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sábado, 25 de mayo de 2024

Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios

 


Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios

Santiago 5,13-20; Salmo 140;  Marcos 10,13-16

Pareces un niño’, quizás nos dijeron un día y no nos agradó mucho. ¿Me están diciendo que soy infantil? Todos queremos parece mayores, a todos nos gustaría que nos trataran como adultos; siendo jóvenes no nos agradaba que nos dijeran ‘niño’, porque eso nos parecía que nos ofendía, porque nos gustaba que nos trataran ya como mayores.

¿Parezco niño porque mi manera de actuar es infantil, llenos de caprichitos y de mimos? ¿Parezco niño porque parece que actúo con ingenuidad y no tengo malicia para vislumbrar la malicia que pueden estar ocultando los demás? Pero ¿qué tiene de malo la ingenuidad si me la tomo como un quitar malicias del corazón, no andar con segundas intenciones ocultas, mostrarme de una forma llana y sencilla?

Nos daría mucho que pensar eso de que nos traten o nos consideren como niños. Porque en la inocencia del niño hay algo que significa cercanía, humildad, sencillez; mientras no echemos a perder esa inocencia hay algo muy bonito en ese trato de unos y otros siempre llenos de alegría, siempre con la risa y la carcajada a flor de pies, podríamos decir, porque fácilmente se superan los orgullos, tenemos abierto el corazón y todos son mis amigos, como suelen decir los niños, aunque haga un momento que se hagan conocido, han jugado juntos con alegría y ya son amigos para siempre.

Creo que en la vida nos hace falta mucho de eso. Andamos demasiado envarados, demasiado metidos en nuestros castillos o subidos a nuestros pedestales, con demasiado orgullo que va creando rivalidades, resentimientos, envidias, desconfianzas. No terminamos de entender que este mundo no es para buscar exclusividades y poner barreras, sino para saber hacer camino juntos y tendiéndonos las manos los unos a los otros.

Es la lección que Jesús quiere darnos hoy. Ese corazón lleno de ternura de Jesús hacía que todos quisieran acercarse a El, estar a su lado, no perderse ninguna de sus palabras, sintiendo el gozo de su presencia. Diríamos que tenía que surgir de forma espontánea, que las madres llevaran a sus niños hasta Jesús para que los bendijera, para que impusiera sus manos sobre ellos; y ya sabemos que cuando los niños se sienten queridos se llenan de confianza, y entonces serían los propios niños los que buscarían a Jesús.

Pero como siempre sucede hay algunos que les molestan los gritos o las risas de los niños; allá estaban los discípulos cercanos a Jesús poco menos que haciendo guardia en torno a Jesús para que nadie se propasara; quizás lo querían solo para ellos; pero los juegos y los gritos espontáneos de los chiquillos podían convertirse en una molestia. Y no había que molestar al maestro. Por eso los veremos apartando a los niños para que no molestaran a Jesús.

Pero Jesús sale al paso de este fervor tan entusiasta de sus discípulos cercanos. ‘Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios’. Jesús quiere que los niños estén con El. Pero es que Jesús les dice algo más. ‘De los que son como ellos es el Reino de Dios’.

Tanto que Jesús había venido anunciando el Reino de Dios y ahora nos da una característica muy importante, que por supuesto no estaba olvidada en toda la predicación de Jesús. Pero ahora nos pone a los niños como ejemplo de lo que han de ser esas actitudes del Reino de Dios. Hay que ser como los niños. Y aquí aparece la inocencia y la ingenuidad de la que veníamos hablando, aquí viene la alegría y la cercanía, aquí vienen las confianzas que hacen pronto amistad porque todos tenemos que queremos como hermanos, aquí está la humildad y la sencillez con que hemos de saber caminos los unos junto a los otros, aquí está todo ese derribar barreras y pedestales para saber encontrarnos y para saber amarnos siempre. Es lo que tenemos que vivir en el Reino de Dios, que en los niños vemos reflejado, como nos dice Jesús hoy. 

Por eso nos hablará de acogida, acogida al niño y al pequeño – y qué importante era eso en aquella sociedad donde los pequeños y los pobres nada valían y nunca se contaba con ellos – como signo y señal de esa acogida que tenemos que saber hacernos en todo momento los unos a los otros. ‘En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él’. Que sintamos, entonces, sobre nosotros esa bendición de Dios, como Jesús bendecía a los niños.

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