Tenemos
que seguir poniéndonos en camino porque la tarea es grande, no cejemos en el
empeño aunque sea mucha la dificultad, siempre brilla la luz de la esperanza
Job 38,1.12-21; 40, 3-5; Salmo 138; Lucas
10,13-16
Hay ocasiones en que nos sentimos
frustrados y poco menos que derrotados en aquello que estamos haciendo, a lo
que dedicamos todo nuestro esfuerzo, con lo que queremos hacer algo que pueda
beneficiar a los que están a nuestro lado, pero parece que no nos escuchan o
nos escuchan según sean sus intereses, pasan de nosotros o nos ignoran, nos
dejan a un lado y no nos tienen en cuenta después de todo lo hicimos; nos
sentimos mal, en ocasiones nos dan ganas de tirar la toalla, de abandonar, de
dejar a los otros a su suerte y que se busquen la vida, como suele decirse.
Nos pasa en el trabajo profesional que
realizamos, nos pasa en cosas que hacemos de forma voluntaria porque queremos
que las cosas en nuestro ambiente sean de otra manera pero nadie nos hace casa,
nos puede pasar en el terreno familiar, ya sea en lo que hacemos por los hijos
y la familia, e incluso en nuestras relaciones conyugales, donde en momentos no
nos sentimos valorados. ¿Qué hacemos?
¿Abandonamos? ¿Andamos lloriqueando queriendo mover a la gente a la compasión
al menos? ¿Nos encerramos en nosotros mismos? ¿Seremos conscientes de verdad de
la misión que tenemos en la vida y seguimos fieles a nuestro empeño? Muchas
cosas nos pueden pasar por la cabeza.
¿Será la situación en la que se
encuentra Jesús en este pasaje del evangelio que hoy se nos presenta? Jesús
había ido recorriendo todas aquellas aldeas y ciudades de Galilea, había
recorrido sus caminos y atravesado numerosas veces el lago para llegar a todos
en el anuncio del Reino de Dios. Es cierto que las gentes le salen entusiasmadas
al encuentro, le traen sus enfermos, vienen con sus dolencias y sufrimientos,
algunos le aclaman porque no han visto cosa igual. Ya es consciente también que
no todos lo aceptan y sabe muy bien quienes están al acecho a lo que hace o a
lo que dice.
Pero hay algunos lugares que son como
piedra atravesada en el camino. Se ha desvivido Jesús de manera especial en
algunos, pero la respuesta parece poca o nula. Le está sucediendo en algunas
poblaciones de los alrededores del lago y de Cafarnaúm. ¿Se sentirá fracasado
Jesús o seguirá haciendo llamamiento para que den una respuesta? Ya
premonitoriamente les había anunciado a los discípulos escogidos como apóstoles
cuando los envío que habían de llevar el mensaje de paz y se quedaran en
aquellos lugares donde los acogían; pero les anuncia también que habrá otros
lugares donde se les cerrarán las puertas, y Jesús simplemente les dice que se
vayan a otro lado. Siempre itinerantes como lo había manifestado desde el
principio. Vamos a otros lugares que allí también tenemos que hacer el anuncio
del Reino de Dios.
Creo que este evangelio tendría que
hacernos pensar, pero no para hundirnos porque nosotros seamos también
conscientes de las dificultades y rechazados, sino para sentir esa palabra de ánimo
y de esperanza que Jesús siempre tiene para nosotros. Sigamos haciendo el
anuncio, sigamos dejando nuestras huellas de paz y de amor, aunque las bombas
sigan resonando o aunque sigamos viendo muy furibundo el odio en muchos
corazones.
Una piedra que vayamos quitando del camino
será siempre una señal de algo nuevo que vamos dejando a nuestro paso; podemos
hacer desaparecer esas piedras de odios y de violencias, podemos ir quitando
esos ropajes de la vanidad y del orgullo, podemos ir dejando con la ilusión de
un vestido nuevo para la vida a tantos desnudos que tratamos de vestir con
nuestro amor, una luz nueva puede ir iluminando con un nuevo color esos caminos
de la vida tantas veces oscurecidos y hacer surgir una nueva alegría para la
humanidad.
Tenemos, si, que seguir poniéndonos en
camino; la tarea es grande, la mies es mucha, los operarios somos pocos, pero
un pequeño grano de mostaza puede hacer brotar un arbusto grande donde se
aniden los pájaros, un pequeño puñado de levadura puede hacer fermentar la masa
de nuestro mundo para darnos un pan nuevo y más sabroso. No cejemos en nuestro
empeño. Nunca tenemos que sentirnos derrotados, porque siempre para nosotros
brilla la luz de la esperanza.
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