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jueves, 12 de septiembre de 2024

La experiencia del perdón es una experiencia insuperable porque es una experiencia de amor sin lo cual nunca lo entenderíamos ni lo asumiríamos

 


La experiencia del perdón es una experiencia insuperable porque es una experiencia de amor sin lo cual nunca lo entenderíamos ni lo asumiríamos

1 Corintios 8, 1b-7. 11-13; Salmo 138; Lucas 6, 27-38

La experiencia del perdón es una experiencia insuperable porque es una experiencia de amor. Sin el amor no lo entenderíamos, porque aflorarían otras tensiones y pasiones que nos obnubilarían de tal manera que no lo llegaríamos a entender ni poder vivir.

Claro que cuando comenzamos hablando del perdón enseguida nos vienen a la mente experiencias dolorosas que hayamos tenido alguna vez en la vida y en lo primero que pensamos es el perdón que tendríamos que otorgar a los demás; y claro, eso se nos atraganta y no siempre es fácil de asumir, tenemos que reconocer.

Pero cuando ahora estamos hablando de perdón ¿por qué no empezamos por otro camino? ¿Por qué no pensamos en la experiencia que hayamos tenido nosotros de ser perdonados? Porque todos alguna vez en la vida hemos necesitado de ser perdonados, porque sabemos que cometemos errores, hacemos algo que puede molestar o dañar a los demás, podemos ofender aunque tengamos las mejores intenciones del mundo en lo que hacemos. 

Alguna vez nos hemos visto apesadumbrados por algo que hemos hecho, y casi nos sentimos incapaces de acercarnos a aquel a quien hemos molestado con algo; y quizás cuando por fin nos hemos acercado nos encontramos que aquella persona llena de generosidad nos dice que todo eso para ella está cancelado, en una palabra que nos ha perdonado y quizás sin exigirnos nada. ¿Cómo nos hemos sentido? Seguro que habremos sentido una liberación interior difícil de explicar.

En mi reflexión he querido ir dando estos pasos, pero creo que el paso primero que hemos de dar es en nuestra relación con Dios; y experimentar en nosotros todo lo que es el amor de Dios que se derrama en nuestra vida y que también se hace perdón para nosotros. Nos sentimos amados, y porque nos sentimos amados sabemos que somos perdonados, y somos perdonados con la generosidad del  amor de Dios que siempre va a superar la mejor generosidad que nosotros podamos ofrecer.

Es desde esa experiencia de la que tenemos que partir y obrar en consecuencia. Si Dios así me ama y me perdona, ¿Quién soy yo para negar ese amor y ese perdón a quien me haya ofendido? ¿No es precisamente el mandamiento del amor lo que se nos ha puesto como distintivo a los que seguimos a Jesús, a los que nos llamamos cristianos? Y nos dice que nos amemos al prójimo como nos amamos a nosotros mismos. ¿Y si nos amamos no queremos que sean también buenos con nosotros, que sean misericordiosos con nosotros? De la misma manera tenemos que ser misericordiosos con los demás. Es que estamos entrando en la dinámica del amor. Y ese perdonar, porque también nosotros nos sentimos perdonados, como decíamos, es una experiencia insuperable, es una experiencia de amor.

Hoy nos habla Jesús del amor a los enemigos, del amor también a los que no nos aman, porque nuestro amor tiene que ser siempre generoso y universal. ¿En que nos vamos a distinguir si somos seguidores de Jesús? ¿En hacer lo que hace todo el mundo? Como nos dice Jesús saludar a los que nos saludan eso lo hacen también los que no creen en Jesús, como ayudar solo a los que los ayudan. Entonces no habría nada diferente en nuestra vida desde esa fe que tenemos en Jesús y desde esa experiencia del amor de Dios que experimentamos en nuestra vida.

Es el camino que nos distingue a los seguidores de Jesús.

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