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martes, 27 de agosto de 2024

Busquemos lo que dé verdadera profundidad a nuestra vida, pongamos generosidad, espíritu de servicio y la delicadeza del amor en lo que hacemos

 


Busquemos lo que dé verdadera profundidad a nuestra vida, pongamos generosidad, espíritu de servicio y la delicadeza del amor en lo que hacemos

2Tesalonicenses 2, 1-3a. 14-17; Salmo 95; Mateo 23, 23-26

Las cosas las vemos según las perspectivas que tengamos, o como solemos decir también, las vemos según el color del cristal a través del cual miramos, o tenemos unos criterios según la educación que hayamos recibido o quizás también de las cosas que nos hayan sucedido en la vida que de alguna manera marcan nuestro actuar o nuestra manera de ver las cosas; podemos tener la tendencia de querer liberalizarlo todo de manera que al final todo lo volvemos relativo, o por esas circunstancias que mencionábamos nos hemos endurecido de manera que queremos como ponerle un corsé a las cosas. Nos lleva a una disparidad de criterios, nos puede llevar a enfrentamientos y controversias, nos puede llevar a encasquillarnos en determinadas posturas de las que nos es difícil salirnos.

No pretendo justificar nada, sino de alguna manera respetuosamente constatar esa diversidad, y tratar de comprender también esa variedad de opiniones y criterios que según en qué vamos tomando en la vida; lo que en principio tendría que ser enriquecedor si supiéramos escucharnos y respetar y valorar lo bueno que veamos en los demás, nos lleva muchas veces a un no entendimiento que nos enfrenta. Veamos lo que sucede en nuestra sociedad en donde en lugar de contribuir cada uno desde su lado al bien común, nos conduce a descalificaciones y enemistades.

Es la situación que podemos descubrir a través del evangelio en el pueblo judío que de alguna manera se sentían únicos y distintos en el planteamiento religioso que hacían de su vida y de su historia, que de alguna manera podía llevar a algunos a estar como a la defensiva frente a los pueblos que los circundaban y la cultura que desde el mundo heleno y romano también pretendían imponerle. De alguna manera podemos comprender esa reacción defensiva y en cerrazón de algunos grupos que influían en el pueblo judío de la época. El evangelio nos habla de saduceos y de fariseos, como también estaban los herodianos o aquellos zelotes que luchaban incluso de forma violenta contra la imposición de los romanos que los dominaban políticamente.

Pero entre los dirigentes del pueblo en aquel momento predominaban con fuerza no solo los saduceos sino también los fariseos, que desde un fanatismo religioso de rigorismo pretendían imponer al pueblo una manera de entender las cosas que se alejaban muchas veces del espíritu de la Ley de Moisés que ellos precisamente pretendían defender; los veremos con frecuencia enfrentados a Jesús porque no terminaban de entender su mensaje y porque además Jesús se mostraba muy crítico con ellos. Es lo que estamos escuchando en el evangelio en estos días. Había un exceso de vanidad y de hipocresía, que es lo que Jesús viene denunciándoles porque muchas veces rayaban la superficialidad poniendo el acento en un rigor que le quitaba alma a sus vidas.

‘Pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: la justicia, la misericordia y la fidelidad’, les dice claramente Jesús como hoy le escuchamos. Rigorismo frente a la verdadera grandeza de corazón que se ha de manifestar en el espíritu de servicio, en la generosidad y en el desprendimiento que nace del amor. Y les habla de cómo quieren mantener las apariencias, mientras el corazón está lleno de podredumbre y de muerte. ‘Limpias el plato o el vaso por fuera, mientras dentro está lleno de suciedad’.

Algunas veces pasamos nosotros por situaciones, por actitudes semejantes, influenciados por muchas circunstancias que nos pueden llevar a un formalismo ritual en aquello que hacemos, pero al mismo tiempo a una sequedad del corazón. O nos volvemos intransigentes o todo nos lo permitimos; o nos quedamos en un inmovilismo que nos paraliza, o queremos estar innovando siempre dejándonos llevar por los vientos de la vida perdiendo el verdadero norte de nuestra existencia; o pensamos que siempre los tiempos pasados fueron mejor, o queremos rechazar la memoria y la tradición de la vida porque siempre la consideramos inservible.

Nos pasa en los caminos de la sociedad; nos pasa en el interior de la Iglesia; nos pasa en nuestro propio interior cuando nos quedamos en la superficialidad; nos pasa en las interpretaciones que nos hacemos donde perdemos el sentido de la ética y de unos profundos criterios morales que hemos de fundamentar en el evangelio.

¿Por donde realmente andaremos? ¿Cuál es la profundidad de sentido que le damos a la vida, a lo que hacemos y vivimos?

 

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