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viernes, 19 de abril de 2019

Camino de viernes santo que es camino de pascua, de paso del Señor por nuestra vida y nuestra historia, que nos llevará a la definitiva pascua de la resurrección

Camino de viernes santo que es camino de pascua, de paso del Señor por nuestra vida y nuestra historia, que nos llevará a la definitiva pascua de la resurrección

Juan 18, 1 - 19, 42
‘¿A quién buscáis?... A Jesús, el Nazareno’. Es el diálogo repetido en la pregunta cuando los enviados de los Sumos Sacerdotes van a prender a Jesús en el huerto de Getsemaní.
‘¿A quién buscáis?’ puede ser la pregunta que hoy también se nos hace o tenemos que hacernos en lo más profundo de nosotros mismos. ¿A quién buscamos? Es algo así como la pregunta que un día Jesús les hiciera a los discípulos allá junto a Cesarea de Filipo en alta Galilea. ‘¿Quién dicen que soy yo?... y vosotros ¿quien decís que soy yo?’
La escena de la pregunta de ‘¿a quién buscáis?’ se desarrolla en el Huerto de Getsemaní. Fue el principio de un camino que nosotros en este día del Viernes Santo tenemos que tratar de seguir, porque también nosotros buscamos, porque también nosotros nos preguntamos, porque tenemos que llegar a descubrir de verdad quien es Jesús. Es un camino de contemplación el que tenemos que realizar en este día hasta que lleguemos a contemplarlo en la Cruz.
Lo contemplaremos en casa de Anás o de Caifás, o ante el Sanedrín. Allí se suceden las acusaciones y las preguntas mientras lo contemplamos maniatado como a un malhechor. ‘En medio de vosotros estaba, hablaba en vuestras plazas y en vuestras calles, en las sinagogas o en la explanada del templo, y no me prendisteis y ahora salís a mi encuentros con espadas y palos como si fuera un malhechor’, les responde Jesús. En medio de ellos había estado y no habían querido reconocerle y ahora le preguntan si El es el Hijo de Dios, para escandalizarse por su respuesta.
Nos habla a nosotros en todo momento y en toda ocasión, allá en lo más hondo de nuestro interior o a través de tantas mediaciones y sin embargo cuántas veces no hemos querido escucharle, tenemos que reflexionar para dentro de nosotros mismos.
Y ¿cómo y en dónde ahora le buscamos? Nos ha señalado tantas veces donde tenemos que buscarle porque en el caído al borde el camino tenemos que saber descubrirle, porque en el hambriento o el sediento que llega a nosotros tendiéndonos la mano, en el que está postrado en su sufrimiento o se encuentra en la más terrible soledad El ha querido que sepamos verle, y ahora quizá nos quedamos extasiados ante las imágenes de nuestras procesiones quedándonos quizá en emociones sensibleras que solo duran un instante.
Sigamos haciendo el camino que hizo Jesús desde aquella madrugada del primer viernes santo de la historia. Pero entremedio se entremezclan otras escenas. Allá está Pedro en el patio entre los criados y los que habían salido a prender a Jesús porque quiere estar cerca de lo que pueda suceder con Jesús. Ha sido como meterse en la boca del lobo  porque lo reconocen y surgen las preguntas comprometedoras. ‘¿No eres tú uno de los que seguían a este hombre? ¿No te vi con El en el huerto de los olivos?’ Y ya conocemos la reacción cobarde de Simón Pedro. ‘Yo no conozco a ese hombre… y cantó el gallo’.
Como si de un despertador se tratara necesitaríamos quizá nosotros quien nos recuerde nuestras negaciones y cobardías. Cuántas veces también escurrimos el bulto, hacemos como si no fuera con nosotros cuando se habla mal de la Iglesia o de la religión, cuando tenemos que tomar posturas valientes para defender unos valores, cuando vemos a quien sufre vejaciones a nuestro lado y nosotros no queremos enterarnos. Forma parte todo esto de la pasión de Cristo que se está también desarrollando en nosotros.
Y lo contemplaremos en el palacio de Pilatos donde le han llevado para juzgarle y condenarle. Con detalle podremos seguir los diálogos que allí se desarrollan leyendo las páginas del evangelio. ¿A quién preferís? ‘¿queréis que os suelte al rey de los judíos? les pregunta Pilatos. Prefirieron a Barrabás. ‘He aquí al hombre, he aquí a vuestro rey’, les presenta Pilatos a Jesús coronado de espinas después de la burla de los soldados. No reconocieron a quien habían querido aclamar como rey allá cuando lo de la multiplicación de los panes. No recordaban los sucedido pocos días atrás cuando le habían aclamado como el Hijo de David cantando hosannas en su honor en la bajada del Monte de los Olivos y en la entrada de la ciudad santa. Ahora gritaban las piedras, ‘¡crucificalo!’
Cuantas mezclas vamos haciendo en la vida en nuestra incongruencia. Igual que vamos a unas manifestaciones religiosas y nos exaltamos con nuestros cánticos, luego  nos manifestamos contra la vida, nos dejamos arrastrar por nuestras violencias en gestos y en palabras, o nos alegramos con los males que puedan hacer sufrir a la Iglesia en persecuciones sutilmente encubiertas, pero persecuciones en fin de cuentas. Las incongruencias de la vida, la falta de autenticidad de los cristianos que no sabemos defender los verdaderos valores frente a los anti-valores que nos ofrece el mundo muy sutilmente encubiertos como si fueran los verdaderos deseos de una humanidad más justa.
¿A quién buscamos, cómo lo buscamos o dónde lo buscamos?, sigue siendo la pregunta que nos hacemos hoy. Lleguemos hasta el calvario, lleguemos hasta la cruz. Aquella cruz a la que va como abrazado cuando la carga sobre sus hombros por las calles de Jerusalén, calle de la amargura que desde entonces así la llamamos.
Abrazado a la cruz, como luego clavado en ella en lo alto del calvario, lo contemplamos. Abrazado a nuestra cruz, abrazado a nuestras amarguras y sufrimientos, abrazado a la pasión que vamos viviendo en la vida nosotros y tantos que lloran lágrimas de sufrimiento, de desesperación en ocasiones ante los problemas, los contratiempos de la vida, la dificultades con que nos vamos encontrando, las persecuciones, burlas, discriminaciones que van sufriendo quizá desde nuestra parte cuando no los aceptamos por las mil razones que tantas veces nos buscamos, cuando despreciamos o queremos apartarnos de nuestro lado a los que no nos gustan… Ahí lo contemplamos abrazado, clavado a esa Cruz que es nuestra cruz, o la cruz de todos los que sufren injustamente en nuestro mundo.
No tengamos miedo de mirar a lo alto de la cruz. Levantemos nuestra mirada a quien de ella pende, porque ya nos dijo que cuando fuera levantado a lo alto, atraería a todos hacia El. Miremos a lo alto de la cruz y contemplemos, sí, a Jesús Nazareno, al que hemos querido ir siguiendo a lo largo del camino de la pasión, aunque aún muchas más imágenes tendríamos que contemplar. Porque tenemos que mirarlo a El para reconocerle, pero mirarlo tal como está abrazado a nuestra cruz, a nuestras angustias, a nuestros sufrimientos, para saber reconocerle en quienes viven sus vidas abrazados a una cruz, porque es ahí donde quiere que le miremos y le honremos.
Hermoso camino de viernes santo que hemos de hacer, no solo hoy sino cada día de nuestra vida. Será siempre un camino de pascua, porque es un camino donde podremos descubrir el paso del Señor por nuestra vida y por nuestro mundo. Será el camino que nos lleve a la verdadera pascua, en el que al final podremos cantar la alegría del triunfo de la resurrección.

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