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viernes, 6 de septiembre de 2024

Es un vino nuevo el que nos ofrece Jesús, que pone verdadera paz en nuestro corazón, porque hemos transformado nuestra vida con el amor

 


Es un vino nuevo el que nos ofrece Jesús, que pone verdadera paz en nuestro corazón, porque hemos transformado nuestra vida con el amor

1 Corintios 4, 1-5; Salmo 36;  Lucas 5, 33-39

A alguien le preguntaban un día cómo hacía para que medio de todos los problemas que tiene la vida de cada día, las noticias que se escuchaban habitualmente que no siempre tenían buenos presagios, y seguramente los problemas que también podría tener como cualquier hijo de vecino siempre mantuviera la alegría, la sonrisa en el rostro y el buen ánimo y optimismo con que se le veía en la vida. Una pregunta interesante, porque además no siempre nos encontramos con personas con ese optimismo y buen semblante en la vida.

Y aquel hombre respondía porque a pesar de todas esas negruras de la vida, a pesar también de sus muchos problemas y contratiempos que también tenía y muchos, sin embargo él trataba de mantener la paz en el corazón y la serenidad en su espíritu. Que ¿cómo lo lograba? Respondía que desde su fe. Porque cuando se sabía amado de Dios, sabía en quien de verdad podía apoyarse, quien le daba esa serenidad y esa fuerza a su espíritu, y cuando uno se pone en las manos de quien sabe que no le falla, ¿por qué habrá de atormentarse y amargarse?

¡Qué importante es mantener esa paz y esa serenidad de espíritu a pesar de todos los pesares! Es que en nuestra vida entra un cambio muy importante en la apreciación de lo que es la vida, de cómo afrontar los problemas, que sabemos que nunca faltarán, porque hemos encontrado algo que nos ha transformado totalmente, un verdadero tesoro para nuestra vida que nos hará sentir siempre esa paz en el corazón y mantendrá la alegría y la esperanza en la vida.

Pero es necesario que descubramos el verdadero sentido de nuestra vida, ese sentido y nuevo valor que da a nuestra vida y todo será distinto. No tenemos por qué andar cabizbajos, con cara de funeral porque nos vayan apareciendo problemas en la vida, con el corazón atormentado por mil amarguras. Como decía Jesús, es que los amigos del novio cuando están en la boda con él pueden andar con trajes de lutos y con llantos de tristeza. Todo tiene que tener ese sentido de alegría porque nos conforta esa fe que tenemos y porque nos anima siempre la esperanza.

Tenemos que descubrir el hondo sentido que da la fe a nuestra vida que todo lo transforma. Ya no se trata de ir haciendo cositas como quien va acumulando méritos para conseguir un premio. No es cuestión de irnos amargando con ayunos y penitencias, cuando sabemos lo que es la generosidad del amor de Dios que sigue confiando en nosotros aunque no siempre seamos fieles del todo. Tiene que haber otra generosidad en la vida, otro desprendimiento donde nos gozamos en el amor de Dios y en consecuencia viviremos en un sentido nuevo de amor.

Por eso nos dice Jesús hoy que tenemos que ser vaso nuevo, que tenemos que vestir un vestido nuevo, que de nada nos valen los remiendos que nada arreglan sino que tenemos que dejarnos transformar por El para ser en verdad unos hombres nuevos, unas criaturas nuevas. Ya no nos valen esas medidas que estábamos acostumbrados a usar – hasta aquí llegamos, con este mínimo ya nos es suficiente, desde aquí no nos podemos pasar, como tantas veces nos sigue pesando en nuestro pensamiento - porque el amor no tiene medida ni límites sino que siempre será generoso sin fin como tan bonito nos explica san Pablo en la carta a los Corintios en aquel himno al amor. Es la novedad que nos ofrece el evangelio, es la vida nueva que nace en nosotros a partir de nuestra fe en Jesús desde nuestro Bautismo.

Es un vino nuevo, como en las bodas de Caná, el que nos ofrece Jesús, que pone verdadera paz en nuestro corazón, porque hemos transformado nuestra vida con el amor.


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