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martes, 3 de septiembre de 2024

Jesús viene a darnos la fuerza de su Espíritu para sentirnos libres de todas esas ataduras y llevarme siempre por el camino del bien empedrado en el amor

 


Jesús viene a darnos la fuerza de su Espíritu para sentirnos libres de todas esas ataduras y llevarme siempre por el camino del bien empedrado en el amor

1Corintios 2, 10b-16; Salmo 144; Lucas 4, 31-37

¿Llegaríamos a entender que ofreciéndole a uno que está privado de libertad en la cárcel salir de ella liberado que se negase? Diríamos que está loco, que no sabe lo que hace. Pero no es tan extraño si nos ponemos a pensar un poquito; vivimos con tantas ataduras en nuestra sociedad pero parece que somos felices con ellas; pensemos en tantas dependencias que nos creamos continuamente, pensemos en los vicios que nos aturden, y podríamos poner muchos ejemplos; pero no somos capaces de dejarlo, el alcohólico no es capaz de liberarse de esa dependencia que tanto daño le está haciendo, el drogadicto de sus drogas, pasiones que nos dominan y de las que no somos capaces de liberarnos… podíamos pensar en muchas cosas.

Hoy nos choca en el evangelio, como en algún otro texto como el endemoniado de Gerasa, que aquel hombre poseído por el mal ponga resistencia a ser curado por Jesús. Es todo un signo, porque signo es la liberación del mal que Jesús quiere realizar en nuestra vida cuando nos está anunciando el Reino de Dios – como escuchábamos en la sinagoga de Nazaret cuando Jesús hace la proclamación del profeta nos da las señales de esa liberación del año de gracia del Señor – pero es signo también lo que hoy escuchamos de lo que sucede en nosotros mismos, en nuestro interior.

Es la imagen que se nos presenta en el peregrinar por el desierto rumbo a la tierra prometida, que muchas veces parece que preferían haberse quedado en Egipto siendo esclavos que aquel camino duro que tenían que estar realizando en búsqueda de la ansiada libertad. Cuando luchamos dentro de nosotros mismos con tantas cosas que queremos superar, muchas veces pareciera que nos quedamos con la añoranza de lo vivido en ese mal camino, pero que pensamos algunas veces que lo pasábamos bien. Nos cuesta arrancarnos de todas esas cosas que tantas ataduras han producido en nosotros.

El anuncio del Reino de Dios es un anuncio de liberación. Es hacer que Dios sea el único Señor de nuestra vida. Eso significa decir ‘el Reino de Dios’. Y con Dios en nuestra vida nos sentimos en la plenitud de nuestro ser; algunos piensan que la religión coarta nuestra vida porque nos pone limites, no nos permite hacer aquello que nosotros quisiéramos y que pensamos que nos hace felices. No hemos entendido lo que significa tener a Dios en nuestra vida, no hemos entendido lo que es la voluntad de Dios para nosotros, no es crear dependencias, sino poner libertad en nosotros, hacer que vayamos a lo que es lo fundamental de la persona y de la vida, caminar por caminos de dignidad y de respeto; nunca un mandamiento del Señor nos llevará a hacer daño a los demás, sino todo lo contrario, nos llevará siempre al respeto y al amor.

Cuántos dioses nos vamos poniendo en nuestra vida, todas esas cosas de las que decimos que sin ellas no podríamos vivir. Y son las cosas a las que nos atamos, pero son, y es peor, las actitudes que tenemos en el corazón con lo que pretendemos dominar, tener poder sea del que sea, creernos en una palabra dioses, es el orgullo para estar por encima de todo y de todos, es centrarlo todo en nosotros mismos y en lo que me dé satisfacción.

Cuántas ataduras y apegos sentimos en el corazón que va a provocar unas actitudes no buenas contra los demás. Por eso nos decía Jesús que es del corazón de donde sale la maldad que nos hace impuros. Y eso nos cuesta aceptarlo, es un camino que algunas veces se nos hace duro por los apegos del corazón, y arrancarnos de un apego cuesta, duele, parece que nos hiere pero cuando logramos desprendernos de él qué liberados nos sentimos.

Jesús viene a darnos la fuerza de su Espíritu para sentirnos en verdad libres, para liberarnos de todas esas ataduras, para vencer esa resistencia que incluso podamos sentir dentro de nosotros mismos, para llevarme siempre por el camino del bien que es un camino empedrado en el amor.

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