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viernes, 18 de octubre de 2024

También tenemos que ponernos en camino porque tenemos que contagiar y empapar a nuestro mundo del Salvación que Jesús nos ofrece

 


También tenemos que ponernos en camino porque tenemos que contagiar y empapar a nuestro mundo del Salvación que Jesús nos ofrece

Timoteo 4, 10-17b; Salmo 144; Lucas 10,1-9

Hacer camino no es solo una tarea que tenemos que hacer todos los días porque nos recomiendan que por nuestro bienestar no podemos hacer una vida sedentaria sino que necesitamos caminar, movernos, ejercitar nuestro cuerpo para lograr tener un mejor bienestar. Caminar es salud, nos dicen. Pero ¿no será algo más?

Caminar es una función muy importante de la vida y ya no estamos hablando solo de la vida de nuestro cuerpo. Caminar, ponernos en movimiento forma parte esencial de la vida, que en si mismo tiene que ser siempre crecimiento, pero que necesariamente nos tiene que llevar a salir de nosotros mismos, sí, para ponernos en camino, en camino de búsqueda, en camino hacia el encuentro, en camino hacia la vida misma. No nos encontraremos de verdad con la vida si no salimos y nos ponemos en camino; es descubrir otros mundos y otros pensamientos, es descubrir ese campo en el que tenemos que desarrollarnos, es descubrir el valor de las otras personas y buscamos el encontrarnos con ellas, es descubrir donde encontraremos la plenitud de nuestra vida, es descubrir que tenemos que elevar el punto de mira de nuestra vida para buscar más altas metas, es ponernos en camino hacia lo espiritual que es lo que nos eleva, es camino hacia Dios.

Tenemos un peligro de vivir un sedentarismo, llamémoslo así, espiritual, porque nos da pereza, porque queremos quedarnos en nuestra comodidad, porque nos acostumbramos y nos acomodamos en lo que estamos y perdemos de vista valores superiores que tenemos que buscar, porque tememos el conflicto, la dificultad, incluso la adversidad que podamos encontrar, porque nos llenamos de miedos, y estamos cortándoles las alas a la vida, no estaremos de verdad caminando a esa plenitud a la que estamos llamados, porque todos estamos llamados a crecer.


Hoy nos dice Jesús en el evangelio que nos pongamos en camino. En la fiesta litúrgica de san Lucas evangelista que estamos celebrando hoy se nos propone el evangelio del envío de Jesús de los setenta y dos discípulos que habían de ir porque donde luego El habría de ir también anunciando el evangelio. Es un primer anuncio el que tienen que hacer; y lo harán con su palabra, pero lo harán con el testimonio de su vida. Por eso Jesús los envía en medio de la mayor austeridad, ni alforjas ni pan para el camino, solamente un bastón en la mano para hacer el camino y un poder en su palabra y en su corazón para comenzar a hacer presente el Reino de Dios liberando a todos los oprimidos por el mal. Solo han ha de apoyarse en la fuerza del Señor con ese mensaje de la paz que han de transmitir.

Es también el camino en que nosotros nos hemos de poner, el camino que también hemos de emprender. Como decíamos antes, algo nos faltará a la vida si no sabemos ponernos en camino; no solo ya es ese camino humano que todos hemos de recorrer como personas, como miembros de la sociedad en la que vivimos y que nos lleva a ese crecimiento personal como decíamos. Es el camino que como creyentes en Jesús hemos de saber emprender. Es el envío que Jesús nos hace a nosotros también a ese mundo en el que vivimos, esa sociedad de la que participamos y a la que tenemos que hacer también el anuncio del Reino de Dios.

Nos entenderán o no querrán entendernos, pero el testimonio tenemos que darlo, el camino hemos de recorrerlo, el anuncio tenemos que hacerlo. Porque es anuncio de vida que vamos a hacer desde nuestra vida, en nosotros llevamos también esa fuerza del Espíritu del Señor para transformar nuestro mundo, para curar a nuestro mundo. El poder de Jesús en nosotros está, tenemos que saberlo utilizar; nos mostramos llenos de esa vida y de esa salud (salvación) que Jesús nos ha regalado y la compartimos, la contagiamos a los demás.

Una pregunta quizás tenemos que hacernos, ¿qué le pasa a nuestra vida de cristianos que no somos capaces de contagiar de esa salud al mundo en el que vivimos? ¿Todavía no nos habremos dejado curar del todo por Jesús?

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