Dejémonos sorprender como Pedro en la pesca milagrosa porque algo quiere confiarnos el Señor como tarea nueva para nuestra vida
1Corintios 3, 18-23; Salmo 23; Lucas
5, 1-11
Hay ocasiones en que nos sentimos
sorprendidos hasta de nosotros mismos viendo lo que somos capaces de hacer;
habíamos pensado quizás que no valíamos, que no éramos capaces de cosas así,
quizás incluso habíamos intentado algo y por más que habíamos luchado no
habíamos podido sacar nada en limpio, pero mantuvimos nuestro tesón, seguimos intentándolo
poniendo confianza en nosotros mismos y pudimos lograrlo. En muchas cosas
podemos pensar.
Hace unos días un amigo mío me lo
reconocía; él pensaba que no era capaz, pero hubo algo en su interior que lo
motivó y comenzó a intentarlo; me decía que no se sentía capaz de escribir ni
dos renglones seguidos queriendo expresar un pensamiento; pero se había sentido
motivo por algo que veía hacer a otras personas, y lo intentó, y yo que conozco
lo que escribe, os puedo decir que hace cosas preciosas. Se sintió motivado y
lo consiguió, no sin esfuerzo, pero sí con voluntad. Así son muchas cosas en la
vida.
Pedro le había dicho a Jesús que allí
no merecía echar las redes porque no eran días propicios quizá para ello, se
había pasado la noche entera bregando y no había conseguido nada. Jesús había
estado enseñando a la gente; precisamente se había subido a la barca de Pedro,
para alejándola un poco de la orilla poder hacer que todos los que estaban en
la playa le escuchasen, y así lo había hecho; ellos mientras tanto habían
estado haciendo los necesarios arreglos de las redes que había utilizado
inútilmente.
Pero cuando Jesús terminó de enseñar a
la gente, le pide que reme mar adentro en el lago y eche de nuevo las redes.
¿Qué había estado hablado Jesús en aquella predicación? El evangelista en este
caso no nos dice nada en concreto, pero las palabras de Jesús siempre eran
motivadoras de algo nuevo, de algo distinto para la vida; eran palabras que
sembraban esperanza, eran palabras que querían construir un mundo nuevo que El
llamaba el Reino de Dios; eran palabras que ponían luz en los corazones, y por
eso vemos que son tantos los que entusiasmados le siguen.
¿Qué habría escuchado Pedro en su corazón?
A pesar de decir que allí era imposible porque se habían pasado toda la noche
sin coger nada, ahora pone su confianza en la Palabra de Jesús y echa las
redes. ‘Por tu palabra las echaré’. Y grande fue la redada de peces de tal
manera que tuvieron que llamar a otras barcas para que les echaran una mano
para recoger las redes.
Pero Pedro se había sentido tocado por
dentro. No sabemos lo que pasa en el corazón del hombre, pero ahora Pedro se
siente indigno y pecador, le viene a decir a Jesús que no se siente digno de
estar en su presencia y le pide que se aparte de él. Su humildad le hacia que
no pudiera estar al lado de Jesús porque se consideraba indigno. Nos recuerda
otros momentos del evangelio, también hay alguien que no se siente digno de que
Jesús vaya a su casa, pero confía en la Palabra de Jesús y le dice que solo una
palabra bastará para que su criado sea curado.
Pedro no se siente digno de estar con
Jesús, pero Jesús le va a pedir que esté siempre con El. Aquel signo que había
sucedido en aquella mañana en medio de lago de Galilea iba a ser señal de algo
más que había que realizar. No se trataba ya solo de recoger unos peces que
pudieran necesitar para comer y para ganarse la vida, quizás había que
renunciar a esas ganancias o a esas redadas en lo material, porque Jesús les
ofrecía una nueva profesión, serían pescadores pero no de aquellos mares,
serían pescadores de hombres. Y parece que entendieron el mensaje de Jesús
porque dejándolo todo aquellos se fueron con Jesús para buscar otra pesca
mejor. Habían confiado en Jesús y seguían confiando en Jesús.
Hablamos al principio de motivaciones o
de tener confianza en nosotros mismos, contemplamos a Pedro que supo poner su
confianza en el Señor, pero ¿eso que nos estará diciendo? Por supuesto que en
la vida tenemos que tener más confianza en nosotros mismos y muchas maravillas
podríamos hacer, pero desde nuestra fe en Jesús tenemos que dar un paso
adelante, un paso más. Nos sentimos algunas veces siervos inútiles que no
sabemos qué hacer, nos encerramos quizás en nuestros lagos o en nuestros mares
y no somos capaces de ir más allá; caemos también espiritualmente en la rutina
y en la modorra de la vida y no sabemos avanzar, ¿no tendríamos que dejar que
Jesús nos removiera el corazón, nos removiera la vida para despertarnos y
abrirnos a otros horizontes, a otras perspectivas, a otras tareas donde
podríamos ser capaces de hacer también muy bien?
Dejemos que Jesús nos toque el corazón.
Escuchemos esa Palabra que El quiere decirnos, y a la que muchas veces no le
prestamos demasiada atención porque estamos demasiado metidos en nuestras
cosas. Seguro que el Señor también quiere sorprendernos con algo y confiarnos
algo más. Dejemos actuar a Dios en nuestra vida.
Con un poquito de esfuerzo y voluntad se consiguen muchas cosas, si lo he conseguido yo lo puede hacer todo el mundo
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