Jesús
a nosotros también nos dice ‘levántate y anda’, aunque no estemos cojos
físicamente, porque son muchas las camillas que nos impiden caminar de verdad
Hebreos 4,1-5.11; Salmo 77; Marcos 2,1-12
Con que facilidad nos cegamos y no
somos capaces de ver lo que con claridad tenemos ante nuestros ojos; cuántas
discusiones y enfrentamientos sostenemos, ya sea de una forma dialéctica, pero
que en ocasiones caemos en posturas violentas por no ser capaces de ceder para
comprender el razonamiento que se nos ofrece; es esa postura que mantenemos,
muchas veces excesivamente marcada por nuestro amor propio que nos impide dar
el brazo a torcer, como se suele decir, para entender algo nuevo que se nos
presenta, un nuevo plan sobre lo que estemos proyectando, una nueva vía que se
puede abrir en la vida para la solución de muchas cosas. Andamos con prevención
ante lo que se nos pueda ofrecer porque tenemos nuestras ideas muy cerradas,
pensando que nuestra postura es la única buena y ya no seremos capaces de ver
algo distinto. Son también los prejuicios que nos hacemos o que tenemos ante
las otras personas que nos llevan como por sistema a rechazar todo lo que
resulte novedoso. Tendría que hacernos pensar y reflexionar.
Sucedía con Jesús. Había algunos que
andaban prevenidos contra aquel profeta – la gente sencilla así lo consideraba
ya – que había surgido en las tierras de Galilea. Pronto incluso bajarán
escribas o personajes de ciertas tendencias desde Jerusalén para observar lo
que está sucediendo porque la fama de Jesús está llegando a todas partes. Había
sucedido también con Juan Bautista allá en el Jordán en el desierto a donde
también habían enviado una embajada para indagar qué sentido tenía aquella
predicación y aquellos signos que realizaba el Bautista.
De alguna manera es lo que hoy
contemplamos también en este momento en el evangelio con Jesús. Su fama se había
ido extendiendo que cuando regresa de nuevo a Cafarnaún la gente se agolpa a la
puerta de la casa donde Jesús está enseñando. Por allá se habían logrado introducir
también los de esa embajada, llamémosla así, para observar lo que hacía Jesús.
Y llegan unos hombres de buena voluntad
que traen un paralítico en una camilla para que Jesús lo cure; es imposible
atravesar la puerta a causa de la gente aglomerada y deciden descolgarlo desde
el techo. Quieren la salud para aquel hombre y hacen de su mano todo lo
posible. Es la fe, de la que Jesús incluso se maravilla y Jesús que ofrece la
salud a aquel hombre, pero no ha dicho que se levante de la camilla, sino que sus
pecados están perdonados. Estupor, sorpresa en los presentes ante las palabras
de Jesús, que pasa a ser juicio condenatorio en el interior de aquellos que
estaban allí con sus prevenciones para juzgar. ‘Este hombre blasfema’,
es todo lo que se les ocurre decir. ¿No habían traído a este paralítico para
que lo curara? Sus prejuicios iban por delante de todo razonamiento.
Vemos cómo Jesús pacientemente les hace
ver de verdad quién es el que puede decir esas palabras. ¿No tendríamos que
recordar aquel texto del profeta que escuchamos en la sinagoga de Nazaret que
habla del que venía lleno del Espíritu para proclamar el año de gracia del
Señor?
Los ciegos que recobran la vista, los
leprosos que son curados, los sordomudos que recuperan el habla y el oído, los
paralíticos que comienzan a caminar, los muertos que son devueltos a la vida
son signos y señales de que el Reino de Dios ha llegado, y con el Reino de Dios
llega la gracia y el perdón, con el Reino de Dios llega de nuevo el amor y la
paz, con el Reino de Dios llega el que los hombres de verdad nos podamos amar
los unos a los otros, con el Reino de Dios llegan nuestras actitudes y
posturas, nuevos valores que enriquecen de verdad al hombre por dentro. Es lo
que Jesús anuncia y proclama, es el Evangelio, la buena noticia que viene a
anunciarnos.
Más importante es la paz que sintamos
en el corazón porque nos veamos liberados desde lo más hondo de las peores
esclavitudes que el hecho de recobrar la vista o el movimiento de nuestros
miembros. Importante es esa transformación que sentimos por dentro cuando
comenzamos a ver de forma distinta al que camina a nuestro lado; importantes
son esos nuevos pasos que podamos dar para construir la paz buscando la
reconciliación entre todos; importante es esa mano tendida para ayudar y para
compartir porque nuestro corazón está lleno de amor y de generosidad. Son
muchas las camillas de las que tenemos que desprendernos, esas actitudes
negativas que tantas veces nos paralizan, nos enfrentan, nos hacen dejarnos
arrastrar por las pasiones.
Jesús a nosotros también nos dice ‘levántate
y anda’, aunque no estemos cojos físicamente, porque son muchas las camillas
que nos impiden caminar de verdad. Y
aquí tendríamos que pensar también en todos esos prejuicios que nos ciegan y
esas prevenciones que nos llevan a juicios condenatorios, a resentimientos, a
orgullos que nos hacen creernos superiores o mejores.
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