos alguna vez nosotros algo por quitárnoslo de encima? Podría ser una buena pregunta que también nos hiciéramos.

Jesús le dice que no ha venido sino por las ovejas descarriadas de Israel, y en este caso no es una oveja descarriada de Israel, pues es una cananea. Pero la mujer no se acobarda en su súplica, y aunque Jesús le dice que no es bueno echar el pan de los hijos a los perros – aquí habría una consideración con esa palabra con la que los judíos se referían en ocasiones a los gentiles por no tener la fe judía – aquella mujer sigue creyendo y confiando, porque también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de los amos.

Conocemos la alabanza de Jesús de la fe aquella mujer. ‘Grande es tu fe’ y la niña se curará. Pero vamos a quedarnos en la actitud de aquella mujer que no siendo judía sin embargo acude con gran fe a Jesús. Y quiero mirar a esos inmigrantes, que nos viene de otras tierras pasando también grandes calamidades para poder llegar a nuestras costas – ¡cuántos se quedan tragados por el mar en tantos naufragios de los que no podemos tener ni siquiera el número! – y que ahora nos encontramos de aquí para allá porque están buscando una vida mejor, una oportunidad en la vida, una mano que los ayude a encontrar caminos nuevos.

Cuando nos cruzamos con ellos en la calle, en nuestras plazas o en nuestros medios de transporte ¿nos habremos detenido a mirarles a los ojos para tratar de descubrir realmente lo que hay detrás de esas vidas? Los miramos de soslayo quizás y nos apartamos a un lado a su paso pero, ¿qué sabemos de sus vidas, de las familias que quedaron allá en sus lugares de origen esperando quizás una ayuda que ellos les puedan mandar desde esta tierra que ellos sueñan como tierra de promisión?

Me he querido fijar de manera especial en esta situación de los inmigrantes que de esa manera llegan a nuestras costas, pero lo mismo podríamos preguntarnos qué es lo que conocemos que se encierra detrás de esas manos y de esas miradas de quienes nos piden una ayuda.

Jesús se sentó a hablar con aquella mujer cananea ¿estaríamos dispuestos a hacer lo mismo?

martes, 6 de agosto de 2024

Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos y lo ha constituido Señor y Mesías, es como lo contemplamos en su transfiguración, alimento y fortaleza de nuestra fe

 


Dios ha resucitado a Jesús de entre los muertos  y  lo ha constituido Señor y Mesías, es como lo contemplamos en su transfiguración, alimento y fortaleza de nuestra fe

Daniel 7, 9-10. 13-14; Salmo 96; Marcos 9, 2-10

‘No termino de entenderte’, le decimos quizás en un momento determinado a alguien con quien manteníamos una buena amistad, pero cada día van saliendo aspectos distintos de la persona que en cierto modo nos descolocan entre aquello que nosotros pensábamos que era, en la imagen idealizada que nos habíamos forjado de dicha persona, o lo que nos gustaría que fuese porque así de alguna manera también parece que nosotros ganaríamos, y cosas que nos dice ahora que pueden parecer que van en contra de todo lo que hasta ahora habíamos conocido. Nos sentimos como en contradicción, nos sentimos que no sabemos en qué quedarnos, hasta quizás intentaríamos convencerle de que las cosas no son así.

¿Les pasaba algo de esto a los discípulos que seguían a Jesús? Con El se habían entusiasmado desde un principio, sus palabras, sus gestos, sus signos parecían un rayo de esperanza de que algo nuevo iba a suceder; comenzaban a vislumbrar un misterio en Jesús pero de alguna manera se dejaban llevar por los entusiasmos que lo querían reconocer como profeta y como Mesías; pero aun ahí había muchas cosas que no encajaban y que a ellos les costaba aceptar.

Mientras las gentes se entusiasman y hasta quieren hacerle rey, aunque el prudentemente se retira a la montaña lejos de aquellos entusiasmos como cuando sucedió lo de la multiplicación de los panes, ahora viene diciendo Jesús que le esperan momentos de dolor y de sufrimiento. Eso ya no les cabía en la cabeza, Pedro incluso tratará de quitarle a Jesús esa idea de la cabeza aunque va a sufrir un rechazo fuerte de Jesús. Y es que Pedro había hecho antes una confesión en que lo reconocía como Mesías, Jesús no lo había negado, pero le había dicho que aquello no era cosa salida de él, sino revelada del cielo. Pero Jesús insiste en lo que va a significar aquella subida a Jerusalén que ahora están emprendiendo.

¿Se pondría en crisis la fe que los discípulos tenían en Jesús con aquellos acontecimientos? Como Jesús hace siempre quiere preparar a sus discípulos, aunque a ellos les cueste mucho aceptar algunas enseñanzas de Jesús. Tendrán que reconocerle, es cierto, como Señor y Mesías, pero antes han de pasar por un calvario de pasión y de muerte que les hará tambalear en sus convicciones. Por eso ahora Jesús, mientras van recorriendo las llanuras y valles de Galilea poniéndose ya en camino hacia Jerusalén, se lleva a tres de sus discípulos con Él a una montaña alta. Era habitual que en medio de todos aquellos ajetreos de un lado para otro, Jesús siempre encontrará el momento para la soledad, para el silencio, para la oración, para el encuentro con Dios su Padre.

Es lo que va a suceder en aquella montaña que se eleva entre las llanuras de Galilea y que todos identificamos con el monte Tabor. Y allí, estando en oración, Jesús se transfigura en presencia de sus discípulos; su rostro resplandeciendo, sus vestidos de un blanco deslumbrador, y lo más que van percibiendo los discípulos, allí aparecen Moisés y Elías, los signos del Antiguo Testamento, la Ley y los Profetas; una nube que los envuelve cuando Pedro se siente en la gloria y querrá quedarse allí para siempre, ya está pensando en construir tres tiendas, no para ellos sino para Jesús, Moisés y Elías.

Y es entonces cuando se escucha la voz venida del cielo, ‘Este es mi Hijo, en quien me complazco’. Ha aparecido la gloria de Dios y ellos caen aturdidos por tierra. Allí se les está revelando quien es Jesús; aquel Jesús a quien habían seguido, aquel Jesús por quien estaban dispuestos incluso a dar la vida, si fuera necesario, aquel Jesús que veían venido de Dios porque hablaba cosas de Dios, pero al que no terminaban de descubrir del todo en su misterio, aquel Jesús que a veces les desconcertaba pero al que siempre querían seguir. La voz del cielo lo estaba señalando verdaderamente como Hijo amado de Dios; aquello tenía que fortalecer su fe en los momentos duros y difíciles que se les avecinaban, pero era algo que debían llevar en el corazón  hasta que tras su muerte y resurrección terminarán de comprender. Por eso les dice Jesús que no hablen de ello hasta después de la resurrección, aunque aun ellos siguen sin entender. Será entonces cuando en verdad lo van a proclamar como el Señor; Dios lo había resucitado de entre los muertos, dirían más tarde, y Dios lo ha constituido Señor y Mesías.  Todo aquello iba a ser el alimento de su fe, en todo aquello habían de descubrir el verdadero meollo de su fe en Jesús.

Nosotros hoy, en esta fiesta de la Transfiguración del Señor, también lo contemplamos y lo celebramos; queremos alimentar también nuestra fe, queremos sentirnos fuertes para no dejarnos arrastrar por tantas influencias que recibamos del mundo que nos rodea. Es la manera cómo tenemos que contemplar a Jesús, es la manera como lo vamos a sentir en lo más hondo de nosotros mismos, es la manera como también tenemos que proclamarlo, dar testimonio ante el mundo que nos rodea.


lunes, 5 de agosto de 2024

‘Dadle vosotros de comer’, nos está diciendo Jesús también, aunque no tengamos ni siquiera esos cinco panes y dos peces

 


‘Dadle vosotros de comer’, nos está diciendo Jesús también, aunque no tengamos ni siquiera esos cinco panes y dos peces

Jeremías 28,1-17; Salmo 118; Mateo 14,13-21

Se suele decir que cuidado que el árbol no te impida ver el bosque; claro que no es habitual que peguemos nuestra nariz al tronco o a las ramas del árbol si lo que deseamos es ver el conjunto del bosque en su totalidad. Pero es que algo así nos pasa a veces en la vida, tenemos o nos dan una visión distorsionada de las cosas, de lo que sucede, de manera que no terminamos de ver lo que es la realidad; por mucha objetividad que se busque en fin de cuentas las noticias que nos llegan vienen filtradas por quienes nos las trasmiten, y muchas veces pesa mucho esa manera de pensar, esa ideología incluso, en lo que se nos trasmite. Desde las posturas que tomemos ante lo que sucede, insistiremos o resaltaremos más aquello que nos conviene para nuestra visión, ya sea desde un lado o de otro.

Con la problemática que vivimos en estos momentos de la cantidad de inmigrantes que de forma ilegal llegan a nuestra tierra, a nuestras costas hemos de decir en nuestra tierra canaria, hay el peligro de perder la objetividad. Esto días por las redes sociales me llegaba un video donde se veía lo que parecían ser unos inmigrantes en medio de unas peleas y violencias que todo lo destrozaban; quien me lo enviaba cargaba las tintas en que eso era lo que estaba sucediendo con la invasión, así hablaba, de esos inmigrantes.

Casualmente en estos mismos días en la prensa salía un hermoso artículo que hablaba de los jóvenes inmigrantes a los que se les daba una oportunidad y llegaban incluso a unos estudios superiores, mientras comentaba también un educador lo positivo que había sido la presencia de un grupo de estos muchachos en la clase de un colegio en la que la convivencia entre unos y otros hizo mucho bien y madurar de forma extraordinaria a los que eran de nuestra tierra.

¿Son todos violentos y vienen a quitar oportunidades a los hijos de esta tierra, o es una riqueza cultural y de vida el intercambio que se produce, además del bien que hacemos a quienes les damos esa oportunidad? Cuidado que el árbol no nos deje ver la riqueza completa del bosque.

¿Qué tiene que ver esto con el comentario al evangelio que siempre pretendemos hacer en este blog? Creo que mucho. Hoy volvemos a encontrarnos un episodio con el que repetidas veces nos hemos encontrado en estos días pasados. Jesús ha querido retirarse a un lugar apartado con el grupo de los discípulos, además después de la circunstancias de la muerte de Juan Bautista a manos de Herodes, pero cuando llega a aquel lugar se encuentra con una multitud esperando. Ya hemos comentado todo cuanto sucedió en aquellos momentos.

Pero creo que el evangelio nos está enseñando también a tener una mirada nueva, una mirada distinta hacia toda aquella gente que se ha reunido allí en búsqueda de Jesús. Los discípulos ven una multitud cansada y hambrienta que además no dispone en aquellos lugares donde encontrar alimento. Pero ¿estará Jesús viendo algo más? En episodios paralelos de otros evangelistas Jesús hablara de quienes están desorientados y abandonados como ovejas sin pastor. Y ahora cuando los discípulos le dicen a Jesús que los despida para que se busquen por si mismos donde encontrar comida – era solo la visión que ellos tenían – Jesús les dice sin embargo que no los despedirá, sino que sean ellos los que les den de comer. ‘Dadles vosotros de comer’, les dice.

Aunque pudiera parece que solo esa comida material era lo importante en aquel gesto que va a realizar Jesús algo nuevo tendrá que despertarse en el corazón de todos. Allí solo tenían cinco panes y dos peces, nos dirá el evangelista. Y es lo que Jesús les pide. Quiere contar con esos pocos panes y peces. Unos pocos panes y peces que van a servir para que se alimente toda una multitud; unos pocos panes y peces que seguramente despertaría buenos sentimientos en todos aquellos que se vieron favorecidos por aquella comida. ¿Qué se despierta en nuestro corazón cuando en un momento determinado y cuando menos lo esperábamos nos sentimos ayudados, sentimos que se nos tendía una mano para algo nuevo y distinto?

‘Dadle vosotros de comer’, nos está diciendo Jesús a nosotros también, aunque no tengamos ni siquiera esos cinco panes, aunque sintamos pesar sobre nosotros la pobreza, aunque muchas veces nos sintamos tan incapaces que no sabemos cómo salir adelante, pero siempre hay algo que podemos hacer, siempre habrá una presencia, una mirada, una sonrisa, una palabra amable, una mano tendida, un oído atento para escuchar, un silencio que llena de calor el momento, una mirada nueva por nuestra parte para ver las cosas de otra manera, para descubrir también muchas cosas positivas.

¿Qué nos está pidiendo realmente el mundo que nos rodea? Es cierto que son necesarias grandes soluciones para los problemas que envuelven hoy nuestro mundo, pero es cierto también que muchas están esperando ese gesto sencillo con el que se van a sentir valorados y se sentirán con fuerza para emprender de nuevo el camino.

‘Dadle vosotros de comer’, nos dice Jesús ¿y qué vamos a hacer?


domingo, 4 de agosto de 2024

Vayamos en búsqueda de Jesús para dejarnos encontrar por El y pidámosle ‘Señor, danos siempre de ese pan’

 


Vayamos en búsqueda de Jesús para dejarnos encontrar por El y pidámosle ‘Señor, danos siempre de ese pan’

Éxodo 16, 2-4. 12-15; Salmo 77; Efesios 4, 17. 20-24; Juan 6, 24-35

Buscamos y a veces no encontramos; no sabemos dónde, no sabemos cómo; quizás tenemos que ponernos en camino, porque está en otro lugar, porque otra es la manera en que lo hemos de encontrar; perdemos el norte, no sabemos donde y cómo buscar; buscando incluso una cosa concreta que está dentro de nuestro interés, quizás encontramos otra mejor; por eso necesitamos atención, mirada nueva y distinta, quizás dejarnos aconsejar, dejarnos guiar.

Son muchas las cosas que vamos buscando por la vida; no todas tienen el mismo valor, tenemos que dar prioridades, saber qué es lo más importante, no quedarnos solo en lo material y primero que pueda aparecernos; esas búsquedas nos pueden llevar a una interiorización distinta de la vida, de las cosas, de las realidades que palpamos, porque hay otras cosas que no palpamos con las manos y pueden ser más importantes. De alguna manera siempre estamos en camino de búsqueda.

Hoy nos habla el evangelio de que aquella multitud a la que Jesús dio milagrosamente de comer allá en el descampado a la mañana siempre buscan a Jesús y no está; se vienen como pueden a Cafarnaún y allí de nuevo se encuentran con Jesús. Pero ahora Jesús les hace detenerse. Buscan a Jesús ¿por qué? Buscamos a Jesús, ¿por qué? Jesús les hace ver que lo están buscando porque en el desierto les había dado de comer pan en abundancia. Habían sobrado incluso doce canastos, a pesar de solo tener cinco panes.

Pero parece que no han sabido ver el signo. Lo tenemos tantas veces ante los ojos y no lo vemos, nos está hablando y no lo escuchamos. Jesús les dice que busquen un alimento que les de vida para siempre para que no siempre tengan que estar mendigando panes que no sacian. Les cuesta entender.

Y Jesús les habla del pan que El sí puede darles, un pan bajado del cielo. Se quedan pensando en el maná que comieron sus antepasados en el desierto, pero los que comieron aquel pan también murieron. Como nos quedamos nosotros siempre pensando en lo inmediato, la solución de las cosas del momento, y perdemos la trascendencia que tiene que tener la vida. Tiene que ser algo que vaya más allá del presente, algo que nos haga vivir de verdad. ¿Nos estará Jesús adelantando que hemos de saber encontrar un sentido para la vida? Luego otro será el pan que Jesús les está ofreciendo.

Comienzan a vislumbrar que es algo distinto a lo que están pensando de lo que Jesús les está hablando aunque terminan sin entender. Por eso continúa su búsqueda, sus preguntas. Tenemos que sabernos hacer muchas preguntas para que podamos encontrar la respuesta verdadera. No nos quedemos atascados.

Ellos se preguntan qué es lo que tienen que hacer. De alguna manera Jesús se los ha venido diciendo desde el principio porque su primer anuncio fue invitarles a salir de si mismos para comenzar a creer en algo nuevo; invitaba Jesús a la conversión  que era ponerse en camino de transformación para comenzar a vivir algo distinto. Era necesario creer en ese anuncio, en esa buena noticia.

Ahora les dice Jesús que esa buena noticia es El, han de creer en el Hijo del Hombre que viene sellado de Dios, viene con el sello de Dios, porque los milagros que hace son ese signo, ese sello de Dios en El. ‘Mi Padre es el que os da el verdadero pan del cielo, porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo’.

Quieren comer ellos de ese pan. ‘Entonces le dijeron: Señor, danos siempre de este pan’. Y es cuando Jesús hace la gran afirmación. ‘Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás’. Tenemos que buscar a Jesús, sí, porque es el que nos da ‘el alimento que perdura para la vida eterna’, como nos había dicho. En Jesús vamos a encontrar eso nuevo que eleva nuestro espíritu, que nos llena de trascendencia y nos da verdadero sentido y plenitud a nuestra vida.

Es Jesús el que nos va a sacar de nuestras vaciedades y sin sentidos; es Jesús, como nos decía san Pablo en la carta a los Efesios, el que va a transformar ese hombre viejo de nuestra vida en un hombre nuevo de la gracia. ‘Renovaos en la mente y en el espíritu y revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios’. Es en Jesús en quien vamos a encontrar esa plenitud de vida porque por la fuerza de su espíritu nos va a dar una vida nueva que nos hace sentirnos hijos de Dios.

Vayamos, pues, en búsqueda de Jesús para dejarnos encontrar por El. ‘Señor, danos siempre de ese pan’.