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martes, 2 de diciembre de 2025

Tenemos la suerte si caminamos con humildad y sencillez y siendo además agradecidos y dichosos de poder escuchar la buena nueva de salvación que Jesús nos ofrece

 


Tenemos la suerte si caminamos con humildad y sencillez y siendo además agradecidos y dichosos de poder escuchar la buena nueva de salvación que Jesús nos ofrece

Isaías 11, 1-10; Salmo 71; Lucas 10, 21-24

¡Qué suerte tuvimos de estar allí en aquel momento!, habremos pensado en alguna ocasión en que tuvimos oportunidad de estar en algún acontecimiento que consideramos importante o que le damos incluso la categoría de algo histórico, o conocer y tratar a quien consideramos un personaje o una persona importante; quizás algunos hasta nos tendrán una cierta envidia porque nosotros estuvimos y ellos no pudieron estar, se sienten desconsolados y deseando haber podido estar. Esto nos pasa en acontecimientos de la vida, en cosas que suceden en nuestro entorno, en circunstancias que hemos vivido y que quizás dejaron una bonita huella en nosotros.

Es algo así lo que les dice Jesús hoy a los discípulos para que valoren el momento, para que valoren su llamada, para que reconozcan la acción de Dios en sus vidas que se les está manifestando en Jesús. Les dice que otros quisieron ver lo que ahora ellos ven y que por eso son dichosos, pero no pudieron en referencia a aquella añoranza que tenían los antiguos de poder vivir los tiempos del Mesías; los profetas antiguos es cierto sintieron la inspiración del Señor en su corazón para que pronunciaran palabras de esperanza y también de denuncia al pueblo de Dios, pero como les está diciendo Jesús hoy no pudieron escuchar al que es la Palabra de Dios. ‘…quisieron oír lo que vosotros oís, pero no lo oyeron’.

Con ellos estaba Jesús, Palabra viva de Dios, que podían escuchar. Recordemos que cuando los apóstoles aun ya en el momento de la cena le piden que les muestre al Padre, El les dice que ‘quien me ha visto a mi ha visto al Padre’. Es la revelación de Dios, es el rostro de Dios, es la muestra del amor de Dios que nos envió a su Hijo para que creyendo en El tuviéramos vida para siempre.

Y la maravilla está en quienes son los que pueden escuchar esa Palabra de Dios, pueden sentir como Dios se les revela en su corazón. ¿A quienes ha escogido Jesús? ¿A sesudos maestros de la ley? ¿A los sacerdotes del templo de Jerusalén? Son unos pobres pescadores, una gente sencilla que vivía de sus ocupaciones y trabajos pero a los que Jesús llama y se le revela. Quizás cuando nosotros quisiéramos escoger colaboradores para una obra que quisiéramos emprender buscaríamos gentes de especiales cualidades, gente ‘preparada’, gente de prestigio que luego puedan dar lustre a la obra que queremos hacer porque sean personas de renombre. No es ese el camino de Jesús, no se manifiestan así las obras de Dios buscando prestigios humanos sino manifestando lo que es la Sabiduría del Espíritu.

Hoy escuchamos a Jesús dando gracias al Padre porque ha revelado sus misterios no a los sabios y entendidos sino a los pobres y a la gente sencilla. Recordemos que cuando Jesús nos trae las palabras del profeta que anunciaban los tiempos mesiánicos de quienes habla son de los pobres y de los que sufren, de los que nada tienen pero viven desprendidos, de los que se sienten oprimidos, porque ‘los pobres serán evangelizados’, nos dirá allá en la sinagoga de Nazaret. Y como dirá entonces esto se está cumpliendo hoy, aunque quizás a los orgullosos y engreídos les cueste tanto entender.

Es la actitud humilde que nosotros hemos de tener para abrir nuestro corazón desde nuestra pobreza para llenarnos de esa Sabiduría de Dios. Todavía nos sigue costando entender el evangelio y aplicarlo de verdad a nuestras vidas porque quizás vamos con nuestras sabidurías humanas a interpretarlo. Tenemos que despojarnos para poder escucharlo, entenderlo y llegar a vivirlo. Nos sigue costando porque nos rodeamos de tantas vanidades que se convierten como abismos inmensos que nos impiden aprehender – y fijaos cómo pongo y el sentido que le doy a la palabra - para nuestra vida ese mensaje de vida y liberación que es el evangelio.

Y sí, tenemos la suerte de poder escuchar el evangelio. Es una dicha que no podemos cambiar por nada del mundo porque con esa humildad nos llenaremos de la Sabiduría de Dios. ¿Nos sentiremos nosotros dichosos por ello?

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