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viernes, 21 de abril de 2023

Nunca nos podemos quedar paralizados ante la magnitud de los problemas, Jesús nos pone siempre en camino de buscar los cinco panes de cebada y los dos peces

 


Nunca nos podemos quedar paralizados ante la magnitud de los problemas, Jesús nos pone siempre en camino de buscar los cinco panes de cebada y los dos peces

Hechos de los apóstoles 5, 34-42; Sal 26; Juan 6, 1-15

Nos es fácil encontrar solución para los problemas. Que sean otros los que los resuelvan. Como nosotros no nos veamos implicados, a nosotros no nos toca, pensamos tantas veces. Me diréis que siempre no es así y es cierto que hay personas que no saben cruzarse de brazos ante los problemas, pero hemos de reconocer también que mucha veces nos quedamos paralizados ante la magnitud de los problemas y no sabemos qué hacer, o dejamos más bien que sean otros los que los resuelvan y nosotros como si no los hubiéramos visto. Llevamos muchas veces una carga negativa dentro de nosotros que nos hace insolidarios, que nos hace mirar para otro lado, que queremos pasar como si eso no nos afectara.

Hoy Jesús nos da un buen toque de atención. En este caso ha sido el primero consciente de la magnitud del problema en aquella multitud que se ha reunido en su entorno, que además están en lugares alejados, en despoblados donde no se podría conseguir algo para resolver el problema, y tanteando a los discípulos se pregunta donde podrán encontrar panes para dar de comer a tanta gente. Los discípulos se han sus cálculos, doscientos denarios no serían suficientes para dar de comer a toda aquella gente.

En esta ocasión según el relato del evangelista nadie le está pidiendo a Jesús que haga el milagro de dar de comer a toda aquella multitud. Pero, preguntémonos, si no será de alguna manera lo primero que se nos ocurre cuando vemos que los problemas nos desbordan que nos ponemos a rezar para que Dios nos permita salir bien de esta situación, para que Dios ponga su mano como solemos decir, y nos cure de aquella enfermedad, nos resuelva milagrosamente los problemas.

Pero Jesús les dice a los discípulos, ‘dadle vosotros de comer’. Pero, ¿no decíamos que hacían falta por lo menos doscientos denarios para comprar pan para toda aquella gente? Y si están en despoblado, lejos de las casas, ¿dónde van a ir a comprar pan para darle a aquella multitud? Por allá hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces, ¿pero qué es esto para tantos?

Sin embargo han comenzado las implicaciones. Allí están los pocos panes de aquel muchacho. Ya han comenzado a mirar alrededor para ver donde hay algo por lo que empezar, aunque sea poco. ¿Serán de alguna manera los pasos que nosotros en situaciones semejantes vamos dando también? Jesús encarga a los discípulos ahora que le digan a la gente que se siente en el suelo. Y Jesús tras la bendición pedirá a los discípulos que comiencen a repartir. No se pueden quedar aquí quietos cruzados de brazos. Y la multitud come hasta hartarse y hasta sobrarán panes. Un nuevo encargo de Jesús, que recojan aquello que ha sobrado para que no se pierda.

Y nosotros tantas veces nos quedamos paralizados, esperando que sean otros los que comiencen a dar solución. Bueno, si está en nuestra mano, también luego podríamos intentar poner nuestro granito de arena, pero nos ha faltado la iniciativa, nos ha podido tantas veces la pasividad. No puede ser ese nuestro camino, nuestra manera de ser y de actuar, siempre hay una mano que poner, y como se suele decir, mano puesta, ayuda es, aunque sea una mano pequeña, aunque sea la mano de un niño.

¿Nos interpelará este evangelio? ¿Seremos capaces de aprender a mirar con ojos nuevos a nuestro alrededor para darnos cuenta de la realidad de nuestro mundo? ¿Caeremos en la cuenta de donde está nuestro lugar?

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