Vistas de página en total

martes, 2 de septiembre de 2025

Una pregunta quizás que para nosotros tenemos que hacer es cómo estamos siendo la Iglesia y los cristianos signo de curación hoy para nuestro mundo

 


Una pregunta quizás que para nosotros tenemos que hacer es cómo estamos siendo la Iglesia y los cristianos signo de curación hoy para nuestro mundo

1Tesalonicenses 5, 1-6. 9-11; Salmo 26; Lucas 4, 31-37

¿Quién eres tú para hablarnos así? ¿Quién te ha dado vela en este asunto? Alguna vez reaccionamos así o vemos que alguien tiene una reacción así cuando alguien nos hace pensar, alguien nos señala cosas que no ve justas, o trata de meterse en nuestra conversación o en nuestra vida para decirnos cómo podríamos hacer las cosas de otra manera. No queremos que se metan en nuestros asuntos, que nos dejen tranquilos y no nos estén sermoneando, queremos hacer nuestra vida y que nada ni nadie interfiera; quizás al final nos demos cuenta aunque nos cuesta mucho dar el brazo a torcer y queremos buscar salidas sin quizás reconocer nuestros errores; así son nuestros orgullos y nuestro amor propio. Ha sido el consejo de un amigo, ha sido alguien que tiene una visión distinta, alguien que tiene una mayor amplitud de miras.

Algo así estaba pasando en aquellos comienzos de la predicación de Jesús por los pueblos y ciudades de Galilea. Había gente que le gustaba lo que Jesús estaba diciendo, siempre hay gente ansiosa de algo distinto y está dispuesta a escuchar, pero también quienes se van a ver implicados en algo nuevo que se les está ofreciendo quizás se muestren reacios y no quieran dar el brazo a torcer. Va a ser algo muy repetido a lo largo de la predicación de Jesús, como lo será a lo largo y ancho de nuestro mundo y en todos los tiempos. Cuando quieran sacarnos de nuestras rutinas, nos resistimos, cuando veamos algo de pérdida de influencia comenzamos a entrar en los caminos de la oposición y buscaremos la manera de quitar de en medio a quien nos está haciendo esos nuevos planteamientos.

Hoy, en este casi principio del evangelio de Lucas en su relato de la vida publica de Jesús, la imagen que se nos presenta es la del hombre poseído por el demonio; son los endemoniados que aparecerán muchas veces en el evangelio, y que no hacen solo referencia a los poseídos por enfermedades malignas que en aquel concepto de entonces eran como poseídos por el espíritu del mal, sino será como un signo de esa oposición que siempre encontrará Jesús, que siempre encontrará en todos los tiempos el evangelio de Jesús.

Un endemoniado levanta la voz en la sinagoga donde Jesús está un sábado enseñando. ¿Quién eres tú? ¿Por qué te metes con nosotros? Y Jesús se muestra con autoridad, expulsando como nos dice el evangelio el espíritu inmundo de aquel hombre que se resiste incluso tirándolo por los suelos. Pero la palabra y la autoridad de Jesús son firmes, el hombre se verá liberado del mal, y las gentes reaccionan y se preguntan. ‘¿Qué clase de palabra es esta? Pues da órdenes con autoridad y poder a los espíritus inmundos, y salen’. Todos se sienten sorprendidos y maravillados de manera que la noticia de Jesús se irá extendiendo por todos los pueblos.

¿Cuál sigue siendo nuestra reacción ante la Palabra y los signos de Jesús hoy en nuestra vida y en nuestro mundo? Cuidado que una forma de reaccionar sea no reaccionando, acostumbrándonos, dejándonos de interesar por los signos de Jesús porque les damos mil explicaciones pero los despojamos de todo el misterio sobrenatural que han de tener para nuestras vidas. De alguna manera algunas veces con nuestro desinterés estamos diciendo también ¿Quién eres tú? ¿Por qué te metes con nosotros? No nos dejamos sorprender por los misterios de Dios, cerramos puertas y ventanas a ese caudal de gracia que Dios nos está enviando en tantas cosas maravillosas que nos suceden y que no sabemos ya interpretar.

Pero también cuando nosotros escuchamos el evangelio es para que nos convirtamos en portavoces y signos de ese evangelio para los demás. El mundo que nos rodea también hace preguntas, desde los que no quieren que se metan con ellos, que les dejemos a su aire, que no les hagamos nuevos planteamientos, pero también podemos encontrar con quienes quieren estar en camino de búsqueda, quienes quieren dejarse sorprender por algo nuevo y distinto, pero lo terrible será que no encuentren en nosotros esos signos que tendríamos que darles.

Es una seria responsabilidad la que tenemos, es una seria tarea que tiene que hacer la iglesia; pero no pensemos en otros, no pensemos que eso tiene que venir en la iglesia desde arriba, desde la altura de los que podamos considerar como dirigentes de esa iglesia, hemos de tener en cuenta que iglesia somos todos nosotros y todos nosotros tenemos que ser ese signo, realizar esa curación de nuestro mundo.

¿Cómo estamos siendo ese signo hoy? Será quizá la pregunta que para nosotros tenemos que hacer.

lunes, 1 de septiembre de 2025

Una buena noticia que nos trae Jesús en el hoy de nuestra vida que se ha de extender como un reguero de pólvora que a todos llegue y a todos les afecte

 

Una buena noticia que no
s trae Jesús en el hoy de nuestra vida que se ha de extender como un reguero de pólvora que a todos llegue y a todos les afecte

1Tesalonicenses 4, 13-18; Salmo 95; Lucas 4, 16-30

Las noticias suelen correr como reguero de pólvora, y si son buenas noticias que nos llenan de esperanza ante la situación que vivamos mucho más; es cierto que algunas veces somos lúgubres y parece que nos gustan las malas noticias, porque enseguida les damos pábulo y pronto también nos hacemos eco y portavoces. Pero cuando estamos pasando por situaciones difíciles, por ejemplo, el que nos anuncien que aquello acabará pronto, que se van a solucionar los problemas o que encontramos un camino, aunque sea costoso, para salir de aquella ocasión, hace renacer la alegría y esperanza en nuestros corazones y pronto estaremos hablando de ello o comunicándola a cuantos nos quieran escuchar.

Jesús cuando comenzó a predicar decía que anunciaba una buena noticia – evangelio lo llamamos porque eso es su significado – y entre la gente se fue despertando la esperanza. El camino de la historia de Israel no había sido fácil, la esclavitud en Egipto, un duro desierto que atravesar en búsqueda de caminos de liberación, pero todo lo que les había costado establecerse en aquella tierra, que Dios les había prometido, con tantos incidentes a través de los siglos de su historia; ahora tampoco eran fáciles los momentos que vivían, y todo lo que anunciaba Jesús les sonaba a liberación; podían salir de aquel mundo de sombras.

Pero no siempre sabían interpretar el anuncio que Jesús les hacía. Muchas veces se quedaban solo en lo material, le llevaban a los enfermos con toda clase de enfermedades, sentían llegada la hora de la liberación que lo que significaba vivir bajo el yugo de pueblos extranjeros, y les parecía que eso eran lo inmediato. ¿Era realmente eso lo que Jesús les anunciaba?

Una buena noticia quería anunciarles Jesús y decía que estaba inundado del Espíritu de Dios para poder realizarlo. Hablaba sí de curación y de liberación, hablaba de un año jubilar, de jubilo y liberación, año de gracia porque era un regalo de Dios, año de comenzar algo nuevo y distinto. Y la curación tenía que comenzar por ellos mismos, de esos males que dejamos meter dentro de nosotros mismos que son peor que una invalidez o una lepra, liberar nuestro corazón de angustias y desesperanzas, liberarnos interiormente de esas heridas que guardamos en nuestro corazón cuando no entendemos del perdón, esas heridas que en nuestras desconfianzas hacen que estemos poniendo abismos entre nosotros, una libertad que no es hacer solo lo que queremos hacer por capricho sino para saber caminar sin dejarnos influir por nada ni por nadie fieles a nosotros mismos y fieles a ese Dios en quien creemos que es el que nos traza las sendas para nuestra vida.

De nada nos vale que no utilicemos muletas para poder caminar o nos levantemos de la camilla del enfermo, si seguimos enfermos dentro de nosotros porque ni nos perdonamos a nosotros mismos ni sabemos ofrecer el perdón de una manera generosa a los demás; de nada nos vemos liberados de una lepra, si seguimos con el corazón lleno de podredumbre porque no somos capaces de quitar malicias y resentimientos. Es la salud que Cristo viene a ofrecernos, es el regalo de libertad que quiere darnos, es la gracia de la paz que quiere sembrar en nuestros corazones.

Escuchemos en todo su sentido esta buena noticia que nos trae Jesús en este evangelio, que es para nosotros hoy anuncio de salvación para nosotros y para nuestro mundo. No nos hagamos sordos, creemos en esa buena noticia y también como un reguero de pólvora hacemos que llegue a los demás, pueda llegar a todos los hombres.

domingo, 31 de agosto de 2025

Quien es humilde de verdad no le importa el lugar en que esté o que le asignen porque su único gozo es servir, no andamos en la carrera de un concurso de méritos

 


Quien es humilde de verdad no le importa el lugar en que esté o que le asignen porque su único gozo es servir, no andamos en la carrera de un concurso de méritos

Eclesiástico 3, 17-20. 28-29; Salmo 67; Hebreos 12, 18-19. 22-24ª; Lucas 14, 1. 7-14

¿Un concurso de méritos? ¿Será en eso lo que hemos convertido nuestra vida? Es cierto que tenemos que aspirar a ser el mejor y que seguramente cuando busquemos un colaborador para nuestros proyectos busquemos siempre lo mejor. Los buenos valores tenemos que saber utilizarlos, quien tiene las mejores cualidades ha de saber desarrollarlas. Claro que seguramente tenemos que preguntarnos qué entendemos por ser el mejor, cuáles son esos valores tan valiosos – y valga la redundancia – o las mejores cualidades de la persona.

El evangelio de hoy y toda la Palabra de Dios proclamada nos da pautas que tenemos que saber entender. La ocasión de las palabras de Jesús ha venido desde los codazos que El contempla que se dan los invitados por conseguir los mejores puestos, o los puestos de honor en aquel banquete al que han sido invitados. Y nos habla de humildad, no como una táctica para obtener posteriores reconocimientos sino como un sentido de vida en la verdad y en la autenticidad. ¿Será por ahí por donde nos chirríen nuestros engranajes y nuestras maneras de entender la vida?

La humildad es una actitud interior, no es mera apariencia, no es ocultar nuestra realidad ni nuestros valores, es reconocimiento de sentirnos amados aunque nos parezca que somos pequeños, es un constatar el regalo que hemos recibido simplemente porque somos amados. ¿No reconocía María que en la pequeñez de una esclava Dios había realizado obras grandes? Humildad que tampoco es pasividad ni conformismo; humildad que nos hace fuertes para ser generosos y nos dará una nueva lucidez a nuestra vida para saber valorar a los demás, sean quienes sean, o tengan lo que tengan. Quien es humilde tampoco necesita de la aprobación de nadie para hacer lo que él considera que debe hacer. Quien es humilde de verdad no le importa el lugar en que esté o que le asignen porque su único gozo es servir.

Igualmente nos dice que actuemos con humildad y generosidad no para ir consiguiendo réditos y méritos. Nuestra generosidad no puede terminar en arrogancia porque ya le quitaríamos su valor. Simplemente nos damos porque nos sentimos amados y con ese mismo amor nosotros queremos amar. Nos corresponderán o no nos corresponderán, pero nosotros seguimos amando, seguimos siendo generosos porque la satisfacción nos la dará el que por nosotros mismos seamos capaces de amar. Ojalá siempre sepamos gozarnos en nuestro interior por el bien que hacemos o por los caminos de crecimiento interior que logramos para los demás. Y es que el amor nunca es interesado, el amor peca siempre de generosidad y nunca se sentirá culpable de amar.

Hoy Jesús les dice a los invitados que no anden así con esos raquitismos de andar peleándose por esos honores mundanos. ¿Será ocupar un puesto de honor en la vida y recibir reconocimientos o serán también esas actitudes y posturas que de alguna manera tratamos de disimular para escoger con lupa a aquellos con quienes nos juntamos? ¿No nos sucede muchas veces que no queremos que nos vean con determinadas personas o con ciertos sectores de la sociedad para que, decimos, la gente no se confunda al vernos y piensen que todos somos de la misma calaña? Ya procuramos hacerlo con mucha sutileza pero de alguna manera son costumbres demasiado arraigadas en nosotros.

Jesus hoy aparece rompiendo moldes, tanto por lo que le dice a los invitados como por lo que le dice también al que realiza la invitación. No invites, les viene a decir Jesús, a quienes pueden ofrecerte una compensación por tu invitación invitándote ellos también a ti. Invita, les dice, a los que no pueden corresponder con una invitación, a los pobres, a los lisiados, a los que nada tienen, a los que incluso no te darán las gracias, porque eso sucede también muchas veces.

Son los caminos de la gratuidad que muchas veces no entiende el mundo que nos rodea, porque siempre parece que todo se hace por interés, todo lo que hacemos ha de tener una ganancia o sacar unos beneficios. Y cuidado que puede ser una tentación en la que fácilmente caigamos en aquellas cosas buenas que queremos hacer por los demás. Algunas veces pudiera parecer que vamos acumulando puntos porque en el Reino de los Cielos vamos a presentar la cartilla para ver qué mejor lugar podemos ocupar. Hasta en las cosas espirituales podemos ser interesados.

Nuestro premio es el Señor y teniéndolo a El, qué más da el lugar o la altura del pedestal, porque el gozo es el Señor. No andamos en la carrera de un concurso de méritos.