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miércoles, 22 de mayo de 2024

El Espíritu del Señor va abriendo caminos, que cada uno expresaremos con nuestra particular manera de ser o con los diversos carismas sin exclusividades ni barreras

 


El Espíritu del Señor va abriendo caminos, que cada uno expresaremos con nuestra particular manera de ser o con los diversos carismas sin exclusividades ni barreras

Santiago 4,13-17; Salmo 48; Marcos 9,38-40

Nos creemos únicos, insustituibles, nadie es capaz de hacer las cosas como las hago yo… es una tentación fácil en la que podemos caer llenos de autosuficiencia. Ya se trate de nuestro trabajo, ya se trate de cómo nos planteamos la vida, ya se trate de cómo hacemos las cosas en nuestra familia, en los diversos campos de la vida. Y lo mismo nos creemos poseedores de la verdad, nuestra manera de pensar es única y no estamos sujetos a error, todo el que piense distinto está equivocado.

Es bueno, sí, que defendamos nuestras ideas y las confrontemos con los otros, pero no para avasallar, no para creernos con el pensamiento único, y todos los demás están siempre en un error; es necesario una confrontación de ideas en esa búsqueda del bien y de la verdad, para descubrir lo bueno que también tienen los demás, la verdad que también podemos encontrar en los otros.

Y esto nos puede pasar en el ámbito religioso y en el ámbito de nuestra fe; por aquello de la apologética de la defensa de nuestra fe, y creyéndonos la única iglesia de Cristo algunas veces hemos sido demasiado excluyentes y no hemos sabido hacer camino junto con los otros y tenemos siempre la tentación y el peligro de considerar en el error - un error, pensamos incluso, que puede llevar a la condenación – a todos los que tengan una manera distinta de ver las cosas.

Nos creemos con la exclusividad de hacer cosas por el Señor, por la Iglesia, o por nuestro mundo. Creernos con esa exclusividad es poner barreras en la vida que nos alejan los unos de los otros. Y eso nos ha sucedido también en la Iglesia en muchas ocasiones. El Espíritu del Señor va abriendo siempre caminos, que luego cada uno expresaremos con nuestra propia manera de ser. Son las distintas formas en que se manifiesta nuestro compromiso según seamos cada uno. Gracias a Dios vamos cambiando mucho, aunque nos cuesta. Y no se trata de hacer sincretismos ni mezcolanzas innecesarias.

El evangelio hoy quiere iluminarnos. Dejémonos iluminar y abramos nuestras mentes. No nos suceda como a los discípulos de Jesús en aquel momento. ‘Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros’. Y ya vemos la reacción de Jesús ante aquellas exclusividades que se atribuían los discípulos más cercanos a Jesús. Es cierto que su amor por Jesús era tan grande que les parecía que no podían permitir que nadie utilizara el nombre de Jesús sin pertenecer a su grupo. Es, si queremos verlo así, una reacción muy humana. Tratamos de alguna manera de defender lo nuestro.

Pero Jesús quiere que abran los ojos para descubrir también lo bueno que hay en los demás, aunque no sean de los nuestros. ‘No se lo impidáis, porque quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí’, les viene a decir. Y termina Jesús con esa afirmación tan categórica y que nos tiene que hacer comprender muchas cosas. ‘El que no está contra nosotros está a favor nuestro’.

No nos valen esas exclusividades. No podemos encerrarnos en nosotros mismos. No podemos dejar de ver los valores que también hay en los demás. No podemos pecar de autosuficiencia y orgullo. Tenemos que aprender a ponernos al lado del otro sea quien sea; tenemos que aprender a trabajar codo con codo con quien haga el bien, quien lo está intentando aunque algunas veces falle o tenga errores. Sería la mejor manera de convencer de nuestra verdad, sería la mejor manera de contagiar de nuestros valores cuando los ponemos al lago de los de los demás.

Jesús ha venido a romper muros y fronteras, porque es la manera de que alcancemos la unidad, por eso no vayamos nunca levantando nuevos muros o poniendo limites, porque lo que estaremos haciendo es distanciándonos más. Y eso no es nuestra misión ni nuestra tarea, que siempre tenemos que ser constructores. Jesús ha venido a salvar a todos y para todos es su evangelio. Pero aceptemos también que cada uno tenemos nuestro carisma, nuestra forma de hacerlo vida y lo podemos expresar de muchas maneras y en muchas cosas que podemos hacer. Vayamos, pues, tendiendo puentes, recogiendo siempre todo lo bueno que podamos encontrar en los demás.

 

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