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jueves, 8 de agosto de 2024

En medio de nuestro camino de fe cuando nos envuelven problemáticas que nos hacen sufrir, ¿cuál es nuestra manera de reaccionar?

 


En medio de nuestro camino de fe cuando nos envuelven problemáticas que nos hacen sufrir, ¿cuál es nuestra manera de reaccionar?

Jer, 31, 31-34; Sal. 94; Mt. 16, 13-23

Hay momentos en que parece que las emociones que se nos suceden están como enfrentadas porque igual pasamos del entusiasmo y la euforia a momentos en que sentimos que las palabras caen como una loza pesada sobre nosotros y no terminamos de entender lo que nos sucede. Todos hemos tenido esos momentos de entusiasmo y hasta de alegría loca, mientras al momento se nos suceden momentos en que todo se nos vuelve oscuro sin encontrar comprensión para lo que sucede.

El pasaje del evangelio que hoy se nos ofrece pareciera que va por ese camino. El grupo de los discípulos más cercanos a Jesús se encuentran a solas con El en aquellos momentos en que de alguna manera se sienten alejados de los entusiasmos de las multitudes que siguen a Jesús, pero es que son momentos de intimidad, de ir abriendo el corazón, de sentirse a gusto con Jesús, de ir manifestando incluso lo que piensan o lo que sienten, como sucede cuando tenemos esos momentos de mayor cercanía e intimidad.

Es ahí cuando surge la pregunta, o mejor las preguntas de Jesús sobre algo que les obligará a abrir más aun sus corazones aunque no sepan incluso como hacerlo. De alguna manera era preguntar por el cariño que sentían por Jesús aunque esas no sean las palabras que se emplean; pero es preguntar por lo que sienten la gente por Jesús y por lo que sienten ellos por Jesús. Por eso digo, no fue una sola pregunta sino que a la primera de lo que pensaba la gente se sucede la que va más directa a lo que ellos piensan.

‘¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?’ Es la primera pregunta en la que se va a ir recogiendo lo que pensaba la gente, por lo que ellos escuchaban; pero era también una forma de expresarse ellos que también podían tener en su mente pensamientos semejantes. Lo llamaban el Maestro, era algo así como reconocer en él lo que también decía la gente de que con su Palabra y su presencia se palpaba un mensaje de Dios como hacían los profetas; esto sí que es nuevo, se decían cuando lo escuchaban, nadie ha hablado como El, con su autoridad. Algo de eso ellos sentían también en sus corazones, pero que muchas veces no sabían como expresarlo y por eso lo habían dejado todo y le seguían.

Aunque ya se van manifestando Jesús quiere algo más, que expresen libremente y con toda confianza lo que ellos verdaderamente sentían. ‘Y vosotros, ¿Quién decís que soy yo?’ Es la pregunta más directa que también es más difícil de responder. Pedro se convierte en portavoz. ‘Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo’. Ahí están las palabras de Pedro, directas y con rotundidad; un día dirá que está dispuesto a todo por El, hasta dar su vida. Ahora deja que salga lo que brota de su corazón. Aunque Jesús le dirá que no lo dice por si mismo, que eso es algo que le ha sido revelado del cielo, que el Padre le ha puesto en su corazón.

Y Jesús le hablará de la misión que le tiene reservada. Ya un día le había cambiado el nombre como adelantando lo que va a ser su misión. Es lo que ahora le dice claramente. Es Pedro, será piedra y piedra que será cimiento, que será fundamento sobre el que se va a edificar la Iglesia. No sé si estarán entiendo todo el significado de las palabras de Jesús porque ahora cuando nos las trasmiten ha pasado ya la resurrección donde llegarán a comprender todo el misterio de Jesús. Pero las palabras de Jesús son también de confianza, ‘el poder del infierno no la derrotará’.

Momentos sí de emoción en aquella conversación de tan gran intimidad; momentos que ponen entusiasmo en sus corazón que se llenan de esperanza porque están vislumbrando algo nuevo que va a surgir, que aquel seguir a Jesús como ellos han hecho por los caminos de Galilea y de Palestina, sí han merecido la pena. Aunque todavía no terminan de entender del todo lo que significa ser el Mesías, ellos parece que están comenzando a ver realizados sus sueños, que eran los sueños del pueblo de Dios que esperaba la salvación.

Pero todo no se queda ahí y es cuando viene el desconcierto. Porque ahora les anuncia que ese Hijo del Hombre al que ellos han proclamado ya como Hijo de Dios, ha de subir a Jerusalén para pasar por una pascua de dolor y de sufrimiento. Porque allí en Jerusalén tendrá que padecer mucho por parte de los sumos sacerdotes y los maestros de la ley, que iba a ser incluso crucificado, aunque al tercer día resucitaría.

Es como un jarro de agua fría. Y aquel Pedro tan entusiasmado por Jesús y sus promesas le dice que eso no puede pasar, que se lo quite de la cabeza. Y Jesús lo apartará a un lado, porque es una tentación para El, porque piensa como los hombres y no piensa como Dios.

¿No serán las dudas que muchas veces también se nos meten en la cabeza? ¿No serán esos altibajos que tantas veces tenemos en nuestro seguimiento de Jesús que parece que pronto nos cansamos de seguirle y más cuando las cosas se nos pueden poner difíciles? 

En toda esa problemática que nos ofrece la vida, en toda esa problemática que vemos también en medio de la Iglesia, en nuestras comunidades, en toda esa problemática en que tantas veces nos vemos envueltos y que quizás nos hace sufrir, ¿cómo pensamos nosotros y cómo actuamos? ¿A la manera de los hombres, a la manera del mundo, en la forma de solucionar las cosas que tienen las gentes del mundo, o actuaremos según el pensar de Dios y desde otros valores?

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