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sábado, 8 de junio de 2024

Junto al corazón de María queremos acurrucarnos para aprender los latidos del amor y hacerlos ritmos de nuestra vida, poniendo como María en el nuestro a cuantos amamos

 


Junto al corazón de María queremos acurrucarnos para aprender los latidos del amor y hacerlos ritmos de nuestra vida, poniendo como María en el nuestro a cuantos amamos

2 Timoteo 4, 1-8; Salmo 70; Lucas 2, 41-51

A todos nos hace aflorar una inmensa ternura y los más emocionados sentimientos el contemplar como un niño se acurruca junto al corazón de su madre y pronto se siente calmado en sus llantos y en sus lagrimas, porque allí encuentra el deseado calor del cariño de la madre que le hace sentirse seguro frente a cualquiera de los peligros que pudieran aparecer. Lo hemos contemplado muchas veces; y es más tenemos que decir que también nosotros, aunque mayores, iríamos a refugiarnos en el regazo de la madre cuando nos sentimos atormentados por los problemas de la vida, por las soledades que tanto nos hieren, por tantas angustias que nos va deparando con demasiada frecuencia la vida.

¿No es hermoso que hoy podamos celebrar precisamente la memoria y la fiesta litúrgica del Sagrado corazón de María? ¿Qué mejor imagen podemos encontrar para expresar lo que María es y sigue siendo para la Iglesia y para los cristianos de todos los tiempos?

Del corazón agonizante de Cristo salió aquella entrega que en ese momento cumbre quiso hacernos cuando nos confió a la madre y cuando confió a su madre para que fuera la madre de todos los que creyéramos en El. ‘He ahí a tu hijo’, le dice Jesús señalando al discípulo amado en quien todos estábamos representados. ‘He ahí a tu madre’, le confía a Juan en aquel momento y Juan se la llevó a su casa.

Hoy contemplamos su corazón, hoy contemplamos nuestro mejor refugio, hoy queremos ser como el niño que se refugia en los brazos de su madre que lo acuna junto a su corazón, hoy nosotros ponemos nuestro oído junto a su pecho para sentir sus latidos y para aprender a latir con ese mismo ritmo que solo las madres saben tener.

María, la que nos dice el evangelio que guardaba todo en su corazón. Nos lo repite el evangelista cuando nos habla de los acontecimientos de la infancia de Jesús. Vienen los pastores de forma inesperada tras el anuncio del ángel a aquel humilde portal donde había nacido el Hijo de Dios, y María mira y contempla, María guarda en su corazón. Vienen los magos de Oriente a ofrecer sus dones entre la admiración de los transeúntes ante tal inesperada caravana en los caminos de Belén, y María mira y contempla, María guarda en su corazón. Será aquello que parecía travesura del niño quedándose en Jerusalén sin que lo supieran sus padres, y cuando lo encuentran en medio de los doctores y maestros de la ley y ante las respuestas de Jesús que había de ocuparse de las cosas del Padre, María mira y contempla, María guarda cuanto ha sucedido en su corazón.

Es lo que hacen las madres que desde que llevan al hijo en sus entrañas están guardando los latidos y los movimientos del niño en su propio seno y lo van guardando en su corazón; como serán los primeros pasos, los primeros balbuceos, los primeros intentos de crecer y de ser mayor, que la madre lo irá recordando todo porque lo va guardando en su corazón. Cuántas veces escuchamos a las madres como nos van contando la historia de sus hijos desde los primeros instantes que lo llevan en sus entrañas, porque todo lo van guardando en su corazón, como sucederá a lo largo de la vida en largos silencios muchas veces, porque contemplan y dejan hacer, porque contemplan y quizás sufren en su corazón, porque viven sus alegrías y las mantendrán siempre vivas en lo hondo del corazón.

Es lo que hoy estamos celebrando de María, la que guardó todo lo referente a la vida de Jesús en su corazón - ¿Quién pudo contar al evangelista los momentos de la infancia de Jesús si no fue su propia madre? – pero ella también nos ha puesto, desde el momento en que Jesús en el Calvario le confió la misión de ser madre de todos los creyentes, en lo más hondo de su corazón. Miramos hoy el corazón de María y miramos el corazón de madre. Junto a su corazón también queremos acurrucarnos, de su corazón queremos aprender los latidos del amor para hacerlos ritmos de nuestra vida. En ello nos gozamos, con ella aprendemos lo que es el amor, a la manera de ella queremos también poner en nuestro corazón a cuantos amamos.

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