No
fuimos reponiendo en la alcuza de nuestra vida ese aceite que luego íbamos a
necesitar y ahora quizás nos encontramos en un vacío
1 Corintios 1, 17-25; Salmo 32; Mateo 25,
1-13
Ya tendremos tiempo, después de lo
hacemos, ahora que estamos con esto aprovechemos que todo no va a ser andar
preocupado, que tenemos que pasar un rato también. Más de una vez lo hemos
dicho y hecho, dejamos las cosas para después, porque nos creemos que tenemos
todo el tiempo del mundo para nosotros, porque decimos que tenemos que tomarnos
las cosas con calma y no andar siempre agobiados; y dejamos a un lado
responsabilidades, no hacemos aquello que se nos ha confiado en el momento que
teníamos que hacerlo, nos creemos capaces de hacerlo luego de cualquier manera…
Son tantas las cosas que vamos dejando para después, son tantos los ejemplos
que podríamos poner de cosas importantes de la vida, pero también de esos
pequeños detalles que realmente son los que van conformando la vida.
Algo así pensarían quizás algunas de
aquellas doncellas que tenían que salir a recibir al novio de su amiga que
venía para la boda y para lo que tendrían que tener preparadas las luces que
iluminasen el camino. Era un engorro eso de tener que estar llevando más aceite
de repuesto, porque si acaso se hiciera tarde. Total, luego vamos corriendo y
compramos lo que necesitamos, o alguien habrá que nos lo facilite, nos lo
preste. Pero su desidia se les puso en contra, porque ni encontraron quien les
facilitara el aceite que no tenían, ni llegaron luego a tiempo porque en la
tienda tardaron también en obtenerlo. Se quedaron fuera, aunque ellas fueran también
amigas de la novia.
Es la parábola que nos está proponiendo
Jesús y que tantas veces hemos reflexionado. Pero de nuevo tenemos que vernos
en su espejo, porque ahí estamos bien retratados con nuestras desidias,
nuestros abandonos, nuestro dejar las cosas para más tarde que ya tendremos
tiempo. Jesús nos está queriendo hablar de valores del Reino de Dios que son
bien importantes en nuestra vida; pensamos con la trascendencia que tenemos que
darle a nuestra vida con mirada también de eternidad, pero tenemos que pensar
en esas pequeñas cosas de cada día a las que tantas veces no le damos la
importancia que tienen; nos habla de nuestras responsabilidades que no solo es
pensar en las grandes tareas que en un momento se nos pueden confiar, pero
tenemos que pensar en esos pequeños detalles que crean nuestra relación entre
unos y otros y no siempre cuidamos lo suficiente.
Sí, son las tareas de cada día que
tenemos que asumir con responsabilidad y eficiencia que son con las que vamos
construyendo nuestra vida, fundamentándola de verdad, dándole unos buenos
cimientos; tenemos que pensar que cada momento de nuestra vida es una riqueza
primero que nada para nosotros, y tenemos que saber aprovecharlos, darles
rendimiento que no solo son las ventajas económicas que podamos obtener con
nuestro trabajo, sino que es la riqueza humana y espiritual que va adquiriendo
nuestra vida; cuántas veces más tarde nos decimos, si yo hubiera sabido hubiera
puesto más empeño en aquellos estudios, por ejemplo, que me tomé a la ligera,
en aquellas cosas que dejé de aprender por no esforzarme; nuestra vida sería
otra con toda seguridad.
Hablamos en lo humano y hablamos en lo
espiritual; hablamos en lo que nos atañe a nosotros mismos, pero tenemos que
hablar de nuestro entorno social del que tenemos que aprender pero también al
que tenemos que aportar desde la riqueza espiritual de nuestra vida. No fuimos
reponiendo en la alcuza de nuestra vida ese aceite que luego íbamos a necesitar
y ahora quizás nos encontramos en un vacío.
Y tenemos que hablar, por supuesto, en
el ámbito de nuestra fe y de nuestra vida cristiana que tan a la ligera de
forma superficial nos la hemos tomado a lo largo de la vida. ¿Dónde está ahora
el verdadero tesoro que tendríamos que tener guardado en el corazón? Mucho tendríamos
que pensar y reflexionar en este aspecto donde de una vez por todas tenemos que
despertar. Es la vigilancia de la que nos está hablando hoy Jesús, el cuidado
de nuestra fe, la atención a los valores cristianos, el compromiso de nuestra
vida, nuestra participación en la vida y en la misión de la Iglesia.
Despertemos. Y ayudemos también a los
que están a nuestro lado a despertar para estar vigilantes.
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