Una
pregunta quizás que para nosotros tenemos que hacer es cómo estamos siendo la
Iglesia y los cristianos signo de curación hoy para nuestro mundo
1Tesalonicenses 5, 1-6. 9-11; Salmo 26;
Lucas 4, 31-37
¿Quién eres tú para hablarnos así?
¿Quién te ha dado vela en este asunto? Alguna vez reaccionamos así o vemos que
alguien tiene una reacción así cuando alguien nos hace pensar, alguien nos
señala cosas que no ve justas, o trata de meterse en nuestra conversación o en
nuestra vida para decirnos cómo podríamos hacer las cosas de otra manera. No
queremos que se metan en nuestros asuntos, que nos dejen tranquilos y no nos
estén sermoneando, queremos hacer nuestra vida y que nada ni nadie interfiera;
quizás al final nos demos cuenta aunque nos cuesta mucho dar el brazo a torcer
y queremos buscar salidas sin quizás reconocer nuestros errores; así son
nuestros orgullos y nuestro amor propio. Ha sido el consejo de un amigo, ha
sido alguien que tiene una visión distinta, alguien que tiene una mayor
amplitud de miras.
Algo así estaba pasando en aquellos
comienzos de la predicación de Jesús por los pueblos y ciudades de Galilea.
Había gente que le gustaba lo que Jesús estaba diciendo, siempre hay gente
ansiosa de algo distinto y está dispuesta a escuchar, pero también quienes se
van a ver implicados en algo nuevo que se les está ofreciendo quizás se
muestren reacios y no quieran dar el brazo a torcer. Va a ser algo muy repetido
a lo largo de la predicación de Jesús, como lo será a lo largo y ancho de
nuestro mundo y en todos los tiempos. Cuando quieran sacarnos de nuestras
rutinas, nos resistimos, cuando veamos algo de pérdida de influencia comenzamos
a entrar en los caminos de la oposición y buscaremos la manera de quitar de en
medio a quien nos está haciendo esos nuevos planteamientos.
Hoy, en este casi principio del
evangelio de Lucas en su relato de la vida publica de Jesús, la imagen que se
nos presenta es la del hombre poseído por el demonio; son los endemoniados que aparecerán
muchas veces en el evangelio, y que no hacen solo referencia a los poseídos por
enfermedades malignas que en aquel concepto de entonces eran como poseídos por
el espíritu del mal, sino será como un signo de esa oposición que siempre
encontrará Jesús, que siempre encontrará en todos los tiempos el evangelio de
Jesús.
Un endemoniado levanta la voz en la
sinagoga donde Jesús está un sábado enseñando. ¿Quién eres tú? ¿Por qué te
metes con nosotros? Y Jesús se muestra con autoridad, expulsando como nos
dice el evangelio el espíritu inmundo de aquel hombre que se resiste incluso
tirándolo por los suelos. Pero la palabra y la autoridad de Jesús son firmes,
el hombre se verá liberado del mal, y las gentes reaccionan y se preguntan. ‘¿Qué
clase de palabra es esta? Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus
inmundos, y salen’. Todos se sienten sorprendidos y maravillados de manera
que la noticia de Jesús se irá extendiendo por todos los pueblos.
¿Cuál sigue siendo nuestra reacción
ante la Palabra y los signos de Jesús hoy en nuestra vida y en nuestro mundo?
Cuidado que una forma de reaccionar sea no reaccionando, acostumbrándonos,
dejándonos de interesar por los signos de Jesús porque les damos mil
explicaciones pero los despojamos de todo el misterio sobrenatural que han de
tener para nuestras vidas. De alguna manera algunas veces con nuestro
desinterés estamos diciendo también ¿Quién eres tú? ¿Por qué te metes con
nosotros? No nos dejamos sorprender por los misterios de Dios, cerramos puertas
y ventanas a ese caudal de gracia que Dios nos está enviando en tantas cosas
maravillosas que nos suceden y que no sabemos ya interpretar.
Pero también cuando nosotros escuchamos
el evangelio es para que nos convirtamos en portavoces y signos de ese
evangelio para los demás. El mundo que nos rodea también hace preguntas, desde
los que no quieren que se metan con ellos, que les dejemos a su aire, que no
les hagamos nuevos planteamientos, pero también podemos encontrar con quienes
quieren estar en camino de búsqueda, quienes quieren dejarse sorprender por
algo nuevo y distinto, pero lo terrible será que no encuentren en nosotros esos
signos que tendríamos que darles.
Es una seria responsabilidad la que
tenemos, es una seria tarea que tiene que hacer la iglesia; pero no pensemos en
otros, no pensemos que eso tiene que venir en la iglesia desde arriba, desde la
altura de los que podamos considerar como dirigentes de esa iglesia, hemos de
tener en cuenta que iglesia somos todos nosotros y todos nosotros tenemos que
ser ese signo, realizar esa curación de nuestro mundo.
¿Cómo estamos siendo ese signo hoy?
Será quizá la pregunta que para nosotros tenemos que hacer.